Tomado de El Espectador
Dejando de lado el trato grosero,
descortés y amenazante de Álvaro Uribe y su basto vástago Tomás contra la
magistrada Lucía González, el aspecto más llamativo del encuentro entre el
padre Francisco de Roux y el finquero de Rionegro fue su propuesta de una
amnistía general: “El país debe pensar en algún modelo de amnistía”.
Esto encierra una confesión tácita
de culpa y demuestra, como dijo El Espectador en editorial reciente, que
“su oposición al Acuerdo de Paz no es en esencia un problema de impunidad, sino
más bien de quiénes se quedan por fuera de ella”. (Ver
editorial).
A la velocidad del rayo una corifea
suya, María Fernanda Cabal, expresó su apoyo a la propuesta, que interpretó
alborozada como la eliminación de un solo tajo de la JEP y la Comisión de la
Verdad, alegando la necesidad de detener el desangre financiero que representan
ambas instituciones: “La JEP nos cuesta más de 330 mil millones de pesos al año
y la Comisión de la Verdad 117 mil millones. Son más de 447 mil millones de
pesos, por qué no ahorrarle (sic) a los ciudadanos casi medio billón de pesos
al año y darle (sic) esa multimillonaria suma a las víctimas”. (Ver
noticia).
Loable su preocupación por las
víctimas, si no fuera porque su verdadera preocupación es tratar de salvarle el
pellejo a Uribe. La Corte Penal Internacional (CPI) ha venido tomando atenta
nota de las evidencias sobre la “práctica sistemática” de ejecuciones
extrajudiciales entre 2002 y 2010, a las cuales se les dio el eufemístico
nombre de ‘falsos positivos’ para restarles importancia.
De esta máquina genocida del
horror, equiparable en salvajismo al holocausto nazi, da cuenta un desgarrador
informe de Human Rights Watch (HRW) que puede
verse aquí, donde es claro el rosario de pruebas materiales y certezas
concluyentes que señalan responsabilidad directa de la cúpula militar de
entonces, sobre un teatro de operaciones en el que brilla con luz propia el más
alto mando responsable de todas las atrocidades cometidas, Álvaro Uribe Vélez.
En este contexto, la propuesta de
Uribe no es la de un estadista interesado en contribuir a consolidar un
ambiente de paz y reconciliación, sino la del que ya está enterado de lo que le
corre pierna arriba.
Ahora bien, una amnistía general
no es algo del todo descabellado, y en tal sentido suena razonable el editorial
de El Espectador citado arriba cuando agrega que “Si la paz total es
todavía un anhelo alcanzable, vale la pena cualquier esfuerzo para abrir nuevas
avenidas de diálogo”. Pero se presenta un obstáculo: una amnistía general es
incompatible con el Estatuto de Roma y con los compromisos en derechos humanos,
y en tal medida constituiría una exclusión injustificada de las víctimas.
¿Qué hacer, entonces? Pues ponerle
condicionamientos claros a dicho perdón colectivo, y el primero de estos tendría
que ser la verdad absoluta, franca, categórica, iluminante. Súmenle si se
quiere la reparación y las garantías de no repetición, pero lo fundamental es que
se conozcan y se asuma la responsabilidad sobre las más atroces verdades que
falta conocer. Incluso, aquí se le podría recordar a Uribe una sentencia
atribuible a Jesucristo: “Conoceréis la verdad y la verdad os hará
libres". Juan, 8 – 32.
A lo que más les temen hoy Uribe
y la Cabal es a las verdades que han comenzado a contar paramilitares y
exoficiales del Ejército, en parte ante la JEP y en parte ante organismos
internacionales.
Por allá en 2013, cuando apenas iniciaban
las conversaciones de paz en La Habana, pregunté esto en columna titulada ¿Es
Uribe un peligro para la sociedad?: “¿Qué pasaría si en la práctica
resultara que tanto Uribe como ‘Timochenko’ tuvieran su respectiva cuota de
responsabilidad y, por tanto, ambos merecieran ir a la cárcel?”. (Ver
columna). Esto fue en respuesta a una declaración del entonces procurador
Alejandro Ordóñez, quien escandalizado afirmó que “así como vamos, Uribe irá a
la cárcel y ‘Timochenko’ al Congreso”. ¿Será que Ordóñez nos salió adivino?
Sea como fuere, la pata coja del
proceso de paz que adelantó Juan Manuel Santos estuvo en que no se negoció a la
par con el jefe del tercer bando en conflicto, el mismo de quien una providencia
emitida en 2013 por la Sala de Conocimiento de Justicia y Paz del Tribunal
Superior de Medellín dio a conocer -en orden cronológico- cómo en el curso de
diez años Uribe estuvo rodeado de tal cantidad de personas involucradas hasta
el cuello con grupos armados de extrema derecha, que era imposible que ignorara
lo que estaba sucediendo a su alrededor. En otras palabras, que “no es posible
estar dentro de una piscina y no mojarse”. (Ver
providencia).
Y es el mismo que a la cabeza de
todos esos grupos, unos legales y otros ilegales, en 2018 maniobró para tomarse
el poder y hoy tiene a una cúpula militar renovada. Aunque, vaya coincidencia, de
nuevo identificada con abusos y atropellos indiscriminados contra la población,
como en el anterior escenario de guerra, destrucción y tierra arrasada que
desde la comandancia del Ejército lideró el general (r) Mario Montoya.
Es evidente que lo que busca el
comandante en jefe de las más sanguinarias fuerzas de combate -regulares e
irregulares- que han existido en Colombia, es impunidad a perpetuidad. Sabe que
está como el tipo subido al lomo de un tigre, que si no logra que Colombia le
vuelva a votar por “el que diga Uribe” y pierde las elecciones, le toca bajarse
del poder y el tigre se lo come. Lo más procedente entonces sería sentarlo a
conversar, ahora sí, pero bajo el cumplimiento de la condición sine qua non
mencionada atrás: “la verdad, toda la verdad, nada más que la verdad”.
Post Scriptum: Ponen el
grito en el cielo porque los musulmanes ortodoxos se tomaron el poder en
Afganistán, pero les parece de lo más chirriado que nuestra Policía Nacional tenga
como lema Dios y Patria. Y se la pasan con “Dios
te bendiga” por acá y “Dios te bendiga” por allá. ¿Cuál es la diferencia,
entonces, si aquí también nos meten a Dios hasta en la sopa?
1 comentario:
Sería ampliar facultades a la JEP para que expongan paramilitares y resto de involucrados. Aceptará Uribe?
En cuanto a los camanduleros, bendiciones, encomiendas a vírgenes, y demás, son idénticos a los talibanes.
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