No soy de los que creen -como sí cree el profesor Germán Ayala, columnista de El Unicornio- que Alejandro Gaviria es “otra ficha del régimen”. Por el contrario, considero que tiene vuelo propio y sobrados méritos, como académico y pensador, y en lo político como un hombre de ideas liberales.
Lo llamativo de su irrupción en
la pasarela electoral es que produjo un ruido muy superior al del santandereano
Rodolfo Hernández, tal vez porque a este último la gente ya no lo toma en serio,
pese a que aparece tan bien rankeado en las búsquedas de Google y a que algunos
creen que “podría
ser el próximo presidente”.
¿Por qué tanto ruido, entonces? Porque
“sin querer queriendo” la candidatura de Gaviria entró a competir en igualdad
de condiciones con Gustavo Petro, y puso a tambalear la opción de Sergio
Fajardo, debilitando a su vez el variopinto repertorio de candidatos de una
Coalición de la Esperanza donde todos los que allí están aspiraban por igual a
desplazar a Fajardo, pero han quedado como invitados de piedra al convite
electoral. Sobre todo Jorge Enrique Robledo, quien le había cerrado la puerta
con trancas a Gaviria.
En este contexto, por muy procaz
que suene, quizás tiene algo de razón un trino de @ANIBALBET donde dice que “la
izquierda se está orinando del miedo con el Dr. Gaviria”. (Ver trino).
Para decirlo en plata blanca, la
verdadera medición de fuerzas entre la izquierda y el centro en la primera
vuelta va a estar entre Alejandro Gaviria y Gustavo Petro. Si el uribismo no
mete baza “subversiva” para impedir que haya elecciones en 2022 (como he dicho
en repetidos trinos que puede ocurrir, pues estamos en manos de un poderoso aparato
mafioso que controla el poder a su amaño), entre estos dos estaría el próximo
presidente de la República.
Y si me pusieran a elegir entre
uno y otro… he de confesar que ahora no la tengo clara. A Gaviria como
intelectual y humanista lo descubrí hace apenas seis meses, a raíz de una larga
charla con Los Danieles.
Antes de eso me era por completo indiferente, un burócrata más y pare de contar.
Pero luego vine a saber que había publicado un libro sobre Aldous Huxley (Otro
fin del mundo es posible), escritor británico de quien yo había leído ávido
Un mundo feliz y A las puertas de la percepción. Y leí su libro y
quedé impactado, en parte porque su admiración por Huxley y por George Orwell es
la misma del suscrito, en parte porque descubrí en él un claro pensamiento
liberal, el de los verdaderos liberales de antaño, un librepensador como Darío
Echandía, un conductor de la Revolución en marcha como López Pumarejo o un
combativo Horacio Serpa, si se me permite evocar al último de los grandes
liberales que se fueron.
Los acontecimientos de los
últimos días harían pensar que esta campaña a la presidencia -que arrancó
precoz por la ineptitud manifiesta del subpresidente en ejercicio- tiene un Antes
y un Después, signado por la súbita irrupción de Alejandro Gaviria en la
contienda electoral. No sabemos si su lanzamiento fue ideado por sesudos
estrategas del mercadeo político, como parece, pero lo cierto es que con la
“imagen de marca” de tan fotogénico candidato entraron pisando duro.
Otra cosa es el mensaje, y es
aquí donde crece la incertidumbre, porque hoy les creo por igual a Petro y a Gaviria.
Del exalcalde he dicho que puede ser una persona difícil de tratar, pero “¿cómo
hacemos si tiene el mejor programa de gobierno y cuenta con ocho millones de
votos, que al día presente quizá son muchos más por cuenta de la indignación
generalizada?”. (Ver
columna).
Y si la memoria no traiciona, ahí
mismo decía que ante la sempiterna tibieza de Fajardo, el centro político
estaba a la espera de que surgiera un candidato fuerte “que en primera vuelta
desplace al candidato del uribismo al tercer lugar y en una eventual segunda
vuelta se enfrente a Petro y lo supere, confiados en que Colombia preferiría la
moderación del centro al radicalismo de la izquierda”.
¿Ha llegado ese momento?
Averígüelo Vargas…
Pero no todo son peras en almíbar.
Si algo preocupa en Alejandro Gaviria es que su coincidencia con el director
actual del Partido Liberal no está solo en el apellido, sino también en su lema
de campaña: mientras César Gaviria prometía en sus afiches que “Habrá Futuro”, Alejandro
prende motores diciendo que “Colombia tiene futuro”. (Ver meme).
La preocupación reside entonces en el entronque -o maquinaria política- que
habría de contribuir para que el segundo Gaviria sea elegido presidente.
Parodiando la situación, es como cuando mi madre decía “fíjese muy bien con
quién se mete”.
En todo caso, obviamente pensando
con el deseo, nada sería más provechoso para Colombia que fueran precisamente Alejandro
Gaviria y Gustavo Petro quienes terminaran enfrentados (por así decirlo) en la
segunda vuelta. Es más, desde ya deberían buscar puntos de convergencia, antes
que de destrucción del rival político. Los dos se van a necesitar, antes y/o después
de la segunda vuelta, sea quien sea el que gane. Y ambos poseen ideas
liberales, aunque diferente método para implementarlas.
Post Scriptum: Si
Alejandro Gaviria ha comenzado a vender futuro, Petro podría también pensar en mandar
un mensaje optimista. Como cuando meses atrás se le hizo un guiño, que al
parecer no atendió, referente al lema de campaña que sacó al dictador Augusto
Pinochet del poder en Chile: La
alegría ya viene.
Aclaración necesaria:
Después de que envié esta columna a El Espectador se le escuchó decir a
Alejandro Gaviria que “Alberto Carrasquilla es probablemente la persona que más
conoce de política monetaria en Colombia". Si a continuación hubiera dicho
que Carrasquilla con su reforma tributaria fue el causante del estallido social
reciente, o que actuó en forma indebida con los Bonos de Agua que empobrecieron
a muchos municipios, habría quedado como un príncipe. Pero no lo hizo y yo
quedé desconcertado, súpito, atónito, y así lo hice saber en este
trino.
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