El embajador de Estados Unidos en Colombia durante el proceso 8.000,
Myles Frechette, a quien Jaime Garzón llamaba ‘procónsul’ y Horacio Serpa
definió como ‘gringo maluco’, publicó en 2015 un libro-entrevista con el
periodista Gerardo Reyes (Frechette se
confiesa, Editorial Planeta), donde al ser preguntado sobre los posibles
autores del asesinato de Álvaro Gómez Hurtado, habló de un grupo de militares
retirados. Teniendo en cuenta que él era quizás la persona mejor informada
sobre lo que ocurría en Colombia, y que en el libro confesó que “hay secretos
de Estado que no los voy a contar”, viajé expresamente hasta Washington a
entrevistarlo, en busca de que aportara nuevas luces que contribuyan a
esclarecer ese crimen.
El resultado fue una conversación de cuatro horas sin pausa en la
terraza interior del hotel Bethesda Hyatt, durante las cuales, a sus 81 años a
punto de cumplir, no mostró la menor señal de cansancio y solo bebió un café
americano acompañado de un vaso de agua. Allí hizo importantes revelaciones
para una publicación que saldrá en próximos días, pero aquí he extractado sus
puntos de vista sobre algunos temas de actualidad que tocó, como el “chantaje”
que le estarían haciendo al presidente Juan Manuel Santos los militares agrupados
en ACORE. A su vez, se refirió al expresidente Álvaro Uribe en duros términos;
según Frechette, el desarme de los grupos paramilitares ocurrido durante su
gobierno fue algo “completamente chimbo”.
En su libro con Gerardo Reyes, al
referirse al golpe de Estado contra Ernesto Samper que se estaba fraguando y al
que se le ve relacionado con el asesinato de Álvaro Gómez, usted dijo: “yo creo
que ellos, los militares jubilados, le pidieron a él que encabezara ese
gobierno”. Todo indica que se refiere a la Asociación de Oficiales Retirados de
las Fuerzas Militares (ACORE), y queda entonces la impresión de que usted sabe
más sobre el papel que pudo haber desempeñado esa asociación en torno a ese
crimen…
Bueno, mire: ACORE es una organización poderosísima en Colombia. Ya ve
usted el chantaje que le están haciendo al presidente Santos, para que no les
den el mismo tratamiento a los militares que a la guerrilla por crímenes de
lesa humanidad. Llega un momento en que ellos dicen “¡ni puel carajo!”. Santos
los oye y toma asiento con ellos, pero no están totalmente contentos y siguen
presionando. Y van a seguir así, porque mire: si yo fuera uno de ellos pensaría
igual, en cuanto a que es posible que yo haya hecho cosas brutales, pero lo
hice por el bien de la patria.
¿Quién cree usted que saldrá
ganador en ese pulso entre los militares y Santos?
Santos es una persona que tomó un rumbo diferente a su antecesor. Él tiene
una visión internacional de Colombia. Comenzó con un acuerdo mutuo de no
agresión con Chávez, porque eso estaba medio-candela, ¿no? Y decidió hacer el
acuerdo de paz con las FARC, hizo muchos acuerdos de libre comercio, y comenzó
a abrir espacios y horizontes participando más y más en organizaciones
internacionales. Muchas de las cosas que ha hecho Santos, son cosas que le han
hecho mucho bien a Colombia. Ahora, en lo de ACORE: es obvio que si Santos no
hace algo para eximirlos, ellos seguirán presionando.
Llama la atención cuando usted
dice que ha habido militares que hicieron cosas brutales, pero lo hicieron por
el bien de la patria. En el caso del crimen de Álvaro Gómez, ¿ve alguna
posibilidad de que lo hubieran hecho también por el bien de la patria?
No. Lo hicieron simplemente porque querían borrar su rastro. Borrar la
conexión entre ellos y Álvaro Gómez. Cuando él les dijo que no, ellos pensaron
“caracho, de pronto el tipo suelta la letra o se le sale algo…”
¿O sea, lo inmolaron?
Lo inmolaron, sí. El autor material pudo ser cualquier persona. Pero
los autores intelectuales están ahí todavía, ahora. No sé adónde, pero están en
Colombia. No han sido apresados, no han sido detenidos, nada.
Esto encaja con la teoría de
Claus Roxin sobre los aparatos organizados de poder: en los crímenes de autoría
mediata, la voluntad conductora de la acción corresponde al autor mediato y no
al ejecutor material. En el caso del asesinato de Álvaro Gómez todo indica que
fue obra de un aparato organizado de poder desde el estamento militar, pero del
que solo fue encontrado culpable un autor material, Héctor Paul Flórez, quien
por cierto acaba de salir libre por pena cumplida. ¿Es ese aparato organizado
de poder el que sigue impune?
No le puedo contestar, pero me llama la atención que el grupo de ACORE
sigue presionando públicamente al presidente Santos para que les dé una
escapadita. Yo no soy el único que piensa eso, también Human Rights Watch
(HRW). Y toda la gente que se ocupa de Derechos Humanos, todos ellos creen que
es así. La presión de ACORE ha hecho retroceder varias veces al presidente
Santos, y eso indica que tienen mucha influencia. No sé si Santos contempla que
ellos pudieran tomarse el poder, lo dudo. Pero podrían arruinarle todo el
esquema. Santos sigue bajo presión, y creo que los de ACORE están tratando de
salvar su pellejo.
No, yo creo que no. Ellos siempre han dicho, y usted lo ha leído:
“nosotros somos sirvientes del Estado. Si hicimos alguna cosa en forma errada,
fue al servicio de la patria”. Tiene una cierta lógica, pero la cosa es que el
Derecho Internacional Humanitario (DIH) establece que hay todo tipo de
militares que cometen crímenes de lesa humanidad. Yo recuerdo haber leído un
artículo que hablaba de unos militares que llegaron a un lugar y encontraron a
ciertos hombres con uniforme de guerrilla, y no se les veía ningún balazo. Pero
al quitarles la chaqueta, habían sido acribillados.
¿Deberían estar los autores de esos
delitos, conocidos como ‘falsos positivos’, cobijados por el tribunal de la Justicia
Especial de Paz (JEP)?
¡Claro que no! Y HRW y otras
organizaciones están de acuerdo en que no debe ser así, y leí un informe de
hace menos de una semana donde la HRW se opone, pero no solo en Colombia sino
al nivel de la Corte Penal Internacional (CPI). Todos los esfuerzos de ACORE
hoy están empeñados en torcerle el brazo al presidente Santos. Cuando yo llegué
a Colombia, recuerdo haber leído un informe sobre la mendacidad de las Fuerzas
Armadas. En un lugar, creo que era Antioquia, había una base militar y a medio
kilómetro de ahí había una base de los paramilitares. Y los militares con una
cara de yo no fui, decían ante la evidencia: “no es verdad”. Eso indica que en
Colombia el poder de los militares es enorme.
¿Pueden las organizaciones de
Derechos Humanos presionar por su lado para que esos crímenes de lesa humanidad
no queden impunes?
Yo conozco gente de HRW y son personas decentes, muy creíbles, y están
empujando. Si no fuera por la presión de HRW, al presidente Santos le habría
quedado más fácil resolver el tema con ACORE. Pero en este momento está en una
situación bien difícil. ¿Por qué? Porque Trump no sopla hacia Colombia con
buena gana, y nadie sabe lo que pueda pasar. Los colombianos se metieron al
proceso de paz creyéndole a Sergio Jaramillo, en cuanto a que la implementación
de los acuerdos tomaría diez años. Y que habría mucha plata. Y Cárdenas puso la
reforma tributaria, y mucha gente quedó descontenta con eso. Ciertos elementos
del acuerdo de paz están cuestionados por personas serias. Seguir adelante como
si no pasara nada, no es suficiente. Hay dudas en Colombia. Hay un tufo de
corrupción poderosísimo, y eso le está haciendo mucho daño a Santos. En su
discurso de posesión de 2014 Santos sacó una declaración donde dijo: “una de
las cosas que no me gusta hacer es ir a Washington a limosnear”. Y cuando un
laboratorio de Colombia le dijo que el glifosato sí hacía daño, inmediatamente
paró la aspersión aérea. Y ahora se está dando cuenta de que esa decisión fue
errada, demasiado apresurada. Y esto lo deja a él en una situación
dificilísima.
¿Se refiere al aumento de los
cultivos de coca en el país?
Santos es una persona a la que nunca le gustó la aspersión aérea sobre
los cultivos de coca, no obstante que en Colombia se usa el glifosato en
productos agrícolas que se consumen en la mesa. Después de más de cien pruebas
hechas por científicos, nunca se llegó a concluir que estaba causando daño a la
salud a personas que vivían cerca. Y súmele a esto que las FARC son muy
inteligentes. Vieron que el gobierno estaba diciendo “en regiones donde hay
coca vamos a poner plata para hacer cambio de cultivos”, y salieron ellos a
amenazar con rifle a los tipos que estaban en las regiones de coca, a que
plantaran más coca para traer más plata del gobierno. Es decir: las FARC pueden
ser brutales, pero no son pendejos.
Cambio de tercio: usted habla
en su libro de personas que le decían “no le tenga mucha confianza a Uribe, es
un tipo ligado con los narcos, que apoya a los paramilitares”. Hoy, después de tantos
años, ¿cree usted que Uribe apoyaba a los paramilitares… y viceversa?
Cuando yo fui a Antioquia a visitarlo siendo gobernador, él tenía una
gran reputación como buen gobernador y gran político. Yo tenía varias preguntas
que hacerle, y una de ellas era por qué le había dado el control de expedir
licencias para avionetas a César Villegas, un tipo que estaba dándoles esos
permisos a naves ligadas al narcotráfico. Era algo que él sabía perfectamente.
Y bueno, me dijo que se puso a buscar en Colombia a ver si había alguien que
sabía de aviación civil, y no había… Y me dijo que Villegas se había graduado
para hacer eso en una universidad de Toronto, y que por eso le ofreció el
puesto. Y le dije sí, entiendo lo primero. Pero lo que no entiendo es por qué
no lo sacó. Y no pudo darme una respuesta creíble. Habló mucho, ‘cantinfló’.
¿Sabía usted además lo de las
Convivir de Uribe, que nacieron precisamente en Antioquia?
Claro. Yo le dije “mire, eso de las Convivir no nos convence”. Él me
dijo “es que no van a cargar armas. Serán personas de la región que estarán
vigilando los bosques e informarán por radio que hay personas desconocidas en
esos lugares”. No niego que me comí el cuento. Y con el pasar del tiempo me di
cuenta de que era un señor extremamente hábil, pero muy creyente en lo de los
paramilitares.
¿Usted cree que Uribe tuvo algo
que ver con el auge del paramilitarismo en Colombia?
Por supuesto. Las Convivir fueron la raíz de lo que después se
convirtió en un enorme problema. Cuando Uribe como presidente se dio cuenta de
que ya los gringos estaban oliéndose todo, entonces decidió hacer el desarme de
los paramilitares. Un desarme completamente chimbo, como usted sabe. Había
unidades completas que nunca habían sido Convivir ni nada de esas cosas. Y
Washington se quedó dormido.
¿Cómo así, usted cree que
Washington fue alcahueta de Uribe en el tema de los paramilitares?
Sí.
¿Y eso por qué…?
Porque al acabarse esas acciones de Uribe y los paramilitares, se
reduciría la violencia. Washington quería reducir la violencia en Colombia, y
le comió el cuento. Es más, no le voy a decir ante quién, pero yo hablé con
personas de muy alto nivel del Departamento de Estado a decirles “este señor
Uribe les está vendiendo una historia falsa”. Yo nunca me olvido del pilón de
armas que dejaron los paramilitares: muchas de ellas eran nuevas cuando
Napoleón fue Emperador de Francia. Es decir, a otro perro con ese hueso. Pero
Uribe tenía apoyo en el Congreso y EE UU quería reducir la violencia. Esas son
razones de Estado con las cuales yo no concuerdo.
¿O sea que usted cree que
quedaron estructuras paramilitares intactas después de esa supuesta
negociación?
Es que se fueron a otros lugares. En lugar de seguir operando en los
lugares donde habían estado, se fueron al sur y al este del país, a continuar
sus fechorías. Ellos son los que ahora se dedican a la minería ilegal, a
minería de piedras preciosas. Y mientras tanto el ELN muy feliz haciendo volar
el oleoducto…
Teniendo en cuenta la
inconformidad que usted siempre tuvo por igual hacia Ernesto Samper y Álvaro
Uribe, ¿si le pusieran en una balanza a escoger entre ambos, con quién se
quedaría?
Eso es un falso dilema. Samper solo tuvo un período de gobierno,
mientras que Uribe consiguió que se cambiara la Constitución para que le
permitieran un segundo período, y no contento ¡pidió un tercer período…! Pero
el Congreso no le aguantó el sablazo.
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