El primer campanazo de
alerta lo dio Óscar Jahir Hernández en Bucaramanga el pasado 8 de agosto, con
una columna para Vanguardia titulada ¿Paramilitares en el gobierno de Héctor
Mantilla? Allí, en su remate dijo esto: “Señor Mario Camacho Prada, ¿Qué
está haciendo el “contrahacker” Carlos Escobar en el apartamento 11-09 de la
Carrera 25 No 18-39 de Bucaramanga?”. (Ver columna).
Supe de inmediato que estábamos
frente a un tema de gran calado, de índole más nacional que regional, pues
Carlos Escobar saltó a la luz pública cinco años atrás -en la campaña presidencial
de 2014- como un uribista de línea dura, a raíz del escándalo que se desató con
un video grabado subrepticiamente, donde se veía al candidato del Centro
Democrático, Óscar Iván Zuluaga, recibiendo un informe de las actividades que
adelantaba el hacker Andrés Espinosa para perjudicar el proceso de paz que se
adelantaba en La Habana entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Farc. (Ver video).
Por esos días escribí la
columna Lecciones de inteligencia militar, donde planteé que a Sepúlveda y Escobar se les
veía actuar como vasos comunicantes entre la campaña del CD y la dirección de
Inteligencia del Ejército, o al menos del sector de las Fuerzas Armadas que le
‘copiaba’ a Uribe. (Ver columna). Allí también dije que “la atención hay
que centrarla en el segundo hacker, Carlos Escobar, con quien Sepúlveda trabajaba
en llave. Se trata de alguien que reúne el mismo perfil cien por ciento
uribista (“le manejo la cuenta a Álvaro Uribe”, “le hacemos seguimientos a
guerrilleros”), y maneja la página alvarouribesenador.com. Según una fuente de
la campaña de Francisco Santos, Escobar “fue llevado por Tomás Uribe Moreno a
las oficinas del exvicepresidente, para que le manejara las redes sociales”.
(Ver diciente artículo de Las 2 Orillas).
A raíz de la columna de
Óscar Jahir, este cronista se puso a la tarea de averiguar y supo de buena fuente que la
campaña de Claudia Lucero López, candidata a la alcaldía de Bucaramanga, en
efecto contrató a tan tenebroso sujeto para fabricar propaganda negra contra
sus rivales, y que su “bodega” opera en la dirección arriba citada. Comencemos por preguntarnos si es legal
que una campaña contrate a alguien para que ataque con juego sucio a sus
oponentes o rivales, y continuemos con el contexto:
En el caso que nos ocupa,
no se trata de una vinculación profesional entre una campaña política y alguien
que ejerce un trabajo honrado, sino de la puesta en escena de una pecaminosa alianza
entre el senador supuestamente liberal Miguel Ángel Pinto (esposo de la susodicha)
y Álvaro Uribe, mediante la cual el primero le presta valiosos servicios desde
la Comisión I del Senado para el impulso o aprobación de proyectos, y a cambio este
le corresponde no solo con el aval del Centro Democrático a su cónyuge, sino poniendo
a su servicio a uno de sus más fieles esbirros, Carlos Escobar, de esos que no
tienen reatos de conciencia en practicar el ‘vale todo’.
Según la información que poseemos,
parte de su trabajo consiste en el desarrollo de páginas como
noticorrupción.com, notisantander.com o letramenuda.com, donde cuestionan al
alcalde por los chats que lo relacionan con corrupción o por sus “oscuras relaciones” con el
exalcalde Lucho Bohórquez. Sobre lo que hace este hacker uribista en Santander,
ya lo hemos dicho en otras columnas: encochinar el agua donde todos nos bañamos
para que no se note lo sucios que otros están.
El suscrito columnista en
más de una ocasión ha cuestionado a Rodolfo Hernández por el negociado que
intentó hacer su hijo Luis Carlos con Vitalogic, o por la “carta-promesa” con
la que engañó a los votantes y se hizo elegir con “20.000 casas de papel” (ver columna). Pero lo inaudito es aceptar como normal
que una candidata contrate a alguien para el desarrollo de prácticas ilegales y
no haya ningún órgano de control que pueda ponerle coto a lo que constituye un delito informático.
El otro frente de “trabajo”
que abrió el hacker Escobar fue contra el candidato de los partidos Conservador
y Cambio Radical, Fredy Anaya, por tratarse del más poderoso rival a enfrentar,
y el rufianesco método del que se valieron -ingenioso y muy dañino- consistió
en crear una cuenta espejo en Twitter, @FredyAlcaldeBGA, a la que le cambiaron una ele minúscula (l) por una i mayúscula (I), y el
eslogan Madruguemos a trabajar lo remplazaron por Madruguemos a robar.
Anaya interpuso una tutela para “garantizar su derecho a la honra y al buen
nombre”, y el resultado fue que el Juzgado II Municipal falló a su favor y emplazó
“al Ministerio de Comunicaciones para que se tomen las medidas del caso y se
castigue a los creadores de estas cuentas falsas”. (Ver noticia).
Es tal la inquina de
Claudia López contra Rodolfo Hernández, que produjo un video donde lo enfrentó
por haber dicho que su excolaborador Cecilio Vera recibió 200 millones de pesos
para irse a trabajar con ella, y le respondió con estas palabras: “La
corrupción está representada (…) por usted, que le prometió y engañó a los
bumangueses ofreciéndoles 20 mil viviendas". (Ver video). En eso tiene razón, pero es inobjetable que
quien lo dice no actúa por cuenta propia sino en representación de los
intereses de su esposo el senador Miguel Ángel Pinto, y los de la caverna
política representada en Álvaro Uribe, y los de un César Gaviria que apostata
del ideario liberal para entregarle su aval a una fanática religiosa, homofóbica
y ultraderechista como Ángela Hernández, con quien hoy hace fórmula Gobernación
– Alcaldía de Bucaramanga.
La invitación entonces es a
que doña Claudia entienda que hacer política no consiste en contratar a sujetos
expertos en dañar reputaciones mediante falsos portales y mentiras al elector.
En otras palabras: ¡juego
limpio, señora!
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