Tomado de El Espectador
Persecución según Wikipedia es “el
conjunto de acciones represivas o maltrato realizadas por un individuo o por un
grupo específico sobre otro grupo o sobre un individuo, del cual se diferencia
por la manera de pensar o por características físicas, religiosas, culturales,
políticas, étnicas u otras”.
La definición se aplica al
dedillo al gobierno de Iván Duque, y los ejemplos abundan. En lo étnico o
racial, el precedente salta a la vista: la senadora Paloma Valencia propuso al
comienzo de este gobierno miserable dividir al Cauca en dos, uno para los
mestizos que como ella creen pertenecer a una raza superior, otro para los
indígenas y negritudes que desprecia como si fueran seres inferiores, “para que
hagan sus paros, sus manifestaciones y sus invasiones”. (Ver
noticia).
Pero ya ni eso pueden hacer los
indígenas del Cauca, porque nunca antes como en este gobierno habían sido
sometidos a una persecución tan implacable, con masacres casi diarias y el asesinato
selectivo de sus líderes. Hoy el Cauca es el departamento más azotado por una
violencia en parte desatada por facciones entre bandos ilegales, en parte por
fuerzas oscuras. ¿Simple coincidencia, doña Paloma?
En la Fiscalía General también tomaron
con honores el curso los artífices de diversas modalidades de persecución. Por
ejemplo, contra los policías Fabián Tocarruncho y Miguel Velásquez que en
cumplimiento de su deber grabaron las conversaciones telefónicas que sostuvo
José el ‘Ñeñe’ Hernández con miembros del Centro Democrático -y otros- para coordinar
“por debajo de la mesa” la compra de votos. La Fiscalía les dictó orden de
detención y, según el abogado Miguel Ángel del Río, quien asumió su defensa, “el
proceso contra ellos tiene un propósito político, el de desprestigiar el
trabajo riguroso que se hizo y contaminar la prueba original del Ñeñe en cuanto
a su participación en la campaña electoral del Presidente”. (Ver entrevista
al abogado).
En la modalidad de persecución
política brilla con luz propia la Procuraduría General, también en forma
selectiva. Por un lado, la hoy procuradora y ayer ministra de Justicia del
gobierno actual, Margarita Cabello, adelanta 154 acciones disciplinarias por
hechos relacionados con las jornadas de protesta. En esas cuentas aparecen tres
congresistas (dos senadores y una representante a la Cámara), el gobernador del
Magdalena Carlos Caicedo y varios alcaldes -entre ellos Rafael Martínez, exalcalde
de Santa Marta-, concejales de varias zonas del país y diferentes candidatos,
como Miguel Samper de Alianza Verde al Senado, con un elemento en común: en
inmensa mayoría son contrarios al gobierno.
En el caso de Samper Strouss,
quien fue el director de la Agencia Nacional de Tierras (ANT) hasta 2018, le
abrieron pliego de cargos por supuestas irregularidades que se habrían cometido…
en 2019. Un año después de su salida. ¿Y quién le formuló el pliego de cargos?
Ricardo Mosquera Robín, excoordinador político de la campaña presidencial de
Alejandro Ordóñez. (Ver
noticia).
En referencia a las jornadas de
protesta, para la Historia Nacional de la Infamia debe quedar que el trato que
han recibido los miles de jóvenes que salieron a las calles a protestar no solo
ha sido criminal (muertes, desapariciones, desmembramientos, violaciones,
pérdida de ojos), sino también de persecución jurídica por parte del Estado que
debía protegerlos: muchos de sus líderes de Primera Línea han sido arrestados
bajo la acusación de terrorismo y daño en propiedad ajena.
Hay además personas sobre las
cuales parece haberse desatado una persecución que ya adquiere categoría de
saña o sevicia, como es el caso de Piedad Córdoba. Leí el libro del periodista
Gerardo Reyes sobre Alex Saab, donde habla de su cercanía con el
“testaferro” de Nicolás Maduro, frente a lo cual dará su testimonio y hará ante
la Corte Suprema de Justicia los descargos del caso.
Ahora bien, me niego a creer que su
hermano Álvaro esté vinculado a negocios de narcotráfico en asocio con las
disidencias de las Farc que comanda alias ‘Gentil Duarte’, como supuesto coordinador
logístico para el abastecimiento de drogas. (Ver
noticia). Tiene razón Piedad cuando pregunta “¿Por qué si mi hermano fue
capturado desde el día de ayer se le mantuvo retenido y aislado hasta el día de
hoy, por qué se guardó secreto sobre su retención?”. (Ver trino).
De otro lado, la directora de Noticias Uno, Cecilia Orozco, pone el dedo en la
llaga con este trino: “Qué miedo una @FiscaliaCol al servicio de la política
electoral y de las venganzas si llegare a comprobarse que recibe, de buen
grado, confesiones falsas contra quienes la atacan y que tramita extradiciones
de ciudadanos de oposición. Que nos muestre sus soportes judiciales”. (Ver trino).
Si ha habido en Colombia una
mujer sometida a la más feroz persecución por parte del inquisidor Alejandro
Ordóñez, del sátrapa Álvaro Uribe y de la derecha en general, es Piedad
Córdoba.
En relación con su hermano Álvaro,
produce estupor saber que el Departamento de Estado no está obligado a
presentarle pruebas a la Corte Suprema de Colombia para que autorice la
extradición del indiciado, ni esta las habrá de requerir, en sujeción al
tratado vigente entre ambos países. Según el general Jorge Luis Vargas, director
de la Policía, “es una orden de captura proveniente de un juez de Estados
Unidos, el proceso judicial está en otro país, lo que hacemos las autoridades
colombianas es ubicar, capturar y poner a disposición para que confronten el
proceso en EE. UU.”.
Aquí entre nos, es perfectamente
previsible que desde la Fiscalía -hoy al servicio del uribismo- hayan salido
las “pruebas” o el montaje que tiene a Álvaro Córdoba viviendo un drama familiar
tan delicado, a mi modo de ver injusto, pues parece inscribirse dentro del
poderoso aparataje de persecución que ha montado este régimen neofascista contra
todo lo que le huele a oposición.
Conozco a Álvaro Córdoba Ruiz. En
respuesta a un mensaje de Whatsapp que como periodista le envié el domingo 6 de
febrero para indagar sobre su situación, sorpresivamente contestó y contó en un
audio que “estoy tranquilo, porque no tengo ninguna vinculación con
narcotráfico ni con nada de lo que me quieren sindicar. Me toca esperar a que
el proceso se desarrolle en la corte de Nueva York para desmontar toda la
mierda que han montado a punta de conversaciones de celular. Lo que buscan es
ver cómo vinculan a Piedad con problemas de narcotráfico, para hacerle daño a
ella y a la lista del Pacto Histórico”.
Le creo.
Post Scriptum: ¿Cualquier
parecido con el montaje
que urdió la Fiscalía de Néstor Humberto Martínez contra alias ‘Jesús
Santrich’ en asocio con la DEA -y que lo empujó a regresar al monte- será pura
coincidencia? Amanecerá y veremos, como dijo el ciego.
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