En desarrollo de la política
suele presentarse un fenómeno que Federico Nietzsche definía como el eterno
retorno, consistente en que todos los acontecimientos del mundo, todas las
situaciones pasadas, presentes y futuras se repiten eternamente. Según el
filósofo, se requiere la grandeza de espíritu del Superhombre (Übermensch)
para aceptarlo, porque ha alcanzado un estado de madurez espiritual superior al
del hombre común.
Superhombres hemos sido entonces los
colombianos de los últimos cincuenta o cien años de vida republicana, porque
permanecemos atados por el cuello a la noria de un eterno retorno consistente
en que cada cuatro años todo cambia… para que todo siga igual.
Otro filósofo alemán, también
Federico pero de apellido Hegel, decía que “todo sistema engendra la semilla de
su propia destrucción”. Lo vivimos en carne propia hace más de veinte años,
cuando la violencia guerrerista de las Farc que se enseñoreó sobre el país
engendró en Álvaro Uribe la semilla de su propia destrucción, hasta el punto de
obligarlos a sentarse a negociar con Juan Manuel Santos. Lo cierto es que hoy
están diezmados, en parte por sus errores políticos tras la firma del acuerdo
de paz, en parte por la eliminación sistemática o genocida de sus
excombatientes, tarea a cargo de las fuerzas oscuras que en remplazo de las
Farc a su vez se han enseñoreado sobre Colombia.
Veinte años después de haber
soportado la soberbia autoritaria del sátrapa, el país se hastía de sus
crímenes de variada laya, de sus abusos y sus desmanes. Surge entonces la
semilla que podría destruirlo, encarnada en un Gustavo Petro que a la cabeza
del Pacto Histórico parecería que ya no tiene pierde.
Y es aquí cuando el espectador
desprevenido -y el prevenido también- se pregunta si será que ahora sí, por fin,
se logrará la transformación que requiere el país, y si será que Petro logra
los acercamientos y consensos necesarios con sus contrarios para asegurar
gobernabilidad.
Mejor dicho, aún no es hora de
cantar victoria, porque la preocupación se centra en que el desmadre que comenzó
el 7 de agosto de 2018 podría repetirse en dosis aún más devastadoras a partir
del 7 de agosto del año en curso.
Hace cuatro años asumía el mando
de la nación un lacayo de Álvaro Uribe al que con justa razón le colgaron el rótulo
de subpresidente, por ser el primer presidente de Colombia con jefe. Este sumió
al país en el averno de la corrupción y la criminalidad, y cuatro años después
podríamos seguir comiendo de la misma caquita si Federico Gutiérrez (el mismo
que dice “vos dijistes”) pasa a la segunda vuelta y no se logra que los astros
se alineen en función de sembrar la semilla que permita la germinación de un cambio
verdadero.
Tarea nada fácil, sobre todo tras
constatar que Sergio Fajardo vuelve a jugar el mismo papel tóxico de cuatro
años atrás, cuando en lugar de cerrar filas al lado de Gustavo Petro para
impedir el regreso de la bestia herida se fue a ver ballenas y anunció su voto
en blanco. Esto se tradujo en que le abrió las compuertas del poder al mismo candidato
al que acababan de enseñarle a cabecear un balón y le habían teñido el pelo
para inyectarle experiencia artificial, Iván Duque Márquez.
Hoy Fajardo hace lo mismo, aunque
ahora en versión remasterizada. Con la pichurria de votos que obtuvo y con las
fuerzas de centro que lo acompañan, ya ni siquiera debe esperar a la primera
vuelta para atravesarse de nuevo como vaca muerta en la ruta del Pacto
Histórico, impedir su triunfo definitivo el 27 de mayo y permitir que el
candidato del uribismo pase a competir con Petro en la jornada del 19 de junio.
En cuyo caso, Dios nos coja confesados.
El ambiente se torna aún más tétrico
cuando uno descubre que hay personas de centro, incluso amigos y amigas mías
(menores y mayoras), portadores de un sentimiento de desprecio tan profundo hacia
Petro que, pese a ser conscientes de que los votos por Fajardo jugarán a favor
de que Gutiérrez pase a segunda vuelta, no les importa. Lo que sea, con tal de
que no gane Petro.
En un trino reciente Fajardo
mostraba fotos de una reunión con sus coequiperos (Juan Fernando Cristo,
Angélica Lozano, Juan Manuel Galán, Mabel Lara, Jorge Robledo entre otros),
donde decía: “Definiendo con este equipazo los últimos detalles para iniciar la
remontada con la que ganaremos la presidencia. Juntos vamos a liderar la
transformación que Colombia necesita”. (Ver trino).
A lo cual, el suscrito le
respondía: “Mientras más alta sea la "remontada", mayor la cantidad
de votos que le sumarán a la posibilidad de que Petro no gane en primera vuelta
y deba enfrentar a Gutiérrez en la segunda. Si pretenden que van a pasar
ustedes a la segunda, además de ilusos, son irresponsables con el país”. (Ver trino).
He ahí el quid, busilis, meollo o
intríngulis del asunto: pretender “remontar” la descomunal diferencia de votos que
hay entre Gutiérrez y Fajardo constituye burda utopía, comenzando tan solo porque
Francia Márquez solita puso más votos que Fajardo. Se trata por tanto de una
quimera altamente dañina, rayana en la más soberana irresponsabilidad con el
futuro de Colombia.
Es por ello que a esta altura del
partido, a la gente medianamente sensata, inteligente o cuerda de este país se
le altera la paciencia, la templanza, la resiliencia y hasta los jugos
gástricos, porque nadie con tres dedos de frente entiende cómo es posible que Sergio
Fajardo continúe impasible en su tarea de acomodar de nuevo nuestros asientos
para la siguiente vuelta de la espiral que habrá de mantenernos, una vez más,
atados a la estúpida noria del eterno retorno uribista.
Como dije en mi columna
de la semana pasada, si Gutiérrez pasa a la segunda vuelta, apague y
vámonos.
Post Scriptum: Votaré por el
candidato del Pacto Histórico en la primera vuelta, esperando que no haga falta
una segunda. Ahora bien, para que esto sea posible conviene que Petro morigere los
ánimos caldeados con sus rivales de centro y derecha, que abrace en lugar de
retar, que convoque en lugar de distanciar, que sume en lugar de restar, y que sobre
los escombros que deja el acólito del sátrapa proyecte un mensaje de optimismo
o confianza en el futuro venidero. Algo así como un ¡Colombia, la
alegría ya viene!
De otro lado, al cierre de esta
columna nos informan desde la campaña del Centro Democrático que ya hay video de
Federico Gutiérrez haciendo la 21 con un balón, y en consecuencia
permanecen atentos a un eventual repunte en las encuestas. Noticia en
desarrollo.
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