No se puede negar que el aval del Partido Liberal a Didier Tavera para
la gobernación de Santander coge mal parado a Horacio Serpa, tanto por los
cuestionamientos que le hacen al origen narco del padre del candidato como por
su anterior militancia en Convergencia Ciudadana. A sabiendas de que puedo
estar equivocado, quisiera hacer de abogado del diablo en busca de una
explicación a tan sorpresivo aval, pues de no hallarla me vería en un
atolladero que al final solo tendría una puerta, la de salida.
Lo más impactante de esta crisis fue la renuncia a las toldas rojas del
presidente de Vanguardia Liberal, Alejandro Galvis, acompañada de estas duras
palabras: “Definitivamente a Horacio Serpa le entró la demencia senil, vive en
la etapa de lo absurdo, ni que no existieran otros santandereanos liberales,
líderes, decentes y de trayectoria regional”. ¿Y quién se lo decía? Nada menos
que un copartidario suyo y amigo de la infancia…
Es obvio que sí existen esos liberales “decentes y de trayectoria
regional”, y son los que encarnan el voto de opinión que aseguraría un triunfo limpio
en las urnas. Pero el voto de opinión representa una inmensa minoría frente al
voto de maquinaria, esa es la realidad desnuda. Y no estamos hablando de
cualquier maquinaria, sino de una muy poderosa donde padre e hijo Aguilar
(gobernador y exgobernador) juegan en esta campaña al ‘divide y reinarás’ con
sendos candidatos, Holger Díaz y Carlos Fernando Sánchez, en busca de
neutralizar a cualquier eventual contrincante y juntarse de nuevo cuando las
circunstancias lo ameriten.
Es aquí donde veo a Serpa aplicando el refrán “para mordedura de perro,
pelos del mismo perro”. Mejor dicho, no lo veo viviendo “en la etapa de lo
absurdo” sino en la de lo dolorosamente pragmático. Un pragmatismo que le indicaría
que es con Tavera con quien el Partido Liberal puede recuperar la gobernación,
pues los cálculos políticos y las encuestas así lo demuestran. De modo que uno
se pregunta si lo pertinente es rasgarse las vestiduras… o entender en su justa
dimensión que el departamento está hoy en manos de los ‘nuevos ricos’ de la
política, y la retoma del poder para fines más altruistas podría estar ligada
al ‘sacrificio’ de aliarse hasta con el diablo. Sacrificio que le arrojaría
importantes réditos políticos a Serpa, por supuesto, pero es que de eso está
hecha la política, y lo importante es que esos réditos se inviertan en forma
correcta.
¿Que Serpa le vendió el alma al diablo? Hombre, pues, suena duro,
pero… en fin. También dicen que de buenas intenciones está
empedrado el camino hacia el infierno, y buenas son las intenciones que porta Alejandro
Galvis Ramírez cuando sus cabellos mesa en agonía, pero no son suficientes para
garantizar que algún día podamos desprendernos del influjo que hoy una sola
familia –con entronque también paterno en la ilegalidad- ejerce sobre las
bravas tierras de Santander.
Y si de entronques familiares se ha de hablar, es pertinente traer a
colación un artículo de La Silla Vacía donde cuenta que el exministro de Salud
Virgilio Galvis, hermano de Alejandro, “ha sido uno de los puentes más
importantes de la clase empresarial con los Aguilar”, tanto que el anterior
secretario de Salud de Santander, Juan José Rey, cuota suya, fue nombrado por
Richard Aguilar. (Ver
artículo) Según esa publicación, “Galvis ha buscado monopolizar la red
pública de salud, en lo que ha perdido pulsos grandes. Por ejemplo, montó un
proyecto para construir un hospital en el sur del área metropolitana de
Bucaramanga y le pidió al entonces gobernador Horacio Serpa que cerrara los
hospitales de la zona. Como el gobernador se negó, le armó pelea”. Y tampoco se
puede olvidar que por muy liberal que se muestre en su nombre, Vanguardia apoyó
en sus ocho años el gobierno de Álvaro Uribe, que no se distinguió precisamente
por el respeto a los Derechos Humanos o por su lucha contra la corrupción.
Otro aspecto llamativo en esta bronca política es la carta que Serpa
le envió al director de ese medio, de la que es justo citar esto:
"Vanguardia Liberal (…) no tiene ningún derecho a cuestionar mis tareas
partidistas porque considera que obré mal al no estar de acuerdo con sus
creencias o con sus impresiones sobre el tema tratado. En las próximas
elecciones medio millón de santandereanos van a demostrar que soy yo el que
tiene la razón”. Y para no dejar duda de lo ‘arrecho’ que estaba, sentenció en tono de vibrato: “¡Lo juro!”.
Con esto último Serpa se muestra una vez más cogiendo al toro por los
cuernos antes que doblegando la cerviz, pero es muy alto el riesgo que asume,
pues con Tavera puso toda la carne en el asador y donde él pierda, de inmediato
le recordarán el juramento que hizo…
Ahora bien, si fuera Didier Tavera quien conquistara la gobernación, Serpa
asumiría por extensión la responsabilidad de demostrar que el pasado
‘convergente’ de su pupilo quedó atrás y que hará una buena administración,
pues sería el único modo de reivindicarse frente a lo que en la coyuntura
actual es juzgado como una simple movida electorera.
Lo recomendable, de todos modos, es que ante este eventual triunfo
‘liberal’ se dieran las condiciones para dejar atrás las heridas de la batalla
a descampado que hoy libran Alejandro Galvis y Horacio Serpa, y se logre un
acercamiento que permita renovar los lazos de una amistad que viene desde un
par de pupitres vecinos en el mismo salón de clases del colegio Santander.
DE REMATE: En columna
del 6 de julio el exministro Alfonso Gómez Méndez apoyó a Viviane Morales
por su decisión de apartarse de la codirección del liberalismo debido a ciertos
avales con los que estuvo en desacuerdo. Pero cuando en La W le preguntaron a
Gómez si por eso va a renunciar al Partido Liberal, respondió que no, que se queda para dar la pelea. Eso según Rudolf
Hommes es “una actitud necesaria para inducir el cambio desde adentro”.
Como quien dice, que la ropa sucia se lava en casa.
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