Antes del domingo pasado, Horacio Serpa solo había apostado una vez su
bigote. Fue cuando en la campaña para la consulta del Partido Liberal en 1994 apostó
con Juan Gossaín, de RCN Radio, a que su candidato Ernesto Samper sacaba más
del 55 por ciento de los votos. Y obtuvo el 55.5, o sea que salvó su mostacho
por un pelo. (Falta saber qué ganó Serpa de Gossaín, pues una apuesta es entre
dos).
La nueva apuesta ocurrió este domingo 15 de marzo en la primera
emisión del programa “Descárate sin evadir”, también de RCN, con Alejandra
Azcárate y Eva Rey, donde esta última le propuso una apuesta: que se quitara el
bigote si su candidato a la alcaldía de Bogotá, Rafael Pardo, no salía elegido.
Y él aceptó el reto, y digamos de refilón que se le vio en el lugar equivocado,
con dos atropelladas presentadoras que hasta lo pusieron a declamar un poema
erótico.
Serpa de todos modos tiene motivos para ser optimista en su apuesta,
porque Pardo empieza como candidato de dos partidos, Liberal y de La U, sumado
a que en las encuestas cada vez se le acerca más a Clara López.
Sea como fuere, no me disgusta para nada la idea de que Rafael Pardo sea
el próximo alcalde de Bogotá, pues lo que necesita la capital de Colombia es un
ejecutivo serio y responsable, sin veleidades políticas que le enreden el
andar, y él reúne sobradamente estas condiciones. Es un hombre más técnico que político.
De otro lado, inspira la confianza que no transmite Clara López, quien tiene
como encargado del tejemaneje político a Jaime Dussán, el mismo que en la
campaña de 2008 logró derrotar la precandidatura de María Emma Mejía (pese a
que ganaba en las encuestas) mediante una jugada maquiavélica: logró que el
Consejo Nacional Electoral definiera la consulta del Polo como interna, no
abierta. Esto se tradujo en que cualquiera que quería votar por el candidato de
su preferencia tenía que estar afiliado a ese partido, con lo cual sacó
corriendo a todos los que en los estratos más altos simpatizaban con María
Emma, pero por nada del mundo se iban a matricular como militantes del Polo
para votar por ella.
¿Y,
quién salió elegido alcalde gracias a esa artimaña electoral? Samuel Moreno
Rojas. Y si hubo un artífice de esa candidatura, fue el mismo Jaime Dussán que
hoy funge como estratega componedor de la campaña de Clara, y estos dos a su
vez se enfrentan al sector MOIR que comanda el senador Jorge Enrique Robledo, o
sea que ni siquiera unidad programática se puede esperar en caso de que el PDA
recuperara la alcaldía.
Pero me estoy saliendo del tema, pues se trata es de explicar por qué
creo que Horacio Serpa podría perder su bigote el próximo 25 de octubre. Hoy en
la arena de esta contienda se dejan ver además de los ya citados, Francisco
Santos por el CD, Carlos Vicente de Roux y Antonio Sanguino por los verdes, Hollmann
Morris por Progresistas, Martha Lucía Ramírez por los conservadores y Enrique
Peñalosa por Cambio Radical.
De ese ramillete de ocho deberían quedar por mucho tres en la recta
final, pues en un escenario copado de opciones se repetiría el fenómeno Petro
pero desde la otra orilla, encarnada en el díscolo e hiperactivo ‘Pachito’
Santos, quien podría colarse con un 30 por ciento de los votos, que los tiene
desde el partidor. Y ese sería el peor escenario para el país, para la paz, para
Bogotá y para su primo el presidente, con semejante caballo de Troya de Uribe instalado
en la Plaza de Bolívar.
Si de coaliciones se ha de hablar, es previsible que Ramírez y ‘Pacho’
terminen compartiendo cobijas, mientras que la izquierda persistirá en su
empecinada división suicida –petrismo versus Polo-, así que la carta del
triunfo habría que buscarla por los lados del centro político, suponiendo que
en el propósito de “salvar a Bogotá” pudieran ponerse de acuerdo los liberales,
los verdes, y los radicales: Rafael Pardo, Carlos Vicente de Roux (no Sanguino,
a quien le falta ‘cancha’), y Enrique Peñalosa.
En este escenario hipotético podría pensarse en una consulta popular
entre los tres, donde los dos coleros le brindaran su decidido apoyo al
ganador, de modo que de esta atractiva emulación surgiera un trío imbatible. Esta
fórmula ya se empleó exitosamente en 2010 entre Peñalosa, Lucho Garzón y Mockus,
y si no hubiera sido porque a este último se le fueron las luces, Santos no habría
sido el presidente.
Un aspecto adicional que debería entender Peñalosa es que su nombre
polariza, en parte porque la gente lo percibe culpable de haber preferido
Transmilenio al metro, y en parte por ese rabo de paja que exhibe en su profesa
admiración a Uribe Vélez. Por ello, su mejor contribución a la ‘salvación’ de
la ciudad sería si manifestara su apoyo a uno de sus dos rivales, de modo que
se nos invitara a escoger entre Pardo o de Roux, con la casi plena seguridad de
que quien salga escogido en dicha consulta será a su vez el próximo alcalde de
Bogotá.
Es aquí donde llega uno a pensar que si Serpa se le midió a tan atrevida
apuesta, es porque sabe dónde ponen las garzas. Además, no tendrían por qué
fallarle las matemáticas: los votos de dos partidos con músculo político (Liberal
y de la U) suman más que los de la Alianza Verde, si bien los de Cambio Radical
más los de opinión podrían inclinar la balanza hacia cualquier lado. Sea como
fuere, el osado apostador quizá no contempló la posibilidad de que mucha gente
que iba a votar por Pardo se abstenga ahora de hacerlo, solo para satisfacer la
inmensa curiosidad de conocer a Horacio Serpa sin bigote…
DE REMATE: Lo que está
pasando con la empresa Uber en Bogotá no tiene presentación desde el terreno de
la tan cacareada libre empresa. El gobierno se puso a favor de los taxistas
porque estos manejan muchos votos y pueden paralizar la ciudad cuando les venga
en gana, pero no pueden utilizar ese poder político y de presión para tratar de
aplastar a la competencia.
En Twitter:
@Jorgomezpinilla
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