Tomado de El Espectador
Es impresionante la cantidad de
personas que en el segundo año de este gobierno delirante han muerto
contagiadas por el coronavirus. En orden de importancia política y en llamativa
paradoja, la lista la encabeza el exministro de Defensa Carlos Holmes Trujillo,
quien pese a estar en apariencia blindado por ser el encargado de “defender” a
los colombianos, murió en ejercicio de sus funciones, en demostración sintomática
de la ineptitud de este gobierno en temas de salud.
En el caso que me ocupa, exceden
los dedos de una mano las personas cercanas que se llevó el covid. Pero me
ocuparé en especial de dos, porque fueron amigos a los que quise mucho, pese a
estar en bandos políticamente opuestos: Julio César Duarte Pinilla, conservador
uribista, católico fervoroso; y Héctor Moreno Galvis, liberal de izquierda,
ateo por convicción.
Una coincidencia une a estos dos
amigos idos: supe de su existencia mientras me dedicaba a crear un medio de comunicación,
en el primer caso impreso y en el segundo digital.
A “don Julito” -como yo le decía-
lo conocí hace unos doce años cuando decidí abandonar a Bogotá para asentarme
en Girón y se me ocurrió crear un periódico
llamado El Gironés. Lo contacté para que en su condición de publicista (de
la Tadeo Lozano de Bogotá) me ayudara con el diseño. Y no solo nos asociamos en
torno a ese medio, sino que terminamos de grandes amigos.
Amistad que me sirvió para
entablar relaciones con la sociedad y las autoridades de Girón, a las que Julio
era cercano, y a él le sirvió para que lo nombraran secretario de Cultura en la
alcaldía del ‘Loco’ Luis Alberto Quintero, pese a que nunca congenié con esa
administración. Cuando lo nombraron, él dejó de ser mi socio -ética obliga-,
pero seguimos siendo amigos. Años después le dediqué una columna para Semana
que titulé Mi
mejor amigo es uribista. La escribí en gesto de gratitud, porque por
esos días me perseguían ciertas alimañas y él me brindó refugio en su hogar.
Recuerdo por cierto que su querida madre acababa de fallecer, y el sitio que
por esos días yo ocupaba para dormir era la habitación que ella acababa de
abandonar.
Con ‘Julio-Pinilla’ -como le
decían en Girón- ocurrió que viniendo hace tres meses de Piedecuesta tuvo un aparatoso
accidente vial y fue llevado a la Clínica Chicamocha, donde en los exámenes que
le hicieron se descubrió que tenía covid, enfermedad de la que al parecer era
asintomático. Los médicos no le dieron importancia a una gran dificultad que
tenía para respirar, creyeron que era por el virus. Pero era porque tenía un
pulmón perforado a causa del accidente, y le descuidaron una hemorragia
interna. Y lo demás ya es historia, murió sin siquiera haber cumplido 40 años.
A Héctor Moreno Galvis lo conocí en
Bucaramanga hace unos tres años. Sabía que era un político liberal, exalcalde
de Bucaramanga, quien comenzó su carrera política en el Frente Liberal de
Izquierda (FILA) de Horacio Serpa. Me lo presentó un amigo de él que había sido
veedor del Partido Liberal en Santander. Héctor quería conversar conmigo, era
lector de mis columnas desde que yo escribía para Semana.
El día que lo conocí fui a su
oficina, en compañía del citado amigo. Al abrir la puerta, llamó mi atención
que escuchaba a Silvio Rodríguez: “mi unicornio azul ayer se me perdió”.
En ese encuentro hablamos de todo, menos de política: la Nueva Trova cubana,
Silvio y Pablo, la poesía española, el franquismo asesino. Coincidimos en ser
conocedores -y recitadores- de Antonio Machado, de García Lorca, de Miguel
Hernández.
En asuntos de política, ambos
liberales progresistas, bastante más a la izquierda que afines al tibio centro.
Producto de nuestras charlas, un día le conté que quería sacar adelante un
proyecto de integración regional mediante una página web que se llamaría Orgullosantandereano.com, y le
pregunté si estaría dispuesto a apoyarlo. Él me contestó con un no rotundo. Me
dijo que estaría dispuesto a apoyarme, sí, pero no con un proyecto regional
sino nacional. Y le cogí la cuerda, por supuesto: es mejor llegar a millones de
personas que a cien mil.
Con base en su oferta, con un
grupo de periodistas nos dimos a la tarea de confeccionar un medio digital
independiente. Cuando le presentamos a Héctor el presupuesto de gastos, lo
aprobó sin chistar. Gracias a su patrocinio financiero, ElUnicornio.co pudo ser lanzado el
domingo 6 de octubre de 2019 con una entrevista exclusiva que el expresidente
Juan Manuel Santos nos concedió en Bucaramanga, donde lo primero que le
pregunté fue “qué piensa del regreso a las armas de tres excomandantes de
las Farc, qué implicaciones puede tener a mediano plazo”. (Ver
entrevista).
¿Qué pidió Héctor Moreno a cambio
de su apoyo? Buena pregunta. Si ustedes buscan en ElUnicornio.co
encontrarán que de él hay solo dos artículos: uno donde se dirigió al
comisionado de paz para decirle que “Es
hora de la paz con el ELN, doctor Ceballos”, y otro donde presentó una “Propuesta
para convertir a Santurbán en Parque Nacional”. Nunca se metió con el
contenido ni con nuestra línea editorial, ni nos dijo qué debíamos publicar o
qué no.
A Héctor -con setenta años
encima, obeso e hipertenso- lo agarró el virus del covid en Bogotá y permaneció
tres meses conectado a un respirador, bocabajo. Cuando por fin logró salir del trance
que lo tuvo en el callejón de la muerte, le hicimos una entrevista para El
Unicornio, donde contó que un día el cuerpo médico llamó
a su esposa para decirle que debían desconectarlo y que se acercara a
despedirse. Ella les dijo, sin asomo de duda: “nadie puede disponer de la vida
de otra persona, la última palabra la tiene Dios”. Así que siguió conectado, y
dos días después presentó una asombrosa recuperación que lo regresó a la vida,
y un periodista de La Parrilla tituló diciendo que Héctor Moreno había
dejado de ser ateo. (Ver
entrevista).
La última vez que vi a Héctor fue
dos días antes de su muerte repentina, el martes 9 de febrero -día del
Periodista para más señas- en su oficina de Bucaramanga, ciudad a la que regresó
por recomendación médica. Hoy solo puedo decir que conocí a un hombre que con
el paso de los días se convirtió en amigo entrañable, con el que tuve animadas
charlas y llegué a querer como un ser humano invaluable, y al que le dedico esta
estrofa de Miguel Hernández:
“No
hay extensión más grande que mi herida,
lloro
mi desventura y sus conjuntos
y
siento más tu muerte que mi vida”.
Post Scriptum: Durante el funeral de Héctor una hija suya citó otro verso del mismo poeta andaluz, que ella le escuchó en algún brindis:
“Varios tragos es la vida / y un solo
trago es la muerte”.
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