El grado de ‘seducción’ que Antanas Mockus viene ejerciendo sobre la intelectualidad colombiana se puede medir en parte por lo que hoy ocurre con el caricaturista Vladdo. Según Yolanda Soler Mantilla –fiel fan de Aleida, aunque también aguda crítica- su caso podría compararse con la conversión que vivió Saulo de Tarso, más conocido como San Pablo o el Apóstol de los gentiles, un ciudadano romano que perseguía a los cristianos pero a quien un relámpago de luz que venía del cielo lo tumbó de su caballo y escuchó una voz que le decía “Saulo, Saulo, por qué me persigues”, y desde ese día se dedicó a predicar la palabra de Jesucristo.
http://semana.com/noticias-opinion-on-line/conversion-vladdo/138597.aspx
La comparación con Vladdo radicaría en que éste se ha dedicado a fustigar a los políticos y desnudar sus caídas y defectos con altas dosis de humor negro (ácido, incluso), pero ahora pareciera caer rendido ante los encantos de uno de ellos, de quien como muestra palmaria de su conversión escribió que “si todos los pesimistas nos uniéramos alrededor de la propuesta y el nombre de Antanas, a lo mejor les damos una sorpresa a los políticos tradicionales”. Aquí el candidato del Partido Verde no pierde –para Vladdo- su condición de político, sólo que lo ve diferente a los “tradicionales”, y sería esa diferencia entre unos y otro la que le permite manifestar su apoyo a Mockus.
“¿Será que son amigos?”, se preguntaba –presa de la intriga- Yolanda. No conocemos la respuesta, pero se sabe de buena fuente que el caricaturista contó haber almorzado una tarde de éstas en casa de los Mockus Córdoba (en compañía además de las hijas, Laima y Dala), y que era tal el grado de confianza en que se hallaban que cuando pidió un vaso de leche fueron hasta la nevera y se la sirvieron de la bolsa, que había sido abierta no con instrumento cortante sino con los mismos dientes. Esto no resuelve la incertidumbre en torno a si son o no amigos, pero sí ubica la simpatía –mutua, como ha de colegirse- en un respetable plano personal.
Aquí la discusión de fondo gira en torno a si un periodista que hasta ahora se había distinguido por su independencia a toda prueba, no estará arriesgando su credibilidad o su pretendida imparcialidad, al expresar tan abierto apoyo a un candidato. En este contexto, si nos diera por parodiar a Mockus, diríamos que “la independencia es sagrada”. De todos modos, para salir de dudas le planteamos la inquietud al propio Vladdo, quien respondió que como ciudadano está ejerciendo su derecho a votar por alguien (“antes votaba en blanco”), por lo que se trata de “una decisión personal, muy mía”. Dijo además que “en mi trabajo no trato de parecer objetivo ni equilibrado”, y que se siente tranquilo porque “no le estoy pidiendo chanfa a Mockus”, y remató con que en últimas “si el tipo mete la pata, se la cobro”, no sin antes aclarar que “Antanas no me haría reclamos por ninguna caricatura”.
Sea como fuere, la inquietud ha cundido incluso hasta las páginas de Un Pasquín (el periódico de Vladdo), donde la columnista Olgahelena Fernández se preguntaba si ese mensuario “¿es de oposición a todo y a todos? ¿No importa quién gobierne? ¿No importa si lo está haciendo bien?” Ella misma responde diciendo que “si gana Mockus, pues nos dedicamos a criticar los mimos y los girasoles… y lo de los mimos no lo haría por amargada, a esos sí los detesto realmente”. (Edición 53, abril de 2010). Sana preocupación, pues es sabido que Un Pasquín nació, creció y se reprodujo como una publicación nítidamente contestataria al régimen de Álvaro Uribe, de modo que un triunfo eventual de Antanas Mockus los dejaría con “sustracción de materia”. Así las cosas, mientras no reventara algún escándalo mockusiano, les tocaría dedicarse a hacer frío y escueto análisis político.
Ahora bien, así como hoy Vladdo le brinda su apoyo desinteresado al proyecto Verde, ¿no se podría acaso contemplar la posibilidad de que, siendo consecuentes con dicho apoyo, Un Pasquín decidiera seguir apoyando abiertamente al gobierno de Antanas y –en contraprestación o no- en sus páginas tuviera cabida la publicidad oficial, en lo que serían transacciones perfectamente legales, incluso ‘meritocráticas’? O, es más, ¿qué pasaría si al presidente Mockus se le ocurriera ofrecerle el Ministerio de Comunicaciones a Vladdo, y no a modo de retribución sino porque sencillamente se le dio la gana, o porque le pareció que era la persona más indicada para ese cargo?
Estos son –diríase entonces, sin más rodeos- los riesgos a los que se expone un reconocido periodista independiente cuando resuelve participar activamente en política.
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