Hay algo preocupante y paradójico en la columna de Daniel Coronell del
domingo pasado, donde denuncia un supuesto acoso sexual del defensor del pueblo Jorge
Armando Otálora contra su secretaria Astrid Helena Cristancho, y es que podría atornillarlo
aún más en su puesto. (Ver
columna).
Antes de que le estallara este nuevo escándalo Otálora debió haber
renunciado, pues las denuncias por acoso laboral vienen desde el año pasado,
cuando fue acusado por varios subalternos de haberles propinado malos tratos, y
esto entra en contradicción con la majestad de un cargo que vela por la
promoción, la defensa, el ejercicio y la divulgación de los derechos humanos.
Pero hoy el intríngulis está en que la polémica se ha desplazado a un
escenario políticamente polarizado, por un lado, y banalmente ‘farandulizado’,
por otro. Y tanto en lo político como en lo farandulero hacen causa común los
adversarios de Coronell cercanos al uribismo (por ejemplo, Hassan Nassar en
Twitter), para menospreciar su columna bajo el argumento de que existía una
relación sentimental entre el acusado y la acusadora.
Mi punto de vista es que en un pasado sí debió existir intimidad, pues
se requiere ser muy imbécil para que un alto funcionario del Estado le mande
fotos de su pene a una subordinada solo para ver si de pronto ella se lo da.
Eso solo lo hace quien sostiene una relación íntima, sin que deje de haber imbecilidad
al hacerlo, pues nunca se sabe qué caminos tomará esa imagen. Cuchillo para su
propio pescuezo, reza el refrán que le acaba de caer.
De entrada se debe establecer una diferencia clara entre lo íntimo y
lo sentimental, porque puede haber una relación íntima en la que una de las dos
partes actúe intimidada por el poder del otro. Intimidada, por ejemplo, por el
temor a perder su empleo. Este tipo de relaciones abunda, aquí y en Cafarnaúm,
y es aquí donde cobra peso un argumento planteado por la representante Angélica
Lozano: “Un funcionario público –jefe- no puede sostener una relación
sentimental con su subalterna. Se llama abuso de poder”. (Ver trino).
Lo lamentable de todos modos es que en un medio tan machista como el
colombiano, la acusadora por ser mujer se convierte en blanco de todas las
dudas y mofas (sobre todo de otras mujeres, ah cosa llamativa…), y el acusado
por ser hombre en estrella mediática, y éste además se ampara en la
desvergüenza de otros altos funcionarios que tampoco renuncian, como el director
de la Policía Nacional, general Rodolfo Palomino, o el espurio magistrado de la
Corte Constitucional, Jorge Pretelt. (O el procurador Alejandro Ordóñez, también
espurio porque se hizo reelegir repartiendo puestos).
Otálora le dijo a Caracol que Astrid Helena es una mujer muy inteligente,
y esto se comprobó cuando en entrevista para Noticias Uno
Cecilia Orozco le pregunta si en algún momento accedió a las pretensiones de su
exjefe, y ella así responde: “es obvio que esta situación se trata de una
relación de abuso. No porque yo lo digo o porque es un tema sexual, sino porque
hay otras pruebas de otras mujeres”.
Como dije arriba, el defensor del pueblo debió renunciar hace meses –ahora
incluso por pudor-, pero desde el momento en que la discusión se trasladó de lo
laboral a lo sexual se le abre un espacio mediático donde podría llevar las de
ganar: ahora podrá alegar que se violó su intimidad o su derecho al buen
nombre, o a la presunción de inocencia, o que es víctima de una venganza de
quien habría sido su compañera sentimental.
Todo eso juega a su favor, es cierto, y espero estar equivocado. Pero
después de verlo repartir fotos de su anatomía íntima desde su hamaca imperial o
de decirle a otra subordinada suya cosas como “piensa que te están clavando
rico” o “me encantaría clavarme a tu
amiga”, llega uno a la también íntima convicción de que el tipo es un cafre.
Un cafre con poder para abusar, eso es todo.
DE REMATE: La Fiscalía compulsó
copias ante la Corte Suprema para que investigue a Álvaro Uribe por su
presunta participación en la muerte de su amigo Pedro Juan Moreno, basada en
los testimonios de alias ‘don Mario’ y del general Rito Alejo del Río, también
amigo suyo. En alguna ocasión García Márquez dijo a raíz de las muertes de
Jaime Bateman, el general panameño Omar Torrijos y el expresidente de Ecuador
Jaime Roldós, que para matar a alguien sin dejar huella basta con echarle
azúcar a la gasolina de la avioneta o el helicóptero donde viaja. El motor se
apaga, la aeronave se viene en picada y al explotar no queda rastro de nada.
1 comentario:
Este tipejo tiene que renunciar, pero dudo mucho que lo haga. Si esta lacra es capaz de extorsionar a una mujer para acostarse con ella, (sin importar si es cierto o no que ellos mantenían una relación), él se creerá con todo el derecho de mantener su trabajo...Pregunto. Y quien es el que le firma el cheque de pago? Porqué no se lo congelan?
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