viernes, 18 de septiembre de 2009

Estado de opinión actuante


La declaración del ministro del Interior y Justicia, Fabio Valencia Cossio, según la cual “es función exclusiva de la Corte Suprema de Justicia elegir al Fiscal General de la Nación de la terna enviada por el Presidente de la República”, tiene tela de dónde cortar. ¿Quién dijo, para empezar, que la Corte está obligada a escoger el Fiscal de una terna en la que ninguno de los candidatos reúne los requisitos mínimos para ocupar tan alto cargo? Elegir de donde no hay nadie elegible encarnaría una gravísima irresponsabilidad con la Nación y, aquí sí, un riesgo de “quebrantamiento del orden institucional”.

Del mismo modo que el Presidente Uribe pretende hacerse reelegir bajo el supuesto de que no hay quién pueda reemplazarlo, su negativa a cambiar la terna conlleva el imperativo de que nadie diferente a Camilo Ospina puede ser el Fiscal General, pues los otros dos ya quedaron descartados, por simple sustracción de materia (jurídica, académica y penal). Bastó escucharlos en la audiencia televisada en la que cada uno expuso sus ‘méritos’, para saber que el Gobierno envió terna de uno, donde la descalificación de ese uno proviene en gran parte de su falta de experiencia en derecho penal y en su aparente cercanía con el zar de las esmeraldas, Víctor Carranza.

Hablando de cercanías, son precisamente las que los tres tienen con el Presidente lo que los descalifica de entrada, pues el cargo requiere de alguien que maneje las funciones inherentes a la rama judicial con independencia de los poderes ejecutivo y legislativo. Es cuestión de sentido común, por estos días el menos común de los sentidos. Pero no sería éste el obstáculo principal, sino el hecho de que trece de los veintiún magistrados de la Sala Plena consideraron a la terna “inviable”. ¿Significa entonces que la Corte debe darle la razón a la minoría, o sea a los ocho magistrados que votaron contra el parecer mayoritario? Eso es, en penúltimas, lo que pretende el Gobierno: que los ocho que sí estuvieron de acuerdo con la terna lleven las de ganar. El mundo al revés, mejor dicho.

La abusiva e indelicada injerencia del Ejecutivo sobre el poder Judicial responde, en últimas, a que tiene supuestas abrumadoras mayorías de aprobación en las encuestas, y asume que esto le da carta blanca para pisotear la institucionalidad inherente a una decisión autónoma de la Corte Suprema. Baste anotar que ésta tiene más que ninguna otra la potestad de rechazar una terna coja en cada una de sus tres patas, así contraríe las expectativas de un gobernante que se cree arropado por el Estado de opinión para seguir cometiendo tropelías.

OTROSÍ: ¿Cuánto tiempo más demorará el partido Conservador en pronunciarse en torno a los líos penales en que se halla involucrado su vicepresidente, el senador Alirio Villamizar?

martes, 8 de septiembre de 2009

El toche y las guayabas maduras



El 4 de enero del año en curso el gobernador de Santander, Horacio Serpa Uribe, concedió una entrevista a El Espectador donde afirmó que “si el Presidente es candidato, mi opinión —sin que sea electoral, pues ahí no puedo participar—, mi convicción política y de conciencia es que las fuerzas progresistas, empezando por las de mi propio partido, no tengan candidato”. Basó su afirmación en que “no hay forma de luchar electoralmente contra quien está en la Presidencia de la República”. Cuando el periodista le preguntó si creía que Uribe de nuevo candidato sería como pelea de toche con guayaba madura, por lo que sería mejor retirar la guayaba, Serpa remató: “sí señor. Yo hice de guayaba la vez pasada, y así no hay chance”.

Estas declaraciones provocaron una fuerte reacción de María Elvira Samper, quien en columna de la revista Cambio (De oveja arisca a cordero manso, 07/01/09) dijo de él que es “lamentable su nuevo talante: tibio, acomodado, derrotista, derrotado... Increíble que considere que el liberalismo debe tirar la toalla, dejarle el campo libre a Uribe y declararse vencido antes de dar la pelea”. Más adelante, la columnista se preguntaba si “¿no es acaso de la búsqueda del poder de lo que se trata la política? ¿El liberalismo no tiene nada qué ofrecer? ¿No puede capitalizar el desgaste del teflón, jugarle a que en la carrera de obstáculos que debe atravesar el referendo reeleccionista (…) Uribe no las tenga todas consigo?”

En su momento, cuando conocimos la declaración de Serpa y la vigorosa respuesta de la columnista, nos parecía que a ésta le cabía toda la razón, pues “hay que apostarle a la derrota del toche, recuperar la línea reformista, democrática y progresista del liberalismo, abrir espacios de participación independientemente de cálculos electorales, de triunfos y derrotas”. Pero hoy las cosas son a otro precio, a tal punto que la vergonzosa aprobación del referendo por parte de la aplanadora uribista llevó a que por primera vez en la historia de EL TIEMPO, cuatro de sus columnistas –Enrique Santos Calderón, Daniel Samper Pizano, María Isabel Rueda (!) y Salud Hernández-Mora- coincidieran el mismo domingo (06/09/09), todos a una, tanto en rechazar los términos en que ésta se dio, como en avizorar un panorama oscuro para la Nación a partir de ese día.

Santos acusó al Presidente de “estar castrando toda posibilidad de alternación democrática en el poder”, Samper vaticinó que “el país saltará al abismo”, Rueda sintió que “no se respiran aires de sanidad política ni administrativa”, y Hernández-Mora encontró que “nos convertimos en una republiquita bananera gemela del vecino de la boina roja”. Tales consideraciones, sumadas al hecho de que el presidente de la Corte Constitucional, Nilson Pinilla Pinilla, ya anunció (coincidiendo con el Estado de opinión) que “el poder está en cabeza del pueblo que es soberano” (El Espectador, 06/09/09), llevan a pensar si no será que Horacio Serpa tiene hoy más razón que la que tenía a principio de año, cuando pidió que la oposición se abstenga de lanzar candidato.

La propuesta de Serpa estaba dirigida a su propio partido, pero habría que ver si a “las fuerzas progresistas” les conviene dar la batalla electoral sobre arenas movedizas, en la medida en que toda la atención de aquí a diciembre estará centrada en el trámite del referendo en la Corte Constitucional, mientras los reflectores se posarán de nuevo sobre lo que Uribe dice o deja de decir y no en torno a las propuestas de los candidatos, y con nadadito de perro seguirá avanzando la idea de podar el umbral del censo electoral, algo que según EL TIEMPO “debe ser intocable” (04/09/09). Por cierto, ¿hay algo intocable para este Gobierno?

En momentos en que los candidatos de la oposición (los de la coalición uribista quedaron todos congelados) parecen coincidir en la convocatoria a abstenerse de votar el referendo –dando así por descontado que la Corte lo validará-, las condiciones estarían más bien dadas para hacer extensiva la abstención al lanzamiento de sus candidaturas, como simple cuestión de dignidad, en la medida que las cartas están cada día más marcadas a favor del tallador y su presencia en la contienda electoral los convierte en idiotas útiles a las ansias de Uribe de perpetuarse en el poder. Su existencia como contraparte legaliza al oponente, diríamos.

Así las cosas, puesto que las reglas del juego han sido acomodadas para favorecer al Presidente, a los precandidatos y precandidatas habría que invitarlos (e invitarlas) a reflexionar en torno a si no estarán jugando el papel de guayabas maduras, todas puestas ahí para legitimar el apetito voraz del toche…