viernes, 20 de noviembre de 2009

Un paranoico volando puentes

Pese a que encierra enorme dificultad encontrar algo en torno a lo cual se puede estar de acuerdo con este gobierno, tiene razón el ministro de Defensa de Colombia, Gabriel Silva, cuando dice que la voladura de dos puentes peatonales en la frontera colombo venezolana constituye una “agresión contra la población civil”. La excusa oficial –consistente en afirmar que esos pasos eran usados para el contrabando y el narcotráfico- no sólo no contempla el daño que en efecto se les hace a pobladores de ambas naciones, sino que en últimas revela el creciente estado de paranoia que envuelve por estos días al Comandante en Jefe de la Revolución Bolivariana, coronel Hugo Chávez Frías.

Dicha paranoia se exacerbó –con sobrada razón, también- a raíz de la firma del “tratado de cooperación militar” entre Colombia y Estados Unidos, que contempla el uso por parte de estos de siete (¡siete!) bases militares colombianas. A nadie le cabe en la cabeza que Barack Obama usará este abrirse de piernas del gobierno Uribe para invadir a Venezuela, pero no dejará de aprovechar semejante ‘papayazo’ para espiarlo. Según Noticias Uno y otros medios bien informados, un documento del Departamento de la Fuerza Aérea de EE.UU. dice textualmente que el pacto militar que estableció ese país con Colombia, en especial el referente al acondicionamiento de la base de Palanquero (con una inversión de 46 millones de dólares), podría incluir “acciones de Inteligencia, Espionaje y Reconocimiento (IER)” contra países del continente, específicamente contra “los gobiernos antiestadounidenses”.*

Para no dejar dudas al respecto, el documento establece que la base de Palanquero “apoya a las misiones de movilidad, porque garantiza el acceso a todo el continente, con excepción de la región de Cabo de Hornos, si el combustible está disponible, y más de la mitad del continente sin tener que reabastecerse". Saber esto de las propias fuentes americanas no nos convierte en aliados de la subversión, pero sí nos recuerda al filósofo Carlos Marx cuando decía que “la verdadera historia es clandestina”. Porque una cosa es lo que dice la letra de un tratado, y otra sus alcances en la práctica. Y son esos alcances los que siguen sin gustar a otros países de la región –como Argentina, Chile o Brasil-, y son los mismos que no percibe El Tiempo cuando ve como “sorprendente que un bloque de países que se movilizó ante el anuncio del acuerdo que permite el uso de bases aéreas colombianas por parte de tropas estadounidenses, ahora mantenga la boca cerrada ante la que debería ser, sin duda, la principal preocupación regional”. (Nov. 20-09).

Esos países “en bloque” parecieran entender entonces los motivos por los cuales Chávez anda paranoico: porque saben que el lenguaraz, ciclotímico, emotivo, narcisista y rabioso Presidente de Venezuela ahora sí tiene motivos para preocuparse. Ahora que el Imperio del que tanto denuesta ha comenzado a respirarle en la nuca, comprende que sus también clandestinas relaciones de apoyo a los grupos irregulares de izquierda podrían con mayor facilidad ser develadas o, lo que sería peor para su visión estratégica del conflicto, neutralizadas.

Porque, no nos llamemos a engaños, si algo podría desbaratar la ayuda militar de Estados Unidos a Colombia son los lazos de amistad y cooperación que desde años atrás se sospecha existen entre la cúpula del gobierno chavista y la insurgencia colombiana, en particular las FARC. Así que clandestinas habrán de ser –en reciprocidad- las acciones que contra él adelanten las fuerzas ‘imperialistas’, sea para tumbarlo o, al menos, para frenar la expansión de su proyecto revolucionario.

En cierta ocasión se le escuchó decir al siquiatra y hoy presidente del Partido de la U, Luis Carlos Restrepo, que “el hecho de ser paranoico no significa que no te estén persiguiendo”. Por estos días Hugo Chávez ha descubierto en carne propia la validez tautológica de esa frase, y es eso lo que lo tiene volando puentes en la frontera.

jorgegomezpinilla@yahoo.es

* Al retirarse de la Presidencia en 1961, Dwight D. Eisenhower pronunció un discurso que se considera esencial en la política mundial, donde elaboró la tesis sobre el contubernio que existe entre la industria militar y los empresarios que hacen la industria de la guerra. Lo llamó Military Industrial Complex, y sostuvo que era “el verdadero poder en los Estados Unidos”. Barack Obama tampoco controla ese poder, por mucho Nobel de Paz que lo respalde.