De un tiempo para acá se volvió tendencia en las redes sociales una serie de mensajes de famosos pidiéndole a la gente que inscriba su cédula, acompañados de trinos donde explican la importancia de renovar la composición del Congreso como un camino necesario para sanear la democracia. Dicen que “si aprendemos a votar, no volveremos a marchar”.
Loable tarea, pero recuerda aquel
refrán según el cual el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.
Partamos de considerar que el
voto debería ser libre y voluntario, en eso no hay discusión. Ahora bien, eso
aplica para una ciudadanía actuante y deliberante como la danesa de la magnífica
serie
Borgen, no para una democracia imperfecta (imperfectísima, para
perfeccionar la idea) como la nuestra, donde lo habitual es que entre el 50 y
70 por ciento del censo electoral se abstiene de votar en cada elección y la
mayoría de los políticos se hacen elegir mediante prácticas corruptas.
El abstencionismo es la primera
fuerza política de Colombia, y es lo primero que debemos combatir si queremos
un mejor país: la apatía electoral del colombiano, justificada de algún modo en
el Frente Nacional, cuando se acordó la alternancia del poder cada cuatro años
y la gente se aburrió de votar porque descubrió que sin importar por quién votaban,
ya se sabía quién iba a ganar. Así fue durante 16 años.
Desde ese entonces comenzaron a
ganar terreno los gobiernos de coalición, consistentes en que se ponen de
acuerdo los que ganaron con los que perdieron, desde una alcaldía o una
gobernación hasta la misma Presidencia, para repartirse la marrana entre todos.
O sea, se estableció como norma la corrupción, tanto la electoral expresada en
la compra indiscriminada de votos a muy bajo precio, como la administrativa:
“hay para todos”.
Esto obliga a adoptar medidas de
urgencia, y la primera a la mano, viable con voluntad política, es haciendo
aprobar en el Congreso una ley que convierta el voto electoral en un deber
ciudadano de cumplimiento obligatorio, como el de pagar impuestos, digamos que
de modo temporal (por ejemplo con la misma duración del Frente Nacional) y con
propósito pedagógico.
La composición de un Congreso
como el que necesita Colombia solo puede salir de la voluntad nacional expresada
en una primera jornada de voto obligatorio, y una segunda y una tercera, hasta
que aprendan: ahí se va a saber qué es lo que de verdad quiere la gente, a
quién quieren ver gobernando.
Así las fuerzas políticas de
izquierda del Pacto Histórico y las centristas de la Coalición de la Esperanza
no se hayan puesto de acuerdo en un solo candidato a la Presidencia (que
arrasaría en primera vuelta), es de carácter URGENTE que sí logren coincidir en
impulsar el voto obligatorio como una medida de saneamiento de la democracia.
Debemos tratar de unir al mayor
número posible de voluntades en la tarea de imponer el voto obligatorio, con la
plena seguridad de que son
más los beneficios que el daño que pudiera ocasionar a nuestra democracia.
Es ahora o nunca, como dije hace
dos años en columna
para El Espectador. Puesto que la urgencia sigue inaplazable,
reproduzco aquí los apartes que pretenden reiterar la premura requerida para
actuar con criterio quirúrgico en la extirpación de esta llaga, la del abstencionismo.
- Una votación en la que vota
menos del 50 por ciento del censo electoral debería declararse ilegítima,
porque no permite conocer la voluntad de la mayoría de los electores.
- La gente no vota porque cree
que todos los políticos son corruptos, pero es cuando se abstiene de votar que
patrocina la elección de los corruptos. A nadie más que a un político corrupto
le conviene que la gente no vote, porque le queda más fácil hacerse elegir acudiendo
a la compra de votos al menudeo.
- El voto en blanco como medida
de protesta tiene un peso político mayor -y decisivo- cuando va acompañado del
voto obligatorio. Ahí sí, se dan las condiciones para forzar a una nueva
elección cuando el voto en blanco gana por la mitad más uno.
- Instrumento pedagógico: cuando los
votantes comparen los resultados entre lo que era una elección donde ganaba el
abstencionismo y otra en la que todos votan, aprenderán a valorar la
importancia de cada voto individual.
Es importante y crucial inscribir
la cédula para votar en la próxima elección, por supuesto, pero la solución
definitiva reside en unir el mayor número posible de fuerzas políticas, incluso
de la derecha civilizada, para sacar adelante en el Congreso la norma del voto
como un deber ciudadano de obligatorio cumplimiento.
Permanente o temporal, eso luego
se verá, en el camino se arreglan las cargas.
¿Por qué ningún político ha
adoptado como bandera electoral el voto obligatorio? ¿Quizá porque los
colombianos no quieren que se metan con su pereza? Sin riesgo de equivocación,
si para el plebiscito de 2016 el voto hubiera sido obligatorio, habría arrasado
el Sí a la paz y el uribismo habría sido derrotado, y hoy tendríamos un
gobierno muy diferente al que desde el 7 de agosto de 2018 nos ha tocado
soportar.
Ah malhaya suerte la nuestra…
Post Scriptum: Recomiendo
a ojo cerrado la columna del profesor universitario Germán Ayala para El
Unicornio, donde plantea una tesis coherente con la evolución de los
acontecimientos tras el asesinato del presidente de Haití: "La defensa
estatal de los sicarios que ha asumido la Cancillería en cabeza de Marta Lucía
Ramírez, parece poner en evidencia que desde nuestro Gobierno intentan ocultar
el entramado criminal montado por la extrema derecha latinoamericana para
asesinar a Moïse". (Ver
columna).
3 comentarios:
Señor Gomez, Quiero disentir desde la óptica de un abstencionista, en un marco actual. Pues considero qué —obviamente con el mayor respeto— lo que propone es un adefesio. Porque la abstención es también una elección. Y así nos impongan tantas multas como quieran, son inconstitucionales. ¿Se pretende acaso, cambiar la constitución?
Nosotros no cambiamos el voto por favores o por dinero, ni por un día de descanso laboral. Ni siquiera por descuentos en el pasaporte y en las universidades publicas (donde han ido y van a estudiar nuestros hijos adolescentes); y mucho menos lo hacemos bajo amenazas. Históricamente tampoco nos movemos como veletas. Seguimos siendo una mayoría.
Hablemos en plata blanca respecto a la abstención y al voto en blanco. Primero, no olvidemos que Petro amenazó a J. Santos para su reelección, en convocar a sus electores y se inclinaran hacia el voto en blanco o la abstención; en caso tal, de que no restableciera su alcaldía y dar así, cumplimiento al mandato de CIDH.
Segundo, se debe también recordar que antes del plebiscito de 2016, la directiva del Centro Democrático, se reunió para tomar una decisión, en cuanto a optar por la abstención o el voto en blanco, bajo el argumento de que, si votaban, convalidaban "el fraude que Santos preparaba para que ganara el SI". De ahí, la sorpresa al ganar el NO, por un escaso margen. Incluso, en entrevista dada por la Senadora Paloma Valencia a "SEMANA" argumentaba ella, que había ganado el NO con una aplastante mayoría, debido a que sumado el 63% de la abstención, debería entenderse que "el 83% de los colombianos rechazaron los acuerdos de La Habana, y solo el 13% los aprobó".
Ahora dirijamos la atención al voto popular en el siglo veintiuno. Las mayores abstenciones han sido, en el plebiscito de 2016 y la Consulta Anticorrupción. Tanto en la primera como en la segunda, no se abrieron inscripciones de cédula, debido a un decreto emanado por parte la Registraduría. Lo cual, significaba que menos del 50% del electorado no podría votar. No obstante el Registrador Galindo, ordenó 34.700.000 tarjetones impresos, que le costaron $350.000 millones al Ministerio de Hacienda en la primera. Es decir, pagados de nuestros impuestos. Y escasearon en la segunda. Hasta hoy día no se sabe a ciencia cierta cuantos tarjetones se pagaron de esta última.
La Consulta Anticorrupción, obtuvo cerca de 12 millones de votos. Jamás a existido un candidato que obtenga un número tan alto. Un elocuente resultado pese a las trabas impuestas, sumado a que el CD pidió públicamente que no se votara por ella, y pese también a que faltaron tarjetones y fue necesario imprimirlos en la fotocopiadora de cualquier esquina. Con todo esto el gobierno de turno (el actual), se comprometió en apoyar las iniciativas que proponía la consulta, al decir que la "democracia fue la protagonista de la jornada".
Pero antes de centrarnos de nuevo en el abstencionismo, visto desde el contexto real de la política colombiana; es pertinente hacer mención de dos hechos reales, relacionados con las manifestaciones POPULARES de los dos años últimos. Uno es la convocatoria realizada por los aúlicos de AUV, en apoyo a la libertad del referido sujeto, por la orden de detención domiciliaria en el Ubérrimo del sujeto en cuestión: una notoria ausencia de manifestantes, frente al llamado. Y la reciente convocatoria de Petro a salir a las calles. Un número reducido de manifestantes acataron dicha solicitud, aunque muy superior a la del CD.
Esto nos lleva, por un lado, a inferir que NO existe una polarización como pretenden hacernos creer el CD y todos los medios afines a su propaganda. Y por el otro, de que Petro ha perdido muchos de sus votantes. Y sea dicho de paso, la mayoría de estos, han tenido un voto de opinión. Ahora bien, de cara a las elecciones del 22, una apreciación coherente del asunto, nos muestra una triste realidad. Imaginemos por un momento el mejor escenario, bajo el supuesto de que nos obliguen a votar. Partamos del hecho ideal en que ningún colombiano en el mundo puede movilizarse a ningún lugar, ni enfermarse por temor a ser multado por no votar. Solo puede morirse por que la multa o lo que sea, ya no importa.
Ahora pasemos a creer que solo dos candidatos llegan a la elecciones finales. Uno es el que diga el ser omnisciente, por ejemplo, uno de sus hijos, pues goza también del áurea divina por herencia directa y, el otro es Petro. Estoy absolutamente seguro que Petro no sale vencedor. Ya lo dijo Paloma Valencia: "No, senador Petro, los senadores tampoco definen lo que es legal o ilegal, para eso están las cortes, que usted tampoco puede suplantar. No nos imponga su dictadura porque en este Congreso ni es presidente ni va a ser nunca presidente de Colombia, gracias a Dios" (DIOS=AUV).
La disyuntiva del asunto estaría en que, lo anterior es, ¿una premonición o la conciencia de una realidad? Y... la balanza se inclina por una realidad. Veamos las pruebas de ello. Elecciones del 2018, primera vuelta. Súbitamente comienza a crecer la popularidad de Duque. Pasan Duque y Petro. En los primeros días de junio el Fiscal Nestor Humberto Martínez, dice a los medios de comunicación que "el país va a quedar escandalizado", haciendo alusión a una corrupción electoral "nauseabunda". Y el arribista Fiscal, promete hablar de ello después de los resultados finales.
Sucede algo que nunca había sucedido: El CNE, le quita votos a Duque y le otorga votos a Petro. En las redes se habló de la grosería del evento. Un animal de origen australiano aparece. El canguro. Duque --- y aparece 777. Vaya, vaya, con solo mil alteraciones resultan 777.000.
Muchos abstencionistas inscribimos las cédulas (solo hay que mirar el crecimiento del electorado) confiando en que podíamos expresar nuestra voluntad en aras de cambiar este régimen en la primera vuelta, o por lo menos que la disputa estuviese entre Petro y de la Calle.
He podido votar desde las elecciones de 1978. Lo hice por primera ves en compañía de mi hijo menor, a quien recién le habían expedido la cédula. Él recibió un diploma de reconocimiento por el hecho de su primera participación electoral, por parte de la Registraduría. Sin embargo a mi no me lo otorgaron pese a que esta era mi primera vez. Una familia de 4. Todos votamos por de la Calle. Para la segunda, ni mi hijo menor ni yo votamos. Mi esposa votó en blanco y mi hijo mayor votó en contra de Petro. Las cuentas sos dos abstenciones contra dos votos. Cincuenta por ciento abstención. Quien votó por Duque se ha arrepentido como el que más. Su comentario es "corrupción nauseabunda".
Esa es la triste realidad. Acrecentada con la cooptación ilegal de todos los organismo del Estado. Y con todos estos antecedentes, sería muy iluso pensar que, por el hecho de instaurar el voto obligatorio, el problema se solucionaría. Se dirá que se pide supervisión electoral de países europeos. Pero se nos olvidad que el Estado es autónomo de dejar entrar a quienes ellos consideren. Ningún país del mundo los puede obligar. E invitaran al presidente de la OEA, Luis Almagro, el cual enviará a sus mejores supervisores para vigilar y garantizar una elecciones limpias. Así, Petro gane por 5 millones de diferencia, la OEA, va a a segurar que fueron elecciones ejemplares para el mundo. Dando como ganador absoluto, al hijo del ser supremo. A se vez será ratificado por CNE, la Registraduría, la Procuraduría, la Fiscalía, La defensoría, la Corte Constitucional, etc. Y la culpa seria de la polarización y no del abstencionismo.
Por otro lado, es falsa su pregunta ¿Por qué ningún político ha adoptado como bandera electoral el voto obligatorio? Para citar un solo ejemplo, en agosto del 2014 el Centro Democrático quería proponer una reforma electoral, en la que, entre muchas otras normas, buscaban mantener la reelección e imponer el voto obligatorio.
En lugar de achacarle el mal a los abstencionistas, por qué no buscamos conjuntamente una metodología, o alguna opción que permita ponderar la cifra de partidarios del uribismo para poder salir de esta encrucijada. Pues, con caras ganan ellos y con sellos perdemos todos nosotros. Las primarias deben ser el objetivo principal. Es prioritario cambiar el Congreso. La apuesta esta allí. Ya existe la evidencia de que ganó la consulta Anticorrupción por mucho. Y en él está el principal foco de podredumbre. De esta manera tendrían que gastar muchos trillones de pesos, para ganarle a 12 millones de votantes, sin inscripción de la cédula. Hay que ir en pos de listas honestas, abiertas o cerradas, incluso ambas. Pero tenemos que ser creativos.
Ese el objetivo principal y como usted dice, ahí si, se empiezan a arreglar las cargas. Pero es un absurdo decir que "Debemos tratar de unir al mayor número posible de voluntades en la tarea de imponer el voto obligatorio". Si se pretende ganar, hay que comenzar por la casa con auto critica. La inmensa mayoría buscamos una buena alternativa. Alternativa que se ve frustrada ante las divisiones y egos que se presentan frente a la presidencia. Petro, no acompañó a Claudia en las elecciones para alcaldía. No le devolvió el favor. El resultado, una humillante derrota para Petro. Y por medio de trinos mutuos están enfrascado en una batalla visceral, mientras los el uribismo se frotan las manos de alegría. Para ellos se magnifica la polarización que tanto quieren hacer creer.
Para cerrar, hay que recordar el adagio aquel de que no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Publicar un comentario