A Gustavo Petro la derecha está
tratando de crecerlo, y en esa tarea cumplen eficaz papel la periodista
uribista Vicky Dávila y sus jefes de Semana: mientras en lo editorial la
revista le da palo (ver ilustración), ella le hace condescendientes entrevistas con
una frecuencia que ya se torna sospechosa.
¿Por qué hacen algo que parecería
contrario a sus intereses? Porque están convencidos de que Petro es portador de
un alto grado de toxicidad, y en tal medida lo alientan como elemento disociador,
rol que él mismo contribuye a fortalecer con su discurso beligerante,
profundizando así la brecha cada día más irreconciliable entre el centro y las
fuerzas de izquierda: en una orilla Petro, en la otra todos los demás: Claudia
López, Fajardo, Robledo (Jorge y Ángela) Sanguino, Navarro, Lucho Garzón, De
Roux, Angélica Lozano, Goebertus, etc.
En medio de tan enrevesado
panorama, las viandas quedan servidas para que de nuevo se cuele la derecha
siniestra, la cual por un lado practica “el divide y vencerás” y por otro perfila
como su más seguro “servidor” al pintoresco y dinámico Alex Char, conspicuo
representante del poderoso clan Char de la alegre Curramba.
Así las cosas, la derecha sigue
empeñada en que a Petro se le identifique como un nuevo Álvaro Gómez Hurtado,
tres veces infructuoso candidato a la Presidencia, por quien solo votaban los conservadores
y el resto del país votaba contra él.
(Y aquí un paréntesis: a Gómez Hurtado lo mataron sus aliados cuando dejó de serles útil y se convirtió
en un hombre que sabía demasiado, como explico en libro que lanzaré en la FILBO
2020, Los secretos del asesinato de Álvaro Gómez).
Volviendo a Petro, podríamos
aplicarle el refrán según el cual “al árbol que da más frutos es al que le
tiran piedras”. No creo incurrir en error si afirmo que el suyo es el mejor
programa de gobierno, y el subpresidente Duque con sus permanentes torpezas no
hace sino proyectar sobre su más enconado rival todos los reflectores. Ahora
bien, Petro a su vez pareciera incurrir en error cuando se le ve dedicado más a
restar que a sumar fuerzas, casando peleas con todo el que se le atraviese, en
plan de ¡muera yo con los filisteos!, como le pasó a Sansón.
Cuando digo desde el título
de esta columna que Petro debería reinventarse, sugiero que en lugar de andar
de picapleitos podría estar tendiendo lazos de unión, en armonía con los
vientos de paz y reconciliación que afloraron desde que las Farc depusieron sus
armas. Contrario a esta tendencia, se le ve aplicando la consigna marxista de
agudizar las contradicciones, pero ya no con el enemigo de clase sino con
quienes en apariencia deberían ser sus aliados, como los recién posesionados
alcaldes de Medellín y Bogotá, quizá “apostándole al fracaso de las opciones
independientes que han surgido en las elecciones territoriales, a que esas
expectativas se frustren y agudicen la polarización que vive el país”, según
interesante criterio del abogado y politólogo Ernesto Borda.
A título personal diría que
me gustaría ver a Gustavo Petro convertido en presidente, pues creo que él
encarna el verdadero cambio o revolcón estructural que requiere el país. En
alguna columna anterior dije que “entiendo el temor de (Daniel) Coronell a una
eventual presidencia de Petro por los desaciertos que mostró como ‘gerente’ de
Bogotá, mientras que mi temor es por su dificultad para trabajar en equipo.
Pero a diferencia de Coronell, yo sí estaría dispuesto a jugármela por Petro
frente a Duque, luego de elevar mis oraciones al Altísimo para que haya
superado su síndrome de caudillo y entienda que hay gente dispuesta a
aportarle, y si acepta que él también puede equivocarse”. (Ver columna).
No es posible olvidar que
Petro fue alcalde de Bogotá gracias a la coalición de la que formaron parte
amigos suyos como Antonio Navarro, Carlos Vicente de Roux, Daniel García-Peña o
Guillermo Alfonso Jaramillo, pero ya posesionado no pudo entenderse con ninguno
de ellos. Eso es lo que quienes queremos verlo de presidente, esperaríamos que ya
hubiera superado. Inclusive nos tomaríamos el atrevimiento de sugerirle que
tuviera su propio J.J. Rendón (o sea un asesor estratégico de imagen) que le
recomiende desde cosas en apariencia baladíes como usar una vestimenta más
atractiva para el grueso público, o mirar a su interlocutor a los ojos antes
que de soslayo, hasta mejorar la redacción de sus trinos.
Gustavo Petro Urrego es al
día presente el legítimo poseedor de los 8’040.449 votos que obtuvo en la
segunda vuelta, mientras que a Duque no le deben quedar ni tres millones de los
10’398.689 que obtuvo en esa misma elección.
Lo deseable entonces sería que,
en lugar de dilapidar tan importante capital político en reyertas improductivas
y desgastantes, Petro se dedicara a cuidar esos ‘ahorritos’. En otras palabras,
que si de verdad quiere ser el próximo presidente de la República y no quedarse
en el papel de eterno opositor respondón, se impusiera como tarea mostrar más
talla de estadista que de rufián de esquina.
DE REMATE: Más dudas que
certezas quedan tras la grave denuncia que publicó El Espectador
el lunes 27 de enero, de donde parece colegirse que los exguerrilleros que
fueron abatidos por la Policía porque supuestamente iban a atentar contra
‘Timochenko’, habrían sido previamente torturados y asesinados en
circunstancias de lugar y tiempo diferentes, para luego presentar sus muertes
como el resultado de un exitoso -aunque en realidad falso- positivo. (Ver denuncia).
3 comentarios:
Jajaja otro mamerto que cree que el uribismo está derrotado...como tú lo has dicho viene Alex Char con harto billete imagen y apoyo del CD. A esto sumele la división cantada de Robledo más Fajardo...jajajaja das risa
Jorge GomezPinilla que calidad de periodista felicitaciones y que Dios lo proteja
Genial. Que lo vea Petro.
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