Tomado
de ElUnicornio.co (Septiembre 13 de 2022)
Mi año con Salinger, 2021 (Canadá)
Reparto: Margaret Qualley, Sigourney Weaver, Douglas Booth,
Colm Feore, Matt Holland.
Escrita y dirigida por Philippe Falardeau
Disponible en Netflix
Así como existe el cine en el cine,
que es cuando una película cuenta el rodaje de un filme o gira en torno al
séptimo arte, Mi año con Salinger alude a un género que podría definirse
como literatura en la literatura, porque es más literaria que cinematográfica.
De entrada, ubiquemos el contexto: Jerry
D. Salinger se catapultó a la fama con su novela El guardián entre el
centeno (The catcher in the rye) desde su publicación en 1951. Veintinueve
años después, el 8 de diciembre de 1980, Mark David Chapman asesinaba al
ex-Beatle John Lennon en una calle de Nueva York y se sentaba tranquilamente en
el andén a esperar a que llegara la policía mientras leía ese libro.
El protagonista de la novela es
Holden Caulfield, un neoyorquino de 16 años que acaba de ser expulsado de su colegio,
con quien se identificaron miles de jóvenes no solo norteamericanos sino del
planeta entero, muchos de manera enfermiza. Entre ellos, el asesino de Lennon.
Esto en referencia a Salinger, ahora
entremos al tema que nos ocupa. En Netflix el título de la película lo
tradujeron al español como El trabajo de mis sueños, pero prescindimos
de él porque parece tomado de un libro de Walter Risso. Preferible una
traducción más cercana al inglés, Mi año con Salinger.
¿Y por qué Salinger? Porque es la
historia -tomada de la vida real- de la joven escritora Joanna Rakoff, recién
graduada en literatura inglesa, que en el otoño de 1995 llega de Berkeley a
Nueva York en busca de trabajo y toca a las puertas de la agencia editorial que
representa al escritor, ya famoso por la novela de marras, y quien aún vive
(murió en 2010).
Allí le cuentan que de “Jerry” se rumora
que está loco, o tiene demencia senil, o es un misántropo empedernido. “Todo es
mentira -le aclara a Joanna su jefa Margaret, interpretada por Sigourney
Weaver-. Hay muchas personas que quieren su dirección, su teléfono, que lo
pongamos en contacto con él”.
Precisamente, la primera instrucción que le dan a la principiante es
contestar en máquina de escribir eléctrica (aunque ya existen los computadores)
los centenares de cartas que le llegan al escritor, con base en un modelo
preestablecido: “El señor Salinger no desea recibir correspondencia de sus
lectores. No podemos enviarle su amable carta, agradecemos su interés en el
libro”. Luego, debe destruir las cartas en la trituradora de papel.
Así las cosas, Mi año con Salinger
trata sobre personas que aman la literatura y la poesía como "el alimento
del alma", pero también sobre los lectores que le escriben al autor del
libro que los ha dejado en estado de conmoción interior, y en tal medida
requieren con urgencia (emocional) establecer un vínculo con él para contarle
lo que les pasó.
El asunto es que Joanna comienza a
simpatizar con los remitentes, jóvenes como ella, y se lleva algunas de esas
cartas para su casa porque asume como un gesto odioso o insolidario
contestarles “Estimado muchacho: no le interesas al señor Salinger. Vete al
diablo”. Según su novio, “todos son un montón de locos obsesivos”, diferente a
lo que pasa con muchas lectoras también jóvenes, que le escriben para decirle
que se quieren acostar con él.
Sea como fuere, no nos pondremos aquí
en plan de eso que ahora llaman spoiler, o sea que no hablaremos en
detalle de la relación complicada de Joanna con su novio (también escritor y émulo
precoz de Henry Miller) ni de la vida marital de Margaret con su esposo
bipolar.
A la protagonista se le advierte
desde el principio que no necesitan allí una escritora, sino una secretaria que
conozca de autores literarios, novelistas o poetas. Pero ella también quiere
ser “una escritora extraordinaria”, y al final el espectador comprende que el
trabajo de sus sueños no era entrar a trabajar en esa agencia editorial. El
trabajo de sus sueños es cuando comienza a escribir, y es el motivo por el cual
renuncia a la agencia y lleva su primera colección de poemas a The New
Yorker, la icónica revista literaria para todo escritor que en Estados
Unidos o desde Europa quiere darse a conocer.
¿Se la aceptaron o la rechazaron? La
respuesta quizás está al final de la película.
Post Scriptum: “He aprendido en mi trabajo que por
muy honesto que parezca, no debemos revelar nuestras emociones. A la mayoría de
las personas las tiene sin cuidado lo que sentimos. ¿Para qué mostrar una
debilidad, si prácticamente se te van a echar encima? Se ponen enfrente tuyo y
te demuestran cuánto les divierte lo que estás sintiendo”. Joanna Rakoff, impactada por la
lectura de las cartas de los lectores obsesionados con Salinger.
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