martes, 4 de febrero de 2020

Como en la ópera de Verdi, ¿Aída cantará?




Si hemos de creerle a El Tiempo, que cita “una fuente enterada del caso”, tras su captura Aída Merlano pidió ser contactada con Nicolás Maduro y, ante la negativa de este a recibirla, elaboró dos videos que pidió le fueran transmitidos. Según dicha fuente, ahí “le decía que en Colombia iba a ser asesinada y que tenía información sensible sobre influyentes miembros de la clase política, que incluso le dieron dinero para que permaneciera en silencio. Mencionó apellidos como Gerlein, Char y sus aliados en la política, y la distribución de lo que llamó unos cupos indicativos por parte de los últimos gobiernos”. (Ver noticia).

En contraste con el manejo que le ha dado Maduro al asunto, ha sido tal la torpeza con la que el subpresidente Iván Duque manejó la recaptura de la exsenadora, que un medio neouribista como la revista Semana y una columnista prouribista como Vicky Dávila prefirieron tomar enfática distancia: la primera tituló en portada La diplomacia del absurdo, mientras la segunda afirmó que “el Gobierno hizo el oso al anunciar que pedirá la extradición de la Merlano a Guaidó”. (Ver columna: Maduro 2 – Duque 0).

Esto se traduce en que a Duque le salió el tiro por la culata, pues en lugar de cumplirse su profecía de meses atrás según la cual “Maduro tiene las horas contadas”, el affaire Merlano terminó por apuntalar y legitimar al Gobierno venezolano y dejó en el más sonoro ridículo internacional al nuestro.

Ni bobo que fuera, Maduro saltó al ruedo para proponer lo que la cordura o la sensatez o las buenas maneras obligan entre contendientes: abrir relaciones consulares que faciliten la repatriación de la capturada, consciente él del carácter “explosivo” -dentro del ambiente político colombiano- en caso de hacerse efectivo su regreso a la prisión de la que el mismo Inpec ya le había facilitado su huida.

Llegados a este punto, se le debe conceder de nuevo la razón a doña Vicky: “aquí hay más de uno que quisiera borrarla del mapa para que nunca hable. Aunque suene horrible, Aida Merlano vale más muerta que viva para los que tienen rabo de paja, algunos de categoría presidencial”. ¿Quién o quiénes podrían estar interesados en callarla? Averígüelo Vargas…

Es obvio que cuando la reportera habla de “algunos de carácter presidencial” alude sobre todo al exalcalde de Barranquilla Álex Char, en quien la derecha uribista ha puesto sus ojos complacientes para competirles en 2022 al centro y a la izquierda, por ahora encarnados respectivamente en Sergio Fajardo y Gustavo Petro, casi inamovibles.

Pero hay un escenario que no se ha contemplado: ¿y si es la misma Aída la que no quiere “cantar” porque es objeto de amenazas y no desea perjudicar a personas de su familia, o porque no tiene vocación de sapa- o sea de delatora-, o porque piensa que su silencio podría verse retribuido a futuro o en un presente mediato?

No nos llamemos a engaños, las ‘fichas’ que hasta hoy ha movido el Gobierno Uribe-Duque dan para pensar que este se esforzaría en brindarle todas las comodidades y gabelas posibles a doña Aída para que no incrimine a sus aliados de la Costa.

Aquí entre nos, en mi condición de periodista interesado como corresponde en llegar a la verdad desnuda, yo sería el primero en viajar hasta Caracas o a la misma Cochinchina para buscar una entrevista con tan atrayente y enigmático personaje, y ya llegado hasta su celda le diría de entrada que su mejor seguro de vida sería contar lo que sabe, porque “después del ojo afuera… no hay Santa Lucía que valga”.

El artículo de Semana que mencioné al comienzo trae una frase que podría entenderse como un antepenultimátum para Duque: “El Gobierno no puede limitarse a una ingenua defensa de la democracia venezolana, haciendo caso omiso de los múltiples intereses colombianos en juego. Ha llegado el momento de inyectarle una dosis de realpolitik a las relaciones exteriores del país”.

Es aquí donde veremos si Duque seguirá dando los mismos palos de ciego que parecieran favorecer a los políticos de la Costa incriminados, o si decide regresar la diplomacia a los cauces de la cordura y la sensatez, hoy extraviadas en el laberinto de la sinrazón y el absurdo.

DE REMATE: Se ha sabido que el dueño de El Tiempo, Luis Carlos Sarmiento Angulo, le vendió a la Universidad del Rosario el emblemático edificio de la carrera 7 con Avenida Jiménez. Pero ahí no para la cosa, porque según Las 2 Orillas la sede de la avenida Eldorado también será vendida y en el lote se construirá un proyecto inmobiliario, el cual sin duda le será más rentable al banquero que lo que le da un pinche periódico, hoy con su credibilidad por el piso. Sin el ánimo de ponernos de burlones o capciosos, como gran moraleja de esta historia se podría concluir que “El Tiempo sí se detiene”.

No hay comentarios: