miércoles, 8 de julio de 2015

Votemos por el PIPÍ


Decía el exministro Rudolf Hommes en columna reciente que “el papel que les corresponde a los ancianos de la tribu es decir oportunamente lo que hace falta que se diga. Sus opiniones tienen el respaldo de muchos años de experiencia y generalmente no están afectadas por algún interés”.

Esto es cierto, tan cierto como decir que la política –o sea la conducción inteligente de las masas hacia objetivos altruistas de desarrollo económico y social- debería ser administrada por los sabios de la tribu, no por las corruptas manos de esas agrupaciones amorfas que se siguen llamando ‘partidos’ pero en su gran mayoría están integrados por individuos que al primer golpe de vista despiertan sospecha.

Un fenómeno que contribuyó a envilecer la política fue por un lado el paramilitarismo y por otro el prestigio avasallador de Álvaro Uribe, pues condujo a la proliferación de agrupaciones que se crearon en parte para camuflar a los parapolíticos y en parte para conquistar votos con solo aparecer como seguidor de este ídolo de masas, que sin duda lo fue, aunque con pies de barro, como el recuento de sus incontables crímenes comienza a demostrar.

En Estados Unidos hay dos tendencias básicas en la política, la liberal y la conservadora, representadas en los partidos Demócrata y Republicano. Así ocurre en todas las democracias avanzadas, pues son la expresión de la dialéctica que en forma de tesis y antítesis se manifiesta en todas las esferas de la vida: luz y oscuridad, calor y frío, amor y odio, guerra y paz, etc.

Pero en Colombia el anhelo nacional de aplastar a las FARC representado en Uribe tras el fracaso del Caguán, trajo como consecuencia que todos los políticos se querían parecer a él o mostrarse como sus devotos seguidores. El resultado a la vista es que el país se volcó hacia la derecha más recalcitrante y gracias a que muchos pudieron regresar a sus fincas, hoy continúa en la impunidad o enredado en marañas jurídicas el juzgamiento de abominables delitos de lesa humanidad como los falsos positivos (a cuyos autores Uribe llama “héroes de la patria” y “perseguidos por la Fiscalía), u otros de más suave catadura como el espionaje desde el extinto DAS a opositores, periodistas y magistrados de la mismísima Corte Suprema de Justicia.

Siempre se ha dicho que “a grandes males grandes remedios”, y es por eso que se requieren soluciones creativas, sobre todo después de que fracasó la más radical de todas las soluciones, la de la lucha armada, la cual en un principio se justificó pero acabó por deslegitimarse cuando acudieron al narcotráfico y al secuestro de civiles como arma de presión contra el Estado.

Es de todos conocido el periodo de la Ilustración, un movimiento intelectual europeo que se desarrolló desde fines del siglo XVII así denominado por su declarado propósito de disipar las tinieblas de la humanidad mediante las luces de la razón, y sostenía que la razón humana puede combatir la ignorancia, la superstición religiosa y la tiranía para construir un mundo mejor.

Es en este contexto que Colombia está requiriendo una solución drástica, y esta solo puede ser aportada por los sabios de la tribu, o sea por las personas más ilustradas y respetables de la sociedad que, tras recibir el apoyo y la aprobación de una mayoría, escojan a los mejores políticos  en función del bien común y no de intereses oscuros, como los que encarnó durante ocho largos y tortuosos ocho años el gobierno de la muy nacionalsocialista Seguridad Democrática.

Hay que llegar a la Inteligencia de la gente partiendo del sentido común, directamente emparentado con la lógica, no con el discurso veintejuliero. Lo importante es que el mensaje sea sencillo, pues por muy inteligentes que sean estamos hablando de masas ignorantes, y sin que ignorante sea sinónimo de bruto, sino de falta de Ilustración.

Con base en el postulado anterior y considerando que a lo drástico se le debe sumar lo creativo, me tomo el atrevimiento de proponer la creación de un movimiento que por ejemplo pudiera llamarse Política Inteligente Para Íntegros (PIPÍ), y cuya dirección no sea escogida a dedo sino mediante una encuesta nacional que seleccione a los diez o doce personajes más sabios e ilustrados de la nación, para conferirles la responsabilidad no de gobernar (pues “toda forma de poder corrompe”) sino de armar listas electorales con base en el estudio de hojas de vida de quienes aspiren a dirigir los destinos del país, y que en un espectro más amplio abarque incluso a los demás partidos, pues es innegable que en medio de tanto estiercolero sobresale una que otra flor de azahar.

La pregunta a responder en la encuesta que escogería el Consejo de Sabios que propongo, bien podría ser esta: ¿A quién le gustaría ver a usted en la cabeza del PIPÍ? (O bueno, en la dirección del PIPI, para que no suene tan procaz).

Al cierre de esta columna alguien propone que su eslogan sea “Para que Colombia no pene”. No estamos del todo seguros si es el más apropiado, pero de entrada lo importante es que se yerga firme y penetre erguido en la vida nacional, como requisito básico para conseguir el mayor número posible de adherentes y lograr de este modo una transformación radical de las costumbres políticas.

En los términos así planteados, ¿estaría usted dispuesto a adherir al PIPÍ?

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