La página en blanco es un fantasma que recorre la inspiración de los
escritores de novelas y paraliza su inspiración. A los columnistas también nos
ocurre, pese a que la frenética realidad cambiante ofrece temas a granel. El
intríngulis reside en que hay que tratar de decir algo original en cada columna,
y la fidelidad a esta consigna puede tornarse fatigante.
Por eso, en días pasados tuve la feliz ocurrencia de contarles esto a
mis amigos de Facebook: “Ando tan embolatado que no he tenido ni tiempo de
pensar en tema para mi columna. ¿A alguno de ustedes se le ocurre algo?”.
El primero en meter la cucharada fue un tal Andrés
Ferreira: “Ahí está pulpito, el partido de las Farc”. El tema no me
interesó, pues para el miércoles ya se habrían escrito por lo menos diez
columnas sobre eso. Pero más abajo Juan Camilo Escobar
preguntó: “¿Por qué las Farc continúan con ese nombre para su partido? Se
aferran a un terrible pasado.” Y ahí sí me pronuncié: que las Farc conserven su
nombre es legítimo y respetable; el inconveniente es para sus víctimas, a las
que esa sigla les seguirá taladrando en la cabeza cada vez que sea pronunciada.
No es reconciliador, en suma. Parece más bien ligado a la vocación suicida de
la izquierda. Como dato llamativo, Carolina Sanín anunció su
voto por las Farc. Su motivo, obvio de toda obviedad: épater le bourgeois.
Hablando de suicidas, Mauricio
Prieto terció: “¿Qué tal si escribe sobre el suicidio? Por lo de la
pastilla. Una tía mía está interesada”. Se refería al artículo que habla de una
asociación holandesa pro eutanasia que desarrolló un medicamento que hace que
quien lo tome muera en el lapso de una hora, sin seguimiento médico ni
psicológico. Adriana
Salazar dijo que ya existe el cianuro, pero le aclaré: El cianuro es una
opción dolorosa, torturadora, fulminante. En cambio esa pastilla te mata despacito,
muy despacito. Interesante opción, por si las moscas. (Ver
artículo).
Ante el desprestigio de los partidos un tema muy sonado fue la
recolección de firmas para dar la apariencia de ser candidatos cívicos, y Luis
Alfonso Gallo interrogó: “¿por qué el camaleónico Vargas Lleras se
avergüenza de su partido? ¿Será porque muchos de sus miembros tienen cuentas pendientes
con la justicia, o está buscando hacer como el hijo pródigo y volver donde su
papá político, Álvaro Uribe?”. En lo primero tiene razón, en lo segundo no: si
hay un partido desprestigiado es Cambio Radical, y eso lo obliga a despreciar a
la criaturita que parió con tanto esfuerzo; pero no veo viable una alianza suya
con Uribe, pues entre los dos existe una desconfianza imposible de subsanar, desde
los días en que a Vargas trataron de matarlo con un carro bomba, cuando el
director del DAS era el ‘buen muchacho’ Jorge Noguera. Para mayores informes,
ver este artículo: Vargas
Lleras y el "fuego amigo".
Sandra
Sanjuanes dijo que “el silencio de los fusiles nos hizo escuchar el ruido
de la corrupción. Nos tenían engañados con el cuentico de que el problema era
la guerrilla”. Tiene razón, y es lo que en parte explica que un corrupto de la
talla de Alejandro Ordóñez prefiera también lanzarse por firmas, ante el
descrédito de su Partido Conservador, hoy dirigido por otro corrupto, el
senador Hernán Andrade, de quien las grabaciones aportadas por la DEA dejarían
ver que también pagó para que la Corte Suprema lo absolviera en un proceso
relacionado con el desfalco a Cajanal. Pero asómbrense: pese a estos
señalamientos… ¡la dirigencia conservadora le reiteró su apoyo!
En la misma línea, Luis
Fernando García propone: “¿Qué tal si hablas de los argumentos en que se
basó la Corte para no emitir orden de captura contra Musa Besaile, después de
que confesó haber pagado la bobadita de 2.000 millones?” Ha lugar, como dicen
los abogados, y agrego: el grado de culpa de Besaile reside en que si fuera
inocente, no habría tenido que pagar para que no lo pusieran preso. Es más, un
segundo grado de culpa se da en que abrió la boca para hablar de la supuesta
'extorsión' solo cuando se supo que él había pagado por su libertad. Para
rematar, lo que dijo
Semana al respecto: "De prosperar la teoría de que quienes han
comprado a un juez lo han hecho bajo presión, todos los sobornadores de
Colombia tendrían una coartada".
Oscar
Alberto Montoya sugirió analizar el trino de Uribe donde pide a sus
seguidores que lo perdonen por alguna acusación que al parecer viene en camino,
y enseguida lo justifica con que entiendan que “el hombre quiere el país”. Bien
llamativo, ciertamente, y es cuando Caro Martínez interpreta:
“No lo puedo creer, ¡el supercaudillo está asustado!”. Así es, eso parece, pero
lo llamativo es que su justificación se inscribe en el lema que practicaba el
general Pinochet: “todo lo que sea por la patria, está permitido”. ¿Cómo los
falsos positivos? Exacto, como eso. (Ver el trino de Uribe).
Apareció por último el tema Reficar, frente al cual Jorge
Eliécer Buitrago afirmó que fue “el más grande robo en la historia de Colombia,
hábilmente opacado por el Fiscal General con el show mediático de Odebrecht”.
No creemos que un caso sea cortina de humo para opacar el otro, pero lo de Reficar
sin duda constituye Guinness Record mundial de la corrupción cuando el Contralor
Edgardo Maya anuncia que abrió un proceso de responsabilidad fiscal por 6.080
millones de dólares, o sea… ¡cerca de 17 billones de pesos! Comparado con lo de
Odebrecht es, por supuesto, apenas un piropo.
Fueron exactamente 50
comentarios los que reportó mi post, a los que obviamente no pude dar
acogida en el estrecho espacio de una columna. Pero me permitieron salir del estreñimiento
creativo en que me hallaba, confeccionando un salpicón donde en cada párrafo se
expusieron los temas que hoy más atraen la atención de la opinión pública
nacional. Reconozco que fue más una labor de editar y pegar que de escribir, y
espero les haya gustado el resultado.
Ah, y cuenten con que el día menos pensado repetiré tan productivo
experimento.
DE REMATE: Cuando despertó del escándalo por los enredos del corrupto
Luis Gustavo Moreno con los también corruptos magistrados que eligieron al
Fiscal General de la Nación, el dinosaurio Néstor Humberto Martínez Neira
seguía ahí. La corrupción permaneció impasible.
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