domingo, 22 de enero de 2023

La libertad de expresión según El Espectador… y según Nany Pardo

 


Tomado de ElUnicornio.co (Julio 1 de 2022)

 

Esta columna pretende plantear una reflexión sobre los verdaderos alcances de la libertad de expresión. Como director de El Unicornio en algún momento vinculé a un tipo muy popular en Facebook, quien coincidía conmigo en su rechazo visceral al régimen uribista encarnado en Iván Duque. Pero a él en cierta ocasión las vísceras se le iban alborotando, cuando al final de una columna dijo algo como que “el útero de Lina Moreno engendró dos monstruos, hijos ambos del mismo monstruo”.

 

Ahí, me pregunté: ¿es responsable que un medio permita que un columnista se exprese en esos términos sobre una mujer respetable como doña Lina Moreno? A mi modo de ver no, era irresponsable. Y fue por ello que decidí prescindir de sus servicios, pero lo hice de un modo que no pareciera censura. Le critiqué en su muro cierto comentario sobre Claudia López que me pareció homofóbico, y santo remedio: anunció que no seguía con El Unicornio y procedió a bloquearme.

 

A donde quiero llegar con esto es a que la actitud del director de El Espectador es diferente a la mía: él sí permite los excesos, en aras de garantizar la libertad de expresión de sus columnistas. Recuerdo una vez que dije que Álvaro Uribe desde la trastienda actuaba como el comandante en jefe de las fuerzas oscuras que asolaban a este país, y antes de su publicación él me hizo ver que yo no tenía cómo probar eso, y por tanto se trataba de una afirmación irresponsable. Yo procedí a hacer la corrección, por supuesto, y agradecí su amable reproche. Pero si yo lo hubiera dejado así, él igual habría autorizado la publicación, porque para don Fidel la libertad de expresión es sagrada.

 

Sagrada hasta el extremo, quiero decir. Ahora bien, si él digamos me hubiera recomendado que no publicara la columna que encendió el escándalo en días pasados, yo lo habría acatado. Porque si hay persona que yo respeto en el mundo del periodismo -y seguiré respetando- se llama Fidel Cano. Lo digo pese a las cosas tan duras que expresó contra mí en un video, quizá para salvar su responsabilidad en un suceso que de todos modos, debo reiterar hasta el cansancio, la responsabilidad final fue solo mía.

 

Y sirva lo anterior de asidero para mencionar un duro ataque que lanzó María Antonia Pardo contra mí y contra el director de El Espectador. Como se recordará, ella era la directora de Comunicaciones del Pacto Histórico hasta que gracias a los llamados Petrovideos se vino a saber que llegó allá financiada por el empresario barranquillero Cristian Daes.

 

 

«Tras su deshonrosa salida del Pacto Histórico, ella no tiene la categoría moral ni profesional para exigirle cuentas a don Fidel y menos para denigrar de mí como periodista».

Poniéndose en plan de “usted no sabe lo inteligente y preparada que yo soy”, le dice esto a don Fidel: “Te lo advertí, Fidel. Te alerté sobre la falta de rigurosidad de este columnista, pero no me creíste. Contribuiste para que utilizara a El Espectador como su medio de venganza personal desde donde montó ataques selectivos para destruir moralmente a quien le diera la gana”. (Ver trino)

 

Aquí y ahora, tengo cómo probar lo contrario: que en ese trino la señora Pardo utilizó El Espectador y el nombre de don Fidel para fraguar una venganza personal. Y procedo a suministrar las pruebas.

 

El 21 de diciembre del año pasado publiqué una columna titulada Queríamos tanto a Nany, donde contaba del atropello que sufrió la aspiración de quien había sido escogido como cabeza de lista a la Cámara por el Pacto Histórico, el ilustre abogado Miguel Ángel del Río. Aspiración ni siquiera propuesta por él mismo, sino por el diputado Nicolás Petro y ratificada por la Asamblea de Delegados de ese departamento, con el propósito de “jalonar un proyecto regional que enfrentara las mafias en cabeza de los Char”.

 

Dije además que de ese atropello se había encargado la entonces directora de comunicaciones del Pacto Histórico, María Antonia Pardo, quien intrigó para que la cabeza de lista le fuera entregada a su exesposo el actor de farándula Agmeth Escaf.

 

Yo salí de El Espectador por decisión propia ante un error que reconocí, pero es conveniente saber por qué doña Nany fue retirada del cargo que ocupaba en el petrismo. Y las conversaciones del anillo de asesores de Petro permiten captar la inconformidad que había con ella. Según Eduardo Noriega, “ella se toma la libertad de hacer lo que le parece y deja de hacer otras”. Según Gloria Flórez, había que “amarrarle la lengua” a la periodista tras despedirla, porque conocía información confidencial. Según el mismo Gustavo Petro, “el señor Daes tiene una amistad con esta señora, no sé hasta qué nivel es”. Y según Verónica Alcocer, esposa del presidente electo, se debía actuar rápido para sacarla: “es urgente”, se le escucha decir a ella. (Ver noticia).

 

 

¿Y qué hicieron entonces? La sacaron. Y si hoy traigo esto a colación es para brindar claridad en que mientras yo permanecí más de cinco años como columnista de El Espectador, la señora María Antonia Pardo duró apenas unos meses en el pomposo cargo de directora de Comunicaciones, para el que no dio la talla, hizo mucho daño y solo sembró división.

 

No sé si actuó como infiltrada de los Daes o los Char o cualquiera de esos clanes corruptos de la costa con los que se sabe que ella y Agmeth Escaf han tenido cercanía, pero finalizo citando un informe del portal 070 de la Universidad de los Andes donde se lee esto: “Como sucede con los Char, a José y Christian Daes los persigue la sombra del narcotráfico. En 1993 ambos fueron acusados junto a otro centenar de personas por cargos de conspiración de crimen organizado, tráfico de cocaína y lavado de dinero en el Tribunal del Distrito Sur de Florida”. (Ver informe).

 

Así las cosas, parodiando el trino donde nos ataca a mí y a Fidel Cano, es aquí donde puedo decir: “Te lo advertí, Gustavo Petro. Te alerté, pero no me creíste. Contribuiste a que Nany Pardo utilizara al Pacto Histórico en beneficio personal”.

 

En resumen, debe quedar claro: tras su deshonrosa salida del Pacto Histórico, ella no tiene la categoría moral ni profesional para exigirle cuentas a don Fidel y menos para denigrar de mí como periodista.

 

Como dicen en Barranquilla: ¡manda es cáscara!

 

@Jorgomezpinilla

 

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