Tomado de El Espectador
Comencemos por decir que la
fórmula Gustavo Petro – Ángela Robledo de hace tres años habría sido el
“matrimonio ideal” para gobernar a Colombia. En este contexto la renuncia
definitiva de Ángela María Robledo a Colombia Humana podría verse como algo
negativo, pues profundiza la división de la centro-izquierda. Pero podría tener
su lado positivo.
Ángela renuncia porque cree que
no dispone de espacio para su legítimo anhelo de aspirar a la Presidencia y,
aunque no sale dando un portazo, sí hace todo el ruido mediático del mundo con
su versión según la cual el feminismo o “las mujeres” no tienen cabida en el
movimiento que preside Gustavo Petro. Todo ese ruido le sirvió para
posicionarse, ahí hizo bien la tarea, así muchos fans de Petro hubieran hecho
el respectivo ruido para tildarla de “traidora”.
Donde sí cree disponer de espacio
Ángela, es en el ámbito conocido como “centro”, al que confluyen todos los que
no son Petro ni uribismo: Sergio Fajardo, Humberto de la Calle, Juan Fernando
Cristo, Jorge Robledo, Roy Barreras, Iván Marulanda, Camilo Romero, Juan Manuel
Galán, Carlos Andrés Amaya… y faltan datos de otros municipios. Cada uno de
ellos en el fondo de su vanidoso corazón cree que puede dar la sorpresa y
quedarse con el premio mayor.
En medio de tan variopinto
repertorio, no creo caer en error si afirmo que las personas que hoy más
brillan con luz propia son Fajardo y Ángela. En ese orden. A mediano plazo hay
un asunto que ambos todavía no han resuelto, y es si se van a meter a Alianza
Verde para buscar la candidatura por ahí. Mi humilde punto de vista es que a
Ángela no le conviene meterse, pero a Fajardo sí.
En el caso de Fajardo, forma
parte de su sempiterna tibieza que todavía no lo haya hecho. Pero debió hacerlo
desde tiempo atrás, pues él viene a ser algo así como el líder natural de los
verdes (¿si no es Fajardo, quién?), además con un caudal de votos considerable,
tanto así que estuvo cerca de desbancar a Petro.
Hoy Fajardo se sigue cuidando -o
descuidando, vaya uno a saber- al no resolver si se incorpora a Alianza Verde o
se queda con su Compromiso Ciudadano, y ese espacio de lo dubitativo comienza a
ser llenado por figuras como un experimentado Humberto de la Calle, un sagaz
Roy Barreras o una amorosa Ángela Robledo.
A Fajardo le conviene meterse antes
de que otros acaben de llenar el espacio que él no ha querido ocupar, y a
Ángela le conviene no meterse porque si se mete ahí, quizá se la tragan viva y
se acaba su proyecto. Pero los verdes la necesitan: es mujer y la
representación femenina suma simpatías electorales, y esto acrecienta el
balance de P&G del partido a la hora de la reposición económica de los
votos, llámese consulta o escrutinio electoral.
El problema de no meterse reside
en que Ángela anda huérfana de partido. Así que, si quisiera mantener su
aspiración como independiente, le tocaría mediante firmas o buscando el aval de
otro partido.
Ahora bien, ¿qué tal si decidiera
dar la pelea dentro de Alianza Verde, y con el tiempo del que dispone se
dedicara a armar una atractiva campaña que captara sobre todo el voto femenino,
y diera la gran sorpresa o batatazo en la consulta de marzo?
Estoy pensando con el deseo, por
supuesto, porque basta mirar las respectivas cuentas de Twitter de Fajardo y Ángela
para constatar que algo va de los 500 mil seguidores de ésta al millón y medio de
aquél, y eso cuenta a la hora de las urnas.
Pero soy un convencido de que el
poder de convicción de las palabras (o de las letras, en mi caso) puede servir para
ayudar a cambiar el mundo y, apuntando a esta meta altruista, nada sería más
saludable para nuestra aporreada democracia que el retiro de la opción
presidencial de Fajardo.
Y esto solo requiere de pedagogía
política: convencer al mayor número posible de colombianos que lo más
conveniente para el triunfo de una amplia coalición -una que deje las puertas abiertas
para construir un nuevo país con la ayuda de Petro- es sacando de la baraja antes
de la primera vuelta al que se fue a ver ballenas.
Es más, si se presentara la
eventualidad de que Ángela Robledo decidiera meterse a Alianza Verde, me
tentaría la idea de afiliarme a ese partido para adelantar desde adentro un
trabajo político que contribuyera a tan noble causa: “neutralizar” al tóxico
Fajardo, para decirlo en términos obdulianos.
Y aquí no faltará quien revire:
cómo así, ¿este no es el mismo que días atrás proponía como fórmula imbatible
la unión
de Petro y De la Calle, o sea de la izquierda y el liberalismo?
El mismo, sí. Y me sostengo. Pero
dije arriba que tengo mi corazón dividido entre Ángela y Petro, porque abrigo
la certeza de que si en la primera vuelta fueran los candidatos que
representaran la oposición al uribismo gobernante, nuevos y refrescantes
vientos soplarían para Colombia.
Baste citar tan solo una frase de
la amable carta de renuncia que Ángela le presentó a Petro, para entender que
tan promisorio panorama quizás -con la voluntad de muchos- sí es posible: “A lo
largo de este camino estoy segura de que podremos retomar el diálogo respetuoso
que hemos sostenido, y confío que nos permitirá tomar las mejores decisiones
que las circunstancias aconsejen para el bien de este país que tanto amamos”.
DE REMATE: ¿Hay coincidencia
ideológica entre quienes creen que los que quieran protestar deben irse al Protestódromo
-donde nadie los vea- y los que andan matando jóvenes y líderes sociales, sembrando
terror indiscriminado para que a la gente le asuste pensar por cuenta propia,
como si fuera el accionar de una pavorosa máquina dedicada a sembrar terrorismo
desde el Estado? Solo pregunto.
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