No sabemos cuál será el resultado
final del gran acuerdo nacional que propuso el presidente electo Gustavo Petro,
pero es evidente que se respira un ambiente general de optimismo, la concreción
de un anhelo que pasaba de utopía en el gobierno del subpresidente Iván Duque,
a afianzarse hoy en el terreno de lo posible.
Es algo quizá comparable a lo que
debieron sentir los colombianos tras la firma del acuerdo de Benidorm en 1956, entre
Alberto Lleras Camargo y Laureano Gómez Castro, que dio paso a la conformación
del Frente Nacional, fórmula de arreglo entre liberales y conservadores para
dejar atrás la violencia partidista y acabar con la dictadura de Gustavo Rojas
Pinilla. Así luego todo hubiera terminado en la más terrible decepción, pues
solo se tradujo en el reparto de la marrana burocrática cada cuatro años y en
la semilla de la corrupción administrativa que hoy carcome a la nación entera.
En el caso que hoy nos ocupa, es
también como si estuviéramos dejando atrás una dictadura, la dictadura del
uribismo, sin negar que estuvo encarnada en un individuo badulaque, puesto ahí
como simple correveidile del verdadero poder soberano detrás del trono, Álvaro
Uribe Vélez.
La extrapolación cobra más
sentido con Laureano Gómez al constatar que Uribe durante el gobierno del
liberal Juan Manuel Santos se dedicó a “hacer invivible la democracia”,
mientras sus huestes aplicaban la consigna de “calumniar, calumniar, que de la
calumnia algo queda”. Ambas, fórmulas laureanistas de desestabilización del que
estuviera gobernando.
Si lo miramos por el lado
pesimista, la preocupación de algunos frente al gobierno venidero reside en que
Petro está nombrando a personas provenientes de los partidos tradicionales -un
Álvaro Leyva conservador, una Cecilia López liberal o un Alejandro Gaviria de
centro-, y es entonces cuando hasta el segundo a bordo del petrismo, Gustavo
Bolívar, pareciera sentirse incómodo con lo que está pasando.
Vistas las cosas desde una óptica
analítica, habría que diferenciar entre los que han sido escogidos para
integrar el gabinete ministerial… y los que se están arrimando. Como dije en columna
anterior, si yo fuera Petro recibo a todos los que se han acercado, excepto
al Partido Conservador, por dos razones básicas: primera, porque con los votos
de los partidos que ya forman parte de la coalición de gobierno, no se
requeriría de los godos para hacer mayoría en el Congreso. Y segunda, porque estos
están en el lugar equivocado, pues son la antítesis ideológica de la izquierda
y en tal medida detrás de esa adherencia (antes que adhesión) tan solo se
advierte un apetito clientelista, el de engullir burocracia.
Ahora bien, la pregunta clave sería:
¿hay cama pa’ tanta gente? ¿Se trata de cambiar apoyo político por puestos de
conducción del Estado? En tal caso, ¿no se estaría desvirtuando el anhelo de
cambio que encarna Gustavo Petro como motor de un verdadero cambio social y
económico? Mejor dicho, ¿era un tecnócrata de raigambre también tradicional
como José Antonio Ocampo el indicado para el ministerio de Hacienda y Crédito
Público?
La respuesta está por verse en
los resultados, pero un primer acercamiento a la conformación del nuevo
gobierno permite apreciar un talante claramente liberal, donde hasta el mismo
conservador Álvaro Leyva posee una trayectoria progresista, como abanderado que
ha sido de muchas causas a favor de la paz, del diálogo entre contrarios, de la
reconciliación nacional.
“Vengo del futuro de Colombia”,
dije en trino de hace unos días, donde agregaba lo siguiente: “Estuve allá un
rato y pude percibir por el ambiente social y económico que se respiraba, que
en 2029 Gustavo Petro adquirió una trascendencia superior a la de Pepe Mujica y
hermanada con la de Nelson Mandela. No les miento, fue lo que vi”. (Ver trino).
Bueno, mentí cuando dije que no
mentía, pues eso de viajar al futuro pertenece al reino de ficción. Pero en
Colombia la realidad supera la fantasía, y es un hecho palpable que se respira
un aire de optimismo, al que hay que tratar de darle alas para que crezca. Que,
parodiando al más grande escritor colombiano de todos los tiempos, Gabriel
García Márquez, no perdamos esta segunda oportunidad sobre la Tierra.
Buenas noticias son saber por
ejemplo que para hacer más justa la tributación, ahora los que ganen menos de
10 millones mensuales no pagarán impuestos. O que según anuncio del propio
Petro, las vías terciarias de Colombia, las que llevan a las veredas, serán
contratadas directamente por las juntas de Acción Comunal campesinas. (Ver trino).
Podría pensarse entonces que cesó
la Uribe noche, que hay una especie de confluencia de los astros en función de
algo muy grande, muy positivo para el futuro de Colombia. En tal medida, ya de
remate, habría que enviar este mensaje al nuevo presidente: Gustavo Petro, por
favor, no nos defraude. Las esperanzas de todos los colombianos están puestas
en usted.
Fin del comunicado.
POST SCRIPTUM: No es posible
retirarse de aquí sin comentar la más reciente declaración del Partido Liberal,
según la cual hará parte de la bancada oficialista que buscará sacar adelante
la agenda legislativa del nuevo gobierno. Aquí entre nos, en lo que respecta a
César Gaviria, hay cierto aire de indignidad cuando luego de rechazar al Pacto
Histórico se fue con Fico Gutiérrez, y después de que este perdió en primera
vuelta pasó a apoyar a Rodolfo Hernández, y tras el triunfo de Petro regresó
humilde a tocar a su puerta. Aquí entre nos, lo más digno de su parte sería si
atendiera el llamado que le hizo el expresidente Samper de hacerse a un lado.
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