martes, 30 de julio de 2019

Gustavo Petro y Claudia López, lo que pudo haber sido y no fue



El lanzamiento de Hollmann Morris a la alcaldía de Bogotá por parte de Gustavo Petro se ajusta a la sentencia según la cual “el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones”.

Es comprensible la dificultad que se le presentó a Petro para respaldar a Claudia López -como era previsible que ocurriera- después de que a ella le dio por anunciar a voz en cuello la candidatura de Sergio Fajardo a la presidencia en el lugar equivocado, durante su inscripción como candidata. Su imprudente actitud le dio un portazo a la unidad que comenzaba a cuajar con el petrismo, mediante la cual se habría asegurado con tranca la alcaldía de Bogotá para dicha coalición.

Aquí aplica el refrán que recomienda no mencionar a Watergate delante de Nixon, pues el resultado de semejante gafe fue que al petrista Jorge Rojas le tocó abrirse del parche, mientras que este trino del talentoso Luis Ernesto Gómez, coequipero suyo (¿hasta ese día?) es patética evidencia del malestar que generó en sus propias filas: “Firmamos un ACUERDO para hacer de Bogotá una ciudad Consciente y Sostenible. ¿Qué tiene que ver la aspiración presidencial de Sergio Fajardo con el futuro de Bogotá? ¡Nada!”. (Ver trino).

Lo complicado del asunto es que la ‘jugadita’ de Claudia traerá consecuencias previsibles: por la tronera que deja la repartición de los votos entre esta y Morris podría terminar por colarse el ‘uribito’ del Centro Democrático, Miguel Uribe Turbay, avalado a su vez por el Partido Liberal, ah cosa vergonzosa.

Haber corrido Petro afanosamente a lanzar a Morris para no quedarse sin candidato, solo formaliza la división y habrá de provocar un sismo dentro de la centro-izquierda, como el que antecedió a la segunda vuelta presidencial, cuando Humberto de la Calle y Fajardo no dieron la talla y con su preferencia por el voto en blanco facilitaron el regreso de la bestia herida y sedienta de venganza.

Hollmann Morris habría sido buen alcalde, de pronto mejor que Petro. Ahora bien, las posibilidades de ganar la alcaldía de Bogotá le nacieron muertas, debido a que la imagen -justa o injusta- de maltratador le acompañará en lo que resta de campaña. No sabemos si alguna culpa le cabe en las acusaciones de su ex, lo cierto es que hoy paga muy caro el error de haberse separado de una mujer cuyo rencor la llevó a dejarse utilizar del siniestro Abelardo de la Espriella para orear los trapos sucios de la relación con su exmarido, con el único propósito de causarle un daño político irremediable.

En todo caso, permítaseme dejar aquí constancia de este trino de Lucho Celis dirigido a Petro, cargado de esperanza: “Gustavo, la campaña está iniciando. Hay que perseverar en construir una sola candidatura entre @HOLLMANMORRIS y @ClaudiaLopez. El tema del Metro está en proceso, vamos con calma”.

En alguna columna anterior, titulada Claudia López y su tonito camorrero, dije esto: “No conozco en el espectro político a mujer más lúcida e inteligente, de brioso carácter, pero a la vez con más ínfulas de mandamás que Claudia López. Y esto tiene tanto de bueno como de malo, porque del mismo modo que abre unas puertas, cierra otras”.

Sea como fuere, en Bogotá se debe seguir el ejemplo de Santander, donde la Colombia Humana-UP y el Polo Democrático por primera vez unieron fuerzas alrededor de la candidatura de Leonidas Gómez. El día en que por fin Gustavo Petro y Jorge Enrique Robledo superen sus diferencias (más personales que políticas) y se consolide la unión, no solo conquistarán la Presidencia de la República sino que podrán deshacerse del lastre que representa el tibio Fajardo, tan cercano al uribismo paisa y tan distante de las verdaderas causas populares.

En lo que respecta a Petro y Claudia López, por ahora se les aplica la letra del bolero: lo que pudo haber sido y no fue. A no ser que le paren bolas a Lucho Celis… y en el camino arreglen las cargas.

DE REMATE: Es políticamente inmoral que el expresidente César Gaviria haya entregado su aval para la gobernación de Santander a una fanática religiosa, homofóbica y ultra goda como Ángela Hernández. Es como si el papa Francisco un día se declarara ateo, pero quisiera seguir rigiendo los destinos del catolicismo. ¿Cómo así que las bases liberales todavía no han organizado un motín a bordo para removerlo de su cargo, ah?

domingo, 21 de julio de 2019

El alcalde de Bucaramanga y sus 20.000 casas de papel


Esta columna es producto de la sorpresa -por no decir asombro- que me produjo ver al abogado y politólogo antioqueño Gilberto Tobón, ampliamente conocido por sus radicales posiciones contra la corrupción y la politiquería, la tarde del 20 de Julio en un evento de claro tinte político titulado La segunda independencia, cuyo propósito fue promover el lanzamiento del pastor cristiano Ricardo Parra a la alcaldía de Floridablanca y el del alcalde de Bucaramanga, Rodolfo Hernández, a la Presidencia de la República.

Digamos de entrada que es políticamente correcta la simpatía que Tobón siente por Hernández, y esta se expresó en el programa Nos cogió la noche de Cosmovisión, cuando el presentador le preguntó por la “mutua admiración” que parece haber entre politólogo y alcalde, y este aclaró que semanas atrás fue invitado a una actividad “política-cultural” en Pereira, donde intervinieron ambos, y allí encontró coincidencias: “veo que es una persona con una lucha muy frontal contra la politiquería. De lo que conozco de sus ejecutorias en Bucaramanga, me parece que ha cumplido. Lo que él pueda hacer más adelante, no lo sé con certeza”.  (Ver programa).

Todo indica que ahora sí tiene certeza, porque al final del conversatorio de Floridablanca el mismo Tobón anunció entre líneas, sin mencionar su nombre, el lanzamiento de Rodolfo Hernández a la presidencia. Y le recomendó al abigarrado auditorio -también entre líneas- votar por él. No sabemos cuánto durará lo que se percibe como una alianza estratégica entre ambos, pero en consideración a que quizá Tobón es un equivocado de buena fe sobre el verdadero talante de Hernández, se hace conveniente poner las cuentas claras y el chocolate espeso, sobre todo en busca de vislumbrar qué tan cierto es eso de que Rodolfo Hernández “ha cumplido”.

Puesto que Tobón es un luchador contra las malas costumbres, expondremos aquí tan solo un caso de politiquería y uno de corrupción, para no alargar la pita. En lo referente a politiquería, la verdad monda y lironda es que el alcalde de Bucaramanga fue elegido con trampa, mediante una maniobra que el Código Penal define como fraude al elector. No llegó catapultado por el voto de opinión, como se tiende a creer, sino por una “Carta de compromiso de inscripción para plan de vivienda” que se inventó durante la campaña, mediante la cual “Yo, Rodolfo Hernández Suárez, de resultar elegido alcalde de Bucaramanga, adquiero ante usted, Madre o Padre cabeza de familia, el siguiente compromiso: Garantizar su participación en el programa 20.000 hogares felices de su grupo familiar. Garantizar a una de los integrantes de su familia, con edad entre los 15-24 años, el acceso a un empleo de 4 horas, remunerado con ½ salario mínimo”. (Ver Carta de compromiso).

Seis meses después de haberse posesionado, el periodista Juan Carlos Gutiérrez de Vanguardia le preguntó si esa promesa había sido “para ganar votos”, y esto confesó: “Ah, todo es para ganar votos. Lógico, para qué voy a decir que era para perder votos…”. (Ver entrevista, minuto 46’50”). Si hubiera hecho esa promesa y ya llegado al poder hubiera construido la ciudadela “Hogares felices”, como dijo que se llamaría, vaya y venga. Sería de felicitar. Pero lo cierto es que no cumplió con las casas, ni siquiera con lotes subsidiados, y menos con los empleos de medio tiempo, de lo que ya nadie se acuerda. Y con esa estratagema obtuvo por los menos 39.000 de los 77.238 votos que le dieron el triunfo, pues 39.000 fueron las solicitudes de “vivienda” que recibieron, según reconoció el jefe de Gobernanza, Manolo Azuero. Hablando en plata blanca, esto quiere decir que sin esa falsa promesa Rodolfo Hernández no habría conquistado la alcaldía, porque el segundo en votación, el liberal Carlos Ibáñez, obtuvo 72.768 votos. Conclusión, el hombre acudió a una trampa “politiquera” para hacerse elegir.

Y ahora hablemos de corrupción, en concreto de un contrato de corretaje -denunciado por la página Corrillos.com.com- con una filial de Vitalogic que involucró a uno de los hijos de Rodolfo Hernández (Luis Carlos) y a su esposa, Socorro Oliveros, donde se acordaba que recibirían millonarias comisiones por la tecnificación de las basuras, de la que el alcalde anunciaba reiteradamente que “va porque va”, a tal punto que los pliegos fueron redactados en la propia casa del burgomaestre. Lo que no esperaban el alcalde ni Vitalogic era que el secretario jurídico de la Empresa de Aseo (EMAB), César Fontecha, descalificara la oferta, debido a que no se presentó una póliza exigida en el pliego de condiciones, y pese a que Rodolfo Hernández le ordenó airado -en su habitual estilo ‘uribista’- que en lugar de póliza les recibiera una fianza. Según Fontecha, por no haberle dado viabilidad jurídica a Vitalogic el alcalde, salido de casillas, dijo “que yo era un hp malparido, que me va a joder, que él ya sabe que yo recibí plata”. (Ver noticia).

Es bien llamativo que solo después de tres años y medio de reventado el escándalo haya salido ¡por fin! su hijo Luis Carlos a dar la cara, mediante entrevista con el columnista de Vanguardia Oscar Jahir Hernández, a quien le reconoció que “firmé el corretaje para ganar 2 millones de dólares”, justo cuando arranca la campaña de su padre a la Presidencia, vaya coincidencia.... (Ver entrevista).

Antes de confesarse Luis Carlos Hernández como un corrupto pero salvando de toda culpa a su papá, este se había refugiado en afirmar, como le dijo a Julio Sánchez Cristo, que “mi hijo no me contesta el teléfono desde que empezó esto, se escondió, no abre la puerta del apartamento". ¿Que el alcalde Rodolfo Hernández no sabía que su hijo y su esposa andaban ‘autenticando’ la corrupción en la Notaría 3 de Bucaramanga a sus espaldas? A otro perro con ese hueso…


Por eso, cuando alguna de esas señoras que tanto lo admiran me pregunta qué pienso del alcalde de Bucaramanga, le respondo que desapruebo que hubiera querido involucrar a su propia familia en la recepción de unas coimas por la tecnificación de las basuras, pues eso daría para pensar que él también resultó corrupto. Es entonces cuando me acuerdo de una frase que repite mucho Gilberto Tobón, según la cual “el país está diseñado para robar”.

DE REMATE: Hace unos 15 días me llamó una supuesta abogada de la campaña de Jonathan Vásquez, el candidato a la alcaldía de Barrancabermeja que le vendió el alma al tenebroso clan Gnecco. Quería la dirección de mi casa, para enviarme un “derecho de petición”. A sabiendas del peligro implícito en dar información que pueda caer en malas manos, le dije a la abogada que podía enviarme el documento a El Espectador. Esta es la hora en que allá no han recibido nada para mí. Conclusión, lo que querían era saber dónde vivo…

lunes, 15 de julio de 2019

Arias - Santrich: paralelo polarizador para lelos


La última columna de María Jimena Duzán (La marioneta banal) brinda claridad sobre la catadura ética, moral y criminal de alias ‘Jesús Santrich’, pero no resuelve el gran interrogante: ¿por qué desde que se desapareció no ha abierto la boca? (Ver columna).

Con un amigo de Bucaramanga evaluábamos lo que pudo haber detrás de la misteriosa desaparición del hombre, contemplando la hipótesis de que le hubieran tendido una trampa, e imaginábamos este escenario: en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación -ETCR- de Pailitas (Cesar) el hombre de confianza de Santrich, el chileno Juan Bautista Hernández, es alertado sobre un plan inminente para asesinarlo, con altos visos de veracidad. Este se lo comunica a Santrich, y es cuando decide huir para salvar su pellejo, por lo que deja una nota que le permita ganar tiempo mientras emprende la retirada. Esto le daría  sustento a la noticia de El Espectador según la cual “en la región los vieron caminando por una trocha que va hacia Venezuela”. ¿Y qué ocurre luego? Que en ese camino los mismos que mediante un engaño los hicieron abandonar el esquema de seguridad, se habrían encargado de emboscarlos, matarlos y desaparecerlos.

Se trata de una elucubración, por supuesto, pero el fundamento para pensar que a Santrich lo hayan ‘borrado del mapa’ reside en su mutismo total desde hace ya tres semanas, reforzando la impresión de que huyó para no responder por su aparente participación en el envío de un cargamento de cocaína a Estados Unidos, quizá consciente de que la Corte Suprema tendría pruebas para incriminarlo. Mejor dicho, solo una eventual desaparición forzada explicaría que no haya emitido ninguna declaración para justificar su abandono del esquema de seguridad, a sabiendas de que tan vergonzosa retirada les da argumentos de peso a quienes quieren acabar la JEP, y se constituiría entonces en traición aleve no solo a su partido FARC sino a la obligación que había adquirido de defender con sus actuaciones el acuerdo de paz que él mismo había firmado.

Luego de la entrevista con Duzán para Semana en vivo, fui el primero en percibir como entrampamiento el video que le había hecho un agente mexicano de la DEA donde parecía que se hablaba de un negocio de droga (“televisores” en vez de kilos de coca). En tal medida, había quedado convencido de su inocencia y de que haría valer su palabra de hombre honorable cuando le prometió a ella -y al país entero- que iba a cumplir su compromiso ante la justicia y no se iba a fugar. Pero ahora coincido con la columnista en que “Santrich demostró ser un cobarde (…), no pudo estar a la altura de la mayoría de los excombatientes que le siguen apostando a la paz. Él, a diferencia de ellos, nunca pudo recuperar su capacidad para pensar y terminó convertido en un pelele”.

La tormenta perfecta desatada a raíz de la fuga de Santrich sirve de asidero para analizarla desde una perspectiva de psicología de masas: impresiona a más no poder la oleada de respaldo y admiración que entre el antiuribismo despertó el cieguito después de que la Corte Suprema le concedió la libertad y fijó fecha de indagatoria. Santrich pasó a ser el depositario de todo ese odio represado de sectores cultos de clase media contra Álvaro Uribe y lo que este representa.

En dicho terreno de exacerbación de las pasiones, fui testigo de las voces de inconformidad que despertó mi columna anterior entre asiduos lectores, cuando dije que “si llega a ser cierto que Santrich se fugó a otro país, como cualquier Andrés Felipe Arias, significaría que el hombre resultó una porquería”. Todos ponían la mano en el fuego por la inocencia de Santrich, unos arguyendo como lícito que hubiera escapado ante la casi certeza de que iba a ser extraditado (o sea, le creían más a Santrich que a la Corte), sumado a una mayoría convencida de que lo habían desaparecido a la fuerza. Y no estamos hablando de simpatizantes de la FARC, menos de militantes.

Un fenómeno similar -pero a la inversa- sirve para analizar lo ocurrido con Andrés Felipe Arias: dos reos de la justicia pedidos en extradición, aunque en direcciones opuestas, con una coincidencia adicional: ambos fugados, uno de ellos recapturado y deportado a su país de origen, y de quien todavía no tenemos una sola imagen de su regreso sin gloria.

Lo ocurrido con Arias también puede ser visto desde los ojos de la psicología de masas, porque es igualmente digno de asombro el modo en que las hordas uribistas han reaccionado ante su repatriación, llegando a extremos delirantes como el de un Alberto Bernal para quien “esto se parece a la condena de Nelson Mandela, condenaron a un ciudadano ilustre”. Ciudadano ilustre, sí, al que la procuraduría de su copartidario Alejandro Ordóñez sancionó con inhabilidad de 16 años para ocupar cargos públicos, mientras que la entonces fiscal Viviane Morales (correligionaria del anterior) adelantó la investigación con la cual la Corte Suprema le impuso condena a 17 años de cárcel mediante sentencia que según el editorial de El Tiempo del pasado 15 de julio “está basada en un proceso judicial soportado en decenas de pruebas que el exministro tuvo la oportunidad de controvertir judicialmente, con todas las garantías. De hecho, en la parte final del juicio la Corte consideró que Arias podía recuperar su libertad, beneficio que el procesado aprovechó para salir del país y buscar fallidamente estatus de perseguido político en Estados Unidos”. ¿Es El Tiempo un diario castrochavista? Hasta donde llega nuestra información, todo lo contrario.

Queda uno entonces lelo, súpito, atónito ante el ambiente de polarización que se vive entre ambos extremos (en esta esquina del ring los defensores del narco Santrich y en aquella los del corrupto Arias) y la única opción que se vislumbra como realista es la de rogar al Altísimo para que esto no concluya en la hecatombe institucional que parece avecinarse como producto de haberse sentado a negociar con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) pero no con las Fuerzas Uribistas Reaccionarias (FURC), hoy en el poder.

DE REMATE, sea la ocasión para insistir: ¿por qué la Corte Suprema sigue sin fijar fecha para la indagatoria anunciada justamente hoy hace un año contra Álvaro Uribe? ¿No habrá en esto también algo de cobardía, al mejor estilo Jesús Santrich, pero aquí ante el inmenso poder político, militar, económico y religioso que hay detrás del sujeto sub judice llamado a responder por sus crímenes?

lunes, 8 de julio de 2019

Uribe - Santrich: dos indagatorias para sendos evasores




Esta columna tiene dos partes, una original y otra plagiada.

La original tiene que ver con que el 17 de julio de 2018 la Corte Suprema de Justicia llamó a indagatoria al senador Álvaro Uribe Vélez para que responda por soborno y fabricación de testigos falsos contra Iván Cepeda; y más recientemente, el pasado 4 de junio, citó también al desmovilizado de las Farc y hoy representante a la Cámara, Seuxis Pausias Hernández Solarte, alias ‘Jesús Santrich’, acusado de narcotráfico.

Algo que ha despertado suspicacias -por no decir sospechas- es que mientras la citación al primero se ha ido postergando hasta completar un año, la segunda fue definida en modo exprés para el martes 9 de julio, un día antes de la publicación de esta columna.

Si llega a ser cierto que Santrich se fugó a otro país, como cualquier Andrés Felipe Arias, significaría que el hombre resultó una porquería. Muchas personas salieron en su defensa alegando que ante las indebidas presiones que ejerce el uribismo (incluido el presidente Duque) el alto tribunal podría verse obligado a ordenar su extradición, mientras otros justificaron la súbita desaparición en que su vida corría inminente peligro.

Lo anterior puede ser cierto, pero también lo es que Santrich se comprometió a presentar sus descargos ante la justicia, y si no lo hace se entendería como una traición a los acuerdos de paz que firmó, pues daría para pensar que no se siente en condiciones de probar su inocencia. En cuyo caso los directamente perjudicados son su partido Farc, el acuerdo de paz y la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), a la que le asesta un golpe demoledor, pues les concede razón a los malandrines del Centro Democrático que pregonan a grito herido que la JEP es “impunidad para el narcotráfico”.

Además, se supone que Santrich es un guerrero. Y los guerreros no huyen. Huir es cosa de cobardes.

De otro lado, es indudable que si hubiera asistido a la citación de la Corte, se habría catapultado políticamente. Pero, como dicen por ahí, “de eso tan bueno no dan tanto”.

Ya en lo atinente al otro sujeto sub judice llamado a indagatoria, conviene tratar de dilucidar a qué obedece tanta demora en agendar la cita. Según Daniel Coronell, “la Corte Suprema tiene la obligación legal de establecer fecha y hora (…) y también para determinar, después de esa diligencia, si ordena la captura del señor expresidente Álvaro Uribe”. (Ver columna).

En busca de una respuesta a tan misteriosa dilación en algo tan simple como definir una fecha para escuchar a alguien, consulté a un alto exmagistrado de las cortes Suprema y Constitucional, quien prefirió omitir su nombre. Este afirmó en un estado cercano a la indignación que “el problema no es de voluntad política, sino de voluntad judicial. Todos los procedimientos están enredados, no caminan para adelante ni para atrás. Esta es la hora en que la Corte Suprema no ha dictado sentencia en los casos del exsenador antioqueño Luis Alfredo Ramos ni en el del exmagistrado Jorge Pretelt. La demora en citar a Uribe es producto de la inercia del sistema judicial, enredado en temas procedimentales ‘garantistas’. El sistema penal acusatorio está diseñado para que no funcione”.

Ojo a esto último: “El sistema penal acusatorio está diseñado para que no funcione”.

Así las cosas, Justicia colombiana, Requiéscat In Pace (RIP). Gracias a la fuga del cobarde Santrich, todo quedó servido en bandeja de plata para legitimar el referendo de los malandrines que pretenden suprimir la JEP y revocar las cortes.

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PARODIA SOBRE PLAGIO
Vayamos ahora sí a lo que arriba anuncié que sería un plagio, el que hizo la campaña de Iván Duque de un video del partido español Ciudadanos, donde el candidato Albert Rivera en las elecciones de 2015 le dirigía una carta a su hija (Daniela). De dicho plagio dio buena cuenta la revista Semana. Luego, algún ingenioso creativo hizo una parodia del video de Duque, en el que este se dirige a su hija (Eloísa) para explicarle lo que ha significado en su vida haber servido de instrumento para que su jefe político se apoderara de la Presidencia de la República. Y dice así:

“Querida hija, no sé en que HPs me metí. Antes de que nacieras yo estaba en Washington, en una corbata increíble, dedicado a viaticar, administrando la biblioteca cultural del BID. Yo le había pedido el ministerio de Cultura a Santos, ese era mi verdadero sueño. Pero como no me lo dieron, busqué la forma de llegar a Uribe. Trabajamos juntos en un proyecto, nos hicimos buenos amigos. Al comienzo todo era una maravilla. Me regaló mi llegada al Senado, completamente gratis. Cumplíamos con criticar al gobierno que me llevó al BID, y hasta hice muchos amigos congresistas, que hoy seguramente me pondrán unos voticos. Nunca pensé que yo sería el candidato a la Presidencia por el Centro Democrático. Es que me da un poco de pena, yo ni voté por Uribe y ahora soy “el que dice Uribe”. Pero esto no es lo más molesto. Ese señor me trata como cualquiera de sus caballos, me tiene con la rienda corta, me obliga a viajar con José Obdulio y a ponerme sombreros aguadeños, a caminar con Alicia Arango. Estoy gordo, maldita sea. Y ahora recientemente, con esa bruja Marta Lucía que francamente no soporto, porque ante cualquier idea que doy ella dice que se la inventó hace muchos años. Y dura otros dos años para explicarlo. Hija mía, me estoy engordando del estrés. Quería dejarte esta carta para que supieras verdaderamente quién soy. Yo no soy tan malo como parezco. Yo no soy uribista”. (Ver video).

DE REMATE: Al cierre de esta columna se supo que miembros del partido Farc se contactaron con Caracol Radio para informar que el exguerrillero definitivamente no habría de comparecer a la cita de ayer con la Corte. Con lo cual queda confirmado que Santrich resultó una porquería. Como cualquier Álvaro Uribe, mejor dicho.

martes, 2 de julio de 2019

Respuesta al joven que le vendió el alma al diablo




Hubiera querido dedicar esto a otro tema, pero una extensa carta presentada como “derecho de petición” (que  no lo es) al director de El Espectador por parte de Jonathan Stivel Vásquez Gómez, donde se refiere a mi columna titulada En Barrancabermeja un joven le vendió el alma al diablo (ver columna), me obliga a responderle. Obligación no como imperativo legal sino para poner las cosas en su sitio, puesto que se trata de un claro intento de censura, que no prosperó.

Comencemos por decir que de los 1.122 municipios regados por la geografía nacional, nací en uno cuyas condiciones de vida siempre han sido extremas, en parte por sus altas temperaturas y en parte por los conflictos entre ‘extremos’ que se han hecho sentir desde su fundación, hace cien años. Barrancabermeja no es tierra fácil, pero se deja querer, sobre todo si allí trascurrió una infancia mágica que luego yo vería reflejada -guardadas las proporciones- en ese Macondo de Cien años de soledad con sus personajes marcados por la reciedumbre y sus “casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas y enormes como huevos prehistóricos”.

Esto para aclarar que escribo sobre mi ciudad natal porque la llevo en la sangre, no soy un foráneo que apareció de la nada como un “alfil pagado por los corruptos”, según dijo el aludido en una entrevista para Enlace TV, donde se defendió atacando y no brindó las explicaciones requeridas (Ver entrevista desde minuto 15). Los que sí llegaron de lejos fueron aquellos a quienes les vendió su alma, el clan Gnecco de corrupta recordación, y la venta quedó “escriturada” en un artículo de La Silla Vacía que informó sobre un evento -con profusión de fotos- en el que Vásquez selló su alianza con “el senador de La U José Alfredo Gnecco, alfil del controvertido clan Gnecco en el Cesar”. Según su autora, Jineth Prieto, “la unión tomó por sorpresa a buena parte de la Barranca política, porque (…) hasta ahora el senador y el excandidato estaban en orillas políticas diferentes”. (Ver artículo).

Es irrefutable además que la tal “bloquera solidaria” no fue idea suya, sino de los mismos Gnecco, quienes a su vez la tomaron -para hacer política en el Cesar- de la empresa Cemex, consistente en que por cada ladrillo que le regalan a una familia necesitada de construir casa, la ponen a fabricar una cantidad igual para que la empresa la venda. Ello le permitió a Jonathan Vásquez cogerles ventaja a los demás competidores, pues comenzó a hacer campaña mucho antes de lo permitido, bajo el ropaje de un proyecto “cívico”. ¿O acaso esto no es publicidad política, con el pretexto de una recolección de firmas, pese a que busca el aval del Partido de la U?: Ver foto. Fue a esas “vallas” a las que hice referencia en mi columna, ubicadas en puntos estratégicos de la ciudad, y por ello fue objeto de denuncia ante el Consejo Nacional Electoral (CNE): por haber violado la ley que establece plazos y cronogramas fijos para hacer campaña política. (Ver denuncia).

Volviendo al “derecho de petición” arriba citado, mientras yo dije que hoy es aliado del destituido alcalde Darío Echeverri, Vásquez asegura que “he luchado incansablemente por combatir el flagelo de la corrupción impuesto por el gobierno de Echeverry Serrano”, y que “jamás he sostenido reuniones con este personaje tan cuestionable”. Es plausible que lo haya dicho en la carta de seis páginas que dirigió a El Espectador, pero igual es llamativo que no se haya distanciado públicamente con la misma contundencia en las declaraciones que dio luego de la publicación de mi columna, al igual que tampoco lo hizo con los Gnecco (desmarcarse), porque sabe que no lo puede hacer.

No sobra citar entonces un aparte de la respuesta que le dio don Fidel Cano a la exigencia de “retractación” solicitada por Vásquez Gómez: “La opinión del señor Jorge Gómez Pinilla, así como la de cualquiera de los columnistas de El Espectador, es por su misma naturaleza inviolable y exclusivamente determinada por él”. Esto significa que si el suscrito hubiera mentido, calumniado o atentado contra el buen nombre del supuesto agraviado, a este le correspondía era entablar denuncia penal por calumnia y/o injuria contra el columnista. Y no lo hizo.

Hay una realidad ineludible, y es que Barrancabermeja podría pasar de Guatemala a Guatepeor: viene de una administración signada por la corrupción y el clientelismo, pero podría caer en algo más nefasto si comienza a ser gobernada por los “padrinos” que se trae el antes “independiente” y hoy politiquero Jonathan Vásquez.

Reza el dicho popular que nadie es profeta en su tierra. Es posible que aquí también se aplique, que al final de la jornada el mañoso pelado se salga con la suya y, contra las evidencias de violación de la legislación electoral, logre hacerse elegir alcalde. Sea como fuere, si así ocurriere yo quedaré con mi conciencia tranquila, recordando lo que en muchas ocasiones le escuché al genial humorista Hebert Castro: “se les dijo, se les advirtió, se les recomendó, pero no hicieron caso…”.

MORALEJA Y CONCLUSIÓN: La política se ha convertido en una plataforma más para hacer negocios, con contadas excepciones. Los dueños del billete grueso van en cada campaña al supermercado de los candidatos, a comprar los que más les sirven para hacer crecer sus inversiones. Para la muestra un vistoso botón, Barrancabermeja y el clan Gnecco, poderoso comprador.