Según el diccionario de la RAE, estigma es “una señal en el cuerpo,
especialmente la impuesta con un hierro candente como signo de esclavitud o de
infamia”. A su vez, “alude a la condición o atributo que muestra a su portador en
una categoría donde se le ve como inaceptable o inferior”.
Aquí entre nos, ambas definiciones se ajustan como anillo al dedo a la
queja que montó la esposa de Alfredo Ramos, senador del Centro Democrático,
para que la bajaran del avión donde supuestamente iba un guerrillero de las
FARC. Camino a su asiento ella vio una gorra con una estrella roja sobre fondo
verde y dedujo que su portador era un guerrillero, y armó la de Dios es padre
desde su cuenta de Twitter mostrando al supuesto terrorista que dormía el sueño
de los justos, ajeno a la histeria de la fotógrafa
indignada.
Ese mismo día las juventudes externadistas del Centro Democrático
enviaron una carta al rector de la U Externado de Colombia, Juan Carlos Henao,
indignados por la invitación que ese plantel académico le hizo al desmovilizado
Andrés París, mientras el senador Álvaro Uribe trinando de la ira sentenciaba
que “Henao pone la Universidad al servicio del discurso terrorista”.
En la misma senda del escarnio público como táctica de estigmatización,
fue ruidosa noticia un tal Luis Emilio Arboleda que con claro acento paisa insultó
en una calle de Medellín a Germán Vargas Lleras. Luego se supieron dos cosas de
este sujeto: una, que hace apenas unos días fue condenado a 10 meses de prisión
por falsedad en documento privado (ver condena), en
patética evidencia de su catadura uribista; y dos, que ya había desarrollado el
mismo libreto contra Gustavo Petro y Antonio Navarro, y aparece en fotos al
lado de Álvaro Uribe. (Ver noticia).
Se trata sin duda de una especie de insultador profesional en
ejercicio de sus funciones, a quien alguien debe ‘datear’ con información de
Inteligencia, pues no puede ser simple coincidencia que el hombre se tope en las
calles de Medellín con tantos candidatos no uribistas. Más que encuentros
causales, hay que hablar de emboscadas con un propósito artero: provocarlos, en
busca de un resultado negativo que les dañe su imagen. Y para no dejar duda de
lo que se traen entre manos, desde Instagram tratan ahora de conformar un
ejército de insultadores mediante un mensaje donde exaltan “la actitud y
valentía del gran patriota” Luis Emilio Arboleda, y piden que sea “motivación y
ejemplo para que seamos siquiera 100 patriotas con esta verraquera y actitud (…)
dispuestos a hacernos moler por nuestra amada Patria”. (Ver llamado).
Nada de esto es gratuito, la estrategia se ajusta a las dos
definiciones de estigma arriba expuestas. Del mismo modo que convierten en
señal de oprobio una estrella roja sobre una gorra, desarrollan una feroz
campaña que desde lo subliminal emparenta a las Farc con el gobierno de Juan
Manuel Santos y desde esta perspectiva muestra a sus integrantes –llegando
hasta la familia presidencial- como miembros de una categoría merecedora del
escarnio público, mediante un trato verbal, visual y gutural que los equipara
con seres despreciables o inferiores.
Andan dedicados a insultar a grito herido al político opositor que se les
atraviese, en aplicación de la consigna laureanista de “hacer invivible la República”
para luego aparecer como sus salvadores. Pero no nos llamemos a engaño, son ellos
quienes deberían ser objeto del escarnio público, porque es precisamente por
eso que ensucian el agua donde todos nos bañamos: para que no se note lo
cochinos que ellos están.
¿Por qué viene ocurriendo con tanta frecuencia que alguien insulta a
personas cuyo rasgo en común es que no son uribistas, y el mismo ofensor graba el
video y lo manda a los medios y estos lo reproducen como si fuera la noticia
política del año? En un escenario donde se sirven de lo mediático en forma
perversa y fríamente calculada, los insultos que profieren los convierten en
celebridades que los periodistas radiales corren a entrevistar. Ahí los medios caen
redonditos, idiotas útiles de lo que se trasluce como una guerra de terrorismo
psicológico de gran envergadura contra el gobierno Santos.
Esto debería obligar a los medios a ser conscientes de la
responsabilidad que recae sobre ellos cuando viralizan los ‘video-insultos’, contribuyendo al objetivo final que esas fuerzas oscuras se han impuesto hacia
2018: lograr –de nuevo- “que la gente salga
a votar verraca”.
Según el colega Luis Carlos Vélez en columna titulada Sicarios
del celular, “los que gustan de la política sucia harán su agosto con grabaciones y emboscadas tipo sicario (…) para obtener videos que se
conviertan en virales”. Y agrega: “El deber del Centro Democrático sería el de
condenar este tipo de acciones, que tienen todo el potencial de terminar en
episodios de violencia”. Por supuesto que no lo harán porque no van a renunciar
a la nueva –y cochina- forma de lucha que se inventaron, hacia la reconquista
del poder perdido: el estigma como arma contra el rival.
Sea como fuere, la mejor respuesta al incidente de la cachucha excomulgada
provino del propio Timochenko desde su cuenta de Twitter, quien citó una frase
de Martin Luther King: “Debemos aprender a vivir juntos como hermanos, o vamos a perecer como tontos”. (Ver trino).
Vaya paradoja: exguerrilleros enviando mensajes de paz… y políticos de
extrema derecha tratando de devolverlos al monte. Parece cosa de locos, pero el
motivo es obvio de toda obviedad: la paz los aniquila. A los unos como
guerrilleros, a los otros como su némesis.
DE REMATE: Estigmas lanzados por el uribismo contra sus rivales los
hay de toda clase, pero este
de Claudia Bustamante ya cabe en la categoría de lisiada mental:
“Ya entiendo lo de la coalición:
FA jardo
R obledo
C laudia”
1 comentario:
Totalmente de acuerdo,Jorge. Se sienten poseedores de la vara moral y acaban con el buen nombre de los contendores.
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