miércoles, 25 de noviembre de 2015

Se le fueron las luces a...




La expresión “se le fueron las luces” alude a cuando alguien pierde el sentido de la sindéresis y dice o hace algo que no corresponde al sentido común o a las buenas maneras. Para el caso que hoy nos ocupa he confeccionado un rosario de ‘perlas’ ocurridas en días recientes. En unos casos una sobrecarga de energía provocó un simple chispoteo, y en otros un verdadero corto circuito:

Se le fueron las luces al presidente Juan Manuel Santos en entrevista con el agudo periodista Stephen Sackur, del programa Hard Talk de la BBC. Cuando este le preguntó en inglés que si de no aprobarse el plebiscito “would you just walk away?”, Santos contestó: “Sí, ese es el compromiso que adquirí desde el principio”. Como la expresión “walk away” significa por igual ‘pararse de la mesa’ y ‘renunciar’, el periodista insistió: “Perdón, señor presidente, pero en ese caso a usted le tocaría renunciar”. Y Santos respondió: “Bueno, pues me vería en serias dificultades políticas”. Como quien dice, dejó abierta la puerta a una eventual renuncia a la Presidencia…

Se le fueron las luces al timonel de la Selección Colombia, James Rodríguez, cuando empujó de mala manera al mediocampista Daniel Torres en el partido Colombia Argentina. Donde manda capitán no se empuja al compañero.

Se le fueron las luces a Rafa Benítez cuando en el partido Real Madrid - Barcelona sacó a James Rodríguez en el minuto 55, pese a ser el único que luchaba para cambiar un marcador que al final redondeó la debacle: 4-0, en su propia casa. Apague y vámonos.

Se le fueron las luces al fiscal Eduardo Montealegre cuando presa de una debilidad humana (demasiado humana), en el curso de tres años contrató a Natalia Lizarazo por un total de 4.276 millones de pesos. Subyugante favoritismo, con exiguos resultados.

Se le volvieron a ir las luces al fiscal Montealegre con la cortina de humo que fabricó a las volandas para tapar lo de su amiga Natalia. En rueda de prensa anunció imputación de cargos contra la actriz Carolina Sabino por el delito de aborto, basado en una conversación privada que se le incautó al hacker Andrés Sepúlveda. Luego, hizo como los gatos: para tapar la embarrada anunció en otra rueda de prensa (pues es adicto a ellas) la presentación de un proyecto para la aprobación del aborto sin discriminaciones hasta el tercer mes del embarazo. Él sabe que su atropellada idea no tiene ninguna posibilidad de pasar, pero no le importa. Se trata es de poner a la gente a mirar para otro lado.

En dos descargas consecutivas se le fueron las luces a la senadora Nidia Marcela Osorio: primero cuando confundió a Einstein con Maquiavelo, y en días recientes cuando confundió al congresista Germán Barón con Jorge Barón…

Se le fueron las luces al defensor del pueblo, Jorge Armando Otálora, con las múltiples expresiones de maltrato y acoso laboral denunciadas por sus subalternos, entre ellos su secretaria privada, quien le renunció. Como dijo el periodista Daniel Coronell en columna reciente, “Otálora es un gran abogado, un hombre de ejemplar superación, muy poderoso y bien conectado (pero) los hechos denunciados acaban con su autoridad moral para ser defensor del pueblo”.

Se les fueron las luces al secretario permanente del episcopado colombiano, obispo Daniel Falla, y a monseñor Juan Vicente Córdoba al obligar a la Universidad Javeriana a clausurar el foro sobre aborto legal que se iba a realizar con el auspicio de la Fundación Buen Gobierno, Profamilia y Women’s Link. Baculazo de intolerancia, desde la óptica del dogma religioso.

Se le fueron las luces –de nuevo- al precandidato republicano Donald Trump al declararse a favor de restablecer la tortura conocida como simulación de ahogo (waterboarding), practicada por la CIA en Irak y Guantánamo. Ojo por ojo, hasta que todos quedemos ciegos.

Se le fueron las luces a Nicolás Maduro –de nuevo- cuando le agradeció al ‘halcón’ Vladimir Putin sus esfuerzos por la paz mundial.

Se le fueron las luces a la indolente, insultante y desalmada señora María Fernanda Cabal, representante (¿de qué, ah?) a la Cámara por el Centro Democrático, al pintar en varios trinos a Juan Manuel Santos y a sus negociadores en La Habana como auxiliadores –también- del terrorismo islámico. Histeria fríamente calculada, para no entrar en interpretaciones sicoanalíticas.

Se le fueron las luces al procurador Alejandro Ordóñez en su descalificación del Acto legislativo para la paz: “No hay mucha diferencia –dijo- con la Ley Habilitante de 1933 que le dio poderes dictatoriales a Hitler y a su gabinete". Y agregó: “las leyes para la paz se van a hacer a dos manos, Santos y Timochenko”. Cualquier parecido con la histeria de la señora Cabal no es simple coincidencia.

DE REMATE: El narcoparamilitar Diego Murillo Bejarano, alias ‘don Berna’, involucró directamente al entonces coronel Mauricio Santoyo en la desviación de la investigación por el asesinato del periodista y humorista Jaime Garzón, siendo director del Gaula Antioquia. Santoyo ascendió luego a general de tres soles hasta convertirse en el jefe de Seguridad del presidente Álvaro Uribe. Hoy está preso en Estados Unidos por “otorgar apoyo material a grupos terroristas” (o sea paramilitares) y es cuando uno se pregunta: ¿será posible que Uribe no conociera las andanzas del hombre en quien más debía confiar?

miércoles, 18 de noviembre de 2015

¿María Fernanda Cabal es una vieja histérica?


 


El mismo día que el grupo yihadista Estado Islámico (EI) produjo casi 200 víctimas mediante ataques simultáneos de hombres suicidas, Semana.com publicó un artículo donde preguntaba si ‘¿María Fernanda Cabal se “burló” de ataques en París?’.

En realidad habría que preguntar si la señora Cabal está en sus cabales, pero lo llamativo no fue el signo de interrogación ‘políticamente correcto’ sino la imagen que acompañó el artículo: una mujer de mirada torva, uñas largas y filudas, arrugas en la comisura de los ojos, sonrisa demoníaca, nariz pico de águila y rostro maquillado al extremo, sosteniendo en su mano derecha un buitre que grazna amenazante mientras otro se posa sobre su cabeza, en actitud ídem. (Ver imagen).

Esa imagen lleva implícita la posición editorial de Semana frente a tan retorcido personaje, y el ‘punto de vista’ debió venir de bien arriba, y la única interpretación posible es que estamos frente a una bruja. Ahora bien, el artículo podría ser objeto de análisis en las facultades de Comunicación porque desde el titular se percibe cómo se manejan los hilos del poder en Colombia, con signos de interrogación que le impiden al redactor afirmar y obligan al editor a camuflar lo evidente: que María Fernanda Cabal sí hizo burla de esos ataques en París.

Si pidieran mi opinión, diría que estamos es frente a un buitre desalmado y calculador al que le gusta la carroña y poco le importa ser el hazmerreír ante círculos en apariencia ‘cultos’, porque su papel estratégico consiste en llegar a unas masas ignorantes pero equivocadas de buena fe para convencerlas de que Juan Manuel Santos está emparentado con los amos de la maldad universal, como ya expliqué en columna reciente sobre su patrón Álvaro Uribe, quien la puso en la Cámara de Representantes sin que ella hubiera tenido que hacer un solo movimiento de escoba para recoger un solo voto.

Pero está además la hipótesis de un psiquiatra amigo mío, que no la baja de “vieja histérica”, y sustenta su dictamen en una eventual anorgasmia de la sujeta en cuestión, lo cual le estaría provocando en su fuero íntimo esos ataques descontrolados de histeria política. (Ver definición de anorgasmia). Más de un millón de veces le he dicho a Daniel que no sea exagerado, pero él insiste en que el fenotipo de amargura y su cara de eterna frustrada le conceden la razón.

Sea como fuere, no se requiere mayor erudición para comprender que los trinos que desde su lengua viperina escupió esa señora destilan un mensaje maligno, como es el de ubicar al gobierno de Juan Manuel Santos y a sus negociadores de paz al mismo nivel de los terroristas que ejecutaron semejante matazón, como si hubieran sido los auspiciadores de esos criminales: “Urgente enviar a de la Calle, Sergio Jaramillo, generales Mora y Naranjo, a negociar con los yihadistas. Ellos arreglarán el problema!” (Ver trinos).

Todos por igual, gobierno de Colombia, negociadores de paz, guerrilleros de las FARC y asesinos despiadados del EI quedaron ahí rebajados a la misma condición de terroristas empeñados en causarle el mayor daño posible a la civilización cristiana. Esto es hundir el dedo en la llaga del dolor para provocar un efecto político, y encierra el mismo propósito perverso con el que en rechazo a la tregua anunciada por las FARC, la señora Cabal publicó hace unos meses la foto de una bebé asesinada, con este mensaje: "No podemos olvidar el daño que nos han hecho. Dolor de patria!!"

Dolor de patria, sí, porque es la misma “persona” (y persona se escribe también con P de Puerca) que el día del fallecimiento de nuestra más grande gloria literaria nacional vomitó de su pestilente magín estas palabras teñidas de ignominia: "Pronto estarán juntos en el infierno", haciendo referencia a una foto en la que Gabriel García Márquez y Fidel Castro aparecían juntos.

Dolor de patria es ver que en Colombia la política se ha envilecido tanto que a una representante a la Cámara (‘madre de la patria’, qué vergüenza…) le está permitido cometer tal bajeza y eso no le ocasiona ni siquiera una moción de censura de sus colegas legisladores.

Es en momentos como este, ante un personajillo rufianesco como el que encarna la susodicha ‘representante’ (¿representante de qué, ah?), cuando una palabra aflora impetuosa a nuestros labios pero, por respeto con nuestros apreciados lectores –y lectoras-, no nos atrevemos a pronunciarla: Miserable.

DE REMATE: Según la definición de Wikipedia arriba citada, “la anorgasmia es tratable siempre y cuando el paciente coopere con el terapeuta”. En el caso que nos ocupa, dice mi amigo el psiquiatra que el tratamiento le está negado: si hay algo en lo cual la paciente se niega a cooperar, es en el tema de la paz. Ese orgasmo no va con ella. A ella lo que le gusta es repartir ‘chumbimba’, como fiel representante de su clase.


martes, 10 de noviembre de 2015

Petro, Peñalosa, polarización, presidencia…




Lo que acaba de pasar con la elección de Enrique Peñalosa y el voto de castigo contra Gustavo Petro por su atropellada aunque bien intencionada Bogotá Humana deja una huella en la historia de Colombia, pero de ningún modo significa que Peñalosa tiene ganado el cielo ni que Petro desaparezca de la escena política, a pesar de lo golpeado que quedó.

Como primer dato llamativo, Peñalosa ganó con una proporción de votos casi igual a la que obtuvo Petro hace cuatro años, 33 por ciento. Esto augura una nueva administración polarizada si el alcalde entrante no abre compuertas hacia el entendimiento con sus contradictores, que al día de hoy serían el 65 por ciento que votó por los otros candidatos, después de descontar el 12 por ciento que el Centro Democrático le puso a Francisco Santos, quien corrió a endosárselos al triunfador de la jornada en un gesto que habla del talante servil del endosador.

Desde el 1 de enero de 2012 todos los enemigos de Gustavo Petro estaban interesados en que le fuera mal, y el primer recuerdo que llega es una columna de María Isabel Rueda titulada La paja de Petro, escrita apenas a los 15 días de posesionado, donde se despachó con un ‘balance’ pormenorizado de sus anuncios y concluyó que “el 95 por ciento de sus propuestas no es viable, como se ha venido a demostrar en los pocos días que lleva como alcalde”. ¿Cómo es posible que cuando aún le faltaban 1.400 días de gestión, alguien pueda hacer un balance tan negativo de una obra de gobierno? ‘Pensar con el deseo’ llaman a eso, pero lo peor es que parte de sus anhelos se le cumplieron.

Desde esos primeros días ya se veía que la consigna era hundir a Petro, y a ella concurrieron entusiasmados desde los medios de comunicación –a cuyos propietarios no les convenía la administración exitosa de un ex guerrillero en el segundo cargo del país- hasta su más enconado adversario, el Procurador General de la Nación, quien se agarró de una decisión administrativa en torno a las basuras para descargar su furia divina mediante una fulminante destitución que a todas luces tenía el propósito de abortarle una futura aspiración a la Presidencia de la República. Si hubo alguien que se encargó de polarizar la escena política en Bogotá fue Alejandro Ordóñez con su arbitrario despido, tan arbitrario que el mismo despido le abortó: no se alcanzó a formar la criaturita, o mejor, el engendro.

Pero fue el propio Petro quien se encargó de colmarles las expectativas a sus contrarios, pues desarrolló un estilo de gobierno pendenciero y soberbio, a veces camorrista, del que no se salvaron ni amigos suyos de la talla de Antonio Navarro, Carlos Vicente de Roux o Daniel García-Peña, quien le renunció después de llamarlo “déspota de izquierda”.

Lo cierto es que al final de sus días de alcalde Petro terminó respondiendo por escrito a los duros cuestionamientos de María Isabel Rueda –con lo cual la graduó de opositora-, y aliándose con la candidata del Polo como medida extrema de supervivencia, pese a haber salido de ese partido dando un portazo en compañía de De Roux tras acusar a su dirigencia de corrupta.

Hoy sus enemigos y detractores están de plácemes con la llegada de Enrique Peñalosa, y es tal el arrebato de triunfalismo mediático, que cobra sentido este trino de @julian_ortegam_: “La pregunta no es cuál medio está con Peñalosa, sino cuál no lo está”. No se puede negar que durante la gestión de Petro hubo una especie de matoneo por parte de medios como Caracol, RCN, El Tiempo, CM& e incluso Semana, pero me atrevo a decir que fue expresión concomitante de la lucha de clases que el propio alcalde se encargó de encender y atizar desde el Palacio Liévano, con las consecuencias ya conocidas no solo para él sino para la izquierda, que trunca así –y quién sabe hasta cuándo- lo que parecía un camino expedito hacia la Presidencia de Colombia con su llegada a la alcaldía de Bogotá.

Hablando de presidencia, la noche del triunfo Peñalosa dijo en medio de emocionado llanto que su interés no era ser presidente sino “el mejor alcalde de Bogotá en toda su historia”. Se le abona la aclaración, aunque a sabiendas de que nada hay repudiable en querer aspirar al primer cargo de la Nación, siempre y cuando el desempeño del segundo le otorgue los méritos requeridos para el ascenso.

A eso mismo aspiraba y sigue aspirando Gustavo Petro, con la diferencia de que este arranca con la pólvora mojada y, como dijo su propio hijo Nicolás, “la izquierda necesita renovar sus liderazgos”. A Petro se le desea le mejor en su bien intencionado propósito de cambiar el país, pero se le hace una cordial invitación a domesticar esa soberbia suya tan afín a la de otro político de cuyo nombre no puedo acordarme.

DE REMATE: Con motivo de los 30 años de la barbarie en el Palacio de Justicia, dos frases estremecedoras en la última columna de Alfredo Molano
- "Fue la fuerza pública la que emboscó a la guerrilla, la dejó entrar a la ratonera para liquidarla y de paso liquidar como autoridad el gobierno de Belisario".
- "¿Cuántos tiros de las armas del M-19 tenían los muertos? Ni uno solo. Todos salieron de los fusiles oficiales".

martes, 3 de noviembre de 2015

A Álvaro Gómez lo mataron los suyos




Este lunes 2 de noviembre se cumplieron 20 años del asesinato del dirigente conservador Álvaro Gómez Hurtado, el cual fue planeado y ejecutado por un ‘aparato organizado de poder’, mediante el cual los autores intelectuales tuvieron el dominio del operativo pero los autores materiales, o sea los gatilleros, no supieron quiénes los contrataban.

A ese aparato de poder se refirió el entonces embajador de Estados Unidos en Colombia, Myles Frechette, cuando el 22 de enero del año en curso le dijo al canal NTN24 quiénes creía que habían sido los asesinos: “Creo que fueron algunos derechistas y militares los que pensaron en eso, quienes habían hablado con Álvaro Gómez de un posible golpe que se venía discutiendo mucho en Bogotá, y (…) cuando les dijo que no, ahí sin él hubiera sido visto como una burda intervención de los derechistas. Yo creo que por esa razón uno de ellos mató a Álvaro Gómez”. (Ver entrevista).

Frechette era sin duda el hombre mejor informado durante el gobierno de Ernesto Samper, más que el mismo presidente. Y a pesar de que su declaración sugiere –o se convierte en obligante- orientar las investigaciones en esa dirección, hay precisamente un grupo de “derechistas” empecinados en culpar a Samper de haber instigado a unos mafiosos para que se encargaran del crimen, basados en una declaración de Hernando Gómez Bustamante, alias ‘Rasguño’, un sujeto a quien una Corte de Nueva York condenó a 30 años de cárcel luego de sentenciar que “todas las declaraciones que había entregado el narcotraficante en procesos como el del magnicidio de Álvaro Gómez (…) carecían de veracidad y hacían parte de una estrategia para tratar de buscar beneficios jurídicos que le ayudaran a rebajar su condena”. (Ver sentencia).

Y si mayor precisión se requiere, la revista Semana examinó con lupa esa declaración de ‘Rasguño’ en la que pretendió incriminar tanto a Samper como a su entonces ministro del Interior, Horacio Serpa, y concluyó que el hombre “¡Está loco!”. (Ver artículo).

Pese a tan contundentes pruebas de la falsedad de ese testimonio, personas como las periodistas María Isabel Rueda y María Elvira Arango (ex empleadas de Álvaro Gómez), y dos miembros de la familia del inmolado –Enrique Gómez Hurtado y su homónimo hijo- persisten en darle credibilidad a ese sujeto, mediante una campaña de propaganda negra orientada más a desviar la atención que a la búsqueda imparcial de la verdad.

Ahora bien, cualquiera podría pensar: ¿qué interés tendría la familia del inmolado en ocultar a los verdaderos asesinos? Pertinente la inquietud, si no fuera porque diversos interrogantes que incluso moverían al escándalo, no han obtenido la debida respuesta. Para la muestra estos botones:

¿Cómo explica Enrique Gómez Hurtado la reunión clandestina que sostuvo en su propia casa con el coronel Bernardo Ruiz Silva por los días en que este huía de la justicia tras ser cobijado con orden de detención, acusado de haber dirigido el complot para asesinar a su propio hermano? Su deber era ponerlo en conocimiento de la autoridad, y al omitirlo habría incurrido en el delito de encubrimiento. En entrevista con el periodista Herbin Hoyos a raíz del lanzamiento del libro ‘¿Por qué lo mataron?’, cuando este le preguntó por esa cita furtiva, así respondió: “Sí, lo vi. Me visitó clandestinamente cuando estaba perseguido. Me fue a ver a mi casa y estuvimos hablando un  par de horas”. No se trata de acusar al anfitrión, pero mientras no haya explicación a tan extraño suceso, queda la impresión de un Caín en turbio lance.

¿Cómo hace además el abogado Enrique Gómez Martínez para no entrar en conflicto de intereses con su propia familia al defender al único condenado que hubo por el asesinato de su tío, en el trámite de un recurso de revisión que busca anular la sentencia, siendo que se trata de un proceso en el que la familia intervino con su entonces apoderado Hugo Escobar Sierra, participó como parte civil y estuvo de acuerdo con la condena? En el programa Los Informantes del 12 de octubre de 2014 Gómez Martínez contó que hoy es el apoderado de Héctor Paul Flórez, a quien la justicia condenó a 40 años de cárcel porque se le probó que había sido el que disparó sobre la humanidad de Álvaro Gómez, pero a quien el abogado defensor ahora considera “un chivo expiatorio”.

Enrique Gómez omite contar que Flórez fue reconocido por numerosos testigos como uno de los tres que dispararon, y que entre esos testigos estuvo José Guillermo Vélez Montenegro, quien  según reza en el expediente “apenas lo reconoció (…) el reconocedor rompió en llanto y excitación cuando observó el tatuaje con las iniciales RC que en la mano izquierda tiene Héctor Paul Flórez”.

El motivo por el cual buscan anular la sentencia es de una claridad prístina, pero con una intención que podría hacer revolcar a AGH en su tumba: mientras haya al menos un condenado, la familia no puede hacerse merecedora de una multimillonaria indemnización. Eso no lo digo yo, lo dijo la misma María Elvira Arango en el programa aludido: “El caso está a un año de prescribir y, con Héctor Paul condenado, el crimen no puede ser declarado de lesa humanidad”.

Sumémosle a lo anterior la versión que tenía el jefe paramilitar Carlos Castaño sobre ese crimen, del que en su libro ‘Mi confesión’ (página 234) cuenta que lo visitó el narcotraficante Orlando Henao Montoya y esto le dijo: “Vengo en representación de un importante grupo de personajes colombianos y queremos ofrecerle un millón de dólares por asesinar a Álvaro Gómez o al ex fiscal Alfonso Valdivieso”. Y a renglón seguido agrega: “Ellos podían hacerlo solos, pero querían involucrarme en el magnicidio”. ¿Pudieron haber sido representantes del gobierno de Ernesto Samper los “personajes” que lo visitaron? Por supuesto que no.

Y en esa misma página dice, sobre su autoría: “primero no tuve nada que ver, y segundo, la verdad ya la conocen los afectados (la familia Gómez Hurtado). Entre ellos y los victimarios parece que se hubiese pactado un armisticio sordo y rencoroso”. No significa esto que algún miembro de esa familia haya formado parte del complot para asesinar al político conservador,  sino que parecieran saber quiénes fueron los verdaderos culpables, pero la verdad podría ser tan demoledora que asumen como patriótica misión la tarea de contribuir a que la opinión pública mire hacia otro lado. ¿Hacia dónde? Pues hacia lo que tienen más a la mano y les puede representar mayor rédito político, los ex gobernantes liberales Ernesto Samper y Horacio Serpa.

Es por eso que cuando desde el título de esta columna digo que a Álvaro Gómez lo mataron los suyos, en realidad no lo estoy diciendo yo sino (revelando) Carlos Castaño, quien siempre se definió a sí mismo como “un conservador de raca mandaca”.

Ah, por cierto: a Castaño también lo mataron los suyos, y el motivo en parte fue el mismo por el que según Frechette inmolaron a Gómez Hurtado: porque ‘sabía demasiado’. ¿Quién entiende a estos “derechistas”, ah?

DE REMATE: El conocimiento que tengo del tema tras varios años de investigación, me llevó a plantear en columna anterior la hipótesis según la cual habría coincidencias entre los asesinatos de Álvaro Gómez y el humorista Jaime Garzón, tanto en posibles autores como en el ‘modus operandi’. Y para despejar dudas no sobra invitarlos a leer el libro Objetivo: hundir a Serpa, donde le pregunto al dirigente liberal sobre el asesinato de AGH hasta agotar el tema, en un trabajo que mi editor llamó “una entrevista sin contemplaciones”.