Una columna reciente de Daniel Samper Pizano contaba que analizó con un grupo de amigos los resultados electorales, y acabaron divididos en dos bandos: optimistas y pesimistas. “Los optimistas sostenían que eran lamentables. Los pesimistas afirmaban que eran catastróficos”. Ese mismo día el también columnista Vladdo afirmaba –con sobrado optimismo- que “si todos los pesimistas nos uniéramos alrededor de la propuesta y el nombre de Antanas, a lo mejor les damos una sorpresa a los políticos tradicionales”.
Una frase manida pero plena de verismo sentencia que “un pesimista es un optimista bien informado”. En este contexto, no sería error afirmar que hasta antes del 26-F (cuando la Corte Constitucional hundió el referendo reeleccionista) cundía el pesimismo entre la gente sensata de este país, ante lo que parecía la inminente aprobación de un tercer período presidencial para Álvaro Uribe, aupado por su Estado de opinión. Pero la Corte en su sabiduría no se dejó encandilar por el brillo de oropel de las encuestas, y desde ese día a los independientes –otrora pesimistas irredentos- se les ve pasar por ahí con cierta sonrisa optimista, cargada de esperanza.
Esa sonrisa tiene origen conocido, y en ella participan tanto el triunfo de Antanas Mockus en la consulta del Partido Verde, como la alta votación que recibieron sus candidatos al Congreso. Lo mismo estaría diciéndose hoy de Sergio Fajardo, si hubiera sido el preferido por el voto independiente. Pero éste pagó cara su presunción cuando –llevado por la vanidad y por un optimismo sin piso sólido- desechó la invitación que le hicieron ‘Los tres tenores’ para trabajar unidos, quizá porque vio muchos caciques y pocos indios. Y él quería ser el cacique de su propia tribu.
Si nos diera por hacer cábalas, diríase que el primer interesado en una posible unión con los verdes sería el Polo Democrático, en la medida en que es Gustavo Petro quien más ha hablado de convergencia, sumado a que fue éste el primero que le propuso a Mockus que se lanzara a la alcaldía de Bogotá, y a que mantiene una buena relación con Lucho Garzón. De donde se concluye que ya deben estar en conversaciones al respecto. Ahora bien, una unión Petro-Mockus es todavía insuficiente, por lo que no sobraría que la dupla citada le hiciera a Sergio Fajardo un cordial llamado a recapacitar, para que en actitud humilde pero reflexiva sopese la oportunidad que se le brinda de ser cola de león, antes que cabeza de ratón.
Sea como fuere, ni siquiera una hipotética unión entre los tres anteriores garantiza el paso a la segunda vuelta, frente a las mayorías que lograron consolidar los partidos de la U y Conservador, en lo que se conoce como la aplanadora uribista. Aplanadora que podría hacer el 1-2 en la primera vuelta, si a la unión opositora no se le suma el Partido Liberal. En cuyo caso –y en esa única condición, los cuatro unidos en acuerdo programático- podría darse por descontado su paso a la otra ronda.
Rafael Pardo viene de rechazarle a Germán Vargas Lleras una propuesta para la unión de ambas campañas, aduciendo que “llegó tarde”. Esto significa una de dos: que a Pardo no le interesa ninguna unión, o que el problema es con Vargas Lleras. Si fuera por lo segundo, en parte le cabe razón: en la palestra electoral quedarían íngrimos, como Toro y el Llanero Solitario.
Es comprensible además que Pardo se la quiera jugar solo, pues tiene con su Partido Liberal el compromiso de hacerlo crecer, y una alianza para la primera vuelta lo haría ver falto de fuerzas. Pero aquí obliga acudir a la Realpolitik, para señalar que el único lugar de Colombia donde creció el liberalismo –como partido organizado- fue en Santander. Esto saca a su Gobernador, Horacio Serpa, de la trastienda en que lo tenían desde su segunda derrota con Álvaro Uribe, y le da –o mejor, le renueva- un sitial de relevancia en ese partido, a la hora de las grandes decisiones.
Un enfoque pesimista nos advierte que no es nada fácil poner de acuerdo a esos cuatro, porque cada uno en su optimismo (irracional, obvio) cree que puede pasar solo a la segunda vuelta. La paradoja del asunto radica entonces en que habría que convencer a los optimistas de su error de cálculo, para que desaparezca el pesimismo reinante.
MORALEJA Y CONCLUSIÓN: una eventual convergencia de fuerzas entre Antanas Mockus, Rafael Pardo, Gustavo Petro y Sergio Fajardo sería la única fórmula imbatible, que les quitaría a Juan Manuel Santos y a Noemí Sanín esa sonrisita de exagerado optimismo que ahora cargan…
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