Unas declaraciones recientes de José Galat en las que descalifica y
regaña al Papa Francisco son la mejor muestra de hasta dónde pueden llegar la alienación,
la estulticia o el fanatismo cuando de religión se trata.
Galat es el rector y propietario de la muy conservadora Universidad La
Gran Colombia, con unos 30.000 alumnos, la cual a su vez es dueña del canal cristiano
Teleamiga, del que era socio y gerente Diego Arango Osorio hasta que la ‘fidelidad’
de este con la Iglesia Católica provocó un cisma en la amistad que los unía y
condujo a su desvinculación de dicho medio.
Hoy Galat frisa los 90 años y en 2010 se presentó como precandidato a
la Presidencia de la República por el Partido Conservador, donde fue derrotado
por Martha Lucía Ramírez. Pero el asunto de fondo es que el hombre anda muy
disgustado con el máximo representante de Dios sobre la Tierra por los
desplantes que Francisco le está haciendo al “dogma”, y es el motivo por el
cual Galat ha llegado hasta el herético extremo de afirmar que el capítulo 13
del Apocalipsis anuncia la venida un falso profeta, conocido como el
Anticristo, y ante esto “hay signos de alarma, porque ningún Papa anterior ha
negado verdades de la fe y este comienza a negarlas”. Mejor dicho, señala al
Papa actual de ser algo así como un calanchín del demonio.
A la luz de esa fe es comprensible la preocupación del nonagenario
personaje: a él solo le interesa seguir la verdad suprema contenida en la
Biblia, y en tal medida se niega a
admitir, por ejemplo, eso de que para el nuevo Papa todo el mundo se salva.
Cómo así, le pregunta Galat a
Édgar Artunduaga: “¿acaso Cristo no dijo que muchos son los llamados y
pocos los escogidos?”
Galat se siente miembro de un selecto club de creyentes que practican
los 10 mandamientos al pie de la letra y están ciegamente convencidos de que
eso los hace merecedores de una salvación que no está disponible para el resto
de la chusma. “¿Cómo nos vamos a salvar gratis sin cumplir los mandamientos?”
–reacciona enérgico el novel guardián de la fe. “¡Eso es una estupidez!”. Una
inquietud concomitante tiene que ver con el diablo, cuya existencia hoy
descarta el Papa pero según Galat “si el infierno y el diablo no existen (…)
daría lo mismo cumplir mandamientos que no cumplir. Y si no existe el pecado, ¿a
qué vino Jesús? ¿A liberarnos de pecados que no existían?”.
Esto significa que solo se salvan los católicos creyentes en el dogma que
emana de la Palabra de Dios, o sea que no podrán entrar al cielo los equivocados
practicantes de otras religiones y menos los pecadores, en cuyo caso tampoco tendría
cabida el mismísimo Santo Padre, pues al desconocer el dogma estaría
incurriendo en pecado y se haría por tanto merecedor a arder en las llamas del
infierno… si no se arrepiente a tiempo.
Aquí entre nos, alguien debería tener un gesto de compasión con el
venerable anciano y explicarle la más grande de todas las verdades: que en el latino
Francisco la Iglesia Católica encontró al más idóneo exponente para la renovación
de su aporreada imagen institucional, la cual venía en picada desde que muchos
sacerdotes (en cantidades industriales que impiden hablar de casos aislados) perdieron
el modelo de rectitud que los caracterizaba y cometieron gravísimos delitos de
pederastia sobre niños y adolescentes, que pusieron a la jerarquía de la
Iglesia en el ojo de la picota pública y le hicieron perder adeptos en
cantidades también industriales.
Fue esa crisis –con la consecuente pérdida de credibilidad a todo
nivel- la simiente para el surgimiento de nuevas congregaciones cuyo común
denominador ha sido la explotación de la confusión colectiva, dando lugar a la
proliferación de las más variadas tendencias (evangelistas, mormones, adventistas,
testigos de Jehová, carismáticos, cienciólogos, Bethesda, MIRA, Casa sobre la
roca, Pare de sufrir, etc.), dirigidas por pastores o ‘profetas’ dedicados en
su mayoría a engatusar incautos o pescar en río revuelto.
Podría pensarse entonces que Galat se está demorando en romper filas y
crear su propia iglesia, más sabiendo que cuenta con canal propio y que se
asume poseedor de una verdad que antes ostentaba en su infalibilidad el Sumo
Pontífice. Pero hoy esa infalibilidad parece pertenecerle a él, y así pretende
demostrarlo cuando le habla a Artunduaga de “la verdad ante todo, por encima de
las jerarquías y por encima de los obispos. La verdad teológica, la verdad de
los evangelios”.
Este rompimiento con la doctrina papal se asemeja al que en su momento
protagonizó el arzobispo integrista Marcel-François Lefebvre cuando se manifestó
contrario a las enseñanzas del Concilio Vaticano II y en acto de rebeldía comenzó
a ordenar sus propios sacerdotes y a oficiar la misa en latín, de espaldas al
público. Lefebvre constituyó en 1971 la fraternidad San Pío X, a la que por
cierto pertenece el Procurador General de la Nación, Alejandro Ordóñez, y en
coincidencia lleva el mismo nombre del parque de Bucaramanga donde el 13 de
mayo de 1987 –día de la Virgen de Fátima- organizó una quema de libros
pecaminosos. (Ver El
misterio de los lefebvristas).
“No se puede dialogar con los masones o con los comunistas porque no
se dialoga con el diablo”, declaró Lefebvre en agosto de 1976 durante una
eucaristía en Lille (Francia). Esto coincide al dedillo con lo que piensan
Ordóñez y Galat, ambos militantes –también- del Partido Conservador, y forma
parte de la cosmovisión integrista que les permite asumirse como dueños de una
verdad que trasciende la extravagante modernidad del Papa gaucho, de quien solo
pueden esperar que un día Dios se lo lleve a su reino celestial para que la
Iglesia pueda recuperar la cordura del dogma primigenio y regrese al camino
perdido…
DE REMATE: El Integrismo se entiende como la actitud vertical de
determinados colectivos hacia los principios de la doctrina tradicional, de
manera que rechazan cualquier cambio que pretenda alterar tales principios. El
término tiene su origen en grupos católicos ultramontanos del siglo XIX, autodenominados
“integristas”, que así reaccionaban contra el laicismo que proponía separar la Iglesia
del Estado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario