martes, 29 de diciembre de 2015

La asombrosa vida de Pi –y de mí

  


Dicen que quien no ha perdido la capacidad del asombro sigue dándole sentido a su existencia. Esto lo confirmé con la película La Vida de Pi, del director taiwanés Ang Lee, que meses atrás me había recomendado una hija y pude ver hace unos días en un bus de Copetrán de dos pisos, en pantalla adherida al espaldar del asiento delantero, como en algunos aviones de Avianca.

La película en España se titula “una aventura extraordinaria”. Y lo es, doy fe de ello. Tanto en su alucinante riqueza visual como en la narración de una odisea que parece traída de los cabellos, pero a la que usted le cree porque la precede cierta lógica: tras el naufragio del barco japonés que transporta un zoológico coinciden en un bote salvavidas una cebra malherida, un tigre de bengala, una hiena, un orangután y un joven de nombre Pi que profesa tres religiones: el hinduismo, el catolicismo y el islamismo.

Dije odisea porque se emparenta tanto con el drama que vivió Ulises enfrentado a la furia de los dioses mientras intentaba regresar a los brazos de su amada Penélope, como con la leyenda del Arca de Noé, repleta de animales tras el diluvio universal decretado por Yahvé. En este sentido la historia está atravesada cual hilo de Ariadna por un trasunto religioso (creer… o no creer), con un final desconcertante pero creíble porque el mismo Pi que te acaba de contar tan asombrosa historia luego te sale con que todo eso a lo que lo que le diste tanta credibilidad… podría no ser cierto.

Es difícil para quien no ha visto la película entender de qué hablo. Motivo por el cual bastaría con verla, por ejemplo en este enlace, y retomar la lectura. Aquí hilamos con dos empleados de la empresa aseguradora del barco que se hundió, quienes luego del rescate le explican con creces a Pi que sus superiores no les van a aceptar la historia de un joven que permaneció 227 días a la deriva en compañía de un tigre de bengala y llegó a una isla carnívora que no aparece en los mapas, donde al abrir una fruta halló en su interior el diente de un humano, etc. “Queremos una historia que no nos haga ver como tontos, en la que no haya cosas que jamás se han visto”, le dicen a Pi.

Es entonces cuando Pi accede a contarles una historia más creíble, e ‘inventa’ que en ese bote iban cuatro sobrevivientes: Pi, su madre, el cocinero del barco (actuado por Gerard Depardieu) y un budista malherido que solo comía arroz con gravy. Según Pi el cocinero usó al budista como carnada para pescar e incluso comió de su carne, y esto enfureció tanto a la madre que lo atacó, pero este la mató con un cuchillo, y con ese mismo cuchillo Pi pudo matar al cocinero al día siguiente.

Desde el comienzo de la película Pi le habla a un escritor canadiense que se interesó en la historia de su naufragio, y es este quien le advierte al protagonista que la cebra malherida podría representar al budista con la pierna rota, la hiena al cocinero, el orangután a la madre y el tigre de bengala… a Pi, por supuesto. Y le hace ver además que “nadie puede probar cuál de las dos historias es cierta”, pero “la única coincidencia es que en ambas su familia muere y usted sufre”.

Pi le pregunta al escritor con mirada capciosa –digna de toda sospecha- cuál de las dos historias prefiere, y este así se expresa: “La del tigre. Es la mejor historia”. Y Pi le responde: “Gracias. Lo mismo sucede con Dios”.

Gabriel García Márquez decía que todo escritor tiene la obligación de competir con Dios, dando a entender que se trata de competir con La Biblia, el libro más leído. ¿Y cómo compites con Dios? Escribiendo de un modo que sin importar lo fantasiosa, absurda, increíble, delirante, asombrosa o extraordinaria que haya sido tu vida o tu historia, te la crean. Real o ficticia, a nadie le importa. Lo importante es que te la crean, como viene ocurriendo con “la palabra de Dios” desde siglos atrás y como ocurre con La vida de Pi en los primeros siete cuartos de hora de los 127 minutos que dura la película. Después, la historia aterriza en la más cruda realidad.

Nuestro Nobel Gabo fue consciente de esto al leer La metamorfosis de Kafka y descubrir que estaba permitido contar que un día Gregorio Samsa despertó convertido en un escarabajo gigante. En la misma tónica, al final de la película, cuando ya el bus de Copetrán atravesaba Piedecuesta rumbo a Bucaramanga, tuve la impresión de haber sido poseído por una especie de epifanía o revelación mística, mitad literaria mitad religiosa, que advertía sobre la posibilidad de contar la historia de tu vida como esa aventura extraordinaria que hasta hoy has vivido.

Y sin salirte de la verdad, por supuesto…

DE REMATE: La vida de Pi está basada en la novela homónima de Yann Martel. Al echar un vistazo a una copia del informe de los funcionarios nipones, el escritor canadiense encuentra un apunte referido a "la notable hazaña de sobrevivir 227 días acompañado por un tigre". Esto significa que hasta los agentes del seguro prefirieron esa historia. Si preguntaran yo cuál prefiero, mi respuesta está en lo que le dijo el padre de Pi a su hijo durante un almuerzo familiar: “Si crees en lo que dicen tres religiones, significa que no crees en nada. La religión es oscuridad. No dejes que esas historias trastornen tu mente”.

martes, 22 de diciembre de 2015

Absolución al coronel Plazas: triunfó la barbarie


Un confidencial de Semana.com un día después de que la Corte Suprema de Justicia en apretada decisión (5-3) decretó la falta de prueba suficiente en torno a la responsabilidad del coronel Alfonso Plazas Vega frente a dos de los desaparecidos del Palacio de Justicia, aporta luces sobre el verdadero motivo por el cual habría ocurrido esa absolución.

Según Semana “el coronel había sido condenado por una teoría del alemán Claus Roxin denominada de ‘autoría mediata por aparatos organizados de poder’. Esta permite condenar a una persona, así no hayan (sic) pruebas que lo relacionen directamente con el delito, por su posición de líder dentro del organismo que cometió esos crímenes. En el acuerdo que presentó el gobierno y las FARC se excluye esa teoría. La Corte suprema, por su parte, que la había aplicado en el pasado, también la descartó en el juicio de Plazas, lo cual fue clave para declararlo inocente”.

Aquí la revista de Felipe López (autor de los Confidenciales) hace pensar que la Corte Suprema estaría siguiendo una directriz trazada desde La Habana, cuyo punto de partida sería la exclusión de la teoría de Roxin tanto para las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC-EP) como para el Ejército Nacional. Esto daría para sospechar que la justicia transicional ha comenzado a aplicarse, y que en tal medida algunas de las decisiones de tan alto tribunal se están tomando con base en situaciones ajenas a los estrados judiciales, más bien a la medida de los requerimientos de las dos fuerzas enfrentadas en el conflicto armado a punto de acabar.

En otras palabras, que ha comenzado a obrar el “Compromiso del gobierno nacional” en la aplicación de la jurisdicción especial para la paz a los agentes del Estado, que en uno de sus apartes establece que “la responsabilidad de mando no podrá fundarse exclusivamente en el rango, la jerarquía o el ámbito de la jurisdicción”. O sea, que al desaparecer la cadena de mando el sujeto responde solito ante eventuales acciones criminales, y al Estado le corresponde probar que las cometió. Ante Plazas Vega la Corte consideró que no se pudo probar culpabilidad, sin que eso signifique que se haya probado su inocencia.

Al descartarse la teoría de Roxin se tiende ahora un manto de impunidad para muchos delitos de guerra y de lesa humanidad, llámense torturas, desapariciones, terrorismo de Estado o asesinatos selectivos, como los de Jaime Garzón y Álvaro Gómez. Y si las cosas siguen en esta tónica, no hay duda en que ese manto se extenderá a los ‘falsos positivos’, horrenda cadena de crímenes de corte genocida a cuyos autores el expresidente Álvaro Uribe sigue llamando héroes de la patria y perseguidos por la Fiscalía.

Si esta es la clase de sapos que tendremos que tragarnos, todo sea por conquistar la anhelada paz. Pero eso obliga a que se destapen las cartas sobre la mesa, y la primera de las condiciones para la concesión de impunidad en ambos bandos es que no se embolate la verdad. Y parte de la verdad comienza por reconocer –por ejemplo- que en el caso del Palacio de Justicia "fue la fuerza pública la que emboscó a la guerrilla, la dejó entrar a la ratonera para liquidarla y de paso liquidar como autoridad el gobierno de Belisario". Esto no solo lo dice Alfredo Molano en columna reciente, sino la Comisión de la Verdad creada en 2005 para esclarecer lo ocurrido, integrada por tres expresidentes de la Corte Suprema (Nilson Pinilla, Jorge Aníbal Gómez y José Roberto Herrera), la cual en relación con el abandono de la fuerza policial de custodia estableció que “las razones que se han dado para el desmantelamiento de la seguridad, a fuerza de ser falaces, a nadie convencen”.

Si fue levantada la seguridad para favorecer la entrada de los guerrilleros y allí cazarlos como en ratonera, significaría que hubo un trabajo coordinado, una cadena de mando y en consecuencia un aparato organizado de poder. Eso es lo que ahora se pretende descartar, pero no porque la teoría de Roxin esté errada sino por el bien de la patria, por conveniencia institucional, por alguna razón extrajudicial en últimas. Sea como fuere, no sobra preguntarse si dos Cortes Supremas con diferentes integrantes pueden sentar jurisprudencia contraria, pues la que acaba de absolver a Plazas determinó que “el Ejército no sabía que el 6 de noviembre de 1985 se iban a tomar el Palacio de Justicia”, siendo que con base en información de la Policía Nacional (la misma que retiró el esquema de seguridad) el 18 de octubre de 1985, apenas tres semanas antes de la toma, varios medios informaron sobre el descubrimiento de plan del M-19 para tomarse el Palacio de Justicia. He aquí una de las pruebas reina: ver recorte de prensa.


Esto en la práctica significa que el aparato organizado de poder se salió con la suya, e incluso hizo moñona, según La Silla Vacía. Lo único que en tal terreno de impunidad venidera ayudaría a equilibrar las cargas sería que, si hemos de creerle al vicefiscal Jorge Perdomo, con el anunciado Tribunal de Paz que comenzará a obrar tras la firma de los acuerdos “quienes creían que iba a facilitar la impunidad se quedarán con los crespos hechos, porque habrá verdad judicial y reparación a las víctimas”.

Invoquemos entonces al Niño de Belén para que se nos conceda al menos ese milagrito, el de la verdad judicial, de modo que en un mediano plazo podamos resolver de una vez por todas si fue que hubo o no terroristas en ambos bandos (unos desde la extrema izquierda, otros desde la ultraderecha enquistada en el Estado), o qué tan limpios están los que hoy se presentan como los más virtuosos adalides de esa lucha.


DE REMATE: ¿Cuál es el valor estratégico que tiene para el presidente Santos conservar al general Rodolfo Palomino en su puesto, y que en ese propósito no les dé credibilidad a serias investigaciones periodísticas de Vicky Dávila, Claudia Morales y Daniel Coronell? ¿Hay algún nuevo escándalo que Santos quiera evitar si Palomino pierde el mando? No se pierda el próximo capítulo de esta apasionante novela de misterio…

martes, 15 de diciembre de 2015

Encomendémonos al San José


Por los días en que el presidente Juan Manuel Santos anunció el hallazgo del galeón San José circuló en las redes sociales un meme muy ingenioso, que muestra lo que pasa cuando “No tienes plata para el posconflicto, pero te encuentras un tesoro legendario hundido en el mar”. (Ver meme).

No sabemos todavía si el país podrá disponer de ese dineral, que los medios calculan entre 5.000 y 10.000 millones de dólares, pero bien vale la pena ilusionarse, sobre todo considerando una frase de Winston Churchill según la cual “soy optimista porque no tiene sentido ser otra cosa”.

En su columna del domingo pasado el escritor Héctor Abad Faciolince establece una diferencia puntual entre tesoro y patrimonio, y concluye que el galeón San José entra en la segunda categoría, motivo por el cual “debería hacerse un museo del galeón San José que incluya hasta su último clavo, con una exposición itinerante que recorra el antiguo virreinato del Perú, Panamá (…) y el antiguo reino de España”. (Ver columna).

Según Abad “los negociantes del Congreso no dejaron firmar la Convención de la Unesco sobre patrimonio sumergido y luego hicieron una mala ley para partirse la marrana de los tesoros y para tratar los galeones como si fueran petróleo que se reparte entre el explorador y el Estado”. Si no me equivoco el escritor hace referencia a la Ley 1675 de 2013, la cual como hecho llamativo tuvo de ponente al gobernador electo de Santander, Didier Tavera, de cuando era representante a la Cámara. En el articulado de esa ley se establecen “las condiciones para proteger, visibilizar y recuperar el Patrimonio Cultural Sumergido (…), así como para ejercer soberanía y generar conocimiento científico sobre el mismo”.

Aquí presento una divergencia con el apreciado escritor, pues si bien es cierto que en un planeta de ángeles y serafines ese “tesoro” –que también lo es- debería ser patrimonio universal y por tanto ninguna de sus piezas podría ser objeto de venta o trueque, Colombia vive un caso particular: está ad portas de dejar atrás una prolongada guerra sangrienta y fratricida, y esto requiere no solo del apoyo de las naciones civilizadas sino de ingentes cantidades de dinero para sembrar en lo económico las bases de una reconciliación nacional duradera. Y en tal dirección lo pragmático indica que no se puede desaprovechar ese ‘dinerillo’ extra.

Es por ello que me acojo a la tesis según la cual si un doblón de oro acuñado en el Perú está repetido, una sola moneda es patrimonio y las demás copias se pueden vender. Lo importante es que se establezca un estricto control sobre el manejo de esos recursos ‘monetarios’, y así se contribuya a despejar los temores que el columnista avizora, en cuanto a la eventualidad de que haya una repartija entre “el Estado insaciable y sus asociados en el hallazgo del “tesoro”.

Lo que se requiere en últimas para salir de toda duda, es que sea el propio Presidente de los colombianos quien manifieste ante el ‘concierto de las naciones’ que los recursos provenientes de ese tesoro (los cuales por ley expedida antes de su hallazgo ya forman parte del patrimonio nacional) serán el ‘capital semilla’ para afianzar la paz, en términos de financiar proyectos orientados a la consolidación de ese propósito, frente al cual el presidente cuenta con los dientes requeridos y solo se requiere la voluntad política para que siga traicionando a su propia clase.

En otras palabras, para que piense en que si no la pudieron hacer las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), él sí tiene en sus manos las riendas del Estado para sacar adelante una revolución social de corte liberal como la Revolución en Marcha de Alfonso López Pumarejo (1934-38), la cual se movió en un mundo de extrañas paradojas: el ascenso de las reformas populares en coincidencia con el ascenso del fascismo italiano, el falangismo español y el nazismo alemán que tantas simpatías despertaban en el entonces jefe máximo del Partido Conservador, Laureano Gómez, quien declaró una política de no colaboración con el gobierno de López Pumarejo.

Hoy se vive una situación similar, con unas despiadadas fuerzas reaccionarias también de corte fascista encabezadas por el senador Álvaro Uribe, quien ha cambiado la no colaboración por una sistemática obstrucción, con el agravante de que tiene confundida a gran parte de la población y trae el propósito de atravesarse como vaca muerta en medio de la autopista del posconflicto, contrario hasta la conspiración –como siempre- al anhelo nacional de una paz sólida y duradera.

Por estos días de Navidad en que la gente se encomienda al Divino Niño de Belén, yo propondría que nos encomendáramos a algo más real y tangible, por ejemplo al tesoro del galeón que porta el mismo nombre del padre putativo de ese niño. Y que convirtiéramos el San José en la embarcación insignia del propósito nacional de reconciliación que arrancará con la firma de los acuerdos, y que rodeemos al ‘capitán’ Juan Manuel Santos para que conduzca la nave a buen puerto en medio de la tormenta desatada por los que ya sabemos, y que todo el mundo entienda que cualquier transacción económica que se haga con ese tesoro será usado en la constitución de un tesoro aún más valioso, el de la paz.

¿Será mucho pedir, señor Presidente?

DE REMATE: En días pasados el procurador Alejandro Ordóñez anunció que está investigando al general Rodolfo Palomino, y a la vez salió en su defensa al afirmar que la Comisión que anunció el presidente Santos para estudiar lo ocurrido en la Policía, hace parte de los compromisos que ha asumido el Gobierno con las FARC. Aquí entre nos, ¿a eso no se le conoce como prevaricar?

martes, 8 de diciembre de 2015

Lo peor del periodismo son ciertos periodistas




Una vez le preguntaron a uno de los mejores periodistas del mundo, el catalán Enric González, qué era lo peor del periodismo. Él dijo que los lectores, pensando no en el lector individual sino en esa gran masa amorfa que prefiere lo fácil, que los hagan reír y cosas de esas. Enric estuvo en Medellín en octubre pasado para la entrega de los Premios Gabriel García Márquez; ahí un periodista de Semana.com le preguntó si aún creía en el periodismo independiente, y respondió con una pregunta: “Sí. ¿Cree usted en el periodismo dependiente?” (Ver entrevista).

Es una distinción necesaria y clarificadora, porque esas son las dos clases de periodistas que hoy existen: los independientes y los dependientes. Se podría pensar que estos últimos no clasifican como periodistas, en consideración a que la norma básica del periodismo es la independencia, pero concedamos que no estamos en un planeta de ángeles y serafines.

Concedamos a su vez que los periodistas independientes son la inmensa minoría, mientras que a los periodistas dependientes se les puede dividir en dos clases: los que dependen de otros periodistas –por ejemplo los redactores que trabajan para los editores-, y los que dependen del medio donde trabajan pero gozan del privilegio de ser las estrellas del medio respectivo, y por eso a menudo se les confunde con personajes de farándula a la altura –si es que es altura- de los cantantes, los actores o las presentadoras ‘buenonas’ de los noticieros.

A los periodistas que trabajan para los editores se les conoce como ‘cargaladrillos’, y es por donde se comienza, del mismo modo que para llegar a Papa se empieza por sacristán. Lo triste en el caso que nos ocupa es que son legiones de reporteros que más parecen desempeñando el papel de mensajeros, pues van a donde el personaje que les entrega una declaración en forma de noticia, la cual llevan, redactan y entregan al medio que la publica, sin que en ese trayecto la información sea sometida a comprobación o haya recibido un tratamiento creativo que la destaque del montón. El ‘mensajero’ fue a la fuente, recibió y entregó. Para eso lo contrataron, y su duración en ese empleo dependerá de que no se salga de la norma ni le dé por cuestionar el esquema. Y aquí podría contar mi experiencia como reportero de El Tiempo, pero la reservo para otro día.

La tristeza es mayor cuando se descubre que hay periodistas que gracias a sus esfuerzos y a su talento lograron un merecido prestigio, pero una vez llegados al curubito olvidaron que una de las funciones del periodismo es la vigilancia de toda forma de poder (por eso lo llaman el cuarto poder), y prefirieron armar roscas de vacas sagradas desde las que sirven a los intereses políticos o económicos de los dueños de los medios que los llevaron al estrellato, mientras procuran silenciar o invisibilizar a los colegas que se atreven a disentir de sus artimañas en el manejo de la información.

En lo político se dan situaciones llamativas como las de Claudia Gurisatti y María Isabel Rueda, quienes pusieron sendos noticiero y columna de opinión a favor de una causa política de derecha, en el primer caso de la mano del uribismo y en el segundo como pregonera de una ideología identificada con el Partido Conservador que la hizo elegir representante a la Cámara en 1998. Está además el caso ya aberrante de Ernesto Yamhure, quien le reportaba sus columnas de El Espectador al máximo jefe de las AUC, Carlos Castaño, y este le ordenaba agregar o suprimir determinados apartes: “Le pido un favor, inserte un párrafo donde alerte a las AUC sobre la importancia del cumplimiento de su palabra ante la opinión pública…”

En lo económico abunda el número de periodistas cuya pluma tiene un precio, y es Daniel Coronell quien se encarga de recordarnos tres casos: uno –y dos- el de William Calderón (La Barca), quien le cobraba a la Registraduría Nacional por contenidos que aparecían en su columna de El Nuevo Siglo y en la de ‘Juan Paz’, nombre este de la columna de Jairo León García hasta que la editora general de El Mundo de Medellín, Irene Gaviria, decidió suprimirla al constatar que “daba cabida a rumores sin confirmar y servía a agendas distintas a las periodísticas”. El tercer caso es el de Gustavo Álvarez Gardeazábal, amigo de los dos anteriores, sacado de La Luciérnaga de Caracol según él por presiones del alto gobierno pero según su director, Gustavo Gómez, porque “uno puede trabajar con gente que no lo quiera a uno… siempre y cuando sean honestos y no se lucren con lo que dicen al aire”.

Es esta clase de supuestos periodistas (en realidad activistas políticos camuflados o mercachifles de la información) la que representa una vergüenza pública para una profesión que con el paso de los días se desdibuja más, a tal punto que hoy el primer diario del país es una de las tantísimas propiedades de un banquero, y el dueño del primer canal de televisión es un industrial de las gaseosas y el azúcar.

Esto no significa que debamos decir ‘apague y vámonos’, porque paralela a la mercantilización de los medios avanza la lucha de los periodistas que aún creen en la rectitud profesional y en la búsqueda implacable de la verdad, y solo en esta columna ya he mencionado tres, incluyendo a un catalán. Pero conviene desconfiar de los que le ponen precio a su conciencia, y también de quienes un día deciden lanzarse a la política y luego regresan al periodismo, como si existiera una puerta giratoria que les permite estar saliendo y entrando a su amaño.

DE REMATE: A pesar de las diferencias con la ex uribista Vicky Dávila, aprecio y admiro el trabajo que realizó en torno a la corrupción generalizada que se vive en la Policía Nacional y me solidarizo con la colega ante los intentos que se hicieron desde esa institución para espiar, intimidar y tratar de torpedear la publicación de la explosiva información que publicó La FM de RCN.

martes, 1 de diciembre de 2015

Y ahora, ¿qué estará pensando María Isabel?




Bien interesante la entrevista que la semana pasada le concedió a W Radio el ex embajador de Estados Unidos en Colombia, Myles Frechette, tanto por lo que dijo como por lo que dejó entrever en lo que no dijo.

Interesante también que hubiera sido María Isabel Rueda a quien Julio Sánchez Cristo le concedió el honor del primer lance en la entrevista, situación que aprovechó para preguntar algo cuya respuesta descalificaba a Ernesto Samper como presidente de Unasur, pero apenas Frechette comenzó a hablar de su hipótesis sobre los verdaderos asesinos de Álvaro Gómez Hurtado, la señora Rueda desapareció de la escena como si se la hubiera tragado la tierra… (Ver entrevista).

Lo llamativo está precisamente ahí, en que resulta del todo pertinente saber qué estará pensando María Isabel sobre esto que dijo el entrevistado: “no imagino por qué el presidente Samper y Horacio Serpa hubieran querido matar al señor Gómez Hurtado. Es que no me suena, no es lógico”.

Lo que sí imagina Frechette es que “gente de derecha en algún momento decidieron (sic) hacer un golpe, y le preguntaron a Álvaro Gómez como una persona de gran eminencia, que si él podría encabezar ese golpe. Yo imagino que él como persona muy inteligente y constitucionalista hubiera dicho ‘miren, déjenme pensarlo’. Yo creo que él lo pensó, y lo rechazó. En ese momento los conspiradores decidieron matarlo, porque ellos sabían que en algún momento, según las circunstancias, él podía delatarlos”.

En esa entrevista faltó también que María Isabel le hubiera preguntado a Frechette qué pensaba de la declaración de Hernando Gómez Bustamante, alias ‘Rasguño’, según la cual Samper y Serpa mandaron una razón a unos mafiosos del Valle para que mataran al dirigente conservador. Ella era la indicada para preguntarle eso al embajador, porque es quien más divulga a los cuatro vientos la versión de ‘Rasguño’, pese a que ocho años atrás (4 de agosto de 2007), basada en esa misma declaración escribió una columna para Semana donde dijo esto: “siempre he creído en la teoría de que un crimen de Estado acabó con la vida de Álvaro Gómez, entendiendo por ello la posibilidad de que miembros de las Fuerzas Armadas, aliados muy probablemente con el narcotráfico del Valle, sin conocimiento de Samper, hubieran planeado y efectuado el magnicidio”. (Ver columna).

Es muy extraño que la Rueda hubiera dado ese giro de 180 grados tomando en ambos casos como base la misma declaración de un mafioso, y más extraño aún es que ella siga empecinada en negarse a aclarar tan protuberante contradicción (lo cual por cierto provocó mi salida de Semana), pero el récord de la extrañeza lo batió cuando no se atrevió a preguntarle a Frechette por la credibilidad de la versión de ‘Rasguño’ que ella tanto pregona. Y si no lo hizo no fue por distraída sino porque la respuesta habría puesto en evidencia la falsedad de su acusación contra Samper y Serpa, que ella utiliza con el doble propósito de causar daño político a dos dirigentes liberales y a la vez distraer la atención sobre los verdaderos asesinos de Álvaro Gómez. Sea como fuere, si hoy algo queda claro es que ella representa la vanguardia periodística de las ideas conservadoras en Colombia.

En la entrevista citada Frechette relató el ambiente altamente conspirativo que se respiraba antes y después de ese crimen: “en agosto del 95 (tres meses antes del homicidio) se me acercó mucha gente, algunos muy prestantes, para preguntarme cuál sería la reacción de EE UU si hubiera un golpe de Estado contra Samper. Yo les dije a todos (…) olvídense, ya no hacemos golpes de Estado. (…) Incluso uno me dijo: ¿y usted no quiere chequear con Washington?”. Al margen de la curiosidad de saber quién fue ese “uno” que tanto interés tenía en chequear con los de arriba, resulta bien llamativo observar que el único militar que mencionó con nombre propio fue el general Harold Bedoya, de quien recordó con precisión de mes y año una edición de Semana titulada Ruido de sables: “¿Y quién estaba en la tapa? El general Bedoya”, dijo Frechette.

La entrevista al embajador fue a raíz del lanzamiento del libro ‘Frechette se confiesa’, de Gerardo Reyes, de cuyo contenido el entrevistado confiesa que “no cuento todo, porque hay secretos de Estado que no los voy a contar”. Es aquí donde cobra validez lo que Frechette pudo haber ‘deslizado’ sin ser infidente ni generar un conflicto diplomático, y en este contexto cobra relevancia otro libro relacionado con el mismo tema: ‘Memoria de un golpe’, escrito por el ultraconservador Pablo Victoria, quien se atreve a hablar no de una sino de dos conspiraciones golpistas, una encabezada por el entonces comandante de las Fuerzas Armadas, general Camilo Zúñiga (oh sorpresa, pues siempre se le creyó leal a Samper) y otra por el comandante del Ejército, Harold Bedoya, quien se sublevó a la orden que le dio el presidente de pedir la baja, por lo que debió ser retirado mediante decreto el 24 de julio de 1997.

Lo anterior conduce a pensar que María Isabel Rueda se halla en el lugar equivocado cuando persiste en darle validez a la declaración trasnochada de un mafioso que sustenta su dicho en tres sujetos de su misma calaña y, vaya coincidencia, todos muertos: Efraín Hernández, alias ‘don Efra’; Orlando Henao, alias ‘El hombre del overol’; y el coronel de la Policía Danilo González, ajusticiado por los narcos a los que sirvió. Pero el punto no está ahí, sino en que ahora más que nunca está obligada a decir qué piensa de la afirmación de Myles Frechette según la cual a Gómez Hurtado lo asesinó esa “gente de derecha” tan cercana a los afectos políticos de la señora Rueda.

Soy partidario incluso de que si persiste en callar se le debería exigir desde lo ético su renuncia al periodismo (y su regreso a la política), pues con su incriminatorio silencio deshonra una profesión cuya más sagrada misión es bien clara: la búsqueda implacable y desinteresada de la verdad.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Se le fueron las luces a...




La expresión “se le fueron las luces” alude a cuando alguien pierde el sentido de la sindéresis y dice o hace algo que no corresponde al sentido común o a las buenas maneras. Para el caso que hoy nos ocupa he confeccionado un rosario de ‘perlas’ ocurridas en días recientes. En unos casos una sobrecarga de energía provocó un simple chispoteo, y en otros un verdadero corto circuito:

Se le fueron las luces al presidente Juan Manuel Santos en entrevista con el agudo periodista Stephen Sackur, del programa Hard Talk de la BBC. Cuando este le preguntó en inglés que si de no aprobarse el plebiscito “would you just walk away?”, Santos contestó: “Sí, ese es el compromiso que adquirí desde el principio”. Como la expresión “walk away” significa por igual ‘pararse de la mesa’ y ‘renunciar’, el periodista insistió: “Perdón, señor presidente, pero en ese caso a usted le tocaría renunciar”. Y Santos respondió: “Bueno, pues me vería en serias dificultades políticas”. Como quien dice, dejó abierta la puerta a una eventual renuncia a la Presidencia…

Se le fueron las luces al timonel de la Selección Colombia, James Rodríguez, cuando empujó de mala manera al mediocampista Daniel Torres en el partido Colombia Argentina. Donde manda capitán no se empuja al compañero.

Se le fueron las luces a Rafa Benítez cuando en el partido Real Madrid - Barcelona sacó a James Rodríguez en el minuto 55, pese a ser el único que luchaba para cambiar un marcador que al final redondeó la debacle: 4-0, en su propia casa. Apague y vámonos.

Se le fueron las luces al fiscal Eduardo Montealegre cuando presa de una debilidad humana (demasiado humana), en el curso de tres años contrató a Natalia Lizarazo por un total de 4.276 millones de pesos. Subyugante favoritismo, con exiguos resultados.

Se le volvieron a ir las luces al fiscal Montealegre con la cortina de humo que fabricó a las volandas para tapar lo de su amiga Natalia. En rueda de prensa anunció imputación de cargos contra la actriz Carolina Sabino por el delito de aborto, basado en una conversación privada que se le incautó al hacker Andrés Sepúlveda. Luego, hizo como los gatos: para tapar la embarrada anunció en otra rueda de prensa (pues es adicto a ellas) la presentación de un proyecto para la aprobación del aborto sin discriminaciones hasta el tercer mes del embarazo. Él sabe que su atropellada idea no tiene ninguna posibilidad de pasar, pero no le importa. Se trata es de poner a la gente a mirar para otro lado.

En dos descargas consecutivas se le fueron las luces a la senadora Nidia Marcela Osorio: primero cuando confundió a Einstein con Maquiavelo, y en días recientes cuando confundió al congresista Germán Barón con Jorge Barón…

Se le fueron las luces al defensor del pueblo, Jorge Armando Otálora, con las múltiples expresiones de maltrato y acoso laboral denunciadas por sus subalternos, entre ellos su secretaria privada, quien le renunció. Como dijo el periodista Daniel Coronell en columna reciente, “Otálora es un gran abogado, un hombre de ejemplar superación, muy poderoso y bien conectado (pero) los hechos denunciados acaban con su autoridad moral para ser defensor del pueblo”.

Se les fueron las luces al secretario permanente del episcopado colombiano, obispo Daniel Falla, y a monseñor Juan Vicente Córdoba al obligar a la Universidad Javeriana a clausurar el foro sobre aborto legal que se iba a realizar con el auspicio de la Fundación Buen Gobierno, Profamilia y Women’s Link. Baculazo de intolerancia, desde la óptica del dogma religioso.

Se le fueron las luces –de nuevo- al precandidato republicano Donald Trump al declararse a favor de restablecer la tortura conocida como simulación de ahogo (waterboarding), practicada por la CIA en Irak y Guantánamo. Ojo por ojo, hasta que todos quedemos ciegos.

Se le fueron las luces a Nicolás Maduro –de nuevo- cuando le agradeció al ‘halcón’ Vladimir Putin sus esfuerzos por la paz mundial.

Se le fueron las luces a la indolente, insultante y desalmada señora María Fernanda Cabal, representante (¿de qué, ah?) a la Cámara por el Centro Democrático, al pintar en varios trinos a Juan Manuel Santos y a sus negociadores en La Habana como auxiliadores –también- del terrorismo islámico. Histeria fríamente calculada, para no entrar en interpretaciones sicoanalíticas.

Se le fueron las luces al procurador Alejandro Ordóñez en su descalificación del Acto legislativo para la paz: “No hay mucha diferencia –dijo- con la Ley Habilitante de 1933 que le dio poderes dictatoriales a Hitler y a su gabinete". Y agregó: “las leyes para la paz se van a hacer a dos manos, Santos y Timochenko”. Cualquier parecido con la histeria de la señora Cabal no es simple coincidencia.

DE REMATE: El narcoparamilitar Diego Murillo Bejarano, alias ‘don Berna’, involucró directamente al entonces coronel Mauricio Santoyo en la desviación de la investigación por el asesinato del periodista y humorista Jaime Garzón, siendo director del Gaula Antioquia. Santoyo ascendió luego a general de tres soles hasta convertirse en el jefe de Seguridad del presidente Álvaro Uribe. Hoy está preso en Estados Unidos por “otorgar apoyo material a grupos terroristas” (o sea paramilitares) y es cuando uno se pregunta: ¿será posible que Uribe no conociera las andanzas del hombre en quien más debía confiar?

miércoles, 18 de noviembre de 2015

¿María Fernanda Cabal es una vieja histérica?


 


El mismo día que el grupo yihadista Estado Islámico (EI) produjo casi 200 víctimas mediante ataques simultáneos de hombres suicidas, Semana.com publicó un artículo donde preguntaba si ‘¿María Fernanda Cabal se “burló” de ataques en París?’.

En realidad habría que preguntar si la señora Cabal está en sus cabales, pero lo llamativo no fue el signo de interrogación ‘políticamente correcto’ sino la imagen que acompañó el artículo: una mujer de mirada torva, uñas largas y filudas, arrugas en la comisura de los ojos, sonrisa demoníaca, nariz pico de águila y rostro maquillado al extremo, sosteniendo en su mano derecha un buitre que grazna amenazante mientras otro se posa sobre su cabeza, en actitud ídem. (Ver imagen).

Esa imagen lleva implícita la posición editorial de Semana frente a tan retorcido personaje, y el ‘punto de vista’ debió venir de bien arriba, y la única interpretación posible es que estamos frente a una bruja. Ahora bien, el artículo podría ser objeto de análisis en las facultades de Comunicación porque desde el titular se percibe cómo se manejan los hilos del poder en Colombia, con signos de interrogación que le impiden al redactor afirmar y obligan al editor a camuflar lo evidente: que María Fernanda Cabal sí hizo burla de esos ataques en París.

Si pidieran mi opinión, diría que estamos es frente a un buitre desalmado y calculador al que le gusta la carroña y poco le importa ser el hazmerreír ante círculos en apariencia ‘cultos’, porque su papel estratégico consiste en llegar a unas masas ignorantes pero equivocadas de buena fe para convencerlas de que Juan Manuel Santos está emparentado con los amos de la maldad universal, como ya expliqué en columna reciente sobre su patrón Álvaro Uribe, quien la puso en la Cámara de Representantes sin que ella hubiera tenido que hacer un solo movimiento de escoba para recoger un solo voto.

Pero está además la hipótesis de un psiquiatra amigo mío, que no la baja de “vieja histérica”, y sustenta su dictamen en una eventual anorgasmia de la sujeta en cuestión, lo cual le estaría provocando en su fuero íntimo esos ataques descontrolados de histeria política. (Ver definición de anorgasmia). Más de un millón de veces le he dicho a Daniel que no sea exagerado, pero él insiste en que el fenotipo de amargura y su cara de eterna frustrada le conceden la razón.

Sea como fuere, no se requiere mayor erudición para comprender que los trinos que desde su lengua viperina escupió esa señora destilan un mensaje maligno, como es el de ubicar al gobierno de Juan Manuel Santos y a sus negociadores de paz al mismo nivel de los terroristas que ejecutaron semejante matazón, como si hubieran sido los auspiciadores de esos criminales: “Urgente enviar a de la Calle, Sergio Jaramillo, generales Mora y Naranjo, a negociar con los yihadistas. Ellos arreglarán el problema!” (Ver trinos).

Todos por igual, gobierno de Colombia, negociadores de paz, guerrilleros de las FARC y asesinos despiadados del EI quedaron ahí rebajados a la misma condición de terroristas empeñados en causarle el mayor daño posible a la civilización cristiana. Esto es hundir el dedo en la llaga del dolor para provocar un efecto político, y encierra el mismo propósito perverso con el que en rechazo a la tregua anunciada por las FARC, la señora Cabal publicó hace unos meses la foto de una bebé asesinada, con este mensaje: "No podemos olvidar el daño que nos han hecho. Dolor de patria!!"

Dolor de patria, sí, porque es la misma “persona” (y persona se escribe también con P de Puerca) que el día del fallecimiento de nuestra más grande gloria literaria nacional vomitó de su pestilente magín estas palabras teñidas de ignominia: "Pronto estarán juntos en el infierno", haciendo referencia a una foto en la que Gabriel García Márquez y Fidel Castro aparecían juntos.

Dolor de patria es ver que en Colombia la política se ha envilecido tanto que a una representante a la Cámara (‘madre de la patria’, qué vergüenza…) le está permitido cometer tal bajeza y eso no le ocasiona ni siquiera una moción de censura de sus colegas legisladores.

Es en momentos como este, ante un personajillo rufianesco como el que encarna la susodicha ‘representante’ (¿representante de qué, ah?), cuando una palabra aflora impetuosa a nuestros labios pero, por respeto con nuestros apreciados lectores –y lectoras-, no nos atrevemos a pronunciarla: Miserable.

DE REMATE: Según la definición de Wikipedia arriba citada, “la anorgasmia es tratable siempre y cuando el paciente coopere con el terapeuta”. En el caso que nos ocupa, dice mi amigo el psiquiatra que el tratamiento le está negado: si hay algo en lo cual la paciente se niega a cooperar, es en el tema de la paz. Ese orgasmo no va con ella. A ella lo que le gusta es repartir ‘chumbimba’, como fiel representante de su clase.


martes, 10 de noviembre de 2015

Petro, Peñalosa, polarización, presidencia…




Lo que acaba de pasar con la elección de Enrique Peñalosa y el voto de castigo contra Gustavo Petro por su atropellada aunque bien intencionada Bogotá Humana deja una huella en la historia de Colombia, pero de ningún modo significa que Peñalosa tiene ganado el cielo ni que Petro desaparezca de la escena política, a pesar de lo golpeado que quedó.

Como primer dato llamativo, Peñalosa ganó con una proporción de votos casi igual a la que obtuvo Petro hace cuatro años, 33 por ciento. Esto augura una nueva administración polarizada si el alcalde entrante no abre compuertas hacia el entendimiento con sus contradictores, que al día de hoy serían el 65 por ciento que votó por los otros candidatos, después de descontar el 12 por ciento que el Centro Democrático le puso a Francisco Santos, quien corrió a endosárselos al triunfador de la jornada en un gesto que habla del talante servil del endosador.

Desde el 1 de enero de 2012 todos los enemigos de Gustavo Petro estaban interesados en que le fuera mal, y el primer recuerdo que llega es una columna de María Isabel Rueda titulada La paja de Petro, escrita apenas a los 15 días de posesionado, donde se despachó con un ‘balance’ pormenorizado de sus anuncios y concluyó que “el 95 por ciento de sus propuestas no es viable, como se ha venido a demostrar en los pocos días que lleva como alcalde”. ¿Cómo es posible que cuando aún le faltaban 1.400 días de gestión, alguien pueda hacer un balance tan negativo de una obra de gobierno? ‘Pensar con el deseo’ llaman a eso, pero lo peor es que parte de sus anhelos se le cumplieron.

Desde esos primeros días ya se veía que la consigna era hundir a Petro, y a ella concurrieron entusiasmados desde los medios de comunicación –a cuyos propietarios no les convenía la administración exitosa de un ex guerrillero en el segundo cargo del país- hasta su más enconado adversario, el Procurador General de la Nación, quien se agarró de una decisión administrativa en torno a las basuras para descargar su furia divina mediante una fulminante destitución que a todas luces tenía el propósito de abortarle una futura aspiración a la Presidencia de la República. Si hubo alguien que se encargó de polarizar la escena política en Bogotá fue Alejandro Ordóñez con su arbitrario despido, tan arbitrario que el mismo despido le abortó: no se alcanzó a formar la criaturita, o mejor, el engendro.

Pero fue el propio Petro quien se encargó de colmarles las expectativas a sus contrarios, pues desarrolló un estilo de gobierno pendenciero y soberbio, a veces camorrista, del que no se salvaron ni amigos suyos de la talla de Antonio Navarro, Carlos Vicente de Roux o Daniel García-Peña, quien le renunció después de llamarlo “déspota de izquierda”.

Lo cierto es que al final de sus días de alcalde Petro terminó respondiendo por escrito a los duros cuestionamientos de María Isabel Rueda –con lo cual la graduó de opositora-, y aliándose con la candidata del Polo como medida extrema de supervivencia, pese a haber salido de ese partido dando un portazo en compañía de De Roux tras acusar a su dirigencia de corrupta.

Hoy sus enemigos y detractores están de plácemes con la llegada de Enrique Peñalosa, y es tal el arrebato de triunfalismo mediático, que cobra sentido este trino de @julian_ortegam_: “La pregunta no es cuál medio está con Peñalosa, sino cuál no lo está”. No se puede negar que durante la gestión de Petro hubo una especie de matoneo por parte de medios como Caracol, RCN, El Tiempo, CM& e incluso Semana, pero me atrevo a decir que fue expresión concomitante de la lucha de clases que el propio alcalde se encargó de encender y atizar desde el Palacio Liévano, con las consecuencias ya conocidas no solo para él sino para la izquierda, que trunca así –y quién sabe hasta cuándo- lo que parecía un camino expedito hacia la Presidencia de Colombia con su llegada a la alcaldía de Bogotá.

Hablando de presidencia, la noche del triunfo Peñalosa dijo en medio de emocionado llanto que su interés no era ser presidente sino “el mejor alcalde de Bogotá en toda su historia”. Se le abona la aclaración, aunque a sabiendas de que nada hay repudiable en querer aspirar al primer cargo de la Nación, siempre y cuando el desempeño del segundo le otorgue los méritos requeridos para el ascenso.

A eso mismo aspiraba y sigue aspirando Gustavo Petro, con la diferencia de que este arranca con la pólvora mojada y, como dijo su propio hijo Nicolás, “la izquierda necesita renovar sus liderazgos”. A Petro se le desea le mejor en su bien intencionado propósito de cambiar el país, pero se le hace una cordial invitación a domesticar esa soberbia suya tan afín a la de otro político de cuyo nombre no puedo acordarme.

DE REMATE: Con motivo de los 30 años de la barbarie en el Palacio de Justicia, dos frases estremecedoras en la última columna de Alfredo Molano
- "Fue la fuerza pública la que emboscó a la guerrilla, la dejó entrar a la ratonera para liquidarla y de paso liquidar como autoridad el gobierno de Belisario".
- "¿Cuántos tiros de las armas del M-19 tenían los muertos? Ni uno solo. Todos salieron de los fusiles oficiales".

martes, 3 de noviembre de 2015

A Álvaro Gómez lo mataron los suyos




Este lunes 2 de noviembre se cumplieron 20 años del asesinato del dirigente conservador Álvaro Gómez Hurtado, el cual fue planeado y ejecutado por un ‘aparato organizado de poder’, mediante el cual los autores intelectuales tuvieron el dominio del operativo pero los autores materiales, o sea los gatilleros, no supieron quiénes los contrataban.

A ese aparato de poder se refirió el entonces embajador de Estados Unidos en Colombia, Myles Frechette, cuando el 22 de enero del año en curso le dijo al canal NTN24 quiénes creía que habían sido los asesinos: “Creo que fueron algunos derechistas y militares los que pensaron en eso, quienes habían hablado con Álvaro Gómez de un posible golpe que se venía discutiendo mucho en Bogotá, y (…) cuando les dijo que no, ahí sin él hubiera sido visto como una burda intervención de los derechistas. Yo creo que por esa razón uno de ellos mató a Álvaro Gómez”. (Ver entrevista).

Frechette era sin duda el hombre mejor informado durante el gobierno de Ernesto Samper, más que el mismo presidente. Y a pesar de que su declaración sugiere –o se convierte en obligante- orientar las investigaciones en esa dirección, hay precisamente un grupo de “derechistas” empecinados en culpar a Samper de haber instigado a unos mafiosos para que se encargaran del crimen, basados en una declaración de Hernando Gómez Bustamante, alias ‘Rasguño’, un sujeto a quien una Corte de Nueva York condenó a 30 años de cárcel luego de sentenciar que “todas las declaraciones que había entregado el narcotraficante en procesos como el del magnicidio de Álvaro Gómez (…) carecían de veracidad y hacían parte de una estrategia para tratar de buscar beneficios jurídicos que le ayudaran a rebajar su condena”. (Ver sentencia).

Y si mayor precisión se requiere, la revista Semana examinó con lupa esa declaración de ‘Rasguño’ en la que pretendió incriminar tanto a Samper como a su entonces ministro del Interior, Horacio Serpa, y concluyó que el hombre “¡Está loco!”. (Ver artículo).

Pese a tan contundentes pruebas de la falsedad de ese testimonio, personas como las periodistas María Isabel Rueda y María Elvira Arango (ex empleadas de Álvaro Gómez), y dos miembros de la familia del inmolado –Enrique Gómez Hurtado y su homónimo hijo- persisten en darle credibilidad a ese sujeto, mediante una campaña de propaganda negra orientada más a desviar la atención que a la búsqueda imparcial de la verdad.

Ahora bien, cualquiera podría pensar: ¿qué interés tendría la familia del inmolado en ocultar a los verdaderos asesinos? Pertinente la inquietud, si no fuera porque diversos interrogantes que incluso moverían al escándalo, no han obtenido la debida respuesta. Para la muestra estos botones:

¿Cómo explica Enrique Gómez Hurtado la reunión clandestina que sostuvo en su propia casa con el coronel Bernardo Ruiz Silva por los días en que este huía de la justicia tras ser cobijado con orden de detención, acusado de haber dirigido el complot para asesinar a su propio hermano? Su deber era ponerlo en conocimiento de la autoridad, y al omitirlo habría incurrido en el delito de encubrimiento. En entrevista con el periodista Herbin Hoyos a raíz del lanzamiento del libro ‘¿Por qué lo mataron?’, cuando este le preguntó por esa cita furtiva, así respondió: “Sí, lo vi. Me visitó clandestinamente cuando estaba perseguido. Me fue a ver a mi casa y estuvimos hablando un  par de horas”. No se trata de acusar al anfitrión, pero mientras no haya explicación a tan extraño suceso, queda la impresión de un Caín en turbio lance.

¿Cómo hace además el abogado Enrique Gómez Martínez para no entrar en conflicto de intereses con su propia familia al defender al único condenado que hubo por el asesinato de su tío, en el trámite de un recurso de revisión que busca anular la sentencia, siendo que se trata de un proceso en el que la familia intervino con su entonces apoderado Hugo Escobar Sierra, participó como parte civil y estuvo de acuerdo con la condena? En el programa Los Informantes del 12 de octubre de 2014 Gómez Martínez contó que hoy es el apoderado de Héctor Paul Flórez, a quien la justicia condenó a 40 años de cárcel porque se le probó que había sido el que disparó sobre la humanidad de Álvaro Gómez, pero a quien el abogado defensor ahora considera “un chivo expiatorio”.

Enrique Gómez omite contar que Flórez fue reconocido por numerosos testigos como uno de los tres que dispararon, y que entre esos testigos estuvo José Guillermo Vélez Montenegro, quien  según reza en el expediente “apenas lo reconoció (…) el reconocedor rompió en llanto y excitación cuando observó el tatuaje con las iniciales RC que en la mano izquierda tiene Héctor Paul Flórez”.

El motivo por el cual buscan anular la sentencia es de una claridad prístina, pero con una intención que podría hacer revolcar a AGH en su tumba: mientras haya al menos un condenado, la familia no puede hacerse merecedora de una multimillonaria indemnización. Eso no lo digo yo, lo dijo la misma María Elvira Arango en el programa aludido: “El caso está a un año de prescribir y, con Héctor Paul condenado, el crimen no puede ser declarado de lesa humanidad”.

Sumémosle a lo anterior la versión que tenía el jefe paramilitar Carlos Castaño sobre ese crimen, del que en su libro ‘Mi confesión’ (página 234) cuenta que lo visitó el narcotraficante Orlando Henao Montoya y esto le dijo: “Vengo en representación de un importante grupo de personajes colombianos y queremos ofrecerle un millón de dólares por asesinar a Álvaro Gómez o al ex fiscal Alfonso Valdivieso”. Y a renglón seguido agrega: “Ellos podían hacerlo solos, pero querían involucrarme en el magnicidio”. ¿Pudieron haber sido representantes del gobierno de Ernesto Samper los “personajes” que lo visitaron? Por supuesto que no.

Y en esa misma página dice, sobre su autoría: “primero no tuve nada que ver, y segundo, la verdad ya la conocen los afectados (la familia Gómez Hurtado). Entre ellos y los victimarios parece que se hubiese pactado un armisticio sordo y rencoroso”. No significa esto que algún miembro de esa familia haya formado parte del complot para asesinar al político conservador,  sino que parecieran saber quiénes fueron los verdaderos culpables, pero la verdad podría ser tan demoledora que asumen como patriótica misión la tarea de contribuir a que la opinión pública mire hacia otro lado. ¿Hacia dónde? Pues hacia lo que tienen más a la mano y les puede representar mayor rédito político, los ex gobernantes liberales Ernesto Samper y Horacio Serpa.

Es por eso que cuando desde el título de esta columna digo que a Álvaro Gómez lo mataron los suyos, en realidad no lo estoy diciendo yo sino (revelando) Carlos Castaño, quien siempre se definió a sí mismo como “un conservador de raca mandaca”.

Ah, por cierto: a Castaño también lo mataron los suyos, y el motivo en parte fue el mismo por el que según Frechette inmolaron a Gómez Hurtado: porque ‘sabía demasiado’. ¿Quién entiende a estos “derechistas”, ah?

DE REMATE: El conocimiento que tengo del tema tras varios años de investigación, me llevó a plantear en columna anterior la hipótesis según la cual habría coincidencias entre los asesinatos de Álvaro Gómez y el humorista Jaime Garzón, tanto en posibles autores como en el ‘modus operandi’. Y para despejar dudas no sobra invitarlos a leer el libro Objetivo: hundir a Serpa, donde le pregunto al dirigente liberal sobre el asesinato de AGH hasta agotar el tema, en un trabajo que mi editor llamó “una entrevista sin contemplaciones”.

miércoles, 28 de octubre de 2015

Santander: ganaron Didier, el voto de opinión y Serpa




El triunfo de Didier Tavera a la gobernación de Santander y el sorprendente segundo lugar del independiente Leonidas Gómez tienen de positivo que mandaron al tercer y cuarto puestos a los ominosos candidatos de la familia Aguilar, Holger Díaz y Carlos Fernando Sánchez. Si se hubieran unido habrían derrotado al candidato liberal con una diferencia de 77.000 votos (388.786 contra 311.478), pero cometieron el fiasco de anunciar el postre cuando todavía no había cuajado, y al permanecer divididos le abrieron las puertas a la esperanza de un Santander mejor. Y esto último sí cuajó.

En columna anterior –pensando con el deseo- me atreví a pronosticar que el hijo del coronel se encargaría de atajar a su propio padre, y hoy elevo una acción de gracias a san Richard por todos los favores recibidos. (Ver columna anterior).

Bien llamativo observar que Leonidas le ganó a Didier en los cuatro municipios del área  metropolitana de Bucaramanga (181.946 votos contra 120.904), o sea que si hubiera dispuesto de más tiempo y plata para hacerse conocer en pueblos y veredas, el voto de opinión habría ganado en todo Santander de modo aleccionador, sumado al triunfo de Rodolfo Hernández en Bucaramanga. Hoy Gómez se avizora como el próximo gobernador de Santander, y desde ya es el jefe ‘natural’ de la oposición al mandatario entrante. Esto es sano para la democracia, porque le corresponde a un digno rival vigilar la buena marcha de la administración liberal.

Otro aspecto que no se puede soslayar es -duélale a quien le duela- la forma tan hábil como Horacio Serpa ­logró arrebatarle el poder a la familia Aguilar luego de la derrota sufrida hace cuatro años, mediante una jugada de corte ajedrecístico, al mejor estilo Karpov. Esta consistió en acercarse a quien lo derrotó y relacionarlo con Juan Manuel Santos, y luego conseguir su apoyo a la reelección del presidente, lo cual a su vez permitió que el candidato de Richard recibiera el aval del partido de Santos (La U), y que este a continuación le reservara un ministerio en contraprestación al apoyo recibido… hasta tenerlo tan comprometido que cuando le pintaron pajaritos de oro desde las toldas de su padre, ya era más santista que amoroso hijo.

Parte de la jugada de Serpa consistió en ‘conquistar’ para su causa al mismo candidato que había derrotado ocho años atrás. Ahí fue cuando debió convencerse de que solo con Didier sería posible recuperar el poder perdido, basado en la fórmula matemática infalible según la cual 1+1=2. Esto le representó el desprecio de su amigo de infancia Alejandro Galvis, dueño y director de Vanguardia Liberal, un medio donde a partir de tan deplorable ruptura no se volvió a ver el nombre de Horacio Serpa, ni impreso ni pronunciado. Ahora bien, ante el triunfo ‘liberal’ de este domingo lo recomendable sería que se den las condiciones para sanar las heridas y renovar los lazos de una amistad que se remonta a las aulas escolares.

 En lo que a Didier respecta, es obvio que el pasado narco de su padre, asesinado por fuerzas no del todo claras, le representó una carga negativa muy pesada en la campaña. Pero su gran mérito fue haber superado tan difícil escollo y demostrado (así parece) que no tiene ninguna cuenta pendiente con la justicia. Tavera alega que a él le armaron un proceso judicial con falsos testigos para tratar de abortar su candidatura, y habrá que creerle mientras los tribunales no se pronuncien en sentido contrario, máxime cuando ya sobre el terreno estratégico, logístico y ‘carismático’ era el único en condición real de derrotar al militar de autos. De ahí precisamente se desprende el lado pragmático de Serpa, al aliarse con la carta ganadora, que muchos se niegan a entender pero que en últimas resultó más benéfico que dañino para el departamento.

El ganador indiscutible de la jornada fue el voto de opinión, que al lado de Leonidas hizo dupla con la sorpresiva alcaldía de Bucaramanga conquistada a pulso limpio por el ‘veterano’ Rodolfo Hernández, a quien ninguna encuesta daba como ganador, casi todas lo ponían de cuarto y solo una del Centro Nacional de Consultoría ubicó de segundo, detrás de Carlos Ibáñez, cuya derrota podría entenderse como el principio del fin de las hegemonías políticas, siempre y cuando Hernández logre hacer una buena alcaldía.

Gómez y Hernández tuvieron en común un mensaje de lucha contra la corrupción que terminó calando y reavivó ese espíritu de rebeldía impreso en los corazones santandereanos desde la revolución de los Comuneros, punto de partida para la Independencia del yugo español.

Ahora a Didier le corresponderá demostrar que la corrupción administrativa era con otros y no con él, pues solo así se confirmaría que han comenzado a soplar nuevos vientos para Santander, en cuyo caso pudiera reeditarse dentro de cuatro años una muy atractiva contienda entre el empresario Leonidas Gómez y el liberalismo que hoy representa el gobernador elegido.

DE REMATE: El perdedor indiscutible de la jornada fue Álvaro Uribe Vélez y su partido Centro Democrático, compuesto en su dirigencia por lacayos y en su inmensa mayoría por ignorantes y equivocados de buena fe. Como dije en columna reciente, que espero resulte también premonitoria, “la paz los aniquila”.