viernes, 5 de septiembre de 2008

El elefante, todavía ahí


Un motivo adicional de preocupación para los colombianos que no quieren a Álvaro Uribe, es que Barack Obama no llegue a ser elegido presidente de Estados Unidos. La preocupación –que para muchos se acompaña de escalofríos- no es gratuita, pues el triunfo de Obama no sólo no está asegurado, sino que se perfila como un candidato de alto riesgo.

El analista internacional Isaac Bigio anotaba dos eventualidades favorables a un triunfo de MacCain, como sería que Osama Bin Laden fuese dado de baja (porque nadie lo quiere vivo), o que este cometiera otro “macro-atentado” en Estados Unidos. Si a ello le agregamos que la maquinaria Republicana –experta en destruir candidaturas- enfilará baterías contra el candidato Demócrata apenas salga de su propia Convención, podemos dar por descontado que de aquí a noviembre, para Obama y Biden (Joseph, no Bin Laden) el camino es culebrero.

Asumiendo de todos modos que el ganador fuera Obama, es iluso pensar que esto se traducirá en bancarrota para Uribe, como muchos optimistas –quizá mal informados- esperan. Las tres grandes variables de la relación entre Estado Unidos y Colombia son el TLC, el Plan Colombia y Hugo Chávez. El TLC será aprobado con o sin George Bush, porque es de suponer que el Gobierno colombiano se plegará –como es tradición- a las condiciones que imponga el Presidente que allá resulte. (Uribe ha puesto toda la carne en el asador por McCain, pero igual no dejará de cocinar al gusto americano). Con respecto al Plan Colombia, como resultado del cambio que se dio en el Congreso norteamericano el año pasado, la tendencia a mediano plazo será la de continuar la ayuda, pero repartida miti-miti entre lo militar y lo social. Y en cuanto a la variable Chávez, sin importar quién gane se mantendrá el apoyo político a Colombia, por razones de ‘seguridad nacional’.

Otro aspecto a favor de Uribe es que, así sigamos agarrados de las mechas y lavando la ropa sucia a la vista del vecindario, en el contexto latino hay otros huevos cociéndose. La frontera con México seguirá caliente, tanto por el tema inmigración como por el problema de las drogas y el Plan Miranda contra la delincuencia organizada, al que Estados Unidos prestará especial atención, para evitar un polvorín en su patio trasero. De otro lado, una nueva mirada hacia Latinoamérica pondrá primero sus ojos en Brasil, el nuevo coloso regional. En el contexto global seguirá ardiendo Irak, aunque ya a media llama; los escarceos de Putin en Georgia harán que los dueños de la industria armamentista se froten las manos, Occidente no dejará de recelar del hombre nuclear de Irán (Ahmadineyad) y Pakistán seguirá siendo importante enclave en tan candente zona, pese al cambio de mando.

Llámense pues McCain u Obama, la preocupación de fondo atiende a resolver los problemas de la economía americana, que presentará altas fiebres por lo menos hasta 2010 y que de no resolverse afectarán al resto del continente, en efecto dominó. Un triunfo del elefante republicano revelaría entonces que al presidente Uribe se le sigue haciendo el milagrito, pero no que las lleve todas consigo. Porque tendrá que lidiar con su propio elefante, parecido -sólo que de mayor tamaño- al que según el cardenal Rubiano se le metió a Ernesto Samper hasta la sala y que, para el caso que nos ocupa, han visto rondar hasta altas horas de la noche por los corredores de Palacio.

Si la gobernabilidad del presidente Uribe sale bien librada de semejante ‘chicharrón’ (y ya hay cadenas de oración funcionando), deberá además evitar una caída económica sin afectar el presupuesto de Defensa, que es el consentido de su Seguridad Democrática. En 2002 éste fue de 4.000 millones de dólares, en 2008 se había triplicado a 12.000 (de los cuales el Plan Colombia sólo aportó 433) y deberá aumentar aun más en 2009, si pretende que la Fuerza Pública le siga brindando resultados. La pregunta entonces es si podrá mantener el mismo rango de prestigio político y crecimiento económico durante la época de vacas flacas que se avecina, y con un fornido elefante saltándole travieso por todo lado.

¿Significa lo anterior que un tercer período presidencial de Álvaro Uribe estaría en entredicho? No deje de ver el próximo capítulo…

Un país políticamente incorrecto



Es tal el grado de desbarajuste institucional que atraviesa este país del Sagrado Corazón, que ya uno no sabe si lo políticamente incorrecto es que el presidente Álvaro Uribe todavía no le haya presentado disculpas al magistrado Iván Velásquez por haber acogido como prístinas verdades las falsas imputaciones que contra este hizo el paramilitar alias 'Tasmania', o si lo políticamente incorrecto es preguntar por qué no se ha disculpado.

Sea como fuere, si llegara a ser cierto que lo políticamente incorrecto es todo lo que "podría causar ofensa o ser rechazado por la ortodoxia", sucesos recientes de similar catadura permitirían concluir que, con cada día que pasa, Colombia se posiciona en el ámbito internacional como el país de lo políticamente incorrecto.

Para la muestra, estos botones:

Políticamente incorrecto es que el vicepresidente Francisco Santos haya forzado la renuncia de María Consuelo Araújo a la Cancillería por los problemas judiciales de su hermano (para no mencionar al padre), pero le parezca de lo más correcto que el Ministro de la Justicia, que tramita una reforma de la justicia y tiene a un hermano suyo señalado por la justicia, permanezca en su cargo.

Política y jurídicamente incorrecto es que el Fiscal General de la Nación cierre la investigación por el caso 'Tasmania' y afirme a los cuatro vientos que el Presidente fue "engañado", pero no les abra investigación a quienes supuestamente lo engañaron, a saber, su hermano Santiago, su primo Mario y el abogado de 'Tasmania' (y del 'Tuso' Sierra), todos vecinos y amigos.

Políticamente incorrecto es que Mario Uribe se presente ante el país y los medios de comunicación (que casi se pelean por entrevistarlo) como si la Fiscalía lo hubiera absuelto, cuando, según EL TIEMPO del domingo 24 de agosto, "la acción judicial en su contra está abierta, y sigue procesado y vinculado a la investigación".

Política y jurídicamente incorrecto es que el secretario jurídico de la Presidencia atienda dos veces en Palacio a alias 'Job' y al abogado de alias 'don Berna', y que a una tercera visita confidencial nocturna -no registrada- hayan asistido además el secretario de prensa y "una funcionaria no identificada del DAS", para recibirles videos y grabaciones cuya intención era seguir enlodando a la Corte Suprema.

Periodísticamente incorrecto es que la columnista María Isabel Rueda escriba que "si (...) el Presidente decide apoyar a su Ministro y este decide permanecer en su cargo, apoyo a Fabio Valencia Cossio". Parodiando lo que nos decían de niños: entonces, ¿si el Presidente le ordena tirarse por un abismo, usted se tira?

Políticamente incorrecto es someter ante un Congreso contaminado por la 'parapolítica' unas reformas de la justicia y de la política cuyo verdadero propósito es aliviarles la pena a los congresistas, amigos y funcionarios del Gobierno presos o investigados precisamente por sus vínculos con los grupos paramilitares.

Política y cínicamente incorrecto es que el consejero José Obdulio Gaviria diga que en Colombia no hay desplazados sino "migrantes", con lo cual nos recuerda el Estatuto de Seguridad (¿Democrática?) del ex presidente Julio César Turbay Ayala, quien afirmaba que durante su Gobierno no había torturas, sino personas que se autotorturaban.

Política y jurídicamente incorrecto es que Teodolindo Avendaño y Yidis Medina estén presos por el delito de cohecho -esta última en una celda de máxima seguridad, pese a que le dieron casa por cárcel- pero estén libres quienes los cohecharon (y que conste, la inflexión verbal es gramaticalmente correcta).

Moraleja y conclusión: si no fuera porque el prestigio (o teflón, que llaman) del presidente Álvaro Uribe da para que ocurran estos -y los que vienen- sucesos políticamente incorrectos, cualquier extranjero desprevenido podría pensar que este país se hace cada día más política, ética, jurídica y moralmente insostenible.

Música de réquiem en el Country Club


En momentos en que se discute la necesidad de un escenario exclusivo para la música en la capital de Colombia, conocimos de primera mano el proyecto de grado de un arquitecto recién egresado de la Universidad Javeriana, Giovanni Muñoz Vargas, cuya nota final fue 5,0 sobre 5,0, estuvo dirigido por el musicólogo y también arquitecto Emilio Sanmiguel y "surge de la necesidad de otorgarle a Bogotá un lugar especialmente diseñado para la realización de eventos musicales".
http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/otroscolumnistas/musica-de-requiem-en-el-country-club-_4454219-1

La tesis en mención tiene de interesante que parte de un piso firme, pues tomó como referencia el Plan de Reordenamiento del Country Club, que definió Antanas Mockus en el 2003, para dar continuidad al proceso de expropiación que en el 2000 inició Enrique Peñalosa -para la construcción de un parque público- de las 7,86 hectáreas correspondientes a la cancha de polo, y cuya entrega definitiva al Distrito se dio en noviembre del año pasado. Lo que muchos no saben -pero Muñoz Vargas sí sabía- es que este proyecto (Decreto 413 del 2003) en realidad apuntaba a que en una segunda etapa el parque se extendiera al 61 por ciento del terreno, de modo que desaparecían los campos de golf y se le daba continuación a la carrera 15 hasta la calle 134. En su tercera etapa, el 30 por ciento restante del terreno era entregado a los socios, para que desarrollaran allí proyectos urbanísticos de vivienda.

Así las cosas, el estudiante laureado -hoy arquitecto- estudió el Plan Maestro de Equipamientos Culturales (PMEC) que adelantaba el programa 'Bogotá sin indiferencia', de Lucho Garzón, hizo un análisis de los equipamientos que faltan, comparó su estado actual con ciudades como París, Nueva York y Madrid y concluyó que los terrenos que en un futuro debía desalojar el Country Club eran el lugar ideal para dotar a Bogotá del Centro Cultural Metropolitano de las Artes, al cual ubicó hipotéticamente en el mismo sitio que hoy ocupa su sede social, la única zona construida de sus 111 hectáreas. Este complejo constaría de un teatro con capacidad para 3.500 personas y una media torta para 12.000 más, con la facilidad de poder presentar el mismo espectáculo musical a ambos escenarios. A ellos se integraría un auditorio de 1.500 sillas para conciertos de música selecta, una sala de exposiciones que serviría además como "centro de aprendizaje para las artes y la música", un edificio de parqueaderos con 3.500 cupos y zonas verdes por todas partes, en una extensión de... ¡un millón de metros cuadrados!

Estamos describiendo el parque en pretérito condicional, porque desde que el alcalde Samuel Moreno tomó posesión del cargo dejó claro que no continuará con el proyecto original de expropiación de todo el Country Club, y que en lo referente a la cancha de polo -que ya le pertenece al Distrito y en teoría no tiene reversa-, si el Consejo de Estado determina que Bogotá debe pagar más de 10.400 millones de pesos (de los cuales ya se abonó la mitad), tampoco seguirá adelante porque "no voy a sacrificar la construcción de hospitales o escuelas por hacer un parque".

Las dos diferencias básicas que sostuvieron Enrique Peñalosa y Samuel Moreno durante la anterior campaña a la alcaldía fueron TransMilenio (versus metro) y Country Club. En torno a este último, Peñalosa siempre se mantuvo en que el club debía buscar otro sitio, porque "el problema no es político sino administrativo", mientras que Moreno respondía con evasivas ("la ciudad tiene otras prioridades"), quizá en consideración a que la junta directiva y los vecinos del Country Club asumieron como suyo propio al candidato del Polo, así suene a contrasentido político.

Lo anterior significa, para hablar en plata blanca y no alargar la pita, que mientras Samuel Moreno permanezca en el cargo, los socios del Country Club podrán seguir jugando golf tranquilos en sus dos campos de 18 hoyos cada uno, y los partidarios de la construcción del Centro Metropolitano de las Artes (y de la continuación de la carrera 15 hacia el norte) tendrán que irse con su música a otra parte.

Pérfido jaque al Jaque


http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/otroscolumnistas/perfido-jaque-al-jaque_4438434-1


La filtración –mediante venta, pues nadie creería que fue gratis- del video de la Operación Jaque donde se comprueba el uso “deliberado” (según Rafael Santos, codirector de El Tiempo) de un chaleco con el emblema “sagrado” (ibídem) de la Cruz Roja, permite por un lado constatar que los extremos se juntan, mientras por otro deja flotando una serie de álgidos interrogantes:

1. Del mismo modo que el ministro de Defensa habló de “traición a la Patria”, alias Iván Márquez afirmó que el éxito de la operación recayó en “dos traidores (alias César y alias Enrique Gafas), quienes a su vez fueron traicionados por los generales y el Gobierno”. ¿Acaso ambos tienen la razón?

2. Si ya resultaba dudosa la primera versión dada por el Presidente, según la cual un soldado antes de aterrizar habría calmado sus nervios mediante el uso de ese “peto” (lo cual haría pensar que quizá lo compró a escondidas en un San Andresito y lo camufló entre sus haberes), la segunda implicaría que tanto al directo responsable de la operación –el comandante del Ejército, Mario Montoya- como al Ministro de Defensa y al Presidente de la República no sólo les ocultaron el uso de dicha prenda, sino… ¡la existencia del video!

3. Por mucha tierra que se le quiera echar al asunto, el que peor parado queda es el Ejército, pues “por la plata baila el perro”, lo cual se traduce en que ante la posibilidad de un dinerillo extra, ni en sus propios hombres de la Inteligencia se puede confiar.

4. A sabiendas de que se trata de una interpretación perversa (o pérfida, para estar a tono), ¿pudo haber en la filtración del video algún interés en perjudicar las aspiraciones presidenciales de Juan Manuel Santos?

5. Como un hecho concomitante –y por extraño que parezca- la imagen del presidente Uribe siempre sale fortalecida ante los errores y/o engaños de sus subalternos.

6. Si para el caso en cuestión –la liberación de los secuestrados- “el fin justifica los medios” (en lo cual coincide el 91 por ciento de los colombianos), ¿unas ‘piadosas’ mentirillas adicionales no serían parte de esos mismos medios?

7. Hablando de los otros medios, no deja de ser paradójico que haya sido el más áulicamente oficialista, el canal RCN, el que puso en mayores aprietos ante el mundo al Gobierno, con su “primicia internacional”.

8. Por cierto, ¿por qué durante la ‘recepción’ que hasta la medianoche les ofrecieron a los recién liberados en Palacio (algún chistoso afirmó que el Gobierno los secuestró por “un ratico”), tanto el Presidente como el Comandante del Ejército les preguntaban tanto si habían visto o no emblemas de entidades humanitarias?

9. ¿Y por qué la propia Íngrid afirmó no haberlos visto si, además de los vistosos emblemas in situ de la Cruz Roja, Telesur y Ecuavisa, el helicóptero salvador portaba el de “Misión Humanitaria Internacional” (una falsa ONG) hasta en su barriga?

10. ¿Tuvo algo que ver la tímida reacción del CICR –que del crimen de guerra conocido como “perfidia” pasó a hablar de “violación al Derecho Internacional Humanitario (DIH)”- con el hecho de que Colombia es el mayor aportante del continente a la Cruz Roja?

11. Y ¿por qué no hay –ni habrá, al parecer- un solo responsable directo por esta violación al DIH?

Sea como fuere, es obvio que este pérfido jaque a la Operación Jaque no le causará mayor daño a la imagen del Gobierno –al menos en lo interno, como siempre- y se terminará aceptando la (última) versión oficial, porque “la historia la escriben los triunfadores”.