Pese a que la arena
política nacional muestra dos tendencias antagónicas -el uribismo y los demás-
en la orilla antiuribista hay una pelotera tan enconada entre sus dirigentes,
que en la práctica responde complaciente a la consigna “divide y vencerás”, atribuida
al emperador romano Julio César: divide et impera.
De todos modos, la consigna
pareciera más bien del orden maquiavélico, pues resume la estrategia con la que
muchos líderes o gobernantes logran imponerse sobre sus rivales, consistente en
indisponer a los unos contra los otros.
Maquiavélico es por ejemplo
el lanzamiento precoz de Jorge Robledo como candidato a la presidencia, a tres
años de la elección, porque no lo abriga propósito diferente al de ahondar la
división en las filas de la centro-izquierda, justo cuando acaba de mostrarse partidario
de la salida de Uber de Colombia, en sorprendente coincidencia con el gobierno
de Iván Duque.
Robledo no da puntada sin
dedal, pues del mismo modo que Duque saca a Uber del mercado para que el gremio
de los taxistas no se una al paro, a Robledo le sirven esos votos en sus
aspiraciones futuras, sea una eventual reelección al Senado o su candidatura
presidencial, la cual de todos modos nació en modo coitus interruptus.
(Ver video de Robledo con taxistas).
Pero ahí no paran las
coincidencias con el uribismo, porque a su aspiración Robledo la bautizó con el
rimbombante nombre de Gran Pacto Nacional, lo cual de inmediato nos
remite a la Gran Conversación Nacional que Duque se inventó para embolatar
las exigencias del Comité del Paro. Coincidente con el uribismo fue también su
rechazo en 2016 al impuesto a las bebidas azucaradas, tan llamativo que Semana
tituló Gaseosas logran lo imposible: poner de acuerdo a Robledo y Duque
(ver noticia).
Para entender por qué la
candidatura de Robledo encarna ante todo un propósito divisionista, basta
aplicar regla de tres: Robledo apoyó a Claudia López a la alcaldía de Bogotá, quien
a su vez apoyó (y sigue apoyando) a Sergio Fajardo a la presidencia; de otro
lado, el mismo Robledo en 2018 declinó su candidatura para apoyar a Fajardo, y en
la segunda vuelta coincidió con este en lo del voto en blanco. ¿Por qué
entonces ahora pretende atravesársele a Fajardo e ir en contravía de su “socia”
política, quien el día de su lanzamiento a la alcaldía -acompañada de Robledo-
alzó el brazo de Fajardo para señalarlo como “el futuro presidente de
Colombia”?
Porque quiere sembrar más
división de la que ya hay, porque necesita producir un fuerte ruido mediático que
perjudique la aspiración de Petro, porque pone su granito de arena para impedir
que Petro hacia 2022 siga creciendo, como en efecto ocurre gracias a que el
creciente desprestigio del subpresidente Duque terminó por darle la razón al
programa de gobierno que el candidato de la Colombia Humana expuso durante su
campaña. Programa que, si Fajardo con sus votos hubiera decidido apoyar, habría
impedido el regreso de la bestia; pero prefirió ser egoísta y mezquino (como
hoy Robledo) y gran parte de sus votos se fueron para Duque.
Hablando de la división que
ya hay en el ala antiuribista, genera cierto desconcierto la oposición radical
que el petrismo ha desatado contra la recién posesionada Claudia López, pues
tiende a concederles la razón a quienes creen que para Petro todo el que no
está con él… es uribista. (Ver trino de Daniel Coronell al respecto).
Como ya se sabe -hasta la
saciedad- hoy el eje del desacuerdo entre Claudia López y Petro es el metro. En
este contexto cito a una pluma lúcida, la de Enrique Santos Molano, cuando pone
así los puntos sobre las íes: “Como López ganó la elección, y la suma de los
tres candidatos (Claudia, Galán y Uribe) que apoyaron en sus programas el Metro
Elevado (ME) arrojó el 81.25% contra el 13% del candidato Morris, defensor del
Subte, podría decirse que una gran mayoría de ciudadanos se mostró favorable al
ME”. (Ver columna).
Luego trae a cuento la abstención,
superior al 50 por ciento, con la que quizá trata de equilibrar las cargas
hacia el petrismo, pero lo que hay en el fondo es la invitación a Petro y a
Claudia de parte de un hombre sensato y ecuánime, a bajarle a la beligerancia
mutua (“a Petro y a Hollman no les gusta el metro elevado porque no es el de
ellos”), convencido él de que “deponer las animosidades entre dirigentes,
afines por su sentido progresista de la política y por su humanismo, marcará el
inicio de una nueva era de prosperidad y progreso en la capital”.
En lo atinente al tema
específico del metro, el columnista considera que “Incluir a la ciudadanía,
bien informada en la decisión de cuál es el metro que debemos construir, sería
lo que corresponde en una sociedad democrática”. Pero el mensaje subyacente es a
que se tiendan lazos de acercamiento entre Claudia y Petro, no de
confrontación, y entre los considerandos estaría que en la segunda vuelta la
hoy alcaldesa de Bogotá, contrariando al tibio Sergio Fajardo y al sectario
Jorge Robledo de su misma alianza, despreció el voto en blanco y prefirió
adherir a Petro.
Como ya se dijo aquí en
columna anterior “es Fajardo y no Petro el verdadero elemento tóxico frente a
una eventual coalición de fuerzas de la centro-izquierda hacia 2022”. (Ver columna) Ya que la candidatura precoz de Robledo obligó a
abordar el tema, se requiere para marzo de ese año la convocatoria a una
consulta amplia de la centro-izquierda, a la que con toda seguridad Fajardo
habrá de hacerle el quite, pero a la que se espera puedan concurrir figuras del
calibre de un Humberto de la Calle, un Petro o un Camilo Romero, inclusive un
Jorge Robledo.
Espero estar equivocado si
digo que a esta Robledo también le haría el feo, porque sabe que lleva las de
perder, pero lo definitivo aquí es saber qué decisión tomaría Claudia si Petro
depusiera su artillería opositora y decidiera apoyarla, en aras de la
convivencia democrática y la reconciliación nacional. ¿Acaso ella se vería de
nuevo obligada a decidir entre dos amores, si Fajardo o Petro…?
Llegados a este punto, ya
nos tocaría parodiar al gran maestro Klim: Di, Claudia, ¿a quién preferirías?
DE REMATE: Podría parecer
monotemático, pero al propósito instructivo de esta columna le casa otra de ESM, titulada Yo claudia, una paradoja, donde dice cosas como
esta: “Yo no voté por ella, pero creo que aún no es tiempo de atacarla ni de
ahogarla en críticas. (…) La ratificación del antiguo gerente de la EMB tiene
sentido si el propósito es el de que responda por las irregularidades en su
gestión, como las que ya encontró la Contraloría General”. (Ver columna).
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