Hace unos dos meses Piedad Córdoba propuso a Humberto de la Calle Lombana
como candidato a la Presidencia de la República y salté en trinos como un
resorte a oponerme, no porque no crea que pueda serlo sino porque la
postulación funcionaba como el abrazo del oso, proviniendo de alguien tan
cercano a las FARC.
En ese momento consideré que su lanzamiento no era extemporáneo sino
‘pretemporáneo’, o sea que había que darle tiempo al tiempo y no precipitarse a
proponer el camino a tomar en la otra orilla cuando ni siquiera se ha llegado al
río.
Pero este domingo 26 de julio se aparece María Isabel Rueda con una
columna (Cuando
no es no) donde quiere obligar a que el jefe negociador de la paz de Juan
Manuel Santos le diga en su cara que NO quiere ser candidato a la Presidencia,
y uno se pregunta por qué tanta insistencia en una negativa tan precoz como la
precipitud de la excongresista antioqueña en buscar el SÍ…
Así como pareciera que la extrema derecha le hubiese encargado el
oscuro oficio de desviar la investigación por el crimen de Álvaro Gómez Hurtado
(mientras se
niega a responder preguntas sobre contradicciones no resueltas), con su
última columna María Isabel Rueda pareciera también estar haciéndole a alguien
el mandado de frenar una eventual candidatura de Humberto de la Calle. Para la
muestra, un botón: “la única razón de que De la Calle no se convierta en
candidato presidencial para las próximas elecciones del 2018 es que no quiera.
Y ojalá no quiera (,,,)”.
¿Y por qué “ojalá no quiera”? Eso no lo explica, más bien se percibe
el enorme peligro que para la godarria representa que al exvicepresidente de
Ernesto Samper se le ocurriera contemplar siquiera la posibilidad de lanzarse a
buscar la Presidencia de Colombia tras la firma del acuerdo de paz con las
FARC.
Esa columna funciona entonces como un “¡vade retro, Satanás!” anticipado,
lanzado desde la vanguardia ideológica de esas fuerzas reaccionarias que no se
cansan de oponerse a la reconciliación, y advierte de paso sobre el peligro
colateral que para el mismo De la Calle representaría salir como cualquier
parroquiano –o como cualquier candidato- a la calle, valga la redundancia. Remember
Luis Carlos Galán, Carlos Pizarro, Bernardo Jaramillo, Jaime Pardo Leal o el
mismo Álvaro Gómez Hurtado, tres veces candidato a la Presidencia.
Me atrevería a afirmar que la columna en mientes permite dilucidar donde
está el peligro real: en que si fuera Humberto de la Calle el próximo
Presidente, más cercana estaría la posibilidad de enterrar un conflicto cuya
prolongación a muchos les produce multimillonarios beneficios económicos y
políticos. Saben que si desaparece el enemigo desaparece su razón de ser, la
paz los aniquila. Por eso no pueden permitir que sea precisamente el negociador
de la paz de Santos quien se postule como el Presidente del posconflicto, y
tratan de dañarle el caminado antes de que pueda dar el primer paso.
En otra de sus ya habituales contradicciones dice Rueda que “la
candidatura presidencial de De la Calle parece inevitable”, pero más abajo sale
con que “me gustaría escuchar a De la Calle negando su candidatura presidencial
de una manera más convincente”. Que nos explique por qué le parece “inevitable”
pero igual el hombre debe asistir a su paredón y expresarle (no en sus propios
términos sino en los de la “declaración Sherman”, para acabar de completar) su
rotundo rechazo a ser candidato, de modo que tras el cumplimiento de tan exigente
tarea la demandante pueda volver a dormir tranquila.
Fue en ese aparte de la columna donde una especie de epifanía me
iluminó y me hizo comprender la urgencia de retractarme de mi oposición a la
candidatura de Humberto de la Calle, y se lo agradecí al invento de la Rueda
(quiero decir, a su escrito), pues si no hubiera sido por este no habría avizorado
la importancia que para el futuro de la nación tiene que sea precisamente el político
que selló la paz con el enemigo quien se convierta en el próximo Presidente de
Colombia.
A partir de aquel momento sublime, luego de los efectos benéficos de
la revelación divina, no he dejado de elevar mis oraciones al Altísimo para que
la decisión de De la Calle sea contraria a las expectativas o requerimientos
casi judiciales que la columnista quiere imponerle y, más bien, del mismo modo aunque
en sentido inverso, “ojalá sí quiera…”.
DE REMATE: Espero estar equivocado y que el asunto no sea solo ‘mala
leche’, pero la columna hasta aquí citada de María Isabel Rueda me recordó
un dicho muy santandereano: “Reza para que se dañe la cosecha del vecino”.
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