lunes, 27 de enero de 2014

¿Enrique Peñalosa, presidente?



Es factible pensar que antes de escribir su última columna para Semana, León Valencia no se había enterado de que Enrique Peñalosa declaró a Caracol que en caso de ser candidato por Alianza Verde, buscará acercamientos con el expresidente Álvaro Uribe: “debemos reconocer –dijo- su labor en temas como la seguridad democrática y su gran empuje a la infraestructura del país”.

No se había enterado, creo, porque Valencia remata así su columna: “Peñalosa entiende que las circunstancias lo han ubicado al lado de la izquierda y así lo ha dejado ver en las últimas semanas. (…) Sabe que sería una gran estupidez permitir que se le arrimara el uribismo con los síntomas de decadencia que experimenta”.

A lo que dijeron Peñalosa y Valencia se le llama pensar con el deseo, pero cada uno en dirección opuesta: mientras el primero ‘desea’ a Uribe subido al tren de su eventual victoria, el segundo espera que no cometa semejante estupidez. Que sin duda lo es, considerando tan solo el más reciente precedente, cuando la espuria alianza del Partido Verde con el exmandatario provocó el efecto contrario al esperado y le dio la alcaldía de Bogotá a Gustavo Petro.

Nadie se explica a qué está jugando Peñalosa cuando vuelve a los coqueteos con Uribe, siendo evidente que el uribismo va en barrena, como bien lo demuestran los tomatazos, abucheos y demás tragos amargos que en la última semana ha debido padecer, la última de cuyas más patéticas expresiones de rechazo popular se dio este sábado 25 de enero en Neiva, ante un número de nuevo menguado de seguidores y un coro de abucheadores cada vez más copioso y beligerante.

Esto obedece a una situación que ya había identificado Abraham Lincoln en 1860: "es posible engañar a todo el mundo algún tiempo. Es posible engañar a algunos todo el tiempo. Pero es imposible engañar a todo el mundo todo el tiempo".

¿Por qué entonces Peñalosa vuelve a rastrillar sobre un asunto que alborota la bilis de quienes terminarán por elegirlo su candidato a la presidencia, no por aclamación general sino por descarte, porque no hay quién más? ¿No habría algo de reiterada torpeza política en querer lanzarle un salvavidas a alguien que parece hundirse en el fango del desprestigio, como le ocurrió a Alberto Fujimori en Perú cuando comenzaron a descubrirse sus indebidas andanzas?

Sea como fuere, lo que parecía un tema baladí se transformó de la noche a la mañana en asunto de trascendencia histórica, pues ahora resulta que Enrique Peñalosa podría ser el próximo presidente de Colombia, si nos atenemos a la última encuesta de Centro Nacional de Consultoría que lo ubica en segundo lugar de preferencia, detrás de Juan Manuel Santos y por encima de Óscar Iván Zuluaga. A eso se le llama estar en el lugar indicado a la hora indicada, no hay más. Pero no deja de ser tragicómico que alguien que hasta hace unos días era visto como moscardón en leche entre las filas del Partido Verde y los Progresistas, será su candidato a la Presidencia…

La consecuencia de lo anterior es que el nombre de Enrique Peñalosa ha adquirido una importancia inusitada, a tal punto que a León Valencia, el más agudo analista de la política nacional, se le notó un dejo de resignación al reconocer que su candidatura no tiene marcha atrás, y que a la Alianza Verde no le queda opción diferente a la de respaldarlo en su aspiración.

El problema es que con Peñalosa opera una situación bien compleja, pues podría ocurrir que habiendo llegado al solio de Bolívar termine haciendo con la izquierda lo mismo que Santos hizo con Uribe: traicionarla. La incertidumbre se presenta sobre todo por su cercanía con el expresidente, lo cual haría previsible una segunda vuelta en la que el candidato de la Alianza Verde invite a sus “copartidarios” (incluido el Polo, ¿por qué no?) a unir fuerzas con el Partido Conservador –ahora antisantista- y el uribismo para derrotar a Santos.

¿Y qué consecuencias traería esto para el proceso de paz en La Habana? ¿Terminaría la izquierda -ante la manifiesta incapacidad que padeció para encontrar un candidato de unidad salido de sus entrañas- cogobernando de la mano de Peñalosa con los conservadores y con Álvaro Uribe? Y en caso tal, habiendo sido la agrupación que puso al candidato victorioso, ¿trabajaría como locomotora del tren o como vagón de carga? Mejor dicho, ¿le ocurrirá como la esposa fiel que después de apoyar al marido en las duras y en las maduras, este la desprecia y se va con la amante?

No se pierda el próximo capítulo de esta espeluznante novela…


martes, 21 de enero de 2014

¿Un Dios discapacitado?




Es comprensible el escándalo que se armó con motivo del video donde aparece la más alta dirigente de la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional (MIRA), María Luisa Piraquive, prohibiendo la presencia de discapacitados en los púlpitos, pero es injusto que toda el agua sucia les esté cayendo a ellos, pues en la práctica esa prohibición opera para todas las iglesias y espectáculos, aquí y en Cafarnaúm.

Un programa de TV como ‘El precio es correcto’ y una ceremonia religiosa tienen en común que quienes asisten lo hacen con la ilusión de obtener algo, premios unos y bendiciones otros, pero no son conscientes de que quedan enganchados a un mecanismo perverso donde los verdaderos beneficiados son quienes mueven los hilos de las marionetas. Esto se traduce en que el animador Iván Lalinde no es el dueño del negocio sino el títere que atrae espectadores, pero mientras más televidentes le consiga al canal mayores ofertas recibe para hacer comerciales de detergentes. Del otro lado, el predicador sí es casi siempre el dueño del letrero, de modo que a medida que aumenta el número de adeptos consigue más recursos para abrirle nuevas sucursales al negocio.
 
Lo cierto es que los asistentes a esos templos quedan encandilados por un show mediático cuya parafernalia musical y coreográfica es copiada de la TV. Eso hace el espectáculo más divertido que una misa tradicional, y es el motivo por el cual este tipo de sectas e iglesias de variopinto caletre viene creciendo con tanta facilidad, como quien multiplica los panes y los peces. Ello explicaría a su vez por qué al frente de la Iglesia Católica pusieron a Francisco, el más mediático de los últimos papas, a modo de salvavidas que les permite sobreaguar, recuperarse de sus escándalos y enfrentar tan feroz competencia. Sin desconocer, claro está, que con el Papa Francisco el catolicismo manifiesta una admirable capacidad de replantearse sus propios derroteros.

Para el caso que nos ocupa, el de la iglesia MIRA y su dueña la señora Piraquive, sorprende que alguien con tan escaso nivel académico y cultural haya podido construir semejante imperio de 850 templos y miles de millones de dólares en ingresos. Es aquí donde obliga aplicar el refrán según el cual “en el país de los ciegos el tuerto es rey”, pues no se entiende dónde puede residir el carisma de alguien que maneja un léxico tan pobre, al punto de justificar o atribuir la prohibición de discapacitados a “la conciencia”.

Si de discapacitados se ha de hablar, la realidad cruda y desnuda nos dice que estamos frente a alguien que en sus sermones presenta trazas de minusvalía mental, o al menos dificultad para hilar un discurso medianamente coherente. Bien se sabe que la idea original fue de su marido, el pastor evangélico Luis Eduardo Moreno, quien fundó al MIRA en 1972 y falleció en 1996. La viuda recogió los frutos de un hombre al que se le atribuía el don de la palabra, y con evidentes dificultades para la oratoria pero notorias destrezas para los negocios continuó su legado, afirmando que había recibido la profecía del mismísimo Dios, quien le habría dado las instrucciones sobre cómo dirigirla. Y a nadie se le pasó por la cabeza que pudiera estar mintiendo, o en busca de una tabla de salvación para que a la muerte de su marido –que ahora comienza a investigarse- no se le fuera de las manos semejante ‘fortuna’ celestial.

Decíamos de todos modos que con la gente del MIRA se estaría cometiendo una injusticia, pues ellos son el chivo expiatorio de un esquema que viene operando de modo casi idéntico en todas las religiones, canales televisivos, emisoras radiales, espectáculos, medios de comunicación y empresas comerciales en general, cual es el de trabajar en función de obtener una rentabilidad económica para sus dueños y asociados.

Asociados son los pastores o ministros por el lado evangélico o protestante, o los sacerdotes y las monjas por el lado católico, mientras que los dueños del negocio son los que han logrado escalar la cima más alta de la organización. Pero unos y otros la pasan bien gracias a los réditos que arroja la empresa y el ejercicio de su profesión, en este caso la de intermediarios de Dios sobre la Tierra.

Lo verdaderamente llamativo –y paradójico, y aberrante incluso- es que quienes la pasan mal son precisamente los que con sus diezmos, limosnas o contribuciones alimentan a ese ejército de zánganos, pero nunca dejan de alimentar (valga la redundancia) las esperanzas de que el día menos pensado ese Gran Jefe al que llaman Dios se digne echarles una miradita, concederles una ‘bendición’ y sacarlos así de la pobreza material o espiritual en que se hallan.

Con lo cual llegamos a la pregunta del millón: y en medio de todo este engranaje corporativo de carácter multinacional, ¿qué lugar ocupa Dios? Buena pregunta para Dios, pero, mientras sale de su escondite o escoge a alguna de sus ovejas para responder con la revelación de su próxima profecía, podemos aventurar alguna hipótesis:

En el video de Semana.com donde se conoce lo que sería la primera reacción de la pastora Piraquive por las críticas a su iglesia, ella le echa la culpa al diablo de lo que está pasando: “el diablo está ensañado criticando, murmurando, calumniando, insultando y diciendo palabras soeces contra la iglesia y contra los creyentes. Yo creo que no encuentra más palabras vulgares para expresarse de la ira y la rabia y la envidia que tiene, por la iglesia que el Señor la está bendiciendo y la está respaldando”.

Ante lo cual, surgen interrogantes: ¿cómo así que si el Señor la está respaldando, es ese el modo de bendecirla? ¿Será que el don profético de la señora Piraquive se gastó de tanto usarlo y ello trajo como consecuencia que Dios perdiera la batalla frente al diablo? ¿Por qué ese Dios henchido de bondad, compasión y misericordia no ha podido hacer valer los derechos de sus hijos minusválidos, para que sean pastores de esa o de cualquier otra iglesia? ¿Alguien ha visto acaso un sacerdote católico discapacitado, desde su ordenación, quiero decir? ¿O no será que desde el principio de los tiempos nos vendieron como todopoderoso el que en tales condiciones sería un Dios hasta cierto punto discapacitado?

Son preguntas que para muchos adquieren la categoría de blasfemia, pero aquí se plantean como una reflexión filosófica expresada además en las palabras que un día les dije a unos Testigos de Jehová: “lo importante no es cambiar de pastor, sino dejar de ser rebaño”.

En otras palabras: si Dios es omnisciente y omnisapiente, ¿para qué necesita de sacerdotes, pastores o jerarcas que terminan cayendo en la tentación de abusar de su poder o su prestigio? Ya es tiempo entonces de recapacitar en torno al papel dañino que las iglesias como aparatos de poder han representado a lo largo de los siglos, y comenzar a practicar el sano ejercicio de establecer comunicación directa con Dios, sin intermediarios pervertidos, corrompidos por la avaricia o contaminados de las más terribles sospechas.

Por el bien de la humanidad, las iglesias y las religiones deberían desaparecer.

lunes, 13 de enero de 2014

¡Es la ideología, estúpido!


Tomado de Semana.com

Un comercial reciente de Navidad del Partido de la U refleja la pobreza de ideas y planteamientos en que se halla sumida la política colombiana: un señor de luenga barba blanca que a todas luces quisieron hacernos pasar por Papá Noel, pero vestido de civil, realiza actividades familiares rutinarias como abrir la nevera o sentarse a la mesa en compañía de quienes al parecer son su señora y un par de preciosos nietos. Al final no queda nada para reflexionar, sólo la sensación de que te quisieron vender la imagen de un partido político con el mismo truco que  usan para vender un cepillo de dientes o  la mayonesa: con imágenes “bonitas”.

Algo similar viene ocurriendo con el expresidente Álvaro Uribe, cuya cara bonita quisieron meter en el tarjetón para no dejarle dudas al incauto, pero ahora enfrenta la zozobra de que ya ni siquiera los colores de la bandera y la palabra uribismo le quieren admitir, de modo que terminaría por aparecer en la contienda representando exactamente lo contrario a lo que dice ser: el “Centro Democrático”. Y así, ¿quién de sus potenciales votantes que en promedio haya pasado por una universidad podría reconocerlo en el tarjetón? Situación de veras preocupante para el exmandatario, sin que se llame a chiste.

Contrario también a lo que dice ser está el Partido de la U, una agrupación híbrida en la que dejaron colar a muchos políticos ‘paracos’ (bueno, ¡porque estaban en subienda!), que Juan Manuel Santos juntó a las volandas para organizarle la primera reelección a su entonces jefe, y a cambio pidió el ministerio de Defensa, con el exclusivo propósito de dañarle el caminado al verdadero candidato de Uribe, Andrés Felipe Arias.

Lo único digno de recordación del comercial arriba aludido es que al final dice “Unidos como debe ser”, o sea lo contrario a lo que les viene ocurriendo, sumidos como damnificados en el vórtice de la tormenta desatada por la feroz división Santos-Uribe, la cual sólo amainará cuando uno de los dos por fin haya logrado hacerle morder el polvo de la derrota a su contrincante.

Hablando de incongruencias o contradicciones ideológicas, una de las más protuberantes se halla en que alguien como Álvaro Uribe se hacía pasar por liberal –dentro de esa agrupación forjó la mayor parte de su carrera política- pero hoy representa todo lo contrario al espíritu y el pensamiento del Partido Liberal.

De todos modos, si algo hay que abonarle a Uribe es que cuando por fin se quitó la careta de liberal, apareció ante el país como lo que en realidad es: el más auténtico, legítimo, genuino y fidedigno representante de la extrema derecha colombiana. La consecuencia más notoria de su radical viraje a estribor fue que después de abandonar la presidencia sumió al Partido Conservador en un desbarajuste que lo tiene cual Titanic al borde del hundimiento ideológico, pues hoy la mayoría de sus miembros está agarrada por impúdica conveniencia a chupar la ubre burocrática (para no aludir a la felatio) del gobierno Santos, mientras su corazoncito no deja de anhelar los tiempos recientes en que con Uribe todo eran mimos, caricias y carantoñas por doquier…

Ahora bien, lo anterior era solo un pretexto para referirnos al estado de postración intelectual y moral que muestran los primeros enviones de una campaña electoral que ya prendió motores pero nada nuevo tiene para mostrarle al elector, como el cascarón de un huevo al que le han succionado clara y yema: liviano, vacío y quebradizo.

Es de todos conocida la frase que en 1992 se inventó James Carville, estratega de la campaña electoral de Bill Clinton, cuando George Bush parecía imbatible debido a sus éxitos en política exterior. Con el fin de mantener la atención centrada en lo fundamental, Carville pegó en la cartelera de su oficina un cartel con tres puntos:

1.       Cambio vs. más de lo mismo.
2.       La economía, estúpido.
3.       No olvidar el sistema de salud.

Aunque era apenas un recordatorio interno, el éxito estuvo en que la frase le fue adjudicada al propio Clinton (“¡es la economía, estúpido!”) y terminó por modificar la relación de fuerzas y derrotar a Bush, pues centró el interés en mejorar las condiciones de vida de la población antes que en agitar la bandera del orgullo americano.

Para el caso de la campaña que nos ocupa, mientras en el país del norte es fácil identificar dos corrientes claras de pensamiento –la del burro liberal demócrata y la conservadora del elefante republicano- en Colombia la política se ‘perrateó’ a un punto en que proliferaron los partidos de garaje y otras catervas, auspiciados por oscuros dineros y organizaciones que terminaron por convertir las contiendas electorales en competencias cuyo triunfo les está reservado a quienes mayor cantidad de dinero tienen para conseguir más votos.

¿Dónde están los planteamientos, los programas, las juiciosas propuestas ideológicas de los diferentes partidos y campañas para someter al escrutinio de un elector pensante, interesado en tomar la mejor decisión por el bien del país? No sólo brillan por su ausencia, sino que han convertido la actividad política –sobre todo la electoral- en un tráfico de favores, tamales e influencias que han degradado tanto a los ‘líderes’ como a las organizaciones al más bajo nivel posible, el de simples mercaderes de votos.

La parte más perversa del asunto se presenta cuando, después de que uno de ellos ha obtenido el triunfo –por ejemplo a presidencia, alcaldías o gobernaciones- los perdedores corren a prestarle al ganador su más patriótica colaboración para armar coaliciones, de modo que entre todos puedan ‘hacerse pasito’ y repartirse la marrana del presupuesto público, en función no de programas sino de oscuras componendas.
 
Esto es algo que ¡tiene que cambiar!, y para lograrlo se requiere por un lado que se imponga el voto obligatorio (que castigaría la perniciosa abstención y le daría al voto de opinión el lugar de preponderancia que se merece) y por otro se eliminen las listas con voto preferente, de modo que los partidos se hagan responsables de las personas que postulan para ocupar cargos públicos.

Mientras esto ocurre, o sea mientras se logran depurar tan dañinas prácticas, es conveniente acudir a un electorado consciente que logre transmitirle a tanto político  amañado un mensaje claro a modo de línea de acción:

¡Es la ideología, estúpido!

martes, 7 de enero de 2014

Propósito para 2014: ‘silenciar’ a Uribe



Tomado de Semana.com

El 26 de diciembre pasado el candidato al Senado Álvaro Uribe Vélez dijo una mentira del tamaño de un trasatlántico, que dio para pensar que se había adelantado al día de los Inocentes: "En muchas partes del país, como en el Páramo de las Hermosas, las FARC están amenazando que si los campesinos no votan por Santos, los matan". Además, aseguró que la guerrilla está elaborando un censo de ciudadanos para controlar el voto el día de las elecciones.

Uribe lo decía con propósito artero: el de conseguir que tanto las FARC como Juan Manuel Santos respondieran con virulencia al engendro noticioso, ante lo cual habrían quedado emparentados en la misma respuesta, mientras que en el imaginario colectivo del populacho –el mismo al que quisieron mostrarle la cara de Uribe en el tarjetón electoral para guiar al ignorante- quedaría la idea de que era cierto lo que él dijo.

El lado perverso del asunto reside en que la verdad es otra, aunque muy parecida: eran los grupos paramilitares los que ordenaban a los campesinos y pobladores de sus zonas de influencia votar por Uribe en las campañas a la presidencia de 2002 y 2006, mediante un estricto control y seguimiento a las listas de votantes, que permitía saber en cada mesa de votación por cuál candidato habían votado en forma mayoritaria. Y donde no hubieran votado por Uribe, llevaban ‘del bulto’.

Esto sin olvidar que el propio Diego Fernando Murillo, alias ‘don Berna’, acaba de declarar que él y sus secuaces le aportaron $2.000 millones de pesos a la campaña presidencial de Uribe Vélez en 2002, en lo que constituye la primera vez que un jefe del paramilitarismo asegura que entregó dinero directamente a su campaña. Y eso tuvo muy escasa repercusión en medios. Pero bastó con que William Rodríguez Abadía, el hijo bastardo de los Rodríguez Orejuela (quien declaró contra padre y tío para obtener rebaja de su pena) dijera después de 20 años y sin mostrar ninguna prueba que se reunió con Horacio Serpa, para que de inmediato los medios de comunicación se prestaran ingenuos al montaje, sin advertir siquiera que fueron infantilmente utilizados para hacer que la ‘bomba’ informativa estallara justo el día y hora en que Serpa lanzaba su candidatura al Senado.

El lado positivo del asunto es que, en relación con el infundio de Uribe sobre guerrilleros amenazando de muerte a campesinos para votar por Santos, gobierno y FARC prefirieron ser responsables y no seguirle el juego, de modo que con su silencio le aplicaron sordina a tan delirante declaración, y el asunto no pasó a mayores.

Pero no ocurrió, ni ocurre y al parecer no dejará de ocurrir con los grandes medios de comunicación, que de manera irresponsable –y susceptible incluso de judicialización- van acogiendo como noticia todo lo que se le ocurra espetar al caudillo de la ultraderecha, sin ser conscientes de que actúan como catapultas del prestigio de seres y políticas repulsivas, atentatorias contra la armonía social y la buena marcha de las instituciones.

Como dato llamativo y que constituye récord mundial, ese 26 de diciembre de sequía informativa hice un rápido sondeo en Internet en torno a esa ‘noticia, y oh sorpresa: de diez medios consultados, ¡siete usaron idéntico titular!: “Farc amenazan a colombianos para que voten por Santos: Uribe”. La única excepción la puso Blu Radio, que agregó la palabra “dice”. Aunque es obvio que no se pusieron de acuerdo, tan asombrosa coincidencia no deja de ser preocupante.

¿Será acaso que todo lo que dice Uribe, por el solo hecho de ser él, hay que convertirlo de inmediato en noticia? ¿Significa entonces que frente a cualquier otra bestialidad que se le ocurra a este señor –quien a medida que avance la campaña se irá haciendo cada vez más peligroso de pensamiento, palabra y obra- los medios deben acogerla sin ninguna reserva ni capacidad crítica, e irla reproduciendo como inocentes borregos al servicio de una campaña en particular, la del Uribismo Centro Democrático (UCD)?

En su frenético afán comercial y publicitario esos todopoderosos medios se niegan a captar que le están dando inmerecidos brillo y resonancia a un sector político de apariencia legal, pero que encarna un claro propósito subversivo, solo que desde la extrema derecha: impedir a como dé lugar que se consoliden el proceso de paz y la reconciliación entre los colombianos.

Periodistas y medios actúan como instrumentos pasivos de unas estrategias de desinformación al servicio de lo más oscuro y reaccionario que puede existir sobre la geografía nacional. Publican como grandes noticias ciertas declaraciones que explotan como dinamita sobre la epidermis nacional y crean consternación, pero que son elaboradas desde el sub fondo, desde esa penumbra siempre emparentada con una mano negra cuyos líderes no se dejan identificar, pero que sin duda existen y en los momentos más tácticamente convenientes se hacen sentir.

Eso de acoger como noticia todo lo que salga de la boca o del siniestro magín de Uribe es algo que debería estar sujeto a posible tipificación como terrorismo mediático, pero ocurre lo contrario: que obtiene la generosa y torpe complacencia de unos titulares cargados de mentiras y engaños, con un efectismo y una parafernalia que incluye hasta fotos de policías muertos, y de inmediato asegura titulares y luminosa presencia en las redes sociales, de modo que en cosa de minutos convierten en trending topic todo lo que al genio de la propaganda y la manipulación mediática se le va ocurriendo.

Esta columna de abrebocas del 2014 pretender ser entonces un llamado a la cordura, dirigido a directores de medios, editores y periodistas en general, para que de una vez por todas dejen la bobada (iba a decir la estupidez) y reciban con beneficio de inventario y responsable criterio esas ‘noticias’ explosivas que arma Uribe con precisión de relojero para hacerlas explotar en el momento que considera más propicio a sus oscuros y perversos planes.

Con Uribe hay que  aplicar la noble y altruista misión de ‘silenciarlo’ –en un sentido metafórico- por el bien de Colombia. No se trata de taparle la boca ni ignorarlo al cien por ciento, sino de lograr que los medios de comunicación sopesen con sensatez y responsabilidad histórica cada cosa absurda o delirante que se le va ocurriendo, antes de que acabe por llevarnos a todos al abismo.

Porque, no nos digamos mentiras: casos se han  visto…