Hay columnas que son aburridas de escribir, como cuando involucran a
un colega al que un día se le tuvo respeto; pero el deber obliga. Con Mauricio
Vargas Linares hubo un primer asomo de extrañeza cuando el 27 de febrero pasado
escribió una columna titulada ‘Justicia para todos’, donde luego de un sesgado
recuento de hechos concluía que los delitos cometidos durante el gobierno de
Álvaro Uribe –y los delincuentes que los cometieron- debían quedar cobijados
por la justicia transicional que comenzará a aplicarse a los guerrilleros de
las FARC tras su incorporación a la vida civil. (Ver
columna).
Oportunismo rastrero, pensé, pero de la extrañeza pasé al asombro cuando
soltó una perla en la que descargó la culpa de las chuzadas del DAS sobre los
mismos magistrados víctimas del espionaje, y de paso las justificó en el
contexto de la lucha contra la guerrilla: “lo que lleva al gobierno de Uribe a
hacerles seguimientos a los magistrados es el hecho probado de que algunos
estaban en contacto con conocidos testaferros del narcotráfico, fenómeno que
hace parte integral del conflicto armado que la mesa de La Habana intenta
acabar”. A continuación se refirió a las dádivas entregadas a Yidis Medina para
favorecer la reelección de Uribe, y le parecieron “un juego de niños” al lado
de la ‘mermelada’ con la que el actual gobierno conquista a congresistas para
la aprobación de sus proyectos, como si la mermelada de Santos estuviera
forzando algún atropello contra la Constitución.
Tuve la impresión de que el escribiente le estaba haciendo el mandado
a algún uribista emproblemado, y recordé que Mauricio Vargas y Diego Palacio eran
muy amigos desde que este trabajó para El Tiempo, y bastó juntar los dos
nombres en el omnisapiente Google para encontrar una columna anterior titulada ‘La
Corte que se torció’, donde ejerce una
juiciosa defensa –casi de oficio- del exministro de Protección Social de Uribe,
Diego Palacio, condenado precisamente por las dádivas entregadas a Yidis...
A calzón quitado, el efímero ministro de Comunicaciones de César
Gaviria sostiene sin ruborizarse que Diego Palacio está preso porque “la Corte
Suprema de Justicia tomó la decisión de apartarse del ordenamiento jurídico
para activar una vendetta política y personal en contra del presidente Álvaro
Uribe y de sus principales colaboradores”. Y para que no quede duda de quién es
su defendido, a renglón seguido asegura que “el asunto ha quedado en evidencia
en una tutela interpuesta por Diego Palacio (…) para tratar de tumbar la
condena que pesa sobre él por el caso de la ‘Yidispolítica’.
Mauricio Vargas está en su derecho de salir en defensa de un amigo, ni
más faltaba, pero a eso en el argot periodístico se le llama hacerle un mandado
a alguien. Ahora bien, del asombro se pasa al estupor cuando en su columna del domingo
pasado, titulada ‘Serpa
y el armadillo’, enfila baterías contra la
posibilidad de que el exministro de Justicia Yesid Reyes pueda ser escogido
como el próximo Fiscal General de la Nación, y con tal objetivo cae en la
bajeza de dibujarlo como un títere de Horacio Serpa, a quien según Vargas le
convendría ponerle en ese cargo “para que evite el avance del proceso por el
asesinato de Álvaro Gómez en el que algunos testigos del mundo del narcotráfico
le han atribuido una participación”.
Al margen de una protuberante inexactitud, pues ese proceso no reposa
en la Fiscalía sino en la Corte Suprema de Justicia, ese mismo día Antonio
Caballero opinaba muy diferente sobre Yesid Reyes: “un respetado jurista y un
hombre decente y de carácter, a quien todo el mundo colma de elogios tanto en
lo profesional como en lo personal, y que carece de intereses económicos y de
ambiciones políticas” (ver
columna).
Lo lamentable es ver a un colega columnista acudiendo a la perversa táctica
uribista de encochinar a un candidato a la Fiscalía para impulsar a otro, en
este caso a Néstor Humberto Martínez, y destilando la misma ‘mala leche’ de la
también uribista María Isabel Rueda al hacer sinuosas sindicaciones de tipo
penal contra Horacio Serpa, basado en la declaración trasnochada de un mafioso
que según la revista Semana “¡Está loco!” (ver artículo).
Decía George Orwell que “periodismo es publicar lo que alguien no
quiere que publiques, todo lo demás es relaciones públicas”. En el caso que nos
ocupa Mauricio Vargas está haciendo relaciones públicas a favor del candidato que
Álvaro Uribe quiere de Fiscal, del mismo modo que en noviembre de 2014 la
señora Rueda hacía relaciones públicas a favor de la tesis según la cual Samper
y Serpa habían mandado matar a Álvaro Gómez. Tesis que hoy desvirtúa hasta el
más poderoso enemigo que tuvo Ernesto Samper, el entonces embajador de EE UU en
Colombia, Myles Frechette, sin duda el hombre mejor informado que hubo sobre su
gobierno.
La misión más sagrada del periodismo es la búsqueda de la verdad, y
fue precisamente en busca de ella que en octubre del año pasado publiqué el
libro 'Objetivo:
hundir a Serpa, donde le formulé a mi entrevistado diversos interrogantes
sobre el proceso 8.000 y el asesinato de Álvaro Gómez, algunos de los cuales no
habrían de gustarle, pero respondió a todo. Diferente a cuando en noviembre de
2014 le hice a María Isabel Rueda una
pregunta puntual, y para evitar responderla hizo que Felipe López cancelara
la columna que tuve durante cinco años en Semana.com.
Esto lo traigo a colación a raíz de la tripleta de columnas de
Mauricio Vargas que acabo de citar. He mencionado mi libro no con el ánimo de
promover su venta, sino porque ahí están las respuestas que Horacio Serpa le da
a ese tema. Pero si no existiera el libro, a Vargas le conviene repasar lo que Myles
Frechette le dijo a Julio Sánchez Cristo el 27 de noviembre de 2015, donde
arroja luces definitivas sobre dicha inculpación e incluso suelta al desgaire un
nombre en particular, como sugiriéndole un rumbo a la investigación. (Ver
entrevista con W Radio).
Es con base en esta información que el lector desprevenido se puede
formar su propia impresión, en torno a quién cree que utiliza una tribuna de
opinión para hacer relaciones públicas a favor de sus protegidos o en contra de
sus malqueridos, y quién la utiliza para hacer un periodismo que revele lo que
muchos quieren ocultar.
Por ejemplo, a los que parecen trabajar unidos de la mano (negra) para
ocultar a los verdaderos asesinos de Álvaro Gómez Hurtado.
DE REMATE: Este viernes 13 de mayo se celebra el día de la
Santanderianidad y me quiero unir al festejo recordando algunos de los dichos
más frecuentes del santandereano: “mucho lo pingo”, “qué joda tan arrecha”,
“espere tantico”, “ay juelita qué bolera”, “renicuica atulampado”, “deque
pa’cá”, “calle la jeta”, o “¿quiere que le voltié el mascadero?”. Para una
correcta pronunciación agregue copiosos signos de admiración (¡¡¡!!!), hasta
que logre la entonación perfecta.
1 comentario:
Félix de Bedout, Ignacio Gómez y esta otra marioneta, completan el trío de payasitos del ventrílocuo Daniel Coronell. Es una lástima que últimamente El Espectador se esté convirtiendo en la planta de reciclaje de toda la basura que sacan de El Tiempo y de Semana.
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