martes, 28 de julio de 2015

Humberto de la Calle, ojalá sí quiera…


Hace unos dos meses Piedad Córdoba propuso a Humberto de la Calle Lombana como candidato a la Presidencia de la República y salté en trinos como un resorte a oponerme, no porque no crea que pueda serlo sino porque la postulación funcionaba como el abrazo del oso, proviniendo de alguien tan cercano a las FARC.

En ese momento consideré que su lanzamiento no era extemporáneo sino ‘pretemporáneo’, o sea que había que darle tiempo al tiempo y no precipitarse a proponer el camino a tomar en la otra orilla cuando ni siquiera se ha llegado al río.

Pero este domingo 26 de julio se aparece María Isabel Rueda con una columna (Cuando no es no) donde quiere obligar a que el jefe negociador de la paz de Juan Manuel Santos le diga en su cara que NO quiere ser candidato a la Presidencia, y uno se pregunta por qué tanta insistencia en una negativa tan precoz como la precipitud de la excongresista antioqueña en buscar el SÍ…

Así como pareciera que la extrema derecha le hubiese encargado el oscuro oficio de desviar la investigación por el crimen de Álvaro Gómez Hurtado (mientras se niega a responder preguntas sobre contradicciones no resueltas), con su última columna María Isabel Rueda pareciera también estar haciéndole a alguien el mandado de frenar una eventual candidatura de Humberto de la Calle. Para la muestra, un botón: “la única razón de que De la Calle no se convierta en candidato presidencial para las próximas elecciones del 2018 es que no quiera. Y ojalá no quiera (,,,)”.

¿Y por qué “ojalá no quiera”? Eso no lo explica, más bien se percibe el enorme peligro que para la godarria representa que al exvicepresidente de Ernesto Samper se le ocurriera contemplar siquiera la posibilidad de lanzarse a buscar la Presidencia de Colombia tras la firma del acuerdo de paz con las FARC.

Esa columna funciona entonces como un “¡vade retro, Satanás!” anticipado, lanzado desde la vanguardia ideológica de esas fuerzas reaccionarias que no se cansan de oponerse a la reconciliación, y advierte de paso sobre el peligro colateral que para el mismo De la Calle representaría salir como cualquier parroquiano –o como cualquier candidato- a la calle, valga la redundancia. Remember Luis Carlos Galán, Carlos Pizarro, Bernardo Jaramillo, Jaime Pardo Leal o el mismo Álvaro Gómez Hurtado, tres veces candidato a la Presidencia.

Me atrevería a afirmar que la columna en mientes permite dilucidar donde está el peligro real: en que si fuera Humberto de la Calle el próximo Presidente, más cercana estaría la posibilidad de enterrar un conflicto cuya prolongación a muchos les produce multimillonarios beneficios económicos y políticos. Saben que si desaparece el enemigo desaparece su razón de ser, la paz los aniquila. Por eso no pueden permitir que sea precisamente el negociador de la paz de Santos quien se postule como el Presidente del posconflicto, y tratan de dañarle el caminado antes de que pueda dar el primer paso.

En otra de sus ya habituales contradicciones dice Rueda que “la candidatura presidencial de De la Calle parece inevitable”, pero más abajo sale con que “me gustaría escuchar a De la Calle negando su candidatura presidencial de una manera más convincente”. Que nos explique por qué le parece “inevitable” pero igual el hombre debe asistir a su paredón y expresarle (no en sus propios términos sino en los de la “declaración Sherman”, para acabar de completar) su rotundo rechazo a ser candidato, de modo que tras el cumplimiento de tan exigente tarea la demandante pueda volver a dormir tranquila.


Fue en ese aparte de la columna donde una especie de epifanía me iluminó y me hizo comprender la urgencia de retractarme de mi oposición a la candidatura de Humberto de la Calle, y se lo agradecí al invento de la Rueda (quiero decir, a su escrito), pues si no hubiera sido por este no habría avizorado la importancia que para el futuro de la nación tiene que sea precisamente el político que selló la paz con el enemigo quien se convierta en el próximo Presidente de Colombia.

A partir de aquel momento sublime, luego de los efectos benéficos de la revelación divina, no he dejado de elevar mis oraciones al Altísimo para que la decisión de De la Calle sea contraria a las expectativas o requerimientos casi judiciales que la columnista quiere imponerle y, más bien, del mismo modo aunque en sentido inverso, “ojalá sí quiera…”.

DE REMATE: Espero estar equivocado y que el asunto no sea solo ‘mala leche’, pero la columna hasta aquí citada de María Isabel Rueda me recordó un dicho muy santandereano: “Reza para que se dañe la cosecha del vecino”.

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