Si hemos de creerle a El
Tiempo, que cita “una fuente enterada del caso”, tras su captura Aída Merlano
pidió ser contactada con Nicolás Maduro y, ante la negativa de este a recibirla,
elaboró dos videos que pidió le fueran transmitidos. Según dicha fuente, ahí “le
decía que en Colombia iba a ser asesinada y que tenía información sensible
sobre influyentes miembros de la clase política, que incluso le dieron dinero para
que permaneciera en silencio. Mencionó apellidos como Gerlein, Char y sus
aliados en la política, y la distribución de lo que llamó unos cupos
indicativos por parte de los últimos gobiernos”. (Ver noticia).
En contraste con el manejo
que le ha dado Maduro al asunto, ha sido tal la torpeza con la que el
subpresidente Iván Duque manejó la recaptura de la exsenadora, que un medio
neouribista como la revista Semana y una columnista prouribista como
Vicky Dávila prefirieron tomar enfática distancia: la primera tituló en portada
La diplomacia del absurdo, mientras la segunda afirmó que “el
Gobierno hizo el oso al anunciar que pedirá la extradición de la Merlano a
Guaidó”. (Ver columna: Maduro 2 – Duque 0).
Esto se traduce en que a
Duque le salió el tiro por la culata, pues en lugar de cumplirse su profecía de
meses atrás según la cual “Maduro tiene las horas contadas”, el affaire Merlano
terminó por apuntalar y legitimar al Gobierno venezolano y dejó en el más
sonoro ridículo internacional al nuestro.
Ni bobo que fuera, Maduro saltó
al ruedo para proponer lo que la cordura o la sensatez o las buenas maneras
obligan entre contendientes: abrir relaciones consulares que faciliten la repatriación
de la capturada, consciente él del carácter “explosivo” -dentro del ambiente
político colombiano- en caso de hacerse efectivo su regreso a la prisión de la
que el mismo Inpec ya le había facilitado su huida.
Llegados a este punto, se
le debe conceder de nuevo la razón a doña Vicky: “aquí hay más de uno que
quisiera borrarla del mapa para que nunca hable. Aunque suene horrible, Aida Merlano
vale más muerta que viva para los que tienen rabo de paja, algunos de categoría
presidencial”. ¿Quién o quiénes podrían estar interesados en callarla?
Averígüelo Vargas…
Es obvio que cuando la
reportera habla de “algunos de carácter presidencial” alude sobre todo al
exalcalde de Barranquilla Álex Char, en quien la derecha uribista ha puesto sus
ojos complacientes para competirles en 2022 al centro y a la izquierda, por
ahora encarnados respectivamente en Sergio Fajardo y Gustavo Petro, casi inamovibles.
Pero hay un escenario que
no se ha contemplado: ¿y si es la misma Aída la que no quiere “cantar” porque
es objeto de amenazas y no desea perjudicar a personas de su familia, o porque
no tiene vocación de sapa- o sea de delatora-, o porque piensa que su silencio podría
verse retribuido a futuro o en un presente mediato?
No nos llamemos a engaños,
las ‘fichas’ que hasta hoy ha movido el Gobierno Uribe-Duque dan para pensar
que este se esforzaría en brindarle todas las comodidades y gabelas posibles a
doña Aída para que no incrimine a sus aliados de la Costa.
Aquí entre nos, en mi
condición de periodista interesado como corresponde en llegar a la verdad
desnuda, yo sería el primero en viajar hasta Caracas o a la misma Cochinchina
para buscar una entrevista con tan atrayente y enigmático personaje, y ya
llegado hasta su celda le diría de entrada que su mejor seguro de vida sería
contar lo que sabe, porque “después del ojo afuera… no hay Santa Lucía que
valga”.
El artículo de Semana
que mencioné al comienzo trae una frase que podría entenderse como un antepenultimátum
para Duque: “El Gobierno no puede limitarse a una ingenua defensa de la
democracia venezolana, haciendo caso omiso de los múltiples intereses
colombianos en juego. Ha llegado el momento de inyectarle una dosis de
realpolitik a las relaciones exteriores del país”.
Es aquí donde veremos si Duque
seguirá dando los mismos palos de ciego que parecieran favorecer a los políticos
de la Costa incriminados, o si decide regresar la diplomacia a los cauces de la
cordura y la sensatez, hoy extraviadas en el laberinto de la sinrazón y el
absurdo.
DE REMATE: Se ha sabido que
el dueño de El Tiempo, Luis Carlos Sarmiento Angulo, le vendió a la
Universidad del Rosario el emblemático edificio de la carrera 7 con Avenida
Jiménez. Pero ahí no para la cosa, porque según Las 2 Orillas la sede de la avenida Eldorado también
será vendida y en el lote se construirá un proyecto inmobiliario, el cual sin
duda le será más rentable al banquero que lo que le da un pinche periódico, hoy
con su credibilidad por el piso. Sin el ánimo de ponernos de burlones o
capciosos, como gran moraleja de esta historia se podría concluir que “El
Tiempo sí se detiene”.
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