martes, 30 de noviembre de 2021

Escuchen a ‘Fabián Ramírez’: ¿claudicó la paz?

 


Tomado de El Espectador

Busqué a Benito Cabrera, o ‘Fabián Ramírez’ dentro de las Farc, porque me habían contado que desde cuando pertenecía a la comandancia del bloque Sur sostenía marcadas diferencias con ‘Carlos Antonio Lozada’, o Julián Gallo. Fuentes confiables aseguran que no se podían mezclar, eran como agua y aceite.

Quería preguntarle su opinión sobre la autoinculpación que hizo Lozada a nombre de las Farc, como supuesto autor intelectual del asesinato del asesinato de Álvaro Gómez Hurtado, por aparente orden del fallecido ‘Mono Jojoy’ y ejecutada por cuatro miembros de la Red Urbana Antonio Nariño (RUAN) que operaba en Bogotá bajo su mando, todos también fallecidos.

El tema fue abordado al final de la entrevista, y Ramírez dejó la impresión de que es más lo que calla que lo que sabe, quizá alentado por el propósito de no hacerle un daño irreparable al proceso de paz. Pero dejó un hilo del que se podrá halar más adelante. Soy un escéptico de esa autoinculpación, lo he dicho en varias columnas. Y si no se le ve asidero a que las Farc hayan ordenado el crimen del dirigente conservador, menos a que se hayan encargado además de matar al general Fernando Landazábal y al excomisionado de paz Jesús ‘Chucho’ Bejarano. (Ver columna).

En referencia a la implementación del acuerdo de paz que se firmó hace cinco años, no deja de sorprender el tono de las discrepancias que ‘Fabián Ramírez’ expone frente al Secretariado de las Farc, donde el panorama oscuro que vislumbra lo resume en esta frase: “Yo al acuerdo de paz no le veo ningún futuro”. (Ver entrevista).

No sobra advertir sobre la dificultad para entrevistar a ‘Fabián Ramírez’. Hubo un primer encuentro en el que se negó a responder, manifestó que antes debía consultar con sus abogados, ante el calibre de las preguntas contenidas en el formulario que le entregué. Y nos despedimos. La segunda dificultad fue volverlo a ubicar, pues no quiso suministrar número de celular ni correo electrónico. Dijo que él se comunicaría, como en efecto lo hizo, tres meses después.

Pareciera que hoy Benito Cabrera se cuida por igual de los suyos -que lo expulsaron del partido Comunes-, como de sus enemigos de guerra, en consideración a que permanece en pie de lucha contra unos y otros, aunque ahora desarmado.

La divergencia nodal frente a sus excompañeros se da cuando señala como un error que hubieran entregado las armas sin antes tener la seguridad de que les iban a cumplir. Según Ramírez, “la dejación de armas estipulaba que nosotros tendríamos un tiempo con ellas y que se garantizaba la estabilidad de la gente en las zonas veredales. Yo planteaba que antes de entregarlas, se buscara la amnistía total. Estábamos interesados en acabar la guerra, no en claudicar”.

La preocupación de Cabrera es razonable, después de que la Procuraduría les endilgara el delito de “esclavitud” y la JEP se haya mostrado receptiva a acoger el tema y someterlo a estudio. ¿Esclavitud? El hombre reacciona: “En Colombia la gente está sometida a la esclavitud de pagar impuestos, mientras no alcanza para el sustento de sus familias. En el trabajo a usted lo esclavizan y tiene que hacer lo que diga el jefe diga, o si no lo echan”.

Fabián Ramírez cuenta que en La Habana era relator en el tema de dejación de armas y el cese bilateral. Pero “lo que se escribía ahí, nunca lo daban a conocer. ‘Carlos Antonio Lozada’ se reunía con el general Javier Flórez a solas y llegaban a acuerdos que después los del Secretariado aprobaban, menos Iván Márquez y Santrich”.

Estas ya son palabras mayores, las mismas que usa para agregar que “todo fue el afán que tenía el Secretariado de ocupar un puesto en el Congreso. Como si 53 años de lucha revolucionaria y miles de muertos hubieran sido para ocupar diez curules”.

Cuando se le pregunta si no le parece positivo el papel de la JEP, vuelve a mostrar el otro lado de la moneda: “La JEP era para que estuvieran políticos, industriales, presidentes y exministros contando de los compromisos que tuvieron con los paramilitares, con los robos de tierras. Y de los ‘falsos positivos’, ¿quién dio la orden? El ejecutivo. ¿Y por qué no los declaran responsables?”.

En resumidas cuentas, Fabián Ramírez cree que “no se ha cumplido ni el 5 % de lo que se acordó. No se trata de que les cumplan a los guerrilleros; a estos les dan un estipendio, una suspensión de las órdenes de captura. Pero puede llegar otro fiscal como Néstor Humberto Martínez… y orden de captura para todo el mundo”.

Y no podía faltar el mensaje para Juan Manuel Santos, el gran componedor del proceso: “Usted debe ser el primer interesado en que lo pactado en el acuerdo se cumpla. Usted más que nadie está obligado a luchar que se implemente lo que se acordó. Si fracasa el proceso de paz, será su fracaso”.

Frente al tema de ‘Carlos Antonio Lozada’ y su autoinculpación del asesinato de Gómez Hurtado, cuando le pregunté, Ramírez contesto que “si él dice que lo hizo, debe tener pruebas. Nadie es tan bruto de autoincriminarse sin pruebas”.

Lo extraño, le repliqué, es que antes de esa sorpresiva declaración nunca nadie del Secretariado había reconocido su participación en lo de Álvaro Gómez. Y respondió: “Carlos Antonio, él solo no actuaba. Tuvo que haber alguien que sepa más. Por ejemplo, los radistas. Ellos manejaban la información de lo que sucedía en todo el territorio. Pregúntele a los radistas que tenía el Mono Jojoy, porque él defendía el Bloque Oriental. O a los radistas que tenía Marulanda, porque todo le llegaba a él. Hasta allá es que tiene usted que llegar, para confirmar o negar eso”.

Tarea en camino, noticia en desarrollo.

Post Scriptum: Nadie pone en duda que Petro pasa a segunda vuelta, así que falta dilucidar a quién se enfrentará, si al candidato de la derecha o al del centro. Lo ideal sería verlo competir con el del centro que resulte de la consulta amplia que harán en marzo, quizás Alejandro Gaviria. Si fuera entre Petro y el candidato de Uribe, y gana Petro, su gobernabilidad se haría insostenible. En cambio, si la segunda vuelta fuera entre Petro y el del centro, ambos podrían ponerse de acuerdo para lograr el cambio que Colombia necesita. Aquí lo único que sobra es la espantosa extrema derecha uribista, que ahora quiere camuflase en Federico Gutiérrez y que cada día nos hace la vida más insoportable.

miércoles, 24 de noviembre de 2021

Gustavo, Alejandro, Federico: uno de los tres será

 


Tomado de El Espectador

Como dicen los gringos, “read my lips”: el próximo presidente de Colombia está entre Gustavo Petro, Federico Gutiérrez o Alejandro Gaviria. Es tan solo un vaticinio, pero basado en hechos.

Nadie pone en duda que Petro pasa a segunda vuelta, así que faltaría dilucidar a quién se enfrentaría, si al candidato de la derecha o al del centro.

De la derecha a la fecha -valga la cacofonía- se prevén dos: el que salga de la consulta que hará la Coalición de la Experiencia, ahora demagógicamente llamada Equipo por Colombia: David Barguil, Dilian F. Toro, Juan C. Echeverry, Enrique Peñalosa, Federico Gutiérrez y Álex Char. A mi modo de ver, Fico le gana a Char. Este llega a última hora, ‘abudineado’ en su imagen.

Y el que salió de la consulta del Centro Democrático cuyos resultados se conocieron el lunes 22. Esta columna la escribo el domingo 21, pero doy por descontado que es Óscar Iván Zuluaga.

¿Por qué Zuluaga? Elemental, mi querido Watson: porque es lo más presentable que tiene ese partido, “el mejor exministro de Hacienda del mundo” según él mismo. Lo demás eran figuras de postín. Temí que pudiera ser María Fernanda “Fatal”, un verdadero mastín de cacería, de esos que atrapan a su presa en un brinco y la despedazan a dentelladas. Ella habría llegado a enlodar el ambiente.

La paradoja es que el Centro Democrático saca ahora pecho con su “candidato único”, pero tiene razón Daniel Coronell en que “Fico (es) el verdadero candidato del expresidente Uribe. Desde hace años viene presentándose como independiente cuando de hecho es uribista”. (Ver columna).

Así que los dos candidatos de la derecha uribista que se prevé irán a primera vuelta, son Federico y Zuluaga. Y entre ambos ganaría el primero, llámese elección o consulta en marzo, porque Zuluaga solo tiene votos uribistas leales al patrón.

Respecto a la Coalición de la Esperanza, que para el profesor valluno Germán Ayala “es tan solo un nombre sugestivo”, se supone que habrán de verse en consulta amplia Juan Fernando Cristo, Sergio Fajardo, Juan Manuel Galán y Jorge Enrique Robledo, quizás Carlos Amaya. A ésta también concurriría Alejandro Gaviria (ya no hay veto que valga), quien comienza a mostrar bríos de gallito de pelea tras un afortunado cruce de jabs con su tocayo César, por unas firmas en apoyo a su candidatura que ahora el Partido Liberal le quiere birlar.

¿Y quién creen que ganaría esa consulta amplia del centro? Exacto, Alejandro, hoy con un poder de convocatoria mayor que el de un Fajardo desgastado, en parte por lo de las ballenas, en parte por la aparente persecución jurídica que le montó la Fiscalía uribista para crecer a Petro, “el enemigo interno”.

Hablando de ballenas, siempre he considerado un error de buena fe el de aquellos que en la segunda vuelta pasada prefirieron votar en blanco. Excepto en el caso de Fajardo. Él habría podido impedir el regreso de Uribe, pero hizo un cálculo político: “si pierde Petro, yo seré el próximo presidente”. Y le abrió las compuertas del poder a su paisano y se fue a ver ballenas, el muy irresponsable.

Así las cosas, por descarte vislumbro una primera vuelta el 29-05-22 a la que concurren Gustavo Petro por la izquierda, Fico Gutiérrez por la derecha y Alejandro Gaviria por el centro.

Si en esa primera jornada Fico le gana a Gaviria, el presidente sería Petro, dando también por descontado que una opinión pública mayoritaria, horrorizada por cuatro años de corrupción rampante y criminalidad desbordada, preferiría lanzarse al albur de probar con Petro.

Pero si en primera vuelta Alejandro Gaviria le gana al candidato in pectore de Uribe, significaría que los 4’602.916 votos que obtuvo Fajardo en la primera vuelta de 2018 (votos por igual antiuribistas y antipetristas) le habrían sido endosados a su causa. En este escenario de Petro versus Gaviria, considerando que según reciente encuesta de Dugon “la indecisión es de un 58,69 por ciento, seguido del voto en blanco con 14,40 por ciento”, cualquier cosa puede pasar. (Ver encuesta de T&SE sobre 5.102 personas, con margen de error inferior al 3,5%).

Es cierto que la derecha uribista llega con abultada chequera por cuenta de la dictatorial abolición de la ley de Garantías, lo cual se traduce en una multimillonaria compra de votos desde la misma Presidencia de la República. Pero tan descomunal aparato de corrupción electoral no garantiza que sea Fico quien enfrente a Gustavo Petro en la segunda vuelta, a no ser que…

A no ser que, sumado al clientelismo desatado desde las instancias del poder ejecutivo corruptor y el legislativo comprado, se esté cocinando un “millonario” fraude electoral. Millonario, sí, porque hay cinco millones de votos que aparecen en la contabilidad de la Registraduría -entidad de control controlada por el Gobierno, valga la redundancia-, pero no en las cifras del DANE. Y según el registrador Alexander Vega, “las bases de datos del DANE no son confiables”. Válgame Dios, ¿qué se traen entre manos? (Ver noticia).

En todo caso, si las cosas se dieran desde la lógica del sentido común, el desbarrancadero del desprestigio donde hoy se halla sumido el uribismo daría para pensar, así fuera con el deseo, que serían dos los candidatos que se verían las caras el 19 de junio de 2022 para definir el verdadero cambio que necesita Colombia: Gustavo Petro por la izquierda, Alejandro Gaviria por el centro.

A no ser que…

Post Scriptum: Vistas las cosas con rigurosidad analítica, un buen negocio político para Sergio Fajardo sería si ante su enredada situación jurídica actual, le diera por declinar su aspiración a favor de Alejandro Gaviria. Así se reivindicaría con el país por el error cometido en 2018, le haría un gran favor a la democracia y se ubicaría en el primer lugar del partidor para 2026, luego de haber solucionado sus líos legales.

@Jorgomezpinilla

martes, 16 de noviembre de 2021

Petristas y antipetristas ante el libro de Petro

 


Tomado de El Espectador 

El espectro político nacional a la fecha se divide en cuatro bloques: petristas, uribistas, antiuribistas -que incluye a los petristas y la centroderecha- y apolíticos. Estos últimos son los que ejercen mayor influencia sobre las encuestas y acogen tanto a los abstencionistas, o sea los indolentes que nunca votan porque “todos los políticos son corruptos”, como a los que aún no deciden por quién votar.

La franja de los indecisos es aplastante mayoría, según encuesta de la firma Dugon: 58 por ciento. Si sumamos a los que votarán en blanco, 14 por ciento, tendremos que las encuestas solo reflejan la preferencia de un reducido 28 por ciento de la población en capacidad de votar.

Ligado a lo anterior, vamos a lo siguiente: en días recientes ElUnicornio.co publicó una columna del filósofo barranquillero Jorge Senior, a quien en la arenosa le dicen el Búho y es amigo personal de Gustavo Petro. La columna se tituló Acuso a Petro de ser petrista. Solo el título va cargado de ironía, lo demás es una amena reseña de Una vida, muchas vidas, libro autobiográfico del dirigente del Pacto Histórico, editado por Planeta. (Ver columna).

Son reflexiones de Senior en torno al proyecto político de Petro, no exentas de la crítica constructiva que solo los amigos están en condiciones de hacer, “así le duela”. Lo llamativo es que, dependiendo de la frase que el lector escoja, puede pensar que la escribió un refinado antipetrista… o un petrista comprometido hasta las cachas con la Colombia Humana.

Por ejemplo: “El libro presenta una serie de erratas que indican que fue publicado con premura, evidenciando un trabajo de revisión apresurado e insuficiente, similar a lo que suele sucederle con los trinos”. Y a renglón seguido: “la obra le permite a Petro sacarse algunos clavos, defenderse de las calumnias que propagan las bodegas mercenarias uribistas y exponer su manera de pensar”.

En calidad de editor, escogí una frase crítica para acompañar su publicación en redes, a saber: “El talón de Aquiles de Gustavo Petro siempre ha sido el aspecto organizativo. Su negacionismo en este punto vital lo justifica apoyado en las equivocadas tesis de Toni Negri sobre “las multitudes”, una excusa para no construir organización".

Yo creía que, ante semejante vainazo, los lectores petristas y uribistas se iban a volcar a leerla. Craso error, vine a descubrir que los petristas miran con desprecio todo lo que huele a crítica contra su admirado líder, mientras a los uribistas menos les interesó, vaya uno a saber por qué.

Hice entonces una segunda publicación, pero con una cita positiva: “Petro no fue un ‘comandante guerrillero’, como dicen los uribistas, sino un militante de base en una organización no comunista, de talante socialdemócrata, entusiasta del trabajo de masas y la lucha social".

Increíble, de inmediato la torta se volteó y en cosa de minutos aparecieron montones de likes, retuits y comentarios, tanto de petristas con palabras elogiosas para su líder como de uribistas que pretendían con sus falacias desvirtuar la tesis allí planteada.

Considerando de todos modos que tan enardecido debate político se da apenas entre el 28 por ciento de los que ya tienen decidido su voto, estamos ante un futuro electoral todavía incierto.

Sea la ocasión para contar que estoy leyendo el libro de Petro, y me pareció encontrar en uno de sus capítulos el germen del motivo por el cual los santandereanos de un tiempo para acá tienen tan malos gobernantes, como el clan Aguilar, de claro origen narcoparamilitar.

El capítulo se titula La clandestinidad en Santander (pág. 105) y cuenta de cuando Petro se vino a vivir a Girón, municipio donde resido: “empecé a establecer contacto con los militantes del M-19 en la región y, desafortunadamente, la relación no comenzó con buen pie. No tardé en darme cuenta de que allá el movimiento se había burocratizado”.

Y descubrió que tenía un rival, ‘el Tuerto Gil’, dirigente de los maestros del sindicato de Norte de Santander. “Él se creía el jefe del movimiento en la región. Tenía unas ideas que me parecieron contrarias a lo que buscábamos. Gil y los suyos no deseaban hacer una revolución, a diferencia mía. Por eso chocábamos, empecé a tener problemas con ellos”.

Es interesante la incómoda cercanía que estableció Petro con el ‘Tuerto Gil’, pues tuve una sensación parecida cuando me invitaron a un grupo santandereano de Whatsapp con “liberales progresistas”, cerca de cien, que abandonaban el liberalismo para sumarse al Pacto Histórico. Y acepté, porque creía estar tratando con gente de pensamiento liberal. Pero la sorpresa fue mayúscula cuando comencé a ver la pantalla invadida de “bendiciones”, cadenas de oración, consejos religiosos, programación de la Semana Santa (“estamos en la semana mayor”, decía uno de ellos), incluso invitaciones a rezar el rosario.

Cuando manifesté mi extrañeza, se me informó que debía ser tolerante con las creencias religiosas. Yo repliqué expresando la incomodidad propia del liberal que cree que religión y política no deben mezclarse, y que la religiosidad es un asunto tan privado como la práctica del sexo. Pero no había modo de hacerlos razonar, parecían adictos no al sexo sino a su apostolado religioso, de mayoritaria línea católica. Y el que se atrevía a cuestionarlos los estaba ofendiendo, era un “ateo del demonio”.

Fue entonces cuando se me ocurrió aplicar una terapia de Shock, de esas a las que acuden los psiquiatras ante casos severos de alienación. Y comencé a dosificarles un metódico apostolado agnóstico, a sabiendas de que corría el riesgo de ser excluido del grupo. Pero no importaba. Se trataba de ponerlos a pensar, algo que evita hacer todo creyente, en consideración a que la fe religiosa no se sustenta en evidencia diferente a la imperativa necesidad de creer en algo.

Y terminaron por echarme, obvio, después de que les dejé esta última reflexión: “solo el día que los santandereanos logren liberarse de la enajenación que les dejó incrustada en sus mentes la Corona en envase de religión católica, podrán considerarse dignos herederos de la rebeldía que dio cauce a la revolución de los Comuneros (1781) y a la Independencia definitiva del yugo español (1819)”.

Post Scriptum: Hace unos días encontré un editorial de El Espectador que comenzaba así: "En pocos meses acabaron con lo poco que quedaba de institucionalidad, sin equilibrio de poderes, con las fuerzas armadas y de policía bajo su mando directo y órganos de control de bolsillo". Creí que hablaban de Colombia, pero no. Hablaban de Nicaragua. Están en lo cierto, aunque no deja de preocupar que allí no alertaron sobre un fenómeno idéntico en nuestro propio patio.

Blog personal

martes, 9 de noviembre de 2021

María Fernanda 'Fatal'

 


Tomado de El Espectador

Habrá quienes digan que hablar de María Fernanda Cabal es agrandarla. Puede ser cierto, pero estamos obligados a llamar la atención sobre lo que ella representa, comenzando porque su candidatura debería llevar un letrero de advertencia: Peligro, Producto Altamente Inflamable.

¿Sí se han fijado que ahora, como precandidata a la presidencia, ha comenzado a alzar la voz en un tono cada vez más estridente, como de urraca chillona? Y lo preocupante no son las barrabasadas que expele a diario, sino la gente que trae detrás de ella.

Mejor dicho, digámoslo a calzón quitado: esa señora encarna la legitimación y el empoderamiento del paramilitarismo en la política nacional, del mismo modo que el gobierno de Iván Duque ha devenido en lo que el profesor Germán Ayala define como el ethos mafioso. (Ver columna).

Y lo fatal no es que pueda convertirse en la primera mujer presidente de Colombia. Lo fatal es que llega a enlodar el agua electoral donde todos nos bañamos, mientras encarna una candidatura cuyo soporte es un montón de gente oscura, llena de billete y… de armas. Entre esos el tipo que disparó contra un grupo de manifestantes en Cali y no solo sigue libre, sino que participó como activista en un acto de campaña de la susodicha candidata.

Y los que no están todavía armados, ella ya anunció que su programa de gobierno incluye armar a la “gente de bien”.

No se cae en error entonces al cambiarle a esa señora su apellido por Fatal, porque suena a fatalidad para Colombia lo que puede pasar con esa gente que la acompaña y que llega con todo ese billete y todo ese pasado oscuro de masacres, desplazamientos y violencia por doquier, a hacerse oír ahora, por las buenas y por las malas. Como siempre.

El paramilitarismo triunfó cuando logró copar buena parte del territorio y alcanzó valiosos objetivos tácticos sobre el teatro de operaciones. Y es evidente que hoy cuenta con un eficaz aliado en la presidencia de la República. Lo único que les falta es que el país quede definitivamente en manos de un verdadero partidario de la causa paramilitar y del despojo de tierras, no de un peliteñido de quien el senador Rafael Nieto, también precandidato, dijo que “nosotros elegimos presidente pero no tenemos gobierno”. (Ver noticia).

Hablando en plata blanca, el mandato de Duque fue la primera cuota de los grupos paramilitares hacia el objetivo final de refundar la patria, como se diseñó desde el Pacto de Ralito. De ahí la importancia de conquistar la presidencia para doña María Fernanda Cabal, pues en caso tal pasarían de pagar la primera cuota a disponer ya de la chequera en blanco.

Y lo que digo a continuación es una opinión sustentada en hechos: ahora sí el paramilitarismo tiene candidata propia, porque la palabra paramilitarismo incluye no solo a los autores de masacres, sino a los despojadores de tierras que vinieron detrás de aquellos. Y no son “un invento de la izquierda” -como dijo de los falsos positivos-, pues la incluyen a ella y su marido, con pruebas documentales. (Ver informe de El Espectador). Igual que a otro uribista purasangre, Jorge Pretelt Chaljub, según reciente investigación de Ricardo Calderón para Noticias Caracol que puede verse aquí.

En esas masacres y esos despojos confluyó el doble propósito militar de contener a la guerrilla sembrando el terror entre la población, mientras desplegaban una táctica de tierra arrasada que iba dejando esas fincas a merced de los patrocinadores de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).

Para medir el verdadero poder que se trae la señora Cabal, no se puede olvidar que fue debido a un trino suyo que el periodista norteamericano Nick Casey debió abandonar el país, para proteger su vida. (Ver noticia).

Después de que este publicara -con efectos políticos demoledores- en The New York Times una investigación donde se hizo evidente que el Ejército volvió a priorizar el número de bajas sobre las capturas (directriz que dio origen a los ‘falsos positivos’), la senadora del CD reaccionó así en Twitter: “Este es el “periodista” Nicholas Casey que en 2016 estuvo de gira con las Farc en la selva. ¿Cuánto le habrán pagado por este reportaje? ¿Y por el de ahora, contra el ejército de Colombia?” (Ver trino).

Tan delicada se volvió la acusación, que el mismo periódico debió salir en defensa del periodista: “El NYT no toma partido en ningún conflicto político en ninguna parte del mundo. Informamos de manera precisa e imparcial”. (Ver respuesta).

Meses antes, Casey había publicado en el mismo medio el artículo Cables diplomáticos de Estados Unidos sugieren nexos de Álvaro Uribe con narcotraficantes, que el mismo Uribe se vio obligado a responder en un trino con video donde hablaba en tono amenazante de “Fake News en elecciones, sin pruebas y con los chismosos muertos”. (Ver trino).

¿Por qué creen entonces que Nicholas Casey se tuvo que ir apresuradamente de Colombia? Porque no quería convertirse en otro “buen muerto”, como dijo Uribe de Carlos Areiza el día que lo mataron en una calle de Medellín. ¿Y quién era Areiza? Un testigo contra Uribe.

En el mismo evento donde Rafael Nieto dijo lo ya citado arriba sobre Duque, la señora Cabal declaró esto: “Me duele, se los digo con toda honestidad, que el presidente Duque no se hubiera rodeado de los mejores. Él tuvo la oportunidad de tener un gabinete de lujo, eso no sucedió. Dejó mucha gente del gobierno anterior y decidió no usar el espejo retrovisor, lo que veo como un error”.

¿Queda entonces alguna duda de a quién quiere ahora Álvaro Uribe al frente de la presidencia, para que corrija cualquier error y le complete la tarea?

Y si ella no le funciona porque este es un país machista, tranquilos. Tiene de repuesto a un leal paisano suyo, Federico Gutiérrez.

Post Scriptum: No se debe confundir AUC con AUV, pero si se cae en la confusión no hay problema. Es apenas lógico que se llegue a pensar que son la misma cosa. Ah, y si quiere adoptar un Unicornio, haga clic en este enlace.

@Jorgomezpinilla

miércoles, 3 de noviembre de 2021

Horacio Serpa me salvó la vida

 


Tomado de El Espectador

El pasado 31 de octubre se cumplió un año del fallecimiento de Horacio Serpa Uribe. Unas semanas atrás, en consideración a que la efeméride coincide con el día del Halloween, como paisano y como amigo suyo decidí tomarlo con buen humor y dejarme el bigote para rendirle un homenaje, disfrazándome de quien fue mi amigo, maestro y consejero. (Ver foto).

Pero el asunto va más allá, porque el reconocimiento se convierte en confesión personal. Conocí a Horacio Serpa el 2 de enero de 2009, siendo él gobernador de Santander y yo un periodista que le hizo una entrevista para El Espectador. Entrevista que ya no figura en el archivo digital de este diario, pero que publiqué en mi blog y puede verse en este enlace.

La confesión reside en que esa entrevista tuvo un significado especial, porque le dio un nuevo rumbo a mi vida. Después de su publicación, Serpa me dijo: “usted me hizo quedar más inteligente de lo que soy”. Pero no porque yo hubiera escrito cosas que él no dijo, sino porque la edición que hice lo mostró con la capacidad de síntesis que proporciona el editor cuando cumple a cabalidad su tarea.

Tanto le gustó la entrevista, que me ofreció vincularme a su gobernación como “editor de publicaciones y contenidos”. Y acepté, y esto me salvó la vida.

Me explico: para la fecha en cuestión yo había tocado fondo, tanto en mi profesión como en mi vida personal, pues venía de padecer la quiebra del periódico que durante ocho años tuve en Bogotá, El Sábado Cedritos. Encima, cargaba el corazón destrozado por la separación de mi pareja. Lo uno producto de lo otro.

La quiebra obedeció en parte a que durante la campaña a la alcaldía de Bogotá del 2007 publiqué en El Tiempo una columna titulada Polo, palo y pola”, donde conté cómo, con motivo de la celebración de los 90 años del Country Club, sus encopetados socios le expresaron al candidato del izquierdista partido Polo Democrático, Samuel Moreno Rojas, la intención de darle los votos del barrio La Carolina si reversaba un proyecto que de años atrás traía Enrique Peñalosa, su contendor electoral, para sacar de allí al club y permitir que la carrera 15 siguiera su camino hacia el norte.

El asunto fue que Moreno se hizo a la alcaldía, y no solo cumplió lo pactado con el Country Club, sino que, en retaliación por la columna citada, dio la orden de cancelar toda orden de publicidad para mi periódico. Por esos mismos días El Tiempo quiso enfrentar la competencia que representaba la gran cantidad de periódicos sectoriales que crecieron y se fortalecieron durante la alcaldía de Lucho Garzón, y sacó ZONA. El resultado fue que mientras el alcalde Moreno me quitaba la publicidad oficial, El Tiempo nos quitaba la comercial.

 

Y quebré, y me vi obligado a irme a vivir a Santander, arrimado a la casa de un pariente mío. Y allí tomé una decisión drástica, fatal, definitiva: si pasado un tiempo no lograba superar la crisis y seguía viviendo en condición de arrimado, diría “chao vida, hasta aquí llegamos”.

En otras palabras, si no se me hubiera ocurrido solicitarle esa entrevista a Horacio Serpa, tal vez no estaría aquí contando el cuento. Fue gracias a ese suceso que las cosas comenzaron a cambiar, pero no porque yo representara una cuota política o fuera a conseguirle votos, sino porque hubo un reconocimiento a un trabajo profesional.

Terminada su gobernación, Serpa me llamó a trabajar como editor general de Ola Política, de donde me retiré el día de 2013 que decidió lanzarse al Senado, en parte porque -como le expliqué- lo mío no era la propaganda sino el periodismo político, y en parte hastiado del “comité del aplauso” que le rodeaba.

Pero la gratitud y la lealtad seguían firmes. Y un día de 2014 le pedí una entrevista para que respondiera a una dura acusación que le hizo María Isabel Rueda en Semana (de la que yo también era columnista), pero él tenía la idea de algo más elaborado, que pusiera en su sitio el libro ¿Por qué lo mataron?, de Enrique Gómez Hurtado. Así surgió la idea de escribir Objetivo: hundir a Serpa, un libro-entrevista donde no quedó tema por abordar, y en cuyo lanzamiento Serpa afirmó que “el autor me entrevistó con un bisturí en la mano”. Pero no fue culpa mía sino suya, porque antes de comenzar me dijo “no tengo nada que ocultar, respondo lo que sea, vaya busque a mis enemigos y detractores y pregúnteles qué me quieren preguntar”. Y eso hice.

Parte del “interrogatorio” incluyó, por supuesto, el Proceso 8.000. Es importante traerlo a colación porque fue el suceso que se le atravesó a Serpa en su justa aspiración a la presidencia, sin que se hubiera mostrado una sola “prueba reina” de que supiera que parte de la plata de la campaña para la segunda vuelta provenía del Cartel de Cali.

En todo caso, si de justicia se ha de hablar, en días pasados los mismos Rodríguez Orejuela aportantes de ese dinero acusaron al expresidente Andrés Pastrana de haber sido chantajeados por él: la supuesta “prueba reina” que este exhibió ante la Comisión de la Verdad -y que tuvo guardada durante veinte años- para demostrar que Ernesto Samper sí habría sabido del ingreso de esos dineros, fue redactada por los narcos en los términos que el entonces presidente quería, bajo la amenaza de extraditarlos si no le cumplían. (Ver artículo).

Pero a donde voy es a lo que dijeron sobre el tres veces candidato presidencial. El médico Santiago Rojas -quien sigue sin dar la cara- les habría dicho que “la única solución que el presidente ve posible es que ustedes escriban una carta contando cómo fue el apoyo a la campaña de Samper, involucrando también a Serpa. Nos miramos Miguel y yo y casi le contestamos al mismo tiempo al doctor Rojas, no podemos hacer eso, al doctor Serpa nunca le hemos dado un peso”.

Ningún político está exento de errores, por ejemplo, el de rodearse de eventuales malandrines. Pero el día que se quiera hacer justicia histórica, se debe escribir en mármol que a Colombia le habría ido mucho mejor si el presidente de la República hubiera sido Horacio Serpa y no el bobalicón presentador de TV Andrés Pastrana, e igual si en lugar de los ochos nefastos años del sátrapa Álvaro Uribe hubiera estado al frente de los destinos nacionales el dirigente liberal santandereano.

Post Scriptum: Era yo más cercano al papá que hoy a su hijo, pero se percibe intención de confundir en una columna dominical de Vanguardia donde su autor asume como verdad una noticia falsa que circuló en redes sobre un supuesto artículo de Horacio José Serpa elogiando a Álvaro Uribe. El editor de opinión de todo medio tiene la responsabilidad de evitar que los columnistas digan mentiras evidentes, fácilmente refutables y con el aparente propósito de ocasionar un daño político.