martes, 28 de junio de 2016

Juan Manuel Santos, traidor


Si algo le debe estar doliendo en lo más profundo de su ser a Álvaro Uribe es que haya sido Juan Manuel Santos quien ‘acabó’ con las FARC y no él, sobre todo porque el modo que tenía en mente para acabarlas era muy diferente al que logró imponer el actual mandatario.

Desde la tarde de septiembre de 2012 en que Santos anunció el inicio de conversaciones con las FARC, Uribe y sus corifeos del Centro Democrático no han dejado de vociferar a los cuatro vientos que el exministro de Defensa de la Seguridad Democrática traicionó la causa para la cual fue elegido. Eso es cierto hasta la mitad: los votos que en 2010 lo hicieron presidente sí le pertenecían en inmensa mayoría a Uribe, pero esa desventaja en su gobernabilidad se revirtió cuando cuatro años después fue reelegido con votos propios, enfrentado a los votos del candidato de Uribe que lo iba derrotando en la primera vuelta, Óscar Iván Zuluaga.

Una acusación de traidor es palabra con sabor a INRI. Tal vez previendo que habrían de utilizarla, el mismo presidente Santos le dijo a Patricia Lara en entrevista del 31 de diciembre de 2010 que al terminar su gobierno lo llamarían “traidor de su clase”, como a Franklin Delano Roosevelt. Traidor no bajo la lente acusadora de Uribe, sino en la circunstancia del aristócrata y millonario que adelanta reformas sociales o económicas cercanas más a un ideario ideológico de izquierda que de derecha (Ver entrevista).

Este no es el caso de Juan Manuel Santos, por supuesto, quien ha aplicado un modelo económico neoliberal donde la venta de Isagén brilla con luz propia (venta que ya había intentado Zuluaga como ministro de Hacienda de Uribe),  sin desconocer iniciativas de corte liberal y progresista como las leyes de Víctimas y de Restitución de Tierras impulsadas por Juan Fernando Cristo, la última de las cuales tiene unidos contra el gobierno al procurador Alejandro Ordóñez y al todavía presidente de Fedegán, José Félix Lafaurie, en férrea alianza con los despojadores de tierras.

Según Martha Ruiz, Consejera editorial de Semana, el presidente Santos “es un liberal pragmático, ortodoxo, racional y, sobre todo, institucionalista. Pero de ahí a ser un reformista en toda la extensión de la palabra, hay mucho trecho” (Ver columna). Eso es cierto, sin desconocer que la demoledora oposición del uribismo lanzó a Santos en brazos de la izquierda, quien supo agradecer el apoyo con sendos ministerios para el Polo y Alianza Verde, y ello impide apreciar que las descargas cerradas de Uribe contra el gobierno son ‘fuego amigo’, pues en lo económico son tan neoliberales este como su hábil sucesor.

Ahora bien, lo que no se puede soslayar es que Juan Manuel Santos sí fue, es y seguirá siendo un traidor de su clase por el solo hecho de haber llevado a buen puerto el proceso de paz. Una inmensa mayoría del empresariado nacional era partidaria de las tesis uribistas, por una sencilla razón: porque a cualquier poderoso industrial o banquero colombiano, sea el que fuere, le produce salpullido la sola idea de tener que saludar de mano un día de estos a Rodrigo Londoño Echeverri (antes conocido como Timochenko) en su calidad de senador del Frente Amplio para la Reconstrucción de Colombia - Esperanza de Paz (FARC-EP), nombre que al parecer pretenden usar como partido político.

Pero no es eso a lo que más le temen, sino al tribunal de justicia que se acordó en La Habana, definido como Jurisdicción Especial de la Paz (JEP), el cual tendrá como objetivo “investigar, esclarecer, perseguir, juzgar y sancionar las graves violaciones a los derechos humanos y las graves infracciones al Derecho Internacional Humanitario (DIH) que tuvieron lugar en el contexto y en razón del conflicto armado”. Un tribunal de similares características funcionó en Sudáfrica por iniciativa de Nelson Mandela durante las negociaciones de paz, y condujo a la más importante catarsis para esa nación, la del esclarecimiento de la verdad a todo nivel.

Es pertinente al respecto citar la sentencia que en mayo de 2015 emitió el Tribunal Superior de Justicia y Paz de Medellín con motivo de la condena al jefe paramilitar Salvatore Mancuso, donde advirtió que “ese capítulo de los financiadores de los crímenes de los paramilitares aún está abierto; mientras los desmovilizados que se acogieron a la Ley de Justicia y Paz empiezan a recuperar su libertad tras pagar su pena alternativa de ocho años, quienes les entregaron millonarios recursos para garantizar su sostenimiento ni siquiera han sido investigados”. Y compulsa copias para que se investigue a reconocidos ganaderos de Córdoba, y pide que se procese a los fiscales que han dejado dormir en sus despachos esos procesos penales. (Ver sentencia).

En tal contexto, se entiende con claridad el alcance de esta frase del senador Uribe en su declaración tras la firma del acuerdo en La Habana: “cualquier ciudadano queda expuesto al riesgo de tener que aceptar un delito que no cometió, como condición para no ser condenado a la cárcel”. (Ver declaración).

Ahí se hace palmaria la verdadera traición de Santos, de la que se resienten tanto Uribe como todo poderoso ganadero o empresario consciente de que habrá verdades que acabarán por destaparse. La Jurisdicción de Paz será un escenario de sinceramiento, catártico, donde no se descarta por ejemplo el general de la República que decida confesar de quién recibió las órdenes para colaborar con los grupos paramilitares o para poner en marcha la maquinaria genocida de los ‘falsos positivos’, o cualquier otra violación sistemática de los Derechos Humanos como las que por millares hubo durante el oprobioso régimen de la Seguridad Democrática.

La ‘ira y santo dolor’ de Uribe este 23 de junio fue evidente y es comprensible, pues le significó ser testigo inerme del primer triunfo político de las FARC ante el mundo y el país entero, al abrirse las compuertas para que los dirigentes de ese grupo sean escuchados sin el calificativo de terroristas, en igualdad de condiciones con la sociedad civil y con las fuerzas vivas de la nación.

¿Entienden ahora por qué Álvaro Uribe y gran parte del empresariado nacional ven en Juan Manuel Santos a un traidor de su clase? ¿Y se imaginan la cara destemplada que pondrán cuando la Academia Sueca le conceda el Premio Nobel de Paz, que merecido lo tiene?

DE REMATE: Dice el procurador Alejandro Ordóñez que “existen personas vinculadas a las FARC  que han recibido entrenamiento militar y están en capacidad de planear y ejecutar actos violentos”, como “terrorismo y masacre de soldados e infantes de marina”. Justo el día anterior, se había caído un helicóptero con 17 soldados. ¿Qué coincidencia tan llamativa, no? ¿Será que de aquí en adelante se van a presentar nuevos “actos violentos”, atribuibles a lo que dice Ordóñez?

CODA: Es obvio que detrás del video de la joven Lina Quintero contra el proceso de paz que se volvió viral no solo hay un libreto armado y una maquiavélica edición de alto nivel, sino una organización política de extrema derecha. "Por el desayuno se va sabiendo cómo será el almuerzo". Esto es solo el comienzo de la PROPAGANDA NEGRA que se vendrá contra el proceso de paz y contra el gobierno de Santos.

martes, 21 de junio de 2016

“Dios te bendiga”




Dios se apiade de mí –si es que existe- pero hay una expresión que me cuesta enorme dificultad entender, aceptar y asimilar de buen grado. Es cuando me dicen “Dios te bendiga”. Esa frase me la dicen personas cercanas a mis afectos y la recibo de buen grado, porque significa que quieren lo mejor para mí, pero también la escucho de personas que acabo de conocer y me producen desconfianza, pues suena en el ánimo de aparentar bondad. Y si se lo dicen al primero que conocen, qué pereza. Es como cuando te dicen “amigo” la primera vez que te ven: algo se traen entre manos.

El tema adquirió especial relevancia con motivo de mi último cumpleaños, cuando me desearon decenas de “bendiciones”, unas virtuales, otras reales y la mayoría con abrazo incluido, y me dije a mí mismo “mí mismo, un día tienes que hacer una reflexión sobre esto”, a sabiendas del riesgo que habría de correr con las personas cercanas o lejanas que pudieren sentirse ofendidas con mis planteamientos.

Desde un punto de vista agnóstico, o sea escéptico pero no ateo, “Dios te bendiga” significa que hay una divinidad por allá arriba (o por allá abajo, pues el universo es relativo) que tiene la potestad de repartir determinada cantidad de bendiciones, y escoge por cuenta propia a quién se las entrega y a quién no. He de suponer que esa repartición se hace con base en criterios de meritocracia, aunque aún faltaría dilucidar si es por la cantidad de oraciones que recibe el Dios solicitado del solicitante, o por la manera como los rogantes se comportan con el prójimo, o un poquito de lo uno y un poquito de lo otro, en fin.

Lo que siempre me he preguntado, de todos modos, es por qué de esas bendiciones solo son merecedoras unas pocas personas, poquísimas en realidad, si vemos el estado actual de pobreza, violencia, injusticia, desigualdad y confusión que impera en el planeta. Al tenor de tan deprimente espectáculo, también me he preguntado por qué a Dios no le da un día por despertarse generoso y reparte bendiciones por igual a todas sus criaturas, sin entrar a considerar quiénes le han rezado más o quiénes le han rezado menos.

Un día le escuché a mi madre decir que “Dios no le dio inteligencia a todo el mundo pero se la dio a usted, y eso tiene que agradecérselo”. Ante lo cual, no resistí la tentación de preguntarme: ¿y por qué son precisamente las personas menos inteligentes las que más le agradecen a Dios por lo que no les dio?

En ese contexto (y lo digo sin el ánimo de ofender, más bien como imperativo categórico kantiano) ocurre que cuando escucho “Dios te bendiga” siento que estoy frente a una persona que no es consciente de hallarse en un estado de esclavitud mental, pues asume como natural la existencia de un dictador celestial que controla su vida a su antojo y dispone de su omnímodo poder para decidir si le para bolas o no en sus ruegos, y ante el cual al rogante solo queda la opción de seguir rogando cada vez que no le atiende sus fervorosas solicitudes. Eso me preguntaba pero no me atrevía a decir nada, en parte porque soy muy tímido pero sobre todo para evitarme la reprimenda del cura o, lo que podía ser peor, un eventual castigo celestial por poner en duda la voluntad divina.

Mis sospechas comenzaron desde cuando me ponían a recitar el estribillo “Cristo ten piedad” o a rezar “Santa María Madre de Dios ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte amén”. Y me decían de Dios que era un ser misericordioso, pero yo no lograba entender qué podía haber de misericordioso en alguien a quien había que suplicarle piedad, y como si eso no bastara tocaba poner a la madre de Jesucristo a que intercediera por gente que se asume pecadora desde su nacimiento debido a un pecado original cuya autora material había sido una mujer de nombre Eva, quien al morder una manzana engendró la culpa de todos los males que de ahí en adelante se desencadenaron para la humanidad, y en tal medida hicieron merecedoras a Eva y a las mujeres en general de la condición de inferioridad a la que se les relegó desde el principio de todos los tiempos.

Es por ello que siempre me ha costado un enorme esfuerzo entender eso de las lluvias de bendiciones que la gente se pasa pidiéndole a Dios o deseándole a su prójimo, mientras uno observa que en la práctica muy de vez en cuando aparece al menos la lloviznita sobre uno u otro galardonado, aunque lo habitual es la sequía que tiene precisamente a todo el mundo necesitado de bendiciones por doquier.

Hace algún tiempo escribí una columna donde dije que son tres los campos en los cuales una persona que conservaba una fe ciega hacia algo se ve de pronto obligada a dejar de creer: la religión, el amor y la política. A mí me ha ocurrido así en diferentes etapas de la vida, así que esta columna termina por ser una confesión del alma, pero sin el ánimo de ofender ni hacerle daño a nadie.

Puedo estar equivocado (es más, espero estarlo) pero mi creencia básica en torno al tema de la religión se resume en una frase que dijo el científico Rodolfo Llinás durante una lúcida y reveladora entrevista para El Tiempo: “Dios es un invento del hombre, y como todos los inventos humanos se parece a él. Dios tiene dos razones de ser: a los inteligentes les sirve para gobernar a los demás, y a los menos inteligentes para pedirle favores. Y a todos, para explicar lo que no entendemos de la naturaleza. Es una lógica de un primitivismo náuseo”.

Sea como fuere, sigo esperando con infinito anhelo (a falta de fe) el día en que Dios resuelva salir de su anonimato y aparecerse al planeta entero, y se sepa así de una vez por todas quién es el único y verdadero, si el Yahvé de los Judíos o el Jesús de los Cristianos o el Mahoma de los musulmanes o el Brahmán de los hindúes o el Zeus de los griegos o el Júpiter de los romanos o el Quetzalcóatl de los toltecas, de modo que con su viva presencia refute para siempre las sospechas de quienes afirman que su silencio sepulcral es la prueba reina de que nunca ha existido.

DE REMATE: La juiciosa pero bulliciosa tarea que viene desarrollando el uribismo consiste en sembrar desesperación entre la gente para luego aparecer como los salvadores de la desesperación que ellos mismos crearon.


martes, 14 de junio de 2016

Estamos mejor que antes, pero…




Una verdad inobjetable que no ha logrado transmitir con claridad el gobierno de Juan Manuel Santos, es que hoy Colombia está mejor que antes. Baste con saber que ya no se presentan los combates ni las dolorosas bajas por parte de las FARC o de nuestras Fuerzas Militares. Incluso los elenos disminuyeron o silenciaron su accionar militar, quizá avergonzados por el triste espectáculo que ofrecen al pretender iniciar diálogos de paz sin liberar a sus secuestrados.

Pero es tal la capacidad de hacer daño que todavía tiene la extrema derecha (llámese Centro Democrático, Noticias RCN o Procuraduría General de la Nación), que en el ánimo de la gente se respira un ambiente pesimista frente a lo que vendrá después de que ambos actores del conflicto cesen el accionar de sus respectivas armas.

La más grande dificultad que siempre ha existido para lograr un acuerdo de paz entre la guerrilla y el establecimiento, ha sido el tercer actor del conflicto. Son los mismos “enemigos agazapados de la paz” de los que habló Otto Morales Benítez siendo Comisionado de Paz de Belisario Betancur, presidente cuya dignidad quedó mancillada cuando entre el 6 y el 7 de noviembre de 1985 le dieron un golpe de Estado exprés, de 24 horas.

Hubo luego un tiempo en que a ese tercer actor se le llamó paramilitarismo, y se dijo que Álvaro Uribe en su gobierno lo había desmovilizado, pero con el paso de los días se constata que su accionar militar permanece intacto y se expresa combativo bajo las figuras de Úsuga, Rastrojos o Águilas Negras, para mencionar solo tres poderosos grupos paramilitares con cadena de mando, accionar militar y control sobre un territorio.

Hoy a los paramilitares se les da el indulgente nombre de Bacrim, del mismo modo que bautizaron como ‘falsos positivos’ a los más de 3.000 cadáveres de jóvenes inocentes que dejó regados sobre la geografía nacional el Ejército bajo el mando del general Mario Montoya. El informe de Naciones Unidas habló de una “actividad sistemática” porque cobijó a casi todas las Brigadas Militares, y les reportaba permisos de salida y premios en efectivo a los asesinos, a quienes Uribe defendió al descargar la culpa sobre las víctimas cuando dijo que “no estaban recogiendo café”.

Son dos las cabezas visibles de ese conglomerado de fuerzas de la reacción cada vez más desembozadas (cada vez menos Mano Negra, mejor dicho), dedicadas al unísono a reciclar la consigna laureanista de hacer invivible la República: Álvaro Uribe Vélez y Alejandro Ordóñez Maldonado. Uno paisa, el otro santandereano. Uno autoritario, fundamentalista, rencoroso hasta la médula, tóxico y perverso, el otro ídem. Ese par de ‘fichitas’ están dedicadas a desestabilizar el país, pero nadie las juzga por el desarrollo de actividades subversivas.

León Valencia lo advertía en su columna de Semana, cuando mostró cómo detrás de la recolección de firmas de Uribe lo que hay es “la última y más intensa batalla para evitar el cierre del conflicto armado (…), algo que va directo a la esencia de la negociación, que apunta a derrumbar todo lo acordado”. Valencia recordaba que el senador uribista José Obdulio Gaviria, ante la pregunta sobre una posible reunión entre Uribe y Timochenko, respondió así: “quizás cuando el jefe de las FARC esté en la cárcel de Itagüí purgando una larga condena podría el expresidente, por caridad, visitarlo”.

Esto es manifestación fidedigna de que el odio a muerte contra el enemigo es el mensaje que sigue transmitiendo el tercer actor del conflicto, que no solo se niega a desmovilizarse –o sea a subirse al tren de la paz- sino que está haciendo lo que tiene a su alcance para descarrilarlo.

Podría parecer tarea difícil descarrilar el tren de la reconciliación nacional, considerando el anhelo de paz que habría en los colombianos, pero la verdad desnuda es que el uribismo y la godarria comandada por Alejandro Ordóñez no descansarán en su propósito de enrarecer el ambiente hasta límites indecibles, para luego aparecer ellos –sí, los victimarios- como salvadores de lo mismo que se encargaron de sembrar: la desesperación en la mayor cantidad posible de mentes sensibles al miedo e ignorantes de la verdadera realidad de las cosas.

Para lograr el objetivo trazado tienen de corifeos de la tragedia a lacayos como Ernesto Yamhure, a quien Carlos Castaño le dictaba sus columnas; o a periodistas-activistas como Claudia Gurisatti, está última con el entusiasta aval de su patrón Carlos Ardila Lulle, tan santandereano y conservador como Ordóñez y tan servicial con Uribe, eso sí, porque es un empresario agradecido por los favores recibidos durante el régimen de la Seguridad Democrática. Hoy el canal RCN pierde audiencias frente a CARACOL debido a su desvergonzado uribismo, pero eso a Ardila no lo desvela, pues es consciente de su compromiso con sostener la misma apuesta hasta el día en que la derecha retome el mando. Hacia el cumplimiento de ese objetivo, trabaja en sembrar miedo para vender seguridad. Y si en esa inversión pierde unos pesos, más adelante verá cómo los recupera.

Mientras los ‘sayayines’ del uribismo –todos ubicados en el Bronx de la caverna política- hacen juiciosos su tarea de agitar las banderas del caos y la confusión, mientras pregonan que nunca estuvimos peor y que acecha el fantasma del comunismo, a este gobierno le cae la responsabilidad de convencer a la población de que eso no es cierto, que estamos mejor que antes, como en efecto ocurre. Y que con la paz estaremos mejor, en lo que constituye ya una segunda verdad de Perogrullo.

A esta altura del partido uno se pregunta entonces dónde quedó el Juan Manuel Santos periodista, porque si no logra comunicar algo en apariencia tan sencillo, habría que reformar el refrán para adaptarlo a  la nueva circunstancia histórica: “la esperanza es lo último que se perdió”.

DE REMATE: Uribe pregona a los cuatro vientos que “esa impunidad total y elegibilidad política para las FARC estimula nuevas violencias”. No se requiere agudeza analítica para advertir que esas nuevas violencias le caen como anillo al dedo a sus propósitos desestabilizadores. ¿Acaso las está convocando? Sea como fuere, qué injusticia para Colombia tener que soportar a un sujeto tan tóxico, tan cínico, tan perverso y con tanto poder para hacer daño. No es justo.

martes, 7 de junio de 2016

Lo artístico, lo vulgar y lo catártico de un pubis censurado




En un verdadero ring de boxeo verbal se transformó mi muro de Facebook a raíz de la foto que publiqué al día siguiente del happening convocado por el fotógrafo norteamericano Spencer Tunick el domingo 5 de junio en la Plaza de Bolívar de Bogotá, en el que 6.132 personas llegadas de todo el país se desnudaron para sus cámaras.

La foto me la envió una amiga muy pila mientras viajaba por tierra de Bogotá a Bucaramanga, y me pareció un gesto de sutil coquetería cuando se manifestó extrañada de que yo no hubiera asistido al evento, pero creo que me estoy saliendo del tema. (Ver foto).

La imagen en discusión es del fotógrafo colombiano Iván Valencia, quien cubrió el evento para Univisión, y muestra la Plaza de Bolívar abarrotada de gente desnuda, en una proporción de mujeres bastante mayor que de hombres. A un costado de la composición una anciana viringa subida sobre una tabla de madera, como Dios la trajo al mundo, levanta erguido el puño de su mano derecha, en valiente actitud que la enaltece. Detrás se ve a una hermosa joven con una sonrisa de alegría más natural que su tersa piel, y detrás de ambas una tercera mujer ya desenfocada, cuya edad muestra en su cuerpo el promedio de las dos primeras, para completar el cuadro de una belleza estética extraordinaria, superior o al menos comparable con las fotografías de Tunick.

Después de que publiqué la foto un detalle despertó la atención del pintor Freddy Sánchez Caballero, y así lo expresó: “curioso que la abuela esté a la moda con monte de Venus despejado, y las jóvenes no”. Llamativo, ciertamente, pero más llamativa la respuesta que le dio la también pintora Emna Codepi: “La calvicie femenina llega diferente que la masculina”.

Aquí entre nos, sospecho que ese pubis rasurado (o calvo, vaya uno a saber) en una mujer de tan avanzada edad fue el detonante del escándalo para algunos espíritus moralmente pacatos o susceptibles, como el de la señora Vilma Estela Hernández, quien así se expresó: “La falta de pudor y dignidad que cada día se está haciendo más evidente, refleja la triste realidad de la herencia que le está quedando a nuestra descendencia, con el cuento de que esto es arte; esto es una bajeza, esto me da asco”.

En honor a la verdad, si uno se topa con una anciana caminando desnuda por la Séptima el espectáculo puede ser grotesco o vulgar, pero adquiere un valor artístico inocultable en el contexto de un evento promovido por el Museo de Arte Moderno de Bogotá (MAMBO) con este propósito: “Al quitarnos la ropa, todos somos iguales. La invitación es para que nos despojemos por un momento de las etiquetas y hagamos parte de esta obra como ejemplo de una sociedad que si bien tiene diferencias, comparte una visión común: la búsqueda de un mejor futuro para el país. Si el pasado nos dividió, que el futuro nos una”. (Ver convocatoria).

Sea como fuere, Colombia entera fue testigo de una catarsis colectiva, liberadora desde lo estético, como se vio en la mayoría de asistentes que le sonreían impúdicos al sol, a las cámaras y a los transeúntes sin el menor tapujo. Y fue por ello que el comentario de doña Vilma provocó la airada reacción de damas y caballeros de otras latitudes, como ocurrió con la muy paisa Luz Marina Arango, quien así le respondió: “No muestre sus partes íntimas si le parece tan indignante, pero no ofenda a los que lo hacen. Decir que le producen asco es ofensivo”.

Hubo además el Mauricio Prieto que desde el lado humorístico invitó a que “Vilma, no seas tan Picapiedra”, o la Juanita Granados que la acusó de tener “una mente obtusa, ignorante y reprimida”, o la Julia María Rodríguez  que le respondió con la misma moneda de la intolerancia (“es usted la que apesta con su comentario”), hasta el Gustavo Galvis que en gesto compasivo pidió que “¡por favor, no le den más palo a la pobre Vilma!

El lado quizá más positivo del evento fue el debate generado en redes sociales, hasta un nivel en el que muchas personas de espíritu mojigato terminaron entendiendo que el cuerpo humano puede exhibirse con total naturalidad sin que ello pueda considerarse inmoral, pecaminoso o pervertido. Es factible por tanto que doña Vilma haya salido golpeada del maremágnum de rechazo que ella misma provocó, aunque con la lección aprendida.

Pero está además el significado político, pues el artista convocó e hizo desnudar a más de 6.000 colombianos en el mismo lugar donde hoy confluyen la Presidencia de la República, el Congreso Nacional, la Alcaldía Mayor de Bogotá, el ministerio de Relaciones Exteriores, la Casa Museo del 20 de Julio y la Catedral Primada. Y donde ocurrieron entre el 6 y el 7 de noviembre de 1985 las salvajes toma y retoma del Palacio de Justicia por parte del M-19 y el Ejército Nacional, en ese orden.

Cuando uno se quita la ropa, no tiene ya nada que ocultar. Hay entonces un último significado simbólico en el hecho de que Colombia está en la antesala de la paz, y el único modo de consolidar una verdadera reconciliación nacional es teniendo acceso a la verdad desnuda. En este terreno son muchos los que le temen a esa desnudez, por supuesto, porque saben que la paz los aniquila.

DE REMATE: Al cierre de esta columna descubro que Facebook eliminó la foto de mi muro, me impuso una sanción de 24 horas y anunció que si lo vuelvo a hacer, bloquea la cuenta de forma permanente. Ni siquiera puedo hacer uso del Messenger. ¡Recáspita!