jueves, 21 de marzo de 2013

Francisco, Evo, Natalia y la invasión gay



Aunque usted no lo crea, hay algo en lo cual se identifican el papa Francisco, Natalia París y el presidente de Bolivia, Evo Morales.

Comencemos por la modelo y empresaria, quien imbuida por un arrebato de erudición científica alertó al mundo sobre los peligros que representa comer pollo, basada según ella en que a las aves les inyectan hormonas femeninas y “por eso los niños que están comiendo pollos de esos se están empezando a volver homosexuales”.

Sorprende en el video la autoridad con la que expone su tesis ante un grupo de clientes de un centro comercial que fueron allá para llevarse una postal autografiada de Natalia semidesnuda, pero salieron instruidos sobre las dañinas consecuencias del pollo en la orientación sexual de nuestras muchachas y muchachos.

El asunto sería baladí si no fuera porque un presidente en apariencia progresista de un país al sur del continente, exactamente tres años atrás, el 17 de marzo de 2010, en una conferencia mundial sobre el cambio climático había coincidido con la modelo: “el pollo que comemos está cargado de hormonas femeninas. Por eso, cuando los hombres comen esos pollos, tienen desviaciones en su ser como hombres".

Ese mismo mes y año, en marzo de 2010, Jorge Mario Bergoglio en calidad de arzobispo de Buenos Aires se oponía al matrimonio gay tildándolo de “una movida del padre de la mentira (o sea del demonio) que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios".

Reconociendo de antemano que los tres (Evo, Natalia, Francisco) están equivocados de buena fe, es conveniente desnudar el trasfondo maniqueo que los emparenta en su visión del homosexualismo como una aberración de la naturaleza, entendida aberración como todo “acto o conducta que se aparta de lo aceptado como lícito”.
A Natalia le preocupa que a los pollos les estén inoculando el virus de una enfermedad, que hace que quienes los consumen se vuelvan maricas. Se podría pensar entonces que quizá fue que el día anterior vio la película Invasión, en la que Nicole Kidman encarna a una psiquiatra que descubre la propagación de un virus que acaba con las emociones humanas, y quedó tan impresionada que pensó que algo parecido estaba ocurriendo con la gente que consume pollos, y se sintió tan identificada con la actriz australiana que se creyó en la obligación de alertar al planeta sobre los efectos de tan terrible epidemia…

A sabiendas del riesgo de que se me identifique como un miembro de la comunidad gay (que no lo soy), es importante y urgente salir en su defensa, sobre todo cuando uno descubre horrorizado que la religión, la política (¡de izquierda!) y la farándula hacen causa común en tamaño exabrupto, como es creer que el homosexualismo se puede contagiar como una enfermedad o, peor aún, que los gays son un instrumento de Satanás para “confundir y engañar a los hijos de Dios”.

Si ello fuera cierto, no se entiende por qué todavía no se les ha aislado en campos de concentración, como hicieron los nazis con los judíos, para que dejen de hacerle tanto daño a la humanidad  y los que sí somos “normales” podamos librarnos de tan peligroso contacto.

Lo que no han entendido los homofóbicos –y se niegan a entenderlo porque odian la diferencia- es que un gay no elige serlo ni es contagiado de ninguna perversión, sino que nace así, como parte de su constitución biológica, del mismo modo que un negro o un albino no eligen el color de su piel. Tengo dos amigas que son pareja, y se aman con un amor tan tierno y puro que envidiaría cualquier heterosexual, y dicen que desde que se conocieron (siendo muy niñas) supieron que iban a ser la una para la otra, y de ellas no sólo estoy seguro de que también son hijas de Dios, sino de que su amor sólo terminará “cuando la muerte las separe”.

Llegará el día en que la Iglesia Católica sea consciente de su error y les pida perdón a los homosexuales por tan dañina discriminación a lo largo de los siglos, pero sobre todo porque, habiendo entre sus miembros tantísimos obispos y sacerdotes pederastas (estos sí pervertidos), no han aplicado el refrán según el cual “el que tenga rabo de paja, no se arrime a la candela”.

Mientras tanto, y volviendo a la batahola que armó Natalia París con su erudita visión del tema, rematemos con esta divertida copla que al calor de la discusión compuso el periodista y abogado santandereano Gerardo Martínez:

“Comer pollo con hormonas
hace daño y yo celebro
que a las modelos buenonas
incluso las vuelve monas
y les atrofia el cerebro”.

@Jorgomezpinilla

domingo, 17 de marzo de 2013

“El candidato de Uribe podría ser Alejandro Ordóñez”: Juan Manuel López


“La dirección del Partido Liberal es espuria”

Hay una cosa sorprendente que dijo Juan Manuel López Caballero en esta entrevista y que no cabe como título: dijo que no habiendo prohibición expresa de ser candidato, Álvaro Uribe puede serlo, sin que con ello quebrante la norma. Ahora bien, ¿qué pasaría si ganara, pero una sentencia de la Corte Constitucional le impida ser presidente de nuevo? Aquí interviene López Caballero para aumentar el suspenso: “si la elección le da el triunfo, este sería la expresión del constituyente primario. Y el constituyente primario no puede estar limitado, porque es la fuente de la Constitución”. Es entonces cuando le encendemos una vela al padre Marianito para que Uribe no lea esto, no va y sea que nuestro entrevistado le esté dando una idea.

De Juan Manuel López ya se sabe que es hijo de Alfonso López Michelsen, analista político, diríase incluso que ideólogo del Partido Liberal, pero quizá quien mejor lo define es su hermano Felipe: es “un hacendado de izquierda”. Lo demás que de él se quiera saber, se encuentra en Google. Pero hay algo que no se puede dejar de anotar: que con las cosas que dice aquí, sin duda alguna, López pone a pensar a más de uno.

OP: Casi todos los analistas coinciden en que el proceso de paz está íntimamente ligado a la posibilidad de reelección de Juan Manuel Santos. ¿Usted también lo ve así?
JML: Creo que sí, pero invirtiendo el orden de los factores. Para poder firmar la paz, puede ser que le toque lanzarse a la reelección.

OP: Bueno, pero, ¿usted le ve algún futuro a esas negociaciones en La Habana?
JML: Depende de lo que se llame proceso de paz. Que se va a firmar, no tengo casi dudas. Parece obvio que después de un año de preparación secreta, cuando se sientan es porque tienen el acuerdo cerrado. Y es evidente que las dos partes tienen la necesidad de firmar algo. Santos, porque su objetivo es pasar a la historia, y nada mejor para lograrlo que hacer un acuerdo de paz. El contenido es totalmente secundario. Y la guerrilla,  porque ya no tiene una expectativa real de llegar al poder por las armas. Lo que hoy necesita es una salida honorable, por decirlo de alguna manera.

OP: Según lo que usted plantea, el contenido de los acuerdos sería un mero formalismo…
JML: Es que lo que menos interesa es el contenido de lo que se firme. Tan es así, que no hay una sola persona que esté preguntando cuál es el contenido. Los que se oponen, se oponen es a que se hable con la guerrilla por ser terroristas. Pero el contenido nadie lo conoce,  ni lo divulgan ni lo preguntan, no es esencial.

OP: Pero eso obedece a la misma discreción que se impusieron, en cuanto a no revelar nada.
JML: No. no creo. La discreción es justamente porque no tienen nada qué decir.

OP: El mismo Santos dijo que la paz no es simplemente dejarnos de matar. El posconflicto, ¿lo ve usted muy prolongado?
JML: Mientras no se cambie el propósito del Estado, lo será. Yo soy un poco obsesivo en que tenemos una visión del Estado netamente neoliberal, que concibe su función como el manejo del desarrollo económico, pero no se orienta a solucionar los problemas de convivencia de la sociedad. Lo que nos quieren pintar es una niña con una cara muy  bonita, pero con un lunar, que es la pobreza y la desigualdad, y nos dicen que eso se puede maquillar.

OP: ¿Un lunar que le cubre todo el cuerpo?
JML: Si. Más o menos una niña con un cuerpo lleno de enfermedades, y nos quieren convencer de que nos concentremos en que tiene ojos muy bonitos.

OP: ¿Usted está dando a entender que la paz estaría ligada a un cambio de modelo de Estado, que es precisamente lo que busca la guerrilla?
JML: Sí. No creo que haya nadie que niegue los objetivos de una sociedad más igualitaria, de acabar con la pobreza, incluso ya cosas puntuales como la redistribución de la tierra, donde parece que ya hay un acuerdo. Lo que pasa es que todo eso será solo formal si no se cambia la orientación del Estado. Al Estado colombiano no se le ve la función de armonizar la sociedad, sino únicamente la de manejar el desarrollo económico.

OP: ¿Un Estado empresario?
JML: Un Estado neoliberal.

OP: ¿Qué caminos ve para refrendar los acuerdos? Unos hablan de un referendo, mientras que la guerrilla coincide con Álvaro Uribe en que eso tendría que ir a una constituyente.

JML: Los acuerdos tendrán que reflejarse en un cambio  constitucional, eso nadie lo duda.  Ahí viene un asunto de procedimientos que se puede volver más difícil que los mismos acuerdos. La guerrilla exigirá que cualquier resultado que se logre, se lleve a la Constitución. Y el mecanismo para llevarlo a la Constitución podría conducir a un rompimiento, por no ponerse de acuerdo en cosas de procedimiento. A muchos no les parece que la única opción de participar en ese proceso sea negar o ratificar lo que otros decidieron; y por supuesto, hay el temor de que una Asamblea desborde quien sabe a dónde.

OP: Antes de comenzar esta entrevista, usted me hizo un planteamiento bien interesante: que Álvaro Uribe no tiene vedada la reelección. ¿Cómo es eso?
JML: El precedente es la forma en que se lanzó Alfonso López Michelsen cuando el MRL: allí quedó protocolizado que podía ser candidato pero no podía ser presidente, por cuenta de la alternación pactada del poder entre los partidos Liberal y Conservador, durante el Frente Nacional. No habiendo prohibición expresa de ser candidato hace que pueda serlo, así no pueda ser presidente. Ahora bien, si la elección le da el triunfo, este sería la expresión del constituyente primario. Y el constituyente primario no puede estar limitado, porque es la fuente de la Constitución.

OP: ¿O sea que Uribe sí puede ser candidato, y si gana no habría modo de impedirle que se posesione?
JML: Eso fue lo que se procesó y debatió cuando López Michelsen. No he leído la sentencia de la Corte que le prohíbe reelegirse de nuevo, pero estoy casi seguro de que no dice que no puede ser presidente, sino que no puede presentarse a elecciones. Me imagino que es por eso no han planteado ahora esa posibilidad.


OP: En últimas ¿a quién ve usted como el candidato uribista? Se comenta que está cogiendo fuerza Francisco Santos, a quien Uribe estaría ‘cebando’ con tal propósito…
JML: Un candidato seguidor de las pautas que marcó Uribe, se ve que no lo  hay. Y menos Pacho Santos que los otros, en cuanto a que tiene menos imagen de seriedad. Los otros, llámense Martha Lucía Ramírez u Oscar Iván Zuluaga, tiene imagen de políticos, de economistas, en fin. Pacho no tiene imagen de nada serio. Pero el uribismo en realidad es una corriente conservadora, así que puede suceder que se unan alrededor de un candidato conservador, y este podría ser Alejandro Ordóñez. Para bien o para mal va a ser un candidato de derecha, no un candidato de Uribe. Como el uribismo es un fenómeno caudillista, no hay nadie que lo pueda liderar.

OP: ¿Qué opina  del precoz anuncio de adhesión del director del Partido Liberal, Simón Gaviria, a una eventual reelección de Juan Manuel Santos?
JML: Lo que ha llevado al país a este caos, más que las personas, es la crisis de los partidos. Y el Partido Liberal que siempre fue el partido ultra mayoritario es el que está en la crisis más grande. Lo que hoy se presenta en la dirección del partido, es que no tiene ni la legitimidad ni la legalidad para ejercer esa vocería. No tiene legitimidad, porque terminó con un candidato presidencial que en la última elección tuvo el 4 y pico por ciento, después de que nunca hubo un candidato liberal en Colombia que tuviera menos del 40 o 50 por ciento. Ese monumental fracaso hizo que para poder mantenerse, violaran los estatutos del partido. Eso para los que los conocen, es más que claro. Pero lo malo es que eso es lo que no se conoce.

OP: ¿Qué es lo que no se conoce?
JML: La violación de los estatutos consistió en que sacaron un decreto, y el Tribunal de Garantías dijo que eso no era válido. Entonces, ¿qué hizo la dirección? Cambió el Tribunal de Garantías. Es el enjuiciado destituyendo a quien lo juzga. Y ocurre que los estatutos de los partidos tienen carácter de ley de la república, o sea que violar los estatutos es violar la ley. Luego, la legalidad está totalmente atropellada. Pero lo grave no es que se haya violado la legalidad, sino que renunciaron a la ideología, la historia y la tradición del Partido Liberal. El Partido Liberal es en su esencia socialdemócrata, es participe de la Internacional Socialista, y en esa medida es contrario del todo al modelo neoliberal. Pero los que hoy están como directores responden al modelo neoliberal, les interesa es el desarrollo económico y no la armonía social. La cabeza de ese proceso, que probablemente es César Gaviria, dijo que el Partido Liberal debe dejar de ser un partido de izquierda progresista, y volverse el partido del centro. Eso es más grave que la legalidad misma.

OP: ¿Está dando a entender que la actual dirección del Partido Liberal es espuria?
JML: Totalmente espuria. Pero espuria no porque esté por fuera de la ley (que lo está) sino porque está por fuera de la ideología, de la tradición y de la filosofía del Partido Liberal a lo largo de sus 150 años.

OP: Ante semejante situación, ¿qué hacer?
JML: Hay varias demandas, pero las mismas están siendo tramitadas por los voceros del Partido Liberal dentro del Consejo Nacional Electoral, concretamente por José Joaquín Vives. Así que veo muy difícil que esas demandas prosperen a pesar de lo evidente: ¿a quién se le ocurre que el acusado pueda derogar al juez que lo está juzgando? Ya hay un hecho prescrito, llevamos año y medio en este debate y ya es difícil un reversazo.

OP: ¿Y eso no se podría dirimir en una convención del partido?
JML: Cierto. Lo que no creo que puedan omitir, es lo de hacer el Congreso del Partido Liberal, aun cuando ahora lo citen con el nombre de Convención. Ahí se va a ver cuál es la línea que prevalece, aunque es claro que lo que pasó la última vez, tratarán de repetirlo. Los miembros del Congreso Liberal estatutariamente tienen que ser designados por elección popular, pero en el último Congreso lo que hicieron fue nombrarlos a dedo, con vicios tan grandes como que las votaciones no tuvieron el quorum requerido, ni la participación alcanzó el mínimo legal. Eso también está demandado. De modo que toda esa parte de la ilegalidad no se va a resolver en los procesos jurídicos sino en el Congreso Liberal, siempre y cuando tenga la participación que establecen los estatutos.

OP: En ese contexto, ¿cómo ve lo de la escogencia de un candidato de su partido a la Presidencia: con Santos o con candidato propio?
JML: Es que Santos es el candidato de la oposición al Partido Liberal. Hoy el mundo no está dividido entre liberales y conservadores, sino entre neoliberales y socialdemócratas. Y Santos es por excelencia neoliberal.

OP: ¿O sea que la dirección liberal está apoyando a un neoliberal y eso no debería ser así?
JML: La actual dirección liberal es neoliberal, y es obvio que esté respaldando a un candidato neoliberal.

OP: Si por la fuerza de las circunstancias el partido se reorientara bajo la influencia del sector socialdemócrata, ¿vería factible una convergencia de sectores de izquierda, incluido el Partido Liberal?  
JML: La falla no sólo está en los que se tomaron eso a las malas, sino en que de este lado no hay una sola persona que esté dando la batalla. Se la dio Serpa hasta cierto momento, pero eso se desintegró, y hoy no hay una alternativa o un líder que encarne esa necesidad de cambio. Ahí está el gran vacío. Hay más posibilidades de que eso se logre a través de una persona caracterizada como liberal de izquierda pero no la hay en este momento. Buena candidata podría ser Clara López, si no fueran tan radicales todos los de la izquierda. Así como ya dije que a la derecha podría unificarla un Ordóñez, sin ser del uribismo ni tener su trayectoria, el candidato de la izquierda democrática probablemente no saldrá de las filas liberales, porque no se ve cuál podría ser.

OP: Por último: se comenta que ante la imposibilidad de que Álvaro Uribe sea juzgado en Colombia, podría terminar ante la Corte Penal Internacional. ¿Usted qué cree?
JML: En eso hay mucho de procedimiento. Las cortes internacionales -en especial el Estatuto de Roma- son subsidiarias cuando la justicia no se tramita internamente. Uribe ya está llamado a los tribunales colombianos, está siendo investigado y llamado a rendir declaración. A él eso lo está amparando. Pero aunque las posibilidades de que aquí se le juzgue y se le sancione debidamente son bastante remotas, llegar a la CPI es bien difícil. La instancia internacional lo tiene clarísimo, en cuanto a que ya tienen todo un expediente sobre Álvaro Uribe. El fiscal Luis Moreno Ocampo, de la CPI, dio unas declaraciones diciendo algo así como “nosotros tenemos todos los elementos, y estamos haciendo el seguimiento, a ver si las cortes colombianas funcionan o no’. En lo que sí hay una claridad total por parte de las cortes internacionales de justicia, es en que Álvaro Uribe es un delincuente en el tema de derechos humanos. Eso lo tienen más que establecido.

martes, 5 de marzo de 2013

Triángulo entre dos Santos y un tercero



En entrevista reciente para Ola Política le pregunté al ministro de Trabajo, Rafael Pardo, si veía posible que los dos primos Santos, Francisco y Juan Manuel, disputaran la Presidencia de Colombia. Pardo descartó de tajo esa posibilidad, basado en una declaración del propio ‘Pachito, quien habría dicho que “si en algún país son primos hermanos el presidente y el jefe de la oposición, ese país pues tendría una cultura propia del África”.

Eso zanjaba cualquier discusión, pues indicaba que para el exvicepresidente tal idea era inconcebible. Pero nuestra sorpresa fue mayúscula cuando encontramos otra declaración del mismísimo Pacho Santos, en esta ocasión para El Mundo de España (en nota de Salud Hernández-Mora), donde a la pregunta de qué pensaba que dos Santos Calderón se enfrentaran por la Presidencia si él llegaba a ser el candidato uribista, contestó así: "Si hubo espacios para dos Clinton, para cinco Kennedy, para dos Bush, pues obviamente lo hay para dos Santos".  

Al margen de que respondió la pregunta de forma equivocada (la comparación tendría validez si se hubiera presentado una disputa entre dos parientes por la presidencia de EEUU) su declaración amerita una mirada analítica, pues indica que el uribismo viene tomando cada vez más en serio la posibilidad de que sea él quien enfrente a su primo en 2014.


Al día de hoy es claro que el expresidente Álvaro Uribe tiene una encrucijada en el alma, consistente en que son varios los interesados en ganarse la candidatura que permita representar sus ideas, y todos ellos confían en que un final de gobierno accidentado de Juan Manuel Santos les pondría la Presidencia en bandeja de plata. Pero no tienen carisma ni votos, y mientras más salen con su jefe más pequeños se ven, y esa viene a ser la razón por la cual los llaman “los siete enanitos”. (Ver Muchas candidaturas en el partidor)

Entre todos ellos se daba a Óscar Iván Zuluaga como el candidato uribista por descarte, seguido muy de cerca por Martha Lucía Ramírez (quien también aspira por su Partido Conservador, a ver dónde le cuaja), pero los acontecimientos de los últimos días registran a un enano en constante crecimiento, y ese enano lleva por nombre Francisco Santos Calderón.

No deja de ser paradójico que quien más fuerza viene tomando en las encuestas como el posible candidato del uribismo sea quien en apariencia menos preparado está para asumir la presidencia, en consideración a que toda la experiencia que se le conoce es como jefe de redacción del diario de su familia, más ocho años de vicepresidente.
 
Sea como fuere, esto no sería un obstáculo insalvable, sino todo lo contrario, pues como dijo hace algunos meses José Obdulio Gaviria, “el candidato del uribismo debe ser humilde y debe entender que Uribe es la cabeza y eje del movimiento”. Es sabido que esta declaración fue rechazada por los mismo precandidatos uribistas, entre ellos Martha Lucía Ramírez, quien afirmó que “es una falta de respeto con las personas a quienes el propio expresidente Uribe ha sugerido como una opción presidenciable para el 2014”. Zuluaga, por su parte, dijo que “el expresidente Uribe no tiene intérpretes; que se lance el doctor José Obdulio y que se haga contar con sus propias ideas, si él quiere”.

Es cierto que lo de Gaviria fue una monumental metida de pata, pero ello no invalida que el candidato que está buscando Uribe tiene que ser alguien que encarne lo más fielmente posible sus ideas, y el sentido común nos advierte que es precisamente el menos preparado quien más podría servirle a sus propósitos, pues dicha circunstancia lo obligaría a ser más dependiente de sus orientaciones y, en últimas, a responderle con mayor obediencia y lealtad.

En un plano hipotético, ¿qué pasaría el día en que siendo presidentes Zuluaga o Ramírez no estuvieran de acuerdo con una directriz trazada por su jefe político? Muy simple, que usarían su poder presidencial para imponer su punto de vista. En contraste un personaje como Francisco Santos, que nunca había pertenecido a un partido político hasta que Uribe lo llamó a ser su vicepresidente, no estaría en condición de desafiar el poder de quien lo puso ahí.

Visto con buenos ojos, se trataría en el fondo de un gana-gana para Uribe y Santos, donde faltaría por determinar si amplios sectores de la clase política nacional estarían dispuestos a apoyar tan particular dupla, de la que incluso no sería descartable que al primero le diera por ser la fórmula vicepresidencial del segundo. El cualquier caso, lo que no se debe perder de vista es que en una eventual confrontación electoral entre Juan Manuel Santos y su primo Francisco por la presidencia de la República, siempre estará presente y actuante esa tercera persona llamada Álvaro Uribe Vélez.

Ubicados en un escenario puramente mediático, el enfrentamiento entre dos primos por la Presidencia le daría a la contienda electoral un atractivo toque de telenovela familiar, donde el público tomaría partido por uno y odiaría al otro, el malo de la trama. Y si hay algo que pudiera jugar a favor del expresidente, sería cuando en el imaginario colectivo comience a calar la idea de que votar por Francisco Santos es lo mismo que votar por Uribe, a quien muchos siguen viendo como el bueno del paseo.

Ahora bien, podría ocurrir que una disputa por la presidencia entre parientes comportara “una señal de elitismo que sería difícil de tragar para muchos”, como lo plantea La Silla Vacía. Esto le abriría las puertas a una tercería, es cierto, pero prima el agravante de que no se vislumbra ningún candidato ‘alternativo’ con buena imagen y peso electoral, que encarne algo parecido a la Ola Verde, la cual comenzó como un tsunami arrasador y casi no logra llegar a la playa, donde murió como fuerza de cambio.

Sectores como el movimiento Pido la palabra (que no volvió a sonar después de un serio cruce de palabras entre Antonio Navarro y Cecilia López), Polo Democrático (con una candidata consciente de que sola no va a ningún Pereira), Progresistas (cuyo capital político está en función de cómo le vaya a Petro), o el Partido Verde (hoy sentado a la mesa de la Unidad Nacional pero con ganas de pararse), podrían jugar un papel decisivo si no fuera por las dificultades que tienen para ponerse de acuerdo, y porque no cuentan con un líder visible a excepción de Sergio Fajardo, quien muy seguramente no se arriesgará a dejar la Gobernación de Antioquia para aventurarse de nuevo en una empresa tan temeraria como la búsqueda de la Presidencia, quizá inalcanzable ante tan corto plazo. (Y tendría plazo hasta mayor para decidirse).

Otra cosa sería si el presidente Santos –quien no es ningún pintado en la pared- lograra aglutinar en torno suyo precisamente a esas fuerzas alternativas que constituyen la centro izquierda, numerosas y cercanas al voto de opinión pero dispersas ante la ausencia de un líder.

El motor y justificante de dicha articulación podría ser tanto la urgencia de consolidar eventuales acuerdos de paz en La Habana, como la imperiosa necesidad de enfrentar y dejar atrás el amargo capítulo de una extrema derecha aún empecinada en impedir la reconciliación entre los colombianos.

En caso tal –y sólo en caso tal- los partidarios de una tercería quizá podrían descubrir que al margen de una pretensión inalcanzable, existiría la conveniencia de aunar esfuerzos para enfrentar a esa tercera persona pensante y actuante detrás del primo ‘Pacho’, así como a todas las fuerzas de la derecha allí representadas.

Sea como fuere, lo cierto es que inspirados en la filosofía de Pambelé, sigue teniendo validez aquella máxima según la cual “es mejor sumar que restar”.

viernes, 1 de marzo de 2013

Juan Manuel Santos, camino a su propia hecatombe





El dirigente liberal Horacio Serpa se preguntaba este miércoles 27 en un diario nacional, con justificada preocupación: “¿Dónde ocurrió la hecatombe?” (Ver columna). Pensé de inmediato en el Palacio de Justicia, tan mentado en los últimos días por cuenta de la esquizoide defensa del Estado colombiano que planteó el abogado Rafael Nieto Loaiza ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), según la cual durante la salvaje retoma del Ejército colombiano no hubo desaparecidos.

Pero no: Serpa no se refería a esa hecatombe, sino a la que viene ocurriendo con la imagen del presidente Juan Manuel Santos, que en el curso de las últimas semanas tuvo un súbito y pronunciado bajonazo. Y aunque podría pensarse que se trata de dos hecatombes distintas, una mirada analítica nos lleva a encontrar un hilo conductor entre ambas. Y vamos por partes:

Una hecatombe para los antiguos griegos traducía literalmente “cien bueyes”, que era el número de reses sacrificadas unas veces para honrar a sus dioses, y otras para aplacar su ira. Hoy la palabra es sinónimo de sacrificio humano, independientemente del número de víctimas.

Un primer dato cercano a la coincidencia es el número de ‘sacrificados’, que para el caso del Palacio de Justicia fue de 109, según el Diario Oficial de la época, en cifra que incluye a 11 víctimas cuyos cuerpos no han aparecido, incluidos dos a los que se les ve salir en compañía de soldados: el magistrado Carlos Horacio Urán (ver video) y la guerrillera Irma Franco. De esta última nada se ha sabido, mientras que el cuerpo de Urán apareció al día siguiente con un solo tiro de gracia entre los restos humeantes del tercer piso del Palacio de Justicia, lo cual haría pensar que tal vez se le escapó al Ejército con la intención de regresar a buscar algo que había olvidado en su oficina…

No sabemos cómo hará el presidente Juan Manuel Santos para escapar a sus propias palabras, pero lo cierto es que en la conmemoración de los 25 años del holocausto, el 4 de noviembre de 2010, reconoció públicamente que entre las víctimas hubo “al menos 12 personas de las que se desconoce su paradero”, y a renglón seguido afirmó: “no podemos olvidar tampoco a aquellos sobre los que no se tiene noticia cierta de su paradero, cuya realidad debe conocerse, por el bien moral de nuestra sociedad y de nuestro Estado”.
Una interpretación benevolente de la revista Semana indica que “la línea de defensa (fue) una escogencia del gobierno, como respaldo a los militares”, en consideración a que “salvo en su discurso frente a los familiares de las víctimas en 2010, el presidente Santos siempre ha cerrado filas con los militares en este proceso”. (Ver artículo).

La preocupación se acrecienta al observar que el mismo manejo esquizoide se palpa en el manejo que el gobierno le está dando al proceso de paz, donde asume como propios dos discursos contradictorios, uno conciliador en la mesa de La Habana y otro beligerante y descalificador desde Bogotá, particularmente en boca del ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón. Aquí, como en la escogencia de Nieto Loaiza para lo del Palacio de Justicia, se advierte la directriz gubernamental de no irritar al estamento castrense.

Si de hecatombes se ha de hablar, la memoria nos impide olvidar otras dos que también deberían estremecer hasta los tuétanos la hoy adormecida sensibilidad nacional: el exterminio de la Unión Patriótica, con más de 3.000 asesinatos selectivos, y la matanza de más de 2.000 jóvenes a manos de miembros del Ejército, en lo que eufemísticamente se ha conocido como ‘falsos positivos’.

Esto de habernos acostumbrado a la brutalidad ya forma parte de la esquizofrenia colectiva, pues resulta inaudito que frente a tan grandes tragedias sigan siendo la impunidad y la indiferencia de la opinión pública las que se han impuesto, permitiendo así que los victimarios eludan la acción de la justicia y sigan obrando a sus anchas, respaldados por la omisión o la negligencia cómplice del Estado (o sea de los sucesivos gobiernos) en las últimas tres décadas.

La crisis de imagen que hoy vive el presidente Juan Manuel Santos podría estar de algún modo ligada a lo anterior, pues esa marcada propensión a querer quedar bien a la vez con Dios y con el diablo, podría estar contribuyendo a germinar la semilla de su propia hecatombe.

Santos sin duda tiene toda la intención de hacer un buen gobierno, y en muchas cosas lo está logrando. Pero al respaldar sin pudor la tesis según la cual en el Palacio de Justicia no hubo desaparecidos (en claro irrespeto a las víctimas y complicidad con los victimarios) se estaría demostrando que este tampoco fue el mandatario que se atrevió a ponerle el cascabel al gato.

Y es quizá por eso que el gato, hasta donde indican las encuestas, le está ganando la partida.