Tomado
de ElUnicornio.co (7 de noviembre de 2022)
Motivado ante todo por la
indignación, hoy quiero brindarle en bandeja de plata al abogado Abelardo de la
Espriella la posibilidad de que me entable una nueva demanda, civil o penal,
por injuria o por calumnia, lo que le apetezca. Quiero acusarlo de matón, algo
mucho más grave que la frase por la cual un juzgado de Barranquilla pretende
obligarme a pagar la suma de 10 millones de pesos por haberle causado supuestos
daños morales.
Sí señores, lo acuso de ser un
vulgar matón en dos versiones: una, la del que ordena asesinar a alguien, o si
no lo ordena al menos incita -o invita- a cometer el crimen. Este era el argumento
central que yo tenía el pasado viernes 4 de noviembre cuando acepté la
invitación que me formuló una colega suya -o sea también abogada, pero en
prácticas de periodismo con W Radio- a sostener un careo con él. Yo acepté
porque creí que se trataba de una entrevista con la mesa de trabajo de esa
emisora. Pero, oh sorpresa, comprobé que eran únicamente los dos abogados, no
conmigo, sino contra mí. Ante la primera pregunta, comencé por recordar las
cosas verdaderamente graves que él había escrito en dos columnas por los mismos
días en que me entabló la demanda, y entonces la núbil periodista vio que el
plan de hacerme una encerrona se le iba saliendo de las manos y cortó la
entrevista de manera abrupta, cuando no llevábamos ni cinco minutos al aire.
Y ahora sí voy al grano, hablando
del matón que incita a cometer homicidio, basado en dos frases donde invitó
abiertamente a matar primero al presidente Nicolás Maduro (Muerte
al tirano), y siete meses después al hoy presidente Gustavo Petro.
En la primera ocasión, con fecha
9 de julio de 2017, dijo: “Los venezolanos de bien y la comunidad internacional
en pleno deben entender que la muerte de Nicolás Maduro se hace necesaria para
garantizar la supervivencia de la República. No se trataría de un asesinato
común, sino de un acto patriótico que está amparado por la constitución
venezolana y que resulta, por demás, moralmente irreprochable”. Oigan eso: “moralmente
irreprochable”.
Y en la segunda, siete meses
después (febrero 3 de 2018), en columna titulada De la legítima defensa a la
defensa de la patria, así escribió: “Petro no es un juego: hay que
reconocer que es todo un fenómeno político que cada día gana más fuerza. (…) Invito
a los colombianos a que no sean indiferentes ante la criminalidad, a que pongan
el pecho (…) y, si es del caso, a que aprieten el gatillo sin remordimiento,
cuando sea menester. Por abogado, no se preocupen: pongo a disposición
gratuitamente mi firma para defender(los)”. (Ver
columna).
Y ahora, comparen con la frase
que yo escribí en el interregno entre esas dos columnas, con fecha 13 de junio
de 2017, detonante esta de la demanda que el picapleitos en mención me entabló:
“Los Irreverentes es una página sin dirección conocida ni responsable legal,
dedicada a calumniar y denigrar de todo lo que no sea uribista. Se dice que es
financiada por Abelardo de la Espriella y cuenta con su orientación
informativa. (Ver
columna).
¿Perciben ustedes que ahí yo lo
acuso de haber cometido algún delito? ¿Verdad que no? Pero 48 horas después de esa
publicación recibí una carta con membrete de su oficina de abogados, donde
decía: “Debo conminarlo a que en el término de la distancia haga la respectiva
rectificación, pues me imputa usted la comisión del delito de calumnia”.
A renglón seguido me brindaba “la
oportunidad para que, en el mismo espacio, con la misma difusión y en el mismo
medio, se retracte de ese señalamiento temerario”, so pena de verme “en la
obligación” de formular la respectiva denuncia penal”.
Es aquí entonces cuando nos
adentramos en la segunda versión, la de matón de juzgado. ¿Cuál es la prueba
reina que tengo para formularle esta segunda acusación? Que hasta la fecha ha entablado
no una ni 2 ni 3 ni 4 ni 5… sino 15, óigase bien, 15 demandas contra periodistas
que según su óptica persecutoria lo han calumniado, como lo reconoce en el
video que publicó en su cuenta de Twitter anunciando con bombos y platillos que
un juzgado de su currambera Barranquilla había actuado a favor suyo. (Ver video).
De entrada, el demandante miente cuando
dice que la sentencia fue producto de haberlo calumniado “en tres virulentas
columnas”, pues su demanda se centra en la frase que ya cité, y las dos
columnas posteriores fueron para defenderme de los ataques jurídicos que
comenzó a librar contra mí y contra El Espectador. Pero lo llamativo es
cuando dice que “de los miles de periodistas que tiene Colombia, he tenido
controversias judiciales solo con 15 de ellos, todos militantes de izquierda
que posan de independientes”. (Minuto 3:23). Ah, y también ataca a la Fundación
para la Libertad de Prensa cuando habla de ciertas “asociaciones con sesgos
ideológicos como la FLIP, a cuyos miembros también me he enfrentado y he
derrotado en los estrados judiciales”. ¿Cuándo enfrentó y derrotó a la FLIP? Otra
mentira.
Entre los periodistas víctimas de
su persecución brilla con luz propia la directora de Noticias Uno,
Cecilia Orozco, a quien demandó por supuestos contenidos difamatorias en cuatro
de sus columnas, y pedía como indemnización no diez sino 45 millones de pesos…
y perdió. (Ver
noticia).
Y ustedes se preguntarán: ¿por
qué Cecilia Orozco sí ganó y yo perdí? Para hallar parte de la respuesta vayamos
al pasado 16 de junio, día en que a las 8:28 de la mañana el juzgado 4 civil de
Barranquilla me citaba a una audiencia virtual… para las 9:30 de ese mismo día,
como se aprecia en pantallazo.
Aquí, pregunto: ¿está uno obligado a asistir a una audiencia programada para
una hora después de emitida la citación? ¿No habría acaso ahí un claro indicio
de que el demandante y el juzgado actuaron con la celeridad requerida en el
recorte del tiempo para impedir que yo asistiera a esa audiencia y, en tal
medida, esa ausencia obrara en contra mía?
Sea como fuere, debo reconocer
como un error que debido a mi total desconocimiento de los temas legales, me
desentendí del proceso porque siempre consideré deleznable la acusación, traído
de los cabellos que pudiera ser condenado por esta frase, repito: “Los
Irreverentes es una página sin dirección conocida ni responsable legal,
dedicada a calumniar y denigrar de todo lo que no sea uribista. Se dice que es
financiada por Abelardo de la Espriella y cuenta con su orientación informativa.
Hablé atrás de la ausencia mía que
se dio en esa citación, y la palabra adquiere importancia, porque todo indica
que fui condenado in absentia, según una primera valoración legal del
abogado que asumirá mi defensa, Miguel Ángel del Río, en procura de una tutela
que ponga las cosas en su lugar.
Se tratar en últimas de demostrar
cómo en mi caso también operó la poderosa maquinaria legal que el uribismo en
general y Abelardo de la Espriella en particular han desatado contra el periodismo
independiente y contra todo lo que les huele a petrismo o al Pacto Históricos
hoy triunfante.
Ya para terminar, con fecha 4 de
noviembre encuentro en Los
Ángeles Times una noticia según la cual la Fiscalía de Brasil le abrió
investigación al piloto de Fórmula 1 Nelson Piquet por desear la muerte del
presidente electo Lula da Silva. El crimen del que se le acusa es “incitación a
la violencia”, porque en un video, se le escucha decir: “¿Lula? allá en el
cementerio”. (Ver
video). Mientras tanto aquí en Colombia un abogado -no un deportista sino
un hombre de leyes- invita a matar a Nicolás Maduro y a Gustavo Petro, y no
pasa nada. Pero eso sí, persigue con demandas a todo periodista que se atreve a
criticarlo. ¡El mundo al revés, hombre!
DE REMATE: Este reportaje
de Cuestión Pública señala que según la FLIP “la mayoría de los procesos
penales por injuria y calumnia no llegan a una condena o son archivados, pues
casi nunca tienen un sustento que les dé posibilidades de éxito”. Precisamente
por esto no le di ninguna importancia a lo que consideré una bufonada del
abogado acosador. Pero la batalla no se ha perdido: “la historia me absolverá”.
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