Tal vez fue al analista político Gerardo Martínez a quien le escuché
decir que “la venta de Isagén podría enterrar el futuro político del ministro
de Hacienda Mauricio Cárdenas, porque es una apuesta muy arriesgada”.
Es cierto, pero no del todo, pues la expresión se queda corta: el
futuro político que está en riesgo es el del mismísimo presidente Juan Manuel
Santos, frente a una decisión tan impopular que en su rechazo coinciden el
Partido Liberal, Alianza Verde, el Polo, el Centro Democrático, el Progresismo
de Petro y hasta el director del Partido de la U, en un agitado escenario donde
la terquedad puede traer consecuencias funestas para el futuro de su gobierno,
incluido el del proceso de paz.
Esta columna sale publicada el mismo día que al parecer se hará la
irreversible venta, y sin embargo no es obstáculo para advertir sobre lo que
vendrá después del ‘negocio’ que alguien definió como “vender la casa para
arreglar el andén”.
Es de caballeros reconocer que el gobierno actúa con la mejor
intención frente a un bienio donde la economía será el talón de Aquiles (dólar
por encima de 3.200 pesos y petróleo por debajo de 35 dólares), y que mientras
disponga de mayores recursos financieros más asegura su gobernabilidad –y de
pronto hasta su supervivencia-, pero en lo que atañe a Isagén está frente a una
sin salida: si se retracta de la venta queda en situación de debilidad, pues
aparecería como el perdedor de la jornada. Y si la entrega al único proponente
que hay, queda también débil frente a la opinión pública, por aquello del
evidente detrimento patrimonial.
Como quien dice, que entre el diablo y escoja: en ambos escenarios el
más beneficiado sería el Centro Democrático, a cuya cabeza está Álvaro Uribe,
quien siendo presidente de Colombia entregó a los privados el 20 por ciento de
la propiedad de la empresa, mediante una emisión de acciones en 2007 que le
dejó a su gobierno casi 600.000 millones de pesos. Luego, en 2009, siendo ministro
de Hacienda Óscar Iván Zuluaga, el gobierno intentó vender a Isagén por 6
billones de pesos, pero entrado el 2010 se les agotó el tiempo que tenían para
concretar el proceso, y la venta se dejó para la siguiente administración.
Hoy las cosas han dado un vuelco a un punto en el que, como anota Juanita
León en La Silla Vacía, en lugar de hacerle campaña al NO en el plebiscito
que se avecina y así quedar históricamente como los que se opusieron a la paz,
el uribismo ha tomado conciencia de que el frente económico será su mejor
flanco de ataque para debilitar al gobierno. Y la venta de Isagén les cae como
anillo al dedo.
La paradoja radica entonces en que los mismos que intentaron vender la
empresa en el gobierno anterior, serán quienes más se beneficien políticamente si
la venta se concreta durante el actual gobierno. En otras palabras: "Isagén
se complementa a Uribe, pero también a Santos, Santos con Cárdenas y Uribe con
Zuluaga, del mismo modo pero en sentido contrario”.
Así las cosas, ¿quién entiende la política, ah?
DE REMATE: Sorprende, exaspera e irrita el grado de polarización que
se vive en torno a la alcaldía de Bogotá. No voté por Enrique Peñalosa, no me
gusta el enfoque neoliberal con que inició su administración, pero debería
haber un compás de espera para comenzar a darle palo.
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