Imaginemos una agrupación donde el requisito básico para pertenecer a
ella sea mostrarse siempre indignado, alzar siempre la voz, lanzar siempre
duras acusaciones contra sus contendores políticos. Siempre.
No es literatura, esa agrupación existe, se le conoce con el
eufemístico nombre de Centro Democrático y es el principal partido de oposición
del país donde nació el escritor que inmortalizó a Macondo. Estamos hablando de
algo muy parecido a una secta religiosa, pues siguen a pie juntillas las ‘enseñanzas’
de un líder infalible y omnipotente al que le deben sus votos, motivo por el
cual actúan en consecuencia (y obsecuencia).
Los miembros de esta secta tienen en común que a toda hora andan con
cara de malas pulgas, como si se hubieran tragado un paraguas. Y no es que padezcan
de insomnio o que a todos por igual les pese su conciencia de lacayos, no. Es
que cumplen juiciosamente la tarea de mostrar como un demonio a Juan Manuel
Santos, y si quieren hacer creer que por su culpa el país está a punto de
acabarse no pueden andar repartiendo sonrisas, por supuesto.
De sus prácticas de satanización no se salvó ni siquiera nuestro Nobel
Gabriel García Márquez, a quien una de sus más conspicuas exponentes en
beligerancia e irracionalidad (¿histericidad?), la representante María Fernanda
Cabal el día de su fallecimiento despachó al otro mundo –en compañía de Fidel
Castro- con seis palabras que entraron a la historia universal de la infamia: "Pronto
estarán juntos en el infierno".
Y si de infierno se ha de hablar, eso es lo que quieren hacer creer a sus
recuas de dóciles seguidores: que el proceso de paz que se adelanta en La
Habana sumergió a la nación en el peor de los avernos y de ahí por tanto no saldrá
nada bueno, porque lo que está haciendo el muy castrochavista presidente en
ejercicio es entregar a Colombia y sus Fuerzas Armadas al narcoterrorismo. Siembran
miedo para vender ‘seguridad’, como se dijo en columna anterior.
Lo aburrido del paseo es que para imponer sus tesis primitivas han
convertido la política en un infernal campo de batalla donde priman los
insultos, las falsas acusaciones y las bajas pasiones, acordes con la consigna
de impedir que el muy ‘traidor’ sucesor de Álvaro Uribe pueda llevar a buen
puerto los anhelos de paz en que está empeñada la mayoría que con tal propósito
reeligió a Juan Manuel Santos, pese a la campaña desestabilizadora (hackers,
Andrómeda y demás) que adelantó el candidato títere de esas fuerzas oscuras tan
necesitadas de la preservación del conflicto armado.
En la entrevista que el presidente Santos le concedió el miércoles 15
de julio a Claudia Gurisatti pidió desescalar el lenguaje, pero se quedó corto,
porque lo que debió pedirle fue desescalar la histeria, definida esta como un
“estado de excitación nerviosa caracterizado por reacciones exageradas que hace
que la persona que la padece exprese sus emociones llorando o gritando”.
La definición se ajusta a lo que hoy ‘sufre’ el uribismo en bloque, y
no entraremos en honduras recordando que para Sigmund Freud la histeria “está
relacionada con la represión de la sexualidad”, pues podríamos desviarnos del tema
(aunque no del todo). Pero sí es importante señalar una sintomatología
evidente, la de quienes creen que hacerle oposición al gobierno es pasársela gritando
como locas histéricas.
Para no ir muy lejos está el caso del senador Alfredo Rangel, quien el
lunes 13 de julio se retiró vociferando de un debate en Hora
20 de Caracol después de acusar a los panelistas Ariel Ávila y Héctor
Riveros de “defender a las FARC”, lo cual se ajusta al libreto que siguen al
pie de la letra los apologistas del caudillo: quien no está a favor de las
tesis de Uribe, es porque defiende a las FARC.
¿Alguien se aguantaría vivir en la misma casa con una vieja histérica
que todo lo quiere arreglar a grito herido? Eso es lo que está pasando con el
Centro Democrático pero magnificado a la enésima potencia, pues no es una sola
vieja gritona estilo Paloma Valencia o la misma Cabal, digamos, sino un
batallón de histéricos compitiendo en las corporaciones públicas y ante los
medios a ver quién se desgañita más para complacer las expectativas del dueño
del rebaño.
Y aunque no pertenece al CD sino al Partido Conservador, un sitial de
honor en el ranking de la histeria se lo lleva el procurador Alejandro Ordóñez,
quien anda ahora dedicado a ventilar la tesis –también a grito herido- según la
cual existe un pacto
secreto entre el gobierno y las FARC para sacarlo de su cargo, sin ser
consciente de que en su delirio paranoide ofende la majestad del Consejo de
Estado, a cuyos magistrados muestra como seres manipulables por fuerzas
terroristas.
Lo más triste de tan lamentable espectáculo lo brindan los medios de
comunicación que ansiosos de complacer a una galería ávida de emociones acuden culiprontos
a acoger cualquier burrada subida de volumen que sale de las gargantas o los
trinos del cartel de los histéricos, porque todo lo que esté impregnado de
sobreactuación o histrionismo les da rating.
El principal llamado al desescalamiento del lenguaje se les debe hacer
entonces a esos medios que tienen en estado de máxima crispación a la opinión
pública, por cuenta de la irresponsable acogida que les brindan a los más
gritones. Su principal aporte a la reconciliación lo darán cuando dejen de ser
los idiotas útiles de una muy coordinada campaña histérica de acorralamiento
a las FARC, cuyo objetivo es el de empujarlas a como dé lugar al
escalamiento del conflicto.
Solo el día en que así ocurra se les calmará su impostada histeria,
porque lo que pretenden esas fuerzas enardecidas es salvar a como dé lugar los
multimillonarios beneficios (políticos y económicos) que les brinda la
continuación de la guerra. Si desaparece el enemigo desaparece su razón de ser…
¡la paz los aniquila! Esto es lo que los dueños y editores de los principales
medios de comunicación están obligados a entender, antes de que por enésima vez
sea demasiado tarde.
DE REMATE: En el mismo contexto histérico se inscribe una cita de Álvaro Franco
González tomada subrepticiamente de su muro de Facebook: “¿Esta es la paz
de Santos?, se preguntan los carroñeros. No, esta no es la paz de Santos: ¡esta
es la guerra de Uribe!”
3 comentarios:
QUE SIGNIFICA SILENCIAR..... MANDAR MATAR?
ESTE ESCRITOR PARECE GAMONAL DE VEREDA...
Se nota en su escrito, sr. anónimo anterior, que por su cabeza sólo cabe el lenguaje empleado en la práctica por su patrón. Nada más piensa en la motosierra
Quien habla de motosierras es por que vive en medio de ellas, estas mismas le persiguen en su mente, y a todas luces se siente que la replica es del mismo pseudoperiodista CON PERFIL DE AUTOMATÓN.. o sea es payaso/bufón de si mismo. la prueba da nauseas leerlo, pero a mi gusta y con ello aprendo sobre la crueldad humana... y usted es cruel consigo mismo.
Publicar un comentario