El mismo día que el grupo yihadista Estado Islámico (EI) produjo casi
200 víctimas mediante ataques simultáneos de hombres suicidas, Semana.com
publicó un artículo donde preguntaba si ‘¿María Fernanda Cabal se “burló” de
ataques en París?’.
En realidad habría que preguntar si la señora Cabal está en sus
cabales, pero lo llamativo no fue el signo de interrogación ‘políticamente
correcto’ sino la imagen que acompañó el artículo: una mujer de mirada torva, uñas
largas y filudas, arrugas en la comisura de los ojos, sonrisa demoníaca, nariz pico
de águila y rostro maquillado al extremo, sosteniendo en su mano derecha un buitre
que grazna amenazante mientras otro se posa sobre su cabeza, en actitud ídem. (Ver imagen).
Esa imagen lleva implícita la posición editorial de Semana frente a
tan retorcido personaje, y el ‘punto de vista’ debió venir de bien arriba, y la
única interpretación posible es que estamos frente a una bruja. Ahora bien, el
artículo podría ser objeto de análisis en las facultades de Comunicación
porque desde el titular se percibe cómo se manejan los hilos del poder en
Colombia, con signos de interrogación que le impiden al redactor afirmar y
obligan al editor a camuflar lo evidente: que María Fernanda Cabal sí hizo
burla de esos ataques en París.
Si pidieran mi opinión, diría que estamos es frente a un buitre
desalmado y calculador al que le gusta la carroña y poco le importa ser el
hazmerreír ante círculos en apariencia ‘cultos’, porque su papel estratégico consiste
en llegar a unas masas ignorantes pero equivocadas
de buena fe para convencerlas de que Juan Manuel Santos está emparentado
con los amos de la maldad universal, como ya expliqué en columna reciente
sobre su patrón Álvaro Uribe, quien la puso en la Cámara de Representantes sin
que ella hubiera tenido que hacer un solo movimiento de escoba para recoger un
solo voto.
Pero está además la hipótesis de un psiquiatra amigo mío, que no la
baja de “vieja histérica”, y sustenta su dictamen en una eventual anorgasmia de
la sujeta en cuestión, lo cual le estaría provocando en su fuero íntimo esos
ataques descontrolados de histeria política. (Ver definición de anorgasmia).
Más de un millón de veces le he dicho a Daniel que no sea exagerado, pero él
insiste en que el fenotipo de amargura y su cara de eterna frustrada le conceden
la razón.
Sea como fuere, no se requiere mayor erudición para comprender que los
trinos que desde su lengua viperina escupió esa señora destilan un mensaje
maligno, como es el de ubicar al gobierno de Juan Manuel Santos y a sus
negociadores de paz al mismo nivel de los terroristas que ejecutaron semejante matazón,
como si hubieran sido los auspiciadores de esos criminales: “Urgente enviar a
de la Calle, Sergio Jaramillo, generales Mora y Naranjo, a negociar con los
yihadistas. Ellos arreglarán el problema!” (Ver trinos).
Todos por igual, gobierno de Colombia, negociadores de paz,
guerrilleros de las FARC y asesinos despiadados del EI quedaron ahí rebajados a
la misma condición de terroristas empeñados en causarle el mayor daño posible a
la civilización cristiana. Esto es hundir el dedo en la llaga del dolor para
provocar un efecto político, y encierra el mismo propósito perverso con el que en
rechazo a la tregua anunciada por las FARC, la señora Cabal publicó hace unos
meses la foto de una bebé asesinada, con este mensaje: "No podemos olvidar
el daño que nos han hecho. Dolor de patria!!"
Dolor de patria, sí, porque es la misma “persona” (y persona se
escribe también con P de Puerca) que el día del fallecimiento de nuestra más
grande gloria literaria nacional vomitó de su pestilente magín estas palabras teñidas
de ignominia: "Pronto estarán juntos en el infierno", haciendo referencia
a una foto en la que Gabriel García Márquez y Fidel Castro aparecían juntos.
Dolor de patria es ver que en Colombia la política se ha envilecido
tanto que a una representante a la Cámara (‘madre de la patria’, qué
vergüenza…) le está permitido cometer tal bajeza y eso no le ocasiona ni
siquiera una moción de censura de sus colegas legisladores.
Es en momentos como este, ante un personajillo rufianesco como el que
encarna la susodicha ‘representante’ (¿representante de qué, ah?), cuando una
palabra aflora impetuosa a nuestros labios pero, por respeto con nuestros
apreciados lectores –y lectoras-, no nos atrevemos a pronunciarla: Miserable.
DE REMATE: Según la definición de Wikipedia arriba citada, “la
anorgasmia es tratable siempre y cuando el paciente coopere con el terapeuta”. En
el caso que nos ocupa, dice mi amigo el psiquiatra que el tratamiento le está
negado: si hay algo en lo cual la paciente se niega a cooperar, es en el tema de
la paz. Ese orgasmo no va con ella. A ella lo que le gusta es repartir
‘chumbimba’, como fiel representante de su clase.
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