domingo, 15 de febrero de 2009

Gustavo Petro y su cambio radical


Grueso favor el que la división del Polo Democrático le está haciendo al gobierno de la Seguridad Democrática, por cuenta de la pelea que han casado los sectores que encabezan Gustavo Petro y Carlos Gaviria, donde para nadie es un secreto que lo que está en juego es la candidatura a la Presidencia de la República. Lucho Garzón está más afuera que adentro desde el día en que amenazó con crear el partido de la Calle si no le daban la candidatura, y no se la dieron, por lo que se fue a hacerle ojitos al Partido Liberal, y ahí sí le pararon bolas. Pero lo que pasa entre Petro y Gaviria tiene directa incidencia sobre la vida nacional, en la medida en que hablamos del partido que en la pasada elección presidencial puso la segunda votación más alta, y cualquier decisión que se tome en su Congreso del 26 de febrero alterará la composición de fichas sobre la mesa del póker que desde Palacio intenta controlar el presidente Uribe.

Es de esperar que las ambiciones personales de uno y otro no arrojen por la borda los propósitos de unidad con que nació el PDA, pues si no aprovechan la oportunidad dorada que la coyuntura hoy les ofrece, pasarán lustros para recomponerse como alternativa política, mientras van en busca del tiempo perdido. Lo irónico del asunto es que ambos parecieran tener la razón, pues mientras adquiere sentido el llamado de urgencia que hace Petro a la búsqueda de un candidato interpartidista mediante una gran convergencia de fuerzas opuestas a Uribe (donde caben hasta los “uribistas arrepentidos”), también tiene sentido que el sector que encabeza Gaviria quiera mostrar desde el principio un candidato propio, para que no se desdibuje el Polo como opción de izquierda democrática, en medio de la montonera. Vistas pues las cosas desde una óptica pragmática, se diría que la propuesta de Petro es la correcta si el candidato a enfrentar fuera Uribe, pero la de Carlos Gaviria sería la acertada si el contendiente fuese un uribista confeso.

Petro ha decidido coquetearle al centro no porque se haya vuelto liberal (¿o sí?), sino porque sabe que necesitará millones de votos de uribistas arrepentidos si quiere un día siquiera acariciar la Presidencia (no ahora, sino en el 2014), y sabe además que al Congreso del Polo no llega con los necesarios para alzarse con la candidatura, mientras que Carlos Gaviria sí. Por eso prefiere aparecer hoy como coalicionista (antes que como radical), mientras le llega su cuarto de hora.

Qué bueno sería entonces si por el bien de su propio partido (así fuera sólo por eso) se pusieran de acuerdo, para que sus rencillas internas no terminaran por favorecer al Príncipe de Maquiavelo, en lo referente a la máxima del “divide y reinarás”. El presidente Uribe sabe que no las tiene todas a favor de su apetito ya desmesurado de poder, pero juega las cartas con la audacia del más habilidoso prestidigitador. La más reciente –en figura de as- fue el lanzamiento de la candidatura de Andrés Felipe Arias, quien al contrario de Petro (y de Gaviria) sí las tiene todas a su favor, pues sólo cuando se le cierren todas las vías –legales y de las otras- a un eventual tercer período de Uribe, éste entregará a su pupilo el portaestandarte de la Seguridad Democrática y pondrá en él todas sus complacencias.

Por ahora, valdría la pena preguntarse si candidatos de la talla de un Juan Manuel Santos o un Germán Vargas Lleras estarían dispuestos (los demás uribistas sí, por supuesto) a someterse a una consulta abierta en compañía de Arias, después de recibir éste el guiño que lo acredite como el verdadero Príncipe de la Casa Real. Es aquí donde el Polo tendría que meditar en torno a qué sería lo más conveniente para enfrentar al ‘uribito’ de marras, si un hombre valiente, brillante y analítico –aunque impetuoso- como Gustavo Petro, o la reposadas experiencia y erudición de un ex magistrado y Presidente de la Corte Constitucional, con los más honrosos títulos en Jurisprudencia de la Universidad de Harvard, a quien se le debería encomendar la misión de virar el rumbo del país hacia un verdadero Estado de Derecho.

Sea como fuere, hay tiempo para ambos. No es sino cuestión de establecer turnos.

jorgegomezpinilla@yahoo.es

lunes, 2 de febrero de 2009

Ante la tumba de Jesús

Publicado en eltiempo.com el lunes 31 de marzo de 2008. No se encontró rastro de su publicación en la red, ni en el archivo electrónico de El Tiempo.




Dice el padre Alfonso Llano S.J. que “el final de Jesús ofrece una doble dimensión, humana y divina”. A la parte humana le dedicó tiempo atrás unas líneas sinceras, que le ocasionaron un sonado veto de la jerarquía católica. Hoy, vuelto por sus fueros (El Tiempo, 23 de marzo de 2008) afirma que “Jesús muere realmente”, y que “su final fue precipitado, oscuro, absurdo, doloroso en grado sumo”.

Con ello pretende hacer claridad en que el Hijo de Dios no murió “en apariencia”, como habría ocurrido si para cumplir el designio de la resurrección se hubiese representado su muerte, como fórmula de redención divina. La intriga en torno al tema es teológica, puesto que se mueve en una dimensión “sólo perceptible con la fe”. Pero es una fe que aporta incluso la fecha, con día y hora exactos de su muerte: “hacia las tres de la tarde del viernes 7 de abril del año 30 de nuestra era, víspera de la pascua judía”, según LLano.

En aras de esa misma exactitud cronológica –y científica, en últimas- el debate se torna aún más intrigante con el polémico documental que realizó James Cameron (el mismo de Titanic, sí) sobre el hallazgo de una tumba familiar en Talpiot Hills, un moderno suburbio de Jerusalén, hace más de 20 años. Allí, las osamentas estaban enterradas en sarcófagos acompañados por estos nombres: "José, María, Jesús -hijo de José-, Mariamne (según el documental, María Magdalena) y Judá -hijo de Jesús-". Antes, un equipo de investigación liderado por Simcha Jacobovici (quien luego trabajó con Cameron) había concluido que los huesos sí pertenecían a la época en que vivió Jesús. Eso, sumado a los sarcófagos identificados con todos los nombres del clan, despertó muchas inquietudes*.

Las revelaciones fueron hechas en un documental que vio una breve luz el 4 de marzo de 2007 por Discovery Channel –financista del proyecto-, en una única emisión que provocó un tsunami de protestas religiosas a lo largo y ancho del planeta, al punto que el canal prefirió enterrar el tema en el olvido. Y así habría quedado, si no fuera porque el trabajo de Cameron cayó en manos del profesor y ministro metodista James Charlesworth (del Seminario Teológico de Princeton), experto en el Nuevo Testamento aunque escéptico por principio, quien urgió a una exploración más profunda. Así que entre el 13 y el 16 de enero pasados reunió en Jerusalén a un panel de 50 arqueólogos expertos en ADN, estadística, cerámica y lenguas antiguas, donde –según revela la revista Cambio- se pasó de decir “es imposible que sea la tumba de la familia de Jesús”, a “es posible que sea".

La discusión no es de poca monta, pues está atada a uno de los pilares de la fe católica, como es la resurrección de Cristo, y de contera a casi 2.000 años de civilización cristiana. De cualquier modo, no es hora de sacar conclusiones apresuradas. Cualquier avance científico notable pasaría por desenterrar la tumba, lo cual demorará más de lo esperado, debido a que implicaría demoler la parte del conjunto residencial que –pese al hallazgo- le edificaron encima.

Los judíos residentes en Talpiot Hills no tienen dificultad para conciliar el sueño, pues la religión que profesan les dice que su Mesías no ha llegado. Pero ¿qué podría ocurrir en el mundo católico si –hechas las comprobaciones científicas de rigor- resultara que esa tumba contuvo en efecto los restos de Jesús de Nazareth y su familia?

Elemental, mi querido Watson: habría que comenzar por reescribir la Historia.
* Las osamentas y demás evidencias fueron llevadas a un anticuario judío, donde estuvieron varios años. Algunas ya desaparecieron, junto con los planos que mostraban la ubicación de los sarcófagos.