martes, 28 de febrero de 2017

Crónica de una columna abortada… por el ELN


Esta columna se iba a titular Todos somos Mateo, hasta la mañana de este lunes 28 en que el ELN reconoció haber sido el autor del bombazo que el domingo 19 de febrero sembró de zozobra el barrio La Macarena de Bogotá y le costó la vida del patrullero Albeiro Garibello, además de heridas a 26 uniformados y 3 civiles, y daños a 30 casas del sector. El título aludía a la detención anunciada con bombos y platillos por el ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, del estudiante de quinto semestre de Sociología de la Nacional, Mateo Gutiérrez León, donde me llamó la atención que le hubieran adjudicado como alias el mismo nombre del detenido: alias ‘Mateo’. ¿Acaso el alias no es para ocultar la identidad.

Dos compañeras de estudio del muchacho y los papás se comunicaron conmigo para alertarme sobre la injusticia que se estaría cometiendo frente a lo que pintaba como un ‘falso positivo’ judicial, y en gesto de solidaridad escribí la susodicha columna, pero el reconocimiento que hizo el ELN del atentado terrorista pone las cosas a otro precio, sobre todo porque derrumba la hipótesis –que sustenté hasta hoy- según la cual la bomba la habría puesto una tenebrosa ‘mano negra’ interesada en sembrar confusión y miedo.

Pero ahora descubro horrorizado que los tenebrosos del paseo fueron los ‘elenos’, quienes justifican su accionar en que los territorios donde operan “están saturados por gigantescos operativos militares”, y en tal medida “cualquier persona con elemental razonamiento entenderá que ante esta realidad, el ELN debe responder con su accionar armado contra las fuerzas atacantes para defenderse”.

Absurdo razonamiento el de creer que debido a que el Ejército los persigue, ellos están en su derecho de poner bombas que matan a jovencitos patrulleros de policía y sumen en el dolor a sus familias. Cobarde actitud, además, porque en lugar de enfrentar al enemigo en combate abierto, que es lo que le correspondería a un ejército irregular que se asume revolucionario, acuden a acciones terroristas que producen el rechazo airado y unánime de la población civil, o sea un efecto diametralmente opuesto al deseado.

A lo anterior se suma que convirtieron en víctima colateral del atentado a Mateo Gutiérrez, porque al margen de si fue o no copartícipe o cómplice, las sospechas sobre él se refuerzan en su condición de estudiante universitario con un pensamiento crítico, de izquierda.

En medio de su torpeza el ELN asumió como gran victoria militar el resultado que expuso en su comunicado, “26 policías heridos”, pero callaron sobre el patrullero muerto, cuya agonía duró varios días, hasta que la gravedad de las heridas causadas por la detonación lo hizo sucumbir. Y sacan pecho informando que “nuestra Fuerza se retiró sin novedad”, cuando la verdad es que se habían retirado horas atrás, después de dejar en una cabina telefónica el explosivo con temporizador que igual habría podido causar un número más elevado de víctimas colaterales, por ejemplo mujeres o niños, en cuyo caso estamos seguros de que habrían asumido una actitud doblemente cobarde, la de guardar silencio para no hacerse responsables del daño colateral causado.

Es entonces cuando el espectador desprevenido se pregunta si será que esa junta directiva de ancianos guerrilleros conocida como Comité Central (COCE) comienza a padecer de demencia senil, o al menos de grave desconexión con la realidad, pues no se entiende la lógica que practican cuando quieren forzar a un cese bilateral del fuego con un atentado terrorista. Para colmo de sus galimatías plantean el cese como “urgencia”, sin ser conscientes de que lo urgente es señal de debilidad, pues nadie se declara urgido cuando pretende asumirse poseedor de fortaleza militar frente al enemigo. Ah, y ya cayendo en el cinismo pregonan que el cese al fuego “lo solicitan diversas expresiones de la sociedad colombiana"... ¡Flagrante mentira! Si eso fuera cierto el triunfo del SÍ en el plebiscito habría sido abrumador, pero ganaron los partidarios del NO a la paz, aunque de suerte para la democracia con una pírrica diferencia (alentada por el miedo al contagio homosexual) y una altísima abstención.

Lo que hace el ELN en su insensatez, por no decir en su imbecilidad, es darle abundante munición a la cúpula –también terrorista- de esa extrema derecha hoy angustiada por las cosas que se llegarían a saber cuando comience a operar la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). Y termino haciendo mía la reflexión que en este contexto plantea el colega Sergio Ocampo Madrid: “tienen a la mano las lecciones de cinco años de proceso con las FARC; tienen el mensaje de los colombianos votando por el NO, más que por el SÍ; tienen claridad en que el Centro Democrático va a intentar torpedear cualquier nueva intentona de paz, y que Santos necesita oxígeno para sacarla adelante. Y la lucidez política que demuestran es poniendo un bombazo en La Macarena…”

Sea como fuere, no hay mal que por bien no venga: si la citada columna (Todos somos Mateo) hubiera sido publicada antes del comunicado del ELN, mi credibilidad como periodista habría quedado por el piso.

DE REMATE: En alguna parte leí que Alejandro Ordóñez y Álvaro Uribe organizando una marcha contra la corrupción, es como ver a Bob Marley convocando a una cruzada para que se prohíba el consumo de marihuana.

lunes, 20 de febrero de 2017

Claudia López y su tonito camorrero




La historia de Colombia está plagada de personajes o situaciones que despertaron grandes expectativas y en el camino se fueron desinflando, unas veces porque enemigos soterrados se impusieron a la brava, otras por la torpeza de quienes inspiraban una esperanza de cambio.

Ocurrió por ejemplo cuando Belisario Betancur prometió la paz y al final de su gobierno entregó un país lacerado por el dolor de una Corte Suprema primero secuestrada por el M-19 y luego aniquilada bajo el fuego oficial en el Palacio de Justicia, con un presidente pusilánime que no tuvo el coraje de enfrentar a las bestias que entre el 6 y 7 de noviembre de 1985 le dieron un golpe de Estado exprés, de 24 horas, durante el cual actuaron con más salvajismo que el empleado por el Ejército de Pinochet en su asalto al Palacio de la Moneda.

Otra esperanza fallida se dio con la Ola Verde, una especie de tsunami espontáneo de rechazo a lo que en 2010 representaban Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, que encabezó Antanas Mockus pero terminó naufragando por cuenta de lo que Horacio Serpa llamó “el triunfalismo inicial que le dieron los sondeos, la falta de experiencia en cuestiones electorales y costosos errores de comunicación”. Sobre todo errores de comunicación, sí, como las peleas intestinas con los coequiperos Enrique Peñalosa y Lucho Garzón, o cierta declaración de Mockus en la que consideró “justo” que los médicos ganaran un millón de pesos “o menos” de sueldo mensual, con lo cual se le esfumaron en lo que dura un suspiro todos los votos de los trabajadores de la salud.

Hoy parece renacer una nueva esperanza en Claudia López, una aguerrida y corajuda senadora que comienza a ser vista como la ‘outsider’ de esta campaña, la misma que durante una sesión legislativa definió a Álvaro Uribe como ‘sanguijuela de alcantarilla’ y hoy ha tomado la lucha contra la corrupción como bandera en su aspiración –ya cantada- hacia la Presidencia de Colombia. Ella ha propuesto 7 puntos concretos para enfrentar a los corruptos y anda en busca de 5 millones de firmas, y no podemos sino desearle éxitos en tan titánico empeño.

Claudia comienza a tener calurosa acogida entre los jóvenes, y es muy bueno que eso ocurra, porque la juventud es la llamada a cambiar el mundo. Ahora bien, del mismo modo que Uribe quiso tirarse a Mockus cuando comparó a Antanas con “un caballo discapacitado”, habría que formularle a nuestra admirada Claudia una amable invitación para que evite terminar como una yegua desbocada, y en consonancia procure no olvidar el proverbio griego: “cuando los dioses quieren perder a un hombre (o a una mujer), le dan poder”.

No conozco en el espectro político a mujer más lúcida e inteligente, de brioso carácter, pero a la vez con más ínfulas de mandamás que Claudia López. Y esto tiene tanto de bueno como de malo, porque del mismo modo que abre unas puertas, cierra otras.

Es desde todo punto de vista loable y conveniente –por renovadora- la alianza que parece estar cuajando entre ella, Antonio Navarro (Alianza Verde), Sergio Fajardo (Compromiso Ciudadano) y Jorge Robledo (PDA). Qué bueno sería entonces que ellos cuatro se sometieran a una consulta abierta que eligiera su candidato a la presidencia, frente a lo cual me atrevo a aventurar que Claudia tomaría la delantera por llevar la voz cantante. Y que esa alianza fuera la génesis de una coalición más amplia con los partidos Liberal y La U, mediante una nueva consulta que diera como resultado un candidato único de las cinco fuerzas citadas, y que todo lo anterior se diera antes de la primera vuelta, porque si llegan a ella divididos todo indica que lograrían colarse dos de los tres candidatos de la derecha a la segunda vuelta: Germán Vargas (Cambio Radical) o Alejandro Ordóñez (Partido Conservador) y/o Iván Duque (CD). Y en tal caso, apague y vámonos…
 
Lo preocupante de todos modos es el permanente tono pendenciero que viene mostrando Claudia López (al mejor estilo uribista, digamos), y es cuando el espectador desprevenido se pregunta si no será que “la que no ha visto a Dios, cuando lo ve se asusta”. El asunto es que ahora se ha enfrascado en una batalla desgastante con las huestes del “petrismo”, que por un lado la atacan sin fundamento por ser amiga de Peñalosa (lo fue, pero soltaron amarras), mientras ella con una piedra en la mano les responde: “Los resentidos que nunca saben perder y defienden socialismo son tan peligrosos a la democracia como corruptos del establecimiento que gobiernan”. (Ver trino)

Fue ahí donde me sentí impelido a responderle, diciéndole que “Se te fueron las luces, apreciada Claudia. Muchos socialdemócratas se sentirán excluidos de tu proyecto, así aclares diferencia”. Ella diferenció entre socialismo y socialdemocracia pero terminó insultando –y excluyendo- a unos y otros al equipararlos con gente corrupta, y dejó el mal sabor del caudillo que en su inflado ego cree que “quien no está conmigo, está contra mí”.

Precisamente por los días de 2014 en que ella actuó como coordinadora nacional programática de la decepcionante campaña de Enrique Peñalosa a la presidencia, escribí la columna ‘Yo, Claudia’ (ver aquí) donde dije que “si no la matan antes (y es de esperar que nunca ocurra, que siempre esté protegida de sus poderosos enemigos), ella tiene madera para grandes cosas”.

Sigo pensando lo mismo y aplaudiría encantado si fuera la primera mujer Presidente de Colombia, o la primera vicepresidente en fórmula con Humberto de la Calle, pero no puedo terminar esta columna sin anhelar que en lo que resta de campaña le fuera bajando algunos decibeles a su tonito camorrero, a menudo altisonante.

DE REMATE: Antes que coalición debería hablarse de urgente concertación entre las fuerzas partidarias de afianzar la paz, para defenderla de la ‘mano negra’ que el domingo pasado hizo sentir su rugido de bestia herida con un bombazo por los lados de La Macarena. La amenaza es seria.

martes, 14 de febrero de 2017

El coitus interruptus del Fiscal General




Una columna del brillante economista y filósofo Mauricio Cabrera para Vanguardia Liberal puso el dedo en la llaga por la escandalosa declaración de Otto Bula que el fiscal Néstor Humberto Martínez acogió como epifanía, o sea como verdad revelada, cuando este habló de “un millón de dólares cuyo beneficiario final habría sido la gerencia de la campaña Santos Presidente2014”. (Ver columna).

De ahí en adelante se formó la verraca confusión, para decirlo en términos del nadaísta Pablus Gallinazo. Ahora Cabrera pide que se comprueben “las condiciones de modo necesarias para entregar tal cantidad de dinero en efectivo”, y a continuación pregunta: “¿cuánto espacio ocupan $1.000 millones en billetes? ¿Cuánto pesan? ¿Qué tipo de maleta se necesita para transportarlos?”.

Si juntamos la columna de Cabrera con la de Daniel Coronell (ver aquí) el coctel se vuelve explosivo, pues mientras el primero se vale del sentido común para delatar el embuste de Bula, el segundo brinda la información para entender la clase de ‘fichita’ que detona semejante bomba incendiaria sin inmutarse: un hombre que “se enriqueció comprando tierras de campesinos desplazados por los paramilitares y (…)  ha sido un caracterizado uribista de la línea de Mario Uribe”, a quien logró sacarle las más altas votaciones en Córdoba, el departamento paramilitar por excelencia donde el expresidente Uribe –simple coincidencia, por supuesto- tiene su hacienda El Ubérrimo.

Razón tiene La Silla Vacía al afirmar que Odebrecht se convirtió en “el Sigifredo de Néstor Humberto”, cuando un avezado delincuente de la más rancia estirpe uribista logra meterle el dedo en la boca acomodando una falacia con medias verdades y evidentes mentiras, en recuerdo de lo ocurrido con el fiscal Eduardo Montealegre, a quien varios testigos falsos le hicieron creer que el diputado Sigifredo López era un miembro más de la guerrilla que lo secuestró. (Ver artículo).

Durante el proceso 8.000 estuvieron desde la DEA hasta María Isabel Rueda (y las demás Marías) buscando desesperados la comprobación física de que el presidente Ernesto Samper sí sabía del dinero sucio que entró a su campaña. Y nunca la encontraron, hasta el día presente. Pero Mauricio Cabrera señala la prueba reina de que el señor Bula miente… y ningún medio se da por enterado.

Según la ‘confesión’ de Otto Bula fueron dos entregas de dinero las que le hizo a Andrés Giraldo en un maletín, luego de apropiarse de una comisión de 200 millones. Un millón de dólares al cambio de esa época eran 2.000 millones de pesos ya “monetizados”, o sea que Bula habría tenido que entregar 800 millones la primera vez y 1.000 millones la segunda, o 900 millones en cada una.

El busilis en la versión de este sujeto reside en que transportar semejante cantidad de dinero de ningún modo pasa desapercibido, motivo por el cual no habría podido ser un solo maletín popocho sino por lo menos dos tulas para levantar el peso de algo que si fuera en la más alta denominación, la de $50.000, correspondería a 20.000 billetes. Y así fuera la mitad: ¿carga alguien semejante cantidad de dinero con la tranquilidad de que no va a levantar ninguna sospecha y el ‘cruce’ va a quedar entre donante y receptor?

Lo que hoy cuesta entender del fiscal es ese afán de andar contando a los medios absolutamente todo lo que hace, piensa, supone, cavila, opina o investiga desde que se levanta hasta que se acuesta, en un ejercicio de vanidad que entorpece el desarrollo de la justicia y en últimas fue el causante del segundo ‘chorro de babas’ durante su cortísima gestión: el primero cuando se apresuró a declarar que en Navelena no hubo corrupción y al aparecer un préstamo de 120 mil millones de pesos del Banco Agrario hubo de retractarse, y la segunda en días pasados, cuando acogió como verdad el libelo de Bula que tan grave daño le hizo a la imagen de Colombia y a la del presidente Santos. Al día siguiente el inefable Martínez Neira metió un reversazo diciendo que "la prueba de entrega física de dinero a Roberto Prieto no la tiene la Fiscalía" (ver noticia), pero el daño ya estaba hecho. Como reza el refrán, “después del ojo afuera no hay Santa Lucía que valga”.

Antes de armar semejante tierrero Martínez Neira pudo haber ordenado pruebas tan obvias como revisar las cámaras del lugar en busca del momento de la entrega, o preguntarle al avieso incriminador de qué denominación eran los billetes, o dónde compró los dos maletines en los que transportó el dinero para sendas entregas. Al fiscal no le corresponde contar que al parecer de pronto, tal vez, quién quita, todo indica que quizás, etc. Lo que debe hacer es investigar con la discreción que le compete a la justicia, llegar a una conclusión en sus pesquisas y luego sí, con la responsabilidad inherente a la majestad del cargo, revelar el resultado de las averiguaciones.

Es la justicia-show en cuyas tentadores redes también cayó con la misma lujuria mediática el fiscal anterior, solo que éste comienza en forma precoz con un coitus interruptus de demoledoras consecuencias institucionales, que conduce a pensar que confunde sus facultades judiciales con las políticas. Es aquí cuando uno no logra dilucidar si se trató de una (otra) torpeza como la de cualquier precipitado amante, o si fue que al repartir la culpa por partes iguales en ambas campañas urdió una muy hábil carambola a dos bandas: fortalece una alianza a futuro entre Cambio Radical y el uribismo, y deja tendido en el camino del desprestigio a Juan Manuel Santos. ¿Quién habría sido entonces el verdadero traidor? Averígüelo Vargas...

Otto Bula sabe que está mintiendo pero no le preocupa, porque lo importante era cumplirle al patrón en lo de encochinar a todo el mundo y poner al país a mirar hacia otro lado. Puedo estar equivocado, pero conociendo el modus operandi mafioso de esa gentecita (por no decir gentuza), me atrevo a recelar que Bula citó a Andrés Giraldo a un restaurante para comprar un seguro en caso de que necesitara ‘untar’ a otros ante una eventual detención. Y fue ahora, ya en su celda, cuando puso a funcionar el seguro. Y el Fiscal cayó enterito.

DE REMATE: Si el senador Álvaro Uribe arremete contra periodistas de la derecha otrora aliados suyos como María Isabel Rueda o Mauricio Vargas y a la vez acusa al prestigioso Yamid Amat de hacer periodismo prepago para el gobierno Santos, debe ser porque en su desesperación siente pasos de animal grande o porque algo más poderoso que él (la JEP, por ejemplo) comienza a respirarle en la nuca. ¿O estaré pensando con el deseo…? 

lunes, 6 de febrero de 2017

Uribe lava su culpa con Zuluaga


El escándalo desatado tras conocerse la multimillonaria suma que Odebrecht le pagó al publicista Eduardo ‘Duda’ Mendonça por su trabajo en la campaña de Óscar Iván Zuluaga, representa un punto de quiebre para el uribismo: por primera vez el dueño del letrero dejó de hablar de persecución política y, ante la contundencia de la revelación, prefirió dejar solo a su excandidato a la presidencia.

El otrora Titanic de la política conocido como Centro Democrático amenaza con irse a pique, y del naufragio podría no salvarse ni el “incontaminado” Iván Duque, de quien vino a saberse que estuvo también reunido con ‘Duda’, Daniel García Arizabaleta y los Zuluaga –padre e hijo-, con tiquetes al parecer pagados por Odebrecht, pues no aparecen reportados (Ver noticia). ¿Y ahora nos quieren hacer creer que semejante comitiva y lo que ahí charlaron permaneció desconocido a los oídos de Álvaro Uribe? ¿Que todo fue a sus espaldas?

En la contabilidad oficial reposa que la campaña de Zuluaga le pagó 1,3 millones de dólares (2.859 millones de pesos) a ‘Duda’ por sus aportes en publicidad, que debieron ser valiosos y lo habrían llevado a la presidencia si no se hubiera atravesado el escándalo por el video de su encuentro con el hacker Andrés Sepúlveda, donde este le entrega información reservada de Inteligencia Militar y Zuluaga le dice “tenemos un mes dar un golpe, hermano”. (Ver video).

De aquel suceso Zuluaga logró salir indemne, pese a que continúan vinculados su hijo David y el prófugo ‘asesor espiritual’, Luis Alfonso Hoyos. Pero de la que no puede salir airoso el uribismo en pleno es de la trama cuyo origen se remonta a la reunión realizada en Panamá en noviembre de 2008 entre Miguel Nule, el representante de Odebrecht André Rabello y Tomás Uribe, hijo mayor del entonces presidente en ejercicio. Esto da una idea de la importancia que para la casa Uribe siempre tuvo su estrecha cercanía (que hoy pretende minimizar) con la empresa brasileña.

Esa primera reunión en Panamá ocurrió ocho meses antes de que se abriera la licitación para la Ruta del Sol. Al año siguiente, el 17 de septiembre de 2009, cuatro meses antes de la firma del contrato con Odebrecht por 2 billones y medio de pesos, el mismísimo presidente Uribe se reunía en Palacio con el también mismísimo presidente de la compañía, Marcelo Odebrecht, y por simple cosa del azar allí también estaba Andrés Felipe Arias (ver noticia), a quien le decían ‘Uribito’ porque su jefe aspiraba a convertirlo en su remplazo hasta que se presentó el escándalo de Agro Ingreso Seguro que le permitió al muy ‘traidor’ Juan Manuel Santos colarse por el entresijo de la puerta…

Hasta ahora no se ha sabido cómo se acordó con Zuluaga que Odebrecht cubriría el pago restante para completar los 4,3 millones de dólares que ‘Duda’ pidió por su trabajo en la campaña de 2014. Pero algún acuerdo debió haber, solo que de palabra, pues la ley prohíbe a cualquier empresa nacional o extranjera apoyar con dinero a quien mediante elección popular aspire a convertirse en el dueño de la chequera. ¿Y nunca lo contaron de esto a Uribe, el mismo que mandó a su chino Tomás a Panamá a reunirse con Odebrecht? A otro perro con ese hueso…

Es por eso que Álvaro Uribe no tiene ninguna autoridad para esquivar el bulto de su responsabilidad –política y penal- sometiendo a su excandidato a la Comisión de Ética de su partido. Hoy se lava las manos con la carta que le escribe su obediente excomisionado y prófugo de la justicia Luis Carlos Restrepo, pese a que la génesis de tan corrupta trama arranca en la reunión de Panamá, donde comenzaron a tejerse los hilos que hoy también enredan a Andrés Felipe Arias, Gabriel García Morales, Otto Bula y Daniel García Arizabaleta, todos de la entraña uribista. Son muchos y en todos los niveles como para pensar que Uribe no sabía lo que ocurría a su alrededor, más tratándose de alguien tan estricto en su estilo microgerencial de conocer y controlar hasta el mínimo detalle.

Si bien a Iván Duque no se le puede culpar por haber estado en la reunión con ‘Duda’, pues su presencia se ajustaba a su condición de director programático, resulta paradójico que su situación ahora despejada como precandidato solo contribuya a ahondar la división del CD, donde muchos lo ven como un santista infiltrado. Incluso circula un video en el que se valen de declaraciones suyas para acusarlo de ser tan ‘comunista’ como Nicolás Maduro, Juan Manuel Santos y Timochenko (ver video). Acompaña el coro de plañideras el muy ‘furibista’ Ricardo Puentes desde su página Periodismo sin Fronteras, quien le adjudica la crisis del Centro Democrático a un plan tenebroso de la izquierda para destruirlo desde adentro (ver artículo).

Falta ver si los temores de esas personas tienen fundamento, pero son apenas comprensibles con solo observar que Iván Duque tiene cara de honrado. Uribe lo defiende de dientes para afuera, pero no lo veo como su ungido. Esas buenas maneras y el contenido ‘liberal’ de una columna reciente en Portafolio deben provocarle el mismo recelo que siempre le tuvo a su exministro de Defensa. A riesgo de equivocarme, a Uribe lo veo más bien en futura alianza con la campaña rabiosamente ‘Trumpista’ y confesional de Alejandro Ordóñez, de la que incluso podría terminar como fórmula vicepresidencial, luego de dejar a su partido con partida de defunción en medio de tremenda bronca interna, al mejor estilo Corleone.

Sea como fuere, lo único cierto por ahora es que Álvaro Uribe Vélez parece ser víctima de una maldición fatal, consistente en que casi todos los que le rodean son una caterva de cafres o delincuentes de la peor calaña que terminan investigados, presos o huyendo de la justicia, mientras él es el único inocente del paseo…

DE REMATE: Al cierre de esta columna se conoció una entrevista de Uribe con la FM donde anuncia que su partido presentará una ley anticorrupción, y en la misma charla defiende al muy corrupto Daniel García Arizabaleta, untado de Odebrecht hasta los tuétanos e inhabilitado por la Procuraduría para ocupar cargos públicos durante 17 años por once faltas disciplinarias. Como dicen las señoras bogotanas, “esto ya es la tapa” del cinismo.