martes, 28 de abril de 2015

Izquierda claudicante, derecha subversiva




En desarrollo de un simposio-homenaje a Gabriel García Márquez durante la Feria del Libro de Bogotá, fui invitado como expositor a una charla sobre “Gabo y el periodismo político” en compañía de Enrique Santos Calderón y Hernando Corral (cofundadores de la revista Alternativa), con la moderación de Clara Elvira Ospina, quien se documentó a fondo e hizo preguntas muy pertinentes.

En un principio pensé que el evento sería la ocasión para reclamarles al primero por haber dicho en 2005 que "lo ideal es un tipo como Uribe" (tras el apoyo de El Tiempo a su reelección), y al segundo por haber dirigido con el mismo propósito reeleccionista el periódico ‘Ahora’ del uribismo, pero en desarrollo de la charla comprendí que no debía ponerme de aguafiestas: el tema central era Gabo, no las incoherencias políticas de quienes trabajaron con él.

En mi muro de Facebook publiqué algunas palabras sobre el encuentro y mi amiga Pilar Cabrera comentó algo que me sacudió de pies a cabeza: “Eres más interesante cuando escribes de temas que no son de política.” El sacudón estuvo en que la mitad de lo que me decía era una crítica despiadada y la otra mitad un reconfortante elogio, pero en ambas tenía razón, y la justificación que encontré fue esta: “En ocasiones los temas políticos se imponen, por el deber de generar conciencia en torno a determinadas coyunturas. Digamos que lo urgente desplaza a lo lúdico o lo prioritario”.

Precisamente días atrás traía la idea de una columna que habría de titular “¿Por qué Dios juega a las escondidas?”, pero debí abandonar al supuesto Creador cuando un tema se me incrustó en el occipital y me decía ‘escríbeme’, relacionado con el reclamo que pensé hacer ANTES de esa charla pero del que me abstuve DURANTE, para no posar de aguafiestas.

Tengo fresco el recuerdo de Enrique Santos ejerciendo presión desde la dirección de El Tiempo con sus editoriales para que la Corte Constitucional aprobara la modificación del ‘articulito’ que permitiría la reelección de Uribe, y aún me cuesta creer que alguien a quien admiré como un lúcido dirigente de izquierda desde lo intelectual y lo periodístico (estudió Filosofía en Alemania) hubiera podido dar semejante viraje ideológico y terminara apoyando a un caudillo practicante de políticas de autoritario corte franquista.

Hoy entiendo el apoyo del más importante diario nacional a la reelección de Uribe como el escenario donde el exdirector de Alternativa era una pieza más de un engranaje empresarial con el que supongo llegó a identificarse, deslumbrados todos –medios y empresarios- por ese embrujo mediático tan parecido al que se vivió tras el ascenso de Hitler al poder en 1933, y que en últimas habría de representarles importantes réditos a cambio de su apoyo.

En la charla citada Enrique recordó una anécdota relacionada con Hernando Corral, a la sazón dirigente sindical y de quien Gabo alcanzó a sospechar que fuera un agente del F-2, pero disipadas las dudas llegó a ser muy cercano a este. Yo traje a colación cómo en esos días se le veía a José Obdulio Gaviria muy activo impulsando desde Antioquia el movimiento Firmes, iniciativa de Alternativa con la que se pretendía promover la unidad de la izquierda, y consideré que más bien el infiltrado debió ser Gaviria, porque le bastó conocer a Álvaro Uribe para terminar convertido en su cerebro gris, y por lo que han dicho varios testigos el que recibía para su jefe la información recolectada con las chuzadas del DAS, o sea que además podría calificársele como el Rasputín del régimen.

Dije también que el propio Uribe fue un infiltrado de la extrema derecha dentro del Partido Liberal, y en tal circunstancia habría sido él y no Juan Manuel Santos el verdadero traidor a una causa, pues nunca como gobernante se le vio aplicar las ideas liberales que debía representar.

Si fuéramos en busca de averiguar por qué la izquierda democrática no ha podido conquistar la Presidencia, el primer elemento a contemplar es esa tendencia suicida manifiesta en sus infantiles divisiones internas (desde los años de Alternativa), y la prueba reina la tenemos hoy con el deplorable espectáculo que brindan Clara López y Jorge Enrique Robledo, agarrados como perros y gatos dentro de su propio partido. Sumado a lo anterior estaría el contagio de prácticas corruptas, y es cuando saltan a la palestra los muy pillos Samuel e Iván Moreno, a quienes por cierto López y Robledo les defendieron su “presunción de inocencia” hasta que la orden de detención los obligó a retirarlos del Polo. Un tercer elemento que desde la derecha sacan a relucir sería la afinidad de algunos con la vía armada, pero este lastre no habría sido determinante si hubiera primado la unidad sobre la antropofagia intestina.

Pertenezco a una generación rebelde aunque ya desencantada, que observa con amarga resignación la extraña paradoja consistente en que mientras dirigentes de izquierda de antaño –y de hogaño- cayeron en la corrupción o trabajaron para prolongar el poder de un gobernante de trato dictatorial como Álvaro Uribe, desde su incendiaria cuenta de Twitter y desde la tribuna que en forma irresponsable hoy le brindan los más importantes medios, este adelanta actividades de desestabilización que claramente pueden identificarse como subversivas, donde la incitación a la rebelión de las Fuerzas Armadas contra su Comandante en Jefe es el pan de cada día, y para colmo del asombro no recibe el castigo que para estos casos la justicia –aquí y en Cafarnaúm- acostumbra aplicar.

¿Acaso estamos locos, Lucas?

DE REMATE: El director de Semana.com, Armando Neira, llama la atención en su última columna sobre un asunto  muy preocupante, que debería encender las alarmas: "Tan grave es la acusación de supuestos vínculos del magistrado (Jorge Pretelt) con los sangrientos hermanos Castaño, como la indiferencia de los medios ante el tema. En el momento de publicar este artículo, en ninguna de las páginas de información de Colombia estaba entre los principales del día". Y tiene razón: si la senadora Claudia López afirmó que “un colombiano coronó la presidencia de Colombia con el apoyo del narcoparamilitarismo”, esto significaría que con Pretelt ese mismo apoyo sirvió para conquistar la presidencia de la Corte Constitucional. Pero nadie dice ni mu…

martes, 21 de abril de 2015

“Y Uribe a la cárcel, ¿cuándo?”


Con motivo de la condena que profirió la Corte Suprema de Justicia contra dos exministros (Sabas Pretelt, Diego Palacio), dos exsecretarios de Casa de Nariño (Bernardo  Moreno, Alberto Velásquez) y la exdirectora del DAS María del Pilar Hurtado, mucha gente se preguntaba en las redes sociales por qué la justicia no ha caído sobre el que les habría dado a estos las órdenes para delinquir.

El título de esta columna resume ese sentir, y por eso va entre comillas: porque no lo digo yo, es un interrogante que se convirtió en tendencia, y basta con buscar en Twitter por “Uribe a la cárcel” para que se confirme la validez del enunciado. O como dijo Aceneth en su cuenta @periodista19: “Si Corte dice que Uribe ordenó a Pretelt y Palacio ofrecer prebendas para asegurar su reelección, ¿qué esperan para meterlo a la cárcel?”

La periodista no se equivoca, pues la Corte Suprema en efecto hizo extensiva la culpa al jefe de los condenados cuando así sentenció: “Siguiendo instrucciones del entonces presidente Álvaro Uribe, el exsecretario general de la Presidencia y los exministros de Protección Social y del Interior dispusieron del poder que les conferían sus altos cargos para pagar con una serie de nombramientos el voto favorable de Yidis Medina y la ausencia de Teodolindo Avendaño”. Así las cosas, si la máxima autoridad jurídica de la nación lo señala de ser quien instruyó a sus subalternos para la comisión de esos delitos, la pregunta es de Perogrullo: ¿por qué no han ido por él?

En busca de una respuesta, se debe anotar que en su condición de expresidente ‘disfruta’ de un fuero que lo blinda de ser juzgado por los tribunales ordinarios de justicia y descarga la responsabilidad en la Comisión de Acusación de la Cámara de Representantes, de carácter netamente político, a la que con justa razón llaman de ‘Absoluciones’.

Un nuevo interrogante abriría una rendija a la esperanza, y es éste: ¿si la Comisión de Acusación está a punto de desaparecer en manos de la reforma al Equilibrio de Poderes, que creó un Tribunal de Aforados y cuya composición está por definirse, podría dicho Tribunal juzgarlo? Todo indica que no, pues a los que hoy son investigados por la Comisión no se les puede cambiar el juez en forma retroactiva, debido a lo que se conoce como el “principio de juez natural”: nadie puede ser juzgado por un tribunal creado ex post facto. O sea que habría que crear un régimen de transición que permitiera juzgarlo con base en la juridicidad anterior, manteniendo una instancia de naturaleza política que lo investigara y eventualmente le formulara una acusación ante el Senado, en cuyo único caso –si le retiran la inmunidad al ser declarado “indigno”- quedaría a disposición de la Corte Suprema para ser juzgado. En otras palabras, misión casi imposible.

Y en cuanto a que fuera la Corte Penal Internacional (CPI) la que actuara ante la inoperancia de la justicia colombiana, la posibilidad es aún más remota: si está demorada para intervenir en países como Irak, Afganistán, Libia, Siria o Kenia, más se demorará para hacerlo en Colombia, donde en apariencia habría un equilibrio de poderes. Y si a lo anterior le sumamos la propuesta de César Gaviria de Justicia transicional para todos, apague y vámonos: Uribe morirá impune (e inmune).

Esto significa que no será posible probar si supo en detalle de lo que bajo la mirada complaciente de altos oficiales del Ejército se conoció como los ‘falsos positivos’, consistentes en la ejecución extrajudicial de más de 4.000 personas para hacerlas pasar por guerrilleros caídos en combate, y a cuyos autores el exmandatario sigue llamando “héroes de la patria” y “perseguidos por la Fiscalía”. O si sabía a qué se dedicaban sus dos consecutivos jefes de Seguridad en la Presidencia, generales Mauricio Santoyo y Flavio Buitrago, antes de que se descubriera el extenso prontuario delincuencial de ambos.

Tampoco será posible dilucidar si instruyó o no a Jorge Noguera para poner el DAS al servicio de los grupos paramilitares de la costa Caribe, o si aprobó el asesinato del profesor Alfredo Correa D’Andreis (ordenado por Noguera), o si sabía que su primo Mario Uribe andaba de ‘uña y mugre’ con los paracos de Córdoba.

Sea como fuere, la Corte acaba de sentar un drástico precedente cuando lo señala de haber dado las “instrucciones” para “pagar” los votos que le dieron vía libre a su reelección, con lo cual aparece nítida la ilegitimidad de su segundo período y entramos en un nuevo embrollo jurídico: tratándose de un hecho cumplido, ¿sería viable al menos presentar recurso de tutela para que la Corte Constitucional le ordene devolver los cuatros años de sueldo devengado en forma ilegal?

La Silla Vacía mostró una infografía donde se evidencia que de las 30 personas más cercanas al círculo de poder de Uribe cuando era Presidente, 10 tienen investigaciones serias o juicios en proceso, nueve fueron condenados penalmente, uno tiene fuertes sanciones disciplinarias pero ninguna investigación penal y solo 10 (o sea una minoritaria tercera parte) no afronta una situación jurídica comprometida.

Esto debería encender las alarmas, pero lo que se aprecia es que los más grandes medios de comunicación caen en la irresponsable y cómplice propensión a reproducir cuanta barbaridad se le ocurre espetar frente a un micrófono o desde su incendiaria cuenta de Twitter. ¿Qué más pruebas necesitan esos medios de la “empresa criminal” (expresión de la Corte) conformada si no por Uribe al menos en sus narices, que la cantidad de gente que está siendo juzgada/investigada o que arrastró hasta la cárcel en su propósito de eternizarse en el poder, a costa de la libertad para esos colaboradores y de la tranquilidad para las familias de estos?

Claudia López dijo en un trino que “El que debería estar respondiendo en la cárcel por chuzadas, corrupción, falsos positivos es Uribe. Lo amparan su cobardía y fuero de impunidad”. Si tan grave acusación no fuera cierta (lo acusa de criminal, nada menos), la senadora se vería expuesta a ser juzgada por injuria y podría terminar ella en la cárcel. Pero no pasa nada, quizá porque el país asume como verdad tácita esa condición criminal. Ahora bien, Uribe mira hacia otro lado (¿se han fijado que nunca le responde a Claudia?) y sigue siendo un tipo muy importante…

Algo huele a podrido de aquí hasta Dinamarca cuando a alguien lo acompañan desde avezados criminales hasta obsecuentes lacayos y sobre él recaen las peores acusaciones por diversos procederes delictivos, pero recibe el beneplácito de los mismos medios que utiliza como idiotas útiles para la ejecución de sus maquia-bélicos planes de desestabilización, ahora con la devota colaboración del Procurador y sus obedientes huestes conservadoras, para mayor zozobra.

Pero me iba saliendo del tema, así que resumo: primero, Uribe nunca irá a la cárcel; segundo, gracias al asesinato de once “héroes” a manos de las FARC en Cauca, la extrema derecha quedó más fortalecida que nunca; tercero, el Procurador sigue en activa campaña a la presidencia, y la prueba es que ya hasta se toma fotos con gente LGBTI; y cuarto, Dios nos coja confesados: había una fiera herida, pero de la noche a la mañana presenta asombrosos signos de recuperación.

“Un fuerte nubarrón se alza en el cielo, ya se aproxima una fuerte tormenta”.

DE REMATE: Frente a la escena de cualquier crimen, todo investigador forense se pregunta: "¿A quién le sirve?". En el caso que nos ocupa, ¿a quién le sirvió el asesinato de esos soldados? La respuesta es obvia: a los enemigos de la paz. Mi hipótesis –ojo, hipótesis- es que los mandaron allá para que los matara y rematara la díscola columna Miller Perdomo, y eso casaría con el fuerte rumor de que no recibieron apoyo aéreo. Pero no habría sido el gobierno Santos el que los desprotegió, sino ese sector (numeroso, por cierto) del estamento castrense alineado con Uribe.

El muy uribista Fernando Londoño me concede la razón en su última columna para Las 2 Orillas: “eran muy pocos, estaban muy mal preparados para esa lucha, muy pobremente comandados y sin ningún contacto con tropas que los auxiliaran. Y por supuesto, sin aviación que los cubriera”. Y remata con esto, en lo que sí difiero: “El que fraguó ese plan es un grandísimo incompetente”. Por el contrario, es un genio de la táctica militar, pues con solo once bajas colaterales logró el objetivo buscado: bombardear desde el Cauca el proceso de La Habana y dejarlo tambaleando. La aberrante paradoja reside en ver a las FARC prestándoles tan valiosa ayuda a sus propios enemigos. Imbéciles útiles, mejor dicho. Una pírrica victoria militar, a cambio de una estruendosa derrota política. Eso solo lo hacen los imbéciles.


miércoles, 15 de abril de 2015

Uribe, Ordóñez y el travestismo político




En los últimos días el uribismo viene dando una serie de bandazos con claro sello travesti, entendido como el vestirse con ropas de otro género, y esta situación debería preocupar a los defensores de la moral y las buenas costumbres políticas. Primero fue cuando Álvaro Uribe le expresó a Angelino Garzón su apoyo a la alcaldía de Cali mediante carta pública (“Cuente con nosotros como partido político…”), pese a que solo puede postularse a nombre de La U y a que él mismo le pidió el aval a esa agrupación.

Ahí hay un intríngulis que debe ser resuelto, porque tiene razón Roy Barreras –presidente de La U- en que Uribe estaría invitando a votar por el candidato de un partido diferente al suyo, y falta ver si eso acarrea alguna sanción electoral.

Al día siguiente la sorpresa fue aún mayor cuando en el Senado Uribe le lanzó un salvavidas a Germán Vargas Lleras para que pudiera ser candidato presidencial en 2018, con lo cual enfrentó a Armando Benedetti –senador de La U-, y de donde se desprenden dos hechos llamativos: uno, que hizo quedar como un cuero a sus congresistas Alfredo Rangel, José Obdulio Gaviria, Paloma Valencia y Jaime Amín, quienes acompañaban la inhabilidad de cuatro años que proponía Benedetti. (Como dijo Roy, “volvimos a saber quién es el gallo del gallinero en el CD y cómo los pollitos obedecen”, aunque omitió contar que él también fue pollito en el gobierno anterior, cuando La U le pertenecía a Uribe). Y dos, que en menos de 24 horas se le vio a Uribe salir al rescate de los dos vicepresidentes que ha tenido Juan Manuel Santos, ambos candidatos de… La U. ¿Será que Uribe se quiere tomar ese partido? No nos incumbe, pero lo cierto es que se metió donde nadie lo había llamado.

Sea como fuere, ahí no paró el travestismo político: al día siguiente el más cercano aliado de Uribe en la tarea de reconquistar la Presidencia, Alejandro Ordóñez, sorprendió a su modo cuando le solicitó a la Corte Constitucional que no reviva la revocatoria del alcalde de Bogotá. Propuesta de claro tinte oportunista (procurador profiere palabras protectoras para Petro), pues habiendo sido él quien armó semejante tierrero por unas basuras mal recogidas, debía declararse impedido de intervenir en tan traumático episodio, traumático en cuanto fue perjudicial para la buena marcha de la nación y porque solo perseguía un objetivo político: inhabilitar a Petro como candidato presidencial en 2018, sacar del ruedo a un contendor.

Si los ‘reversazos’ de Uribe y Ordóñez se hubieran dado en el marco de una democracia civilizada, uno alabaría el gesto de nobleza con sus contendores. Ahora bien, cuando parten de dos encarnizados perseguidores de todo pensamiento contrario (recuérdense Chuzadas del DAS y persecución contra gais) sus intervenciones aparecen como actos de travestismo político y conducen a que hasta el más confiado se pregunte qué se traen entre manos. Porque es como si en La U comenzara a operar la consigna del Chapulín Colorado, pero al revés: ¡síganme los malos! Malos no como condición per se, sino porque en el bus (o sea en su proyecto político) se les colincha gente a la que no quieren llevar, pero que resulta políticamente incorrecto rechazar.

Con el apoyo de Uribe a Angelino y Vargas Lleras, por un lado, y por otro el de Ordóñez a Petro para el desmonte de la revocatoria, se confirma que estos dos actores de la política andan dedicados a confundir al electorado, con un propósito claro: armar el caos, despojar a los partidos de sus identidades, sembrar cizaña, fomentar el miedo y… a continuación aparecer como los redentores.

Eso que los marxistas llamaban la ‘agudización de las contradicciones’, es lo que hoy practica la todavía impune extrema derecha colombiana. Muchas de sus cabezas más visibles (¿o debería decir cabecillas?) predican la rectitud donde más torcidos están. Para la muestra, un botón protuberante: Uribe sale en defensa de Vargas Lleras porque “es un daño al país cambiar la Constitución con nombre propio”. ¡¿Habrase visto mayor grado de insolente cinismo?!

Pero esto es un piropo al lado de lo que se ve venir, en aplicación del refrán según el cual “por el desayuno se va sabiendo cómo será el almuerzo”. Si ahora andan de travestis, es señal de que cualquier cosa puede pasar. O como dijo Murphy: “Toda situación, por mala que sea, es susceptible de empeorar”. Y en Colombia hay gente experta en eso de empeorar las cosas.

DE REMATE: El procurador dijo en Bucaramanga que están locos los que creen que será candidato presidencial. Allá estuve, le oí citar al exmagistrado Nilson Pinilla para coincidir con él en que “se ha perdido el temor de Dios” (y dizque estamos en un Estado laico…), aunque omitió contar que Pinilla dice temer un atentado contra su vida por parte de Jorge Pretelt, consentido de Ordóñez, cuya esposa trabaja con él en la Procuraduría. Eso también es travestismo –y cinismo-, pues invoca como aliado al que acusa a un protegido suyo. Y en cuanto a su eventual candidatura, ya veremos quién es el orate. Ni bobo que fuera revelar su aspiración a tan temprana hora, para que todo el mundo le caiga encima y le toque renunciar. Pero que le tiene ganas, eso lo notan hasta los tuertos y los que van a caballo. ¿O alguien se atreve a dudar que el hombre está en campaña?


miércoles, 8 de abril de 2015

¿Ordóñez Presidente? Dios nos coja confesados…




Nadie debe poner en duda que el ciudadano católico Alejandro Ordóñez Maldonado, hoy Procurador General de la Nación, está utilizando su cargo como trampolín para acceder a la Presidencia de la República. Conviene resaltar lo de su fe católica, pues sus dogmáticas convicciones de origen religioso sobre temas como el aborto terapéutico, las drogas, la eutanasia o los homosexuales podrían convertirlo en Presidente, en consideración a que la inmensa mayoría de los colombianos –católicos y cristianos- comparte esas creencias.

Por ello, es hora de lanzar una alerta roja que congregue a las fuerzas democráticas y civilistas de la nación frente a lo que pinta como un embate de la derecha cavernaria contra lo que se ha logrado restaurar de la institucionalidad después de los nefastos ocho años de gobierno de Álvaro Uribe Vélez, cuando imperó la corrupción administrativa y hasta su más cercano círculo del poder llegó una camarilla de delincuentes de la peor ralea, como el primer director del DAS, Jorge Noguera (hoy condenado a 25 años por el asesinato de Alfredo Correa D’Andreis) o los dos sucesivos jefes de seguridad presidencial, los generales Mauricio Santoyo y Flavio Buitrago (también condenados por nexos con narcos y paramilitares), los tres actuando bajo órdenes directas de Uribe y sin que la justicia hasta ahora le haya podido cobrar su responsabilidad por tan aberrantes relaciones.

Si de aberraciones se ha de hablar, una de talla mayor residiría en que Alejandro Ordóñez llegara a la presidencia, pues si bien es cierto que a diferencia de Óscar Iván Zuluaga no sería un títere del expresidente Uribe, sí habría logrado culminar la misión que se impuso desde su tesis de grado, titulada Presupuestos Fundamentales del Estado Católico, la cual dedicó “A nuestra señora la Virgen María… suplicándole la restauración del orden cristiano y el aplastamiento del comunismo ateo, para que brille por doquier la Fe Católica, pues sin ella no hay esperanza para las sociedades y para los hombres”. (Y soy consciente de que esto que acabo de decir le puede dar más votos, en lugar de quitárselos).

Si los gustos de Ordóñez en cuestión de misas hablan de su preferencia por el rito lefebvriano, con el sacerdote de espaldas y oficiando en latín, la palabra ‘Fundamentos’ en su tesis doctoral da una idea introductoria de lo que sería un gobierno ‘fundamentalista’ suyo, dedicado a esparcir “la cosmovisión católica del  Estado”. Lo preocupante es que el procurador está dedicado con mística devoción a ambientar por todo el país su venidera candidatura con el Partido Conservador, repartiendo mercados por las zonas más pobres del país o interfiriendo a diario en el manejo del proceso de paz, actividades estas que  de ningún modo forman parte de sus funciones.

La aberrante paradoja reside en que él es el encargado por la Constitución de impedir que los funcionarios del Estado utilicen sus cargos con finalidad política, pero es quien primero se pasa la norma por la faja, convencido como está de que no hay más autoridad que el Dios de los católicos y que él solo obedece al cumplimiento del mandato divino que este le habría impuesto desde la pila bautismal.

La preocupación se hace mayor a sabiendas de que a su candidatura se sumarán entusiastas las huestes domesticadas del Centro Democrático, y sin descartar que políticos otrora uribistas del Partido de la U o de otras ‘congregaciones’ se vayan sumando a la cruzada pro-restauración de la fe a medida que sus posturas religiosas radicales, de hondo calado en el imaginario popular, lo vayan trepando en las encuestas.

No es por coincidencia que al Procurador se le vio muy activo en lo mediático durante la Semana Santa, predicando a diestra y siniestra sus retardatarias tesis doctrinales, concediendo declaraciones y entrevistas por doquier. Entre estas se destaca una para Los Informantes de Caracol justo el Domingo de Ramos, donde según María Elvira Arango el hombre “se confesó”.

Parte de la aberración consistió en ver ahí a Ordóñez haciendo una férrea defensa del “debido proceso” para su copartidario Jorge Pretelt, pero yéndose lanza en ristre contra el muy liberal Fiscal General de la Nación, lo cual permite visualizar una arena política con dos orillas claramente definidas: por un lado la del santista Eduardo Montealegre y por otro la de los muy uribistas Ordóñez y Pretelt, donde uno de los bandos está ceñido al perverso libreto de encochinar a todo el mundo para que los verdaderos cochinos luzcan menos enlodados de lo que ya están.

La alerta roja habla entonces del peligro implícito en que toda la derecha –la extrema y la que asiste a la misa en español- cerrará cohesionada fila en torno a Alejandro Ordóñez, mientras por los lados del centro y la izquierda se abrirá un abanico de posibilidades que incluirá a Germán Vargas Lleras por Cambio Radical, Eduardo Verano o Juan Fernando Cristo por el Partido Liberal (¿o será de nuevo Serpa?), Gustavo Petro por los Progresistas, Sergio Fajardo por Alianza Verde y Jorge Enrique Robledo por el Polo, sin que aún sea posible vaticinar si La U adherirá a Vargas o buscará coalición por otro lado, por ejemplo con los liberales.

Es precisamente gracias a esa variopinta oferta democrática que podría ‘coronar’ presidencia lo menos democrático del paseo, pues a la godarria criolla le bastará con los votos que ya tiene para colarse –sin vaselina- por entre la trapisonda de la centro-izquierda, para desdicha de aquellos mortales que por no haber llegado unidos a tan decisiva cita podrían permitir que tras la firma de los acuerdos de paz las riendas del posconflicto queden en manos de los dos más encarnizados enemigos de la reconciliación, aliados además en la tarea de exterminar a la serpiente por la vía del aplastamiento, e  imponer así su muy particular concepción franquista de la autoridad.

En cuyo caso habría que exclamar, recurriendo de nuevo a una expresión del propio Ordóñez: “Dios nos coja confesados…”

DE REMATE: En días pasados se destaparon los carteles del papel higiénico, las toallas sanitarias y los cuadernos. En ese oligopolio para mantener los precios altos estaban conchabadas las empresas Familia, Kimberly, Papeles Nacionales, Carvajal y Scribe. La pregunta obligada es: si el engaño al consumidor se destapó, ¿por qué no bajaron los precios?