lunes, 17 de junio de 2019

En Barrancabermeja un joven le vendió el alma al diablo


En torno al futuro de Barrancabermeja hay por estos días dos noticias, una buena y otro mala.

La buena noticia es su reciente declaratoria como Distrito Especial, impulsada por la bancada santandereana en el Congreso, en tarea a la que contribuyeron Horacio José Serpa, Leonidas Gómez y Richard Aguilar, entre otros. Esto a la capital del petróleo le significa acceder a importantes recursos de Regalías, incluso contemplar ahora sí el urgente y postergado Plan de Modernización de la Refinería, PMRB.

La mala noticia es que cierto candidato con opción de ser el próximo alcalde es alguien que se trae las peores mañas, y de ello da cuenta -para empezar- este dato: compitió hace cuatro años con el hoy destituido alcalde Darío Echeverri y construyó su prestigio haciéndole la más férrea oposición desde el primer día… pero hoy tras bambalinas es firme aliado suyo. Hablamos de Jonathan Stivel Vásquez Gómez, quien se pasó a vivir al mismo edificio Reserva Cardales donde vive Echeverri (en cómoda “casa por cárcel”), cuentan las malas lenguas que para no estar ambos expuestos a miradas indiscretas.

¿Por qué el mismo que según La Silla Vacía logró recoger buena parte del voto de opinión en Barranca con una campaña lejos de los políticos tradicionales, apoyó a Leonidas Gómez y ayudó a recoger firmas para Sergio Fajardo, termina de pronto metamorfoseado en un vulgar politiquero? Muy sencillo: porque le vendió el alma al diablo.

Conviene advertirlo a tiempo, para luego no caer en el estribillo de “se les dijo y no hicieron caso”: detrás de Jonathan Vásquez se ha alineado lo peor de la corrupción y la politiquería, comenzando por José Alfredo Gnecco Zuleta, miembro de la temida casa Gnecco de Valledupar “asociada al paramilitarismo, bandas criminales, corrupción, contrabando de gasolina, ganado, armas, narcotráfico y otras actividades ilegales”, según Wikipedia. O sea que si gana Jonathan, esos mismos entrarían a gobernar a Barranca: personas de ingrata recordación, relacionadas con los grupos paramilitares que sembraron terror y zozobra en los años más oscuros del puerto petrolero.

Además de las vallas que profusa e ilegalmente comienzan a aparecer en las calles de Barranca con el nombre de Vásquez, el apoyo de los Gnecco se expresa también en la adopción de un modelo de la mexicana Cemex que dicho clan aplicó en el Cesar, consistente en una “bloquera solidaria” que pone los materiales y enseña a familias de escasos recursos a fabricar ladrillos, la mitad de los cuales usan en la construcción de sus viviendas y la otra mitad es comercializada por la empresa que los apoya. En el caso que nos ocupa, Barrancabermeja, la fórmula es ladrillos a cambio de votos.

(Paradójico paréntesis: fue la cercanía de su parentela política con Cemex la que le permitió a Vicky Dávila, cuñada de José Alfredo Gnecco, obtener la información que publicó en su última columna sobre un supuesto caso de corrupción de su muy odiado expresidente Juan Manuel Santos).

Para contrarrestar tan ominosa situación, la de un candidato apoyado por el billete grueso de una gente indeseable, hoy hay más de diez alternativas en la palestra. Pero quiero referirme a los dos que pueden hacerle contrapeso a Vásquez, para completar el trío de los que hoy lideran las encuestas.

Uno es el jovencito Nicolás Contreras, y lo de jovencito no es peyorativo, es porque tiene menos años (25) que el también joven Jonathan Vásquez (29). Contreras estudió Administración de Negocios Internacionales en Inglaterra, trabajó en Egipto con la ONU y en la OEA como delegado internacional, tiene postgrado en Finanzas, en fin, lo que llaman "un chino adelantado”. Se define independiente y se acaba de inscribir por firmas, estuve conversando con él e inspira confianza en el hablar. Pero viene de trabajar para el alcalde de Floridablanca, Héctor Mantilla, y por ello se le achaca línea directa con la vicepresidente Marta Lucía Ramírez. No sobra darle un compás de espera, a ver cómo responde a la hora de demostrar independencia.

El tercero que asoma en la contienda es Alfonso Eljach, un hombre de talante liberal, profesor universitario, abogado y empresario (dueño de Yariguíes Stereo) con reconocido trabajo entre las comunidades, pionero en la creación de los Centros de Convivencia Ciudadana que tuvieron su origen en los barrios nororientales de Barrancabermeja y que tanto contribuyeron a asentar la paz. Puedo estar equivocado -en política nada queda en mármol- pero Eljach podría encarnar una esperanza de renovación, unida a su experiencia como administrador de conflictos. Solo falta ver, como en los dos casos anteriores, con quién se junta. “Dime con quién andas y te diré quién eres”.

Pero hay un elemento que podría entrar a recomponer el tablero, y se relaciona con la posibilidad de que el tres veces alcalde, Elkin Bueno Altahona, se haya lanzado a buscar el aval de Cambio Radical a la gobernación de Santander no porque esté interesado en quitarle esa credencial a quien muy seguramente se la darán, Nerthink Mauricio Aguilar Hurtado (hijo del coronel Hugo Aguilar, parapolítico condenado), sino porque quiere hacer bulla en todo el departamento para regresar fortalecido a buscar la alcaldía de Barrancabermeja… por cuarta vez. Esto por supuesto debilitaría la candidatura de Jonathan Vásquez, pues los “inversionistas” preferirían a un malo conocido que a un Bueno (igualmente malo) por conocer.

Sea como fuere, la consigna en lo atinente a mi natal Barrancabermeja, es votar a conciencia. No a cambio de un tamal o unos ladrillos, sino en busca de un mejor futuro para la ciudad.

DE REMATE: En la noche de hoy miércoles 19 de junio se reúne en Bogotá la bancada santandereana del Partido Liberal -tres senadores y tres representantes a la Cámara- para dirimir una eventual posición unificada en torno a la gobernación de Santander. Si me permiten opinar, lo ideal sería apoyar a alguien con ideas liberales, pues el palo no está pa’ hacer cucharas en cuanto a tener candidato propio. Y si de ideas liberales se trata, ¿quién creen que es el más afín? Ahí les dejo ese trompo…

martes, 11 de junio de 2019

¿Cuándo dejará Iván Duque de ser subpresidente?


Es una verdad incuestionable que a Iván Duque Márquez le cabe el apelativo de subpresidente, en aplicación del axioma según el cual donde hay un gerente el segundo al mando es el subgerente, y en patética comprobación de que es la primera vez en la historia de Colombia que el presidente de la República en ejercicio tiene un jefe.

Esto se pudo percibir con prístina claridad en las objeciones que presentó (o le obligaron a presentar) a la ley estatutaria de la JEP: un mandado para complacer al partido de gobierno, Centro Democrático, o sea al dueño del letrero, Álvaro Uribe Vélez. Pero fueron por lana y salieron trasquilados, y el esquilmado en su gobernabilidad ya sabemos quién fue: el trompo de poner, que es como se le llama al que recibe los cocotazos.

También se percibió después de que la JEP ordenó la libertad de Zeuxis Hernández Solarte, alias ‘Jesús Santrich’, y se armó una trapisonda de padre y señor mío. Ese mismo día en la tarde, viernes 17 de mayo, Uribe le extendió esta orden perentoria al subalterno de más alto rango que tiene: "En el Centro Democrático sabemos que con el buen criterio del presidente Iván Duque, de acuerdo con los instrumentos legales, finalmente Santrich será extraditado. Confiamos en eso". (Ver noticia).

Y no es que Duque le hubiera desobedecido; es que la razón para no haber decretado la conmoción interior (que fueron a pedirle a su despacho, según conté en exclusiva) estuvo en la explicación que Uribe le dio a El Espectador el viernes 31 de mayo -cuando la Corte Constitucional hundió las objeciones- en justificación de su derrota: “Porque el gobierno Santos prometió que no elevaría los acuerdos de La Habana a la Constitución, incumplió su promesa, los elevó y la conmoción interior no puede suspender la Constitución”. (Ver noticia).

Mejor dicho, quisieron descarrilar el tren atravesándole palos a la locomotora y no lo consiguieron, porque estaba muy bien afincada sobre sus rieles jurídicos. Pero van a seguir en su empeño, detrás de un objetivo claro, tan claro que es inaudito que los medios de comunicación no lo perciban: la impunidad a perpetuidad para el causante de tantos males, que aún no cesan.

Es inaudito además que todo el país sea simple espectador impávido (súpito, atónito y escuálido) de un presidente que aparenta firmeza pero en realidad es un sujeto políticamente desmirriado, sin don ni capacidad de mando, puesto ahí para dar cumplimiento a las órdenes que le llegan desde todos los frentes uribistas como fuego graneado, y que él debe sortear a diario como si estuviera en un reality de TV, al mejor estilo Jim Carrey en The Truman Show.

Porque es que todo le está saliendo patas arriba: quiso convocar a un acuerdo nacional dejando por fuera a los partidos de la oposición (o sea a la mitad del país); las “horas contadas” del régimen de Nicolás Maduro se le convirtieron en meses interminables; cada vez que repite como un loro que “Santrich es un mafioso”, le suena libreteado; y ni siquiera le salió bien la visita que le recibió a la actriz Angelina Jolie en la Guajira, pues fue objeto de los más crueles y divertidos memes en las redes sociales.

Sumado a lo anterior, a raíz de la decisión de la Corte Constitucional que tumbó dos artículos del Código de Policía que imponía multas por consumir licor o hierba en espacios abiertos, Uribe pretendió erigirse en adalid de la indignación popular con estas palabras henchidas de fervor patriótico: “Queridos ciudadanos, nosotros tenemos que decir que rechazamos profundamente la sentencia (…) y nos disponemos a salir a las calles. Lo único que no pudo quitarnos el gobierno anterior fue la calle, que es nuestro campo de batalla”. (Ver trino).

Presta y presurosa, la fundación uribista Ciudadanos por Colombia le cogió la caña, y con el hashtag #9JunioMarchaContraLasCortes convocó a marchas de protesta en las capitales del país para el domingo 9 de junio, con un resultado tan lánguido que ese mismo día Eltiempo.com le lanzó -también presto y presuroso- un salvavidas a Uribe con una noticia donde se decía que “representantes del Centro Democrático aclararon que estas movilizaciones no son una iniciativa ordenada por el líder de ese partido”. Pero si se fijan en el URL de la noticia, este dice “centro-democratico-planea-marcha-contra-fallo-sobre-alcohol-y-drogas”. O sea, remendaron la noticia. (Ver noticia).

El uribismo pensó que iba a ocurrir como en la antesala del plebiscito de 2016, cuando lograron sacar a la calle a ríos de gente enardecida y convencida de que el acuerdo de paz iba a convertir en homosexuales a “nuestros niños”. Pero todo indica que a un perro no lo capan dos veces, y la nula capacidad de movilización que mostró el senador Uribe el domingo pasado haría pensar que el país ya no le come cuento al “caudillo” que necesita ensuciar el agua donde todos nos bañamos para que no se note lo cochino que él está.

Eso mismo debería entonces poner a pensar al subpresidente Duque: en si no será que está en el lugar equivocado o ejerciendo el poder de manera vergonzosa, de modo que el único modo de pasar a la historia con relativa dignidad sería si decidiera ‘pararle el macho’ a su jefe y comenzar a tomar decisiones por cuenta propia. Como si fuera el presidente de la República, mejor dicho, no un segundón más de Uribe y su rabioso partido de gobierno.

DE REMATE: ¿Por qué los uribistas andan tan envalentonados, haciendo y deshaciendo a sus anchas, tratando incluso de subvertir desde adentro el orden constitucionalmente establecido? Porque creen contar con el apoyo -tácito y cómplice- de Donald Trump.

lunes, 3 de junio de 2019

¡Coronell, salve usted la causa!




“Al golpear la credibilidad de una de las pocas publicaciones de prensa que todavía gozaban de alguna, nos dejan huérfanos”. Esto dijo Antonio Caballero a raíz del despido de Daniel Coronell como columnista de Semana, para referirse a una orfandad que se resume en esta pregunta que se hace -y responde- al final del párrafo: “¿A quién creerle? A nadie”. De acuerdo, ya no se puede creer en nadie.

Lo que sí no se le puede creer a Caballero -ni a María Jimena Duzán, quien tildó a Coronell de soberbio- es cuando afirma que fue un error del columnista haberle exigido a Semana “con arrogancia que reconociera su tardanza en la publicación de la investigación”. ¿Acaso es posible exigir algo con humildad…?

Sea como fuere, es comprensible que Duzán y Caballero hayan buscado un equilibrio entre el patrón que despide y el colega que es despedido, diferente a un Daniel Samper Ospina que sin empacho regañó públicamente a Felipe López después de que este “en gesto autocrático y anacrónico, propio de los tiempos en que el periodismo tradicional lo permitía, despide de manera fulminante a un columnista, pasando incluso por encima del director de la revista, a quien con ello desdibuja”. (Ver columna).

Como dijo Ramiro Bejarano en columna titulada con sarcasmo Pésima semana, "lo peor de este bochornoso episodio es que va acentuándose el empeño del Gobierno de Uribe, presidido por Duque, de polarizar los medios entre quienes los aplauden y los que no renuncian a la independencia". Hoy la supervivencia de los grandes medios depende en parte de las suscripciones virtuales, pero sobre todo de la pauta publicitaria. ¿Y quién maneja la tajada más grande en este rubro? El Gobierno.

No nos llamemos a engaños, es el manejo de la chequera lo que le da carta blanca (o más bien negra) a esa insidiosa polarización alentada por quienes necesitan hacer invivible la república para sacar avante la impunidad de Uribe, y agudiza la orfandad en la que van quedando los lectores de medios otrora confiables, sumado al sentimiento de desazón que produce constatar que aquellos que han preferido hacerse al lado del gobierno para recibir sus favores… son los que van ganando la partida.

Frente a este oscuro panorama quedan los otros, cada vez más escasos y disgregados, aunque dispuestos a jugársela entusiastas por la independencia, única opción posible si hablamos de periodismo. Es entonces cuando uno se pregunta si no sería posible que un líder de opinión como Daniel Coronell aprovechara la crisis que se presentó con su despido y la convirtiera en oportunidad para crear bajo su dirección un medio de comunicación virtual (los impresos están mandados a recoger) cuya única consigna sea la búsqueda implacable de la verdad, sin contemplaciones. “Su misión, si decide aceptarla…”.

¿Es acaso una utopía plantearlo? Me atrevo a pensar lo contrario. Hoy crear un medio o cualquier emprendimiento en Internet requiere más ingenio que cuantiosas inversiones, y debe haber más de un periodista que antes se ubicaba en posición privilegiada y ahora se siente incómodo frente a la tendencia autoritaria que dentro de las salas de redacción comienza a imponerse, más con un funesto precedente como el de Semana, que por sí solo constituye sonoro campanazo de alerta.

El problema ya no es si Coronell fue o no soberbio al pedir explicaciones (defecto que antes le achacaban a Gustavo Petro), sino la situación en la que quedan los demás periodistas, aquí y en Caparrapí: si eso le pasó al columnista más leído de Colombia, le puede pasar a cualquiera. O sea, la autocensura se impone.

Así las cosas, ¿cuál sentido tiene que Coronell pase a otro medio, cuyos dueños también serán empresarios interesados en hacer dinero antes que en apoyar un modelo periodístico ajeno a toda influencia política o económica? ¿Y por qué Coronell anunció en entrevista con Julio Sánchez Cristo: "Tengo una columna lista que iba a publicar el domingo, estoy buscando dónde difundirla”, y al final no la publicó? ¿Quizá porque el medio que decida acogerlo sabe que queda expuesto a las retaliaciones del rabioso uribismo en el poder, comenzando por el recorte de la pauta oficial…?

La invitación a Daniel Coronell es a que lidere una causa de largo alcance en pro de la verdadera independencia periodística. Sin lugar a dudas contaría con miles de suscriptores (por no decir millones), y además aparecerían empresarios con espíritu generoso y progresista que quieran brindarle apoyo financiero a tan atractiva y necesaria ‘alternativa’.

Permítame abusar entonces de la confianza, Daniel, para pedirle que tome el toro por los cuernos y reúna en torno suyo a las plumas más lúcidas y valientes, y así enfrente los poderosos vientos de censura que se ciernen sobre el horizonte mediático. Y que el nuevo medio se comprometa no solo con la búsqueda de la verdad, sino con su defensa a rajatabla. Porque si hay algo hoy en peligro, es la verdad. La misma que intentó menospreciar el ministro de Defensa Guillermo Botero cuando dijo que la muerte del desmovilizado Dimar Torres fue “producto de un forcejeo”, pero al parecer respondía a las directrices dadas a las tropas desde la cúpula para “duplicar resultados”. La misma verdad, en últimas, que siguen empeñados en aplastar mediante la cacería de brujas que se desató contra los oficiales del Ejército que alertaron primero a Semana y (tras el silencio cómplice de esta) a The New York Times.

Así las cosas, apreciado colega, tiene usted la palabra. Hable ahora y… que no nos callen para siempre.

DE REMATE: Ojo, no se le está pidiendo a Daniel Coronell que se lance a la Presidencia de la República. Aunque ni siquiera esa opción debería descartarse, frente a la aberrante crisis de liderazgo que vive el país.