Cuando Jaime Garzón fue asesinado en 1999, a sus 39 años, el caricaturista Julio César González (Matador) estudiaba Publicidad en una universidad de Pereira y no llegaba a los 30. Aunque ninguno de los dos tiene título de periodista -Jaime era abogado-, a los dos los une su fuerte humor político, dentro de un propósito compartido: ser la piedra en el zapato de los dueños del poder.
Matador en una
entrevista con la revista Bocas aseguró que “la tragedia de este país es
que la gente es muy tonta, por falta de educación y porque se deja comprar”. Y
Jaime decía, en sus conferencias con universitarios: “todavía les hacemos la
venia a los que manejan el poder, sin asumir que el Estado es nuestro”.
¿Quién no
recuerda a Garzón en Quack o en Zoociedad, cuando imitaba a la
perfección a las figuras más reconocidas y polémicas del ámbito nacional? Sus severas
actuaciones, además de hacer reír, lograban el mismo efecto que producía cada
nueva intervención del expresidente Alfonso López Michelsen desde sus aposentos:
ponía a pensar a los colombianos.
Eso mismo -poner
a pensar- hacen personas como Matador con sus “mamarrachos”, sumado a que hoy
asume una posición de liderazgo ante la opinión pública con sus lúcidos
planteamientos en El Debate de Semana TV, todos los días de lunes
a viernes. Desde esa tribuna diaria de opinión está convirtiendo en uno de los
principales “influenciadores” del país, en su condición de contraposición al
poder político imperante.
En
consideración a lo anterior, si me pidieran una definición que cobijara por
igual a Jaime Garzón y Matador, diría que son dos “humoristas y líderes
sociales”.
Jaime satirizó duramente
a políticos como Ernesto Samper, pero igual lo hizo con Andrés Pastrana, al que
le recordaba el fracaso de sus obras como alcalde de Bogotá. Incluso alcanzó a alertar
sobre Álvaro Uribe cuando era gobernador de Antioquia, cinco años antes de que
fuera presidente, pero el
país lo tomó a chiste.
Uribe llegó el
2002 al poder y, como si Garzón le hubiera pasado el relevo a Matador, este
comenzó a “darle palo” a su gestión como presidente, primero en el periódico La
Tarde de su natal Pereira y desde 2003 en El Tiempo, donde su
trabajo empezó a ser reconocido.
Lo cierto es
que Matador estuvo punzantemente crítico de la gestión de Uribe durante sus dos
períodos presidenciales, y luego cuando fue elegido como senador: “Yo no me
inventé a Uribe, él se inventó solo”.
También estuvo
dibujando durante ocho años a Juan Manuel Santos, a quién apoyó en su proceso
de paz, pero fue muy crítico en otros aspectos de su gobierno. Con Duque ha
sido implacable, a tal punto que quizás sea el culpable de que a nuestro
mandatario se le relacione con un cerdo (marrano o porcino, quiero decir).
El problema es
cuando la piedra en el zapato les saca la piedra a los dueños del poder, y
comienzan entonces por las amenazas, recibidas tanto en la figura de Jaime
Garzón en su momento, como en la de Matador. En 2018 seguidores uribistas y del
Centro Democrático lanzaron serias intimidaciones al caricaturista, verbi
gratia Francisco Javier Andica y Ariel Ortega Martínez, ambos militantes de
ese partido. A este último el caricaturista lo denunció y se libró contra él
orden de captura, y luego quiso reunirse con su demandante para evadir la pena,
pero Matador se negó a recibirlo. (Ver
noticia).
Lo cierto es
que desde su escalafón de líder social -ganado a pulso- intenta ponerse en el
lugar de los que no tienen los medios para criticar los estamentos del poder,
“para trasgredir el culto a la personalidad y burlarse de esos tipos allá
arriba, así les importe un culo”.
Garzón, quien
trataba de hacer lo mismo, no entendía esa doble moral del colombiano: “este
país se escandaliza porque uno dice hijueputa en televisión, pero no se
escandaliza cuando hay niños limpiando vidrios y pidiendo limosnas. Eso no les
molesta, eso es folklore”.
La única
respuesta posible, es el poder del humor: Garzón sabía que más allá de la risa
producida por sus comentarios sarcásticos, algo debía quedar. Para Matador “el
poder no puede con el humor. ¿Cómo lucha usted contra una caricatura? Matando
al caricaturista o amenazándolo. Es una forma de odio, de censura”. Son
palabras tomadas de una participación suya en la Feria del Libro de Bucaramanga
(ULibro) en 2018, lo mismo que estas: “¿Ustedes se imaginan si el día que a
Jaime Garzón lo mataron, hubiera tenido una camioneta blindada? Nos hubiésemos
ahorrado la tristeza de perder a un tipo tan talentoso”. (Ver
noticia).
No me atrevo a
creer que Matador le vaya a pasar lo mismo, pues son tiempos diferentes: mientras
en el caso de Garzón el paramilitarismo fue instrumentalizado por fuerzas
siniestras para eliminar a los que no eran de su agrado, en las circunstancias
actuales cualquier acción contra Matador se volteará de nuevo contra quienes pretendan
actuar contra él.
Sea como fuere,
nunca se puede descartar que aparezca algún loquito por ahí que quiera hacerle
el favor a su patrón de sacarlo del camino…
De esos
loquitos sí hay que cuidarse, y es por eso que el mismo riesgo lo siguen
-seguimos- corriendo todos los que se atreven a enfrentar hoy a la Bestia
herida, sedienta de sangre y de venganza.
DE REMATE: En referencia al asesinato de Jaime Garzón, con esto les digo todo: José Miguel Narváez, condenado como gestor de ese crimen, fue nombrado por Marta Lucía Ramírez a pedido de Álvaro Uribe como asesor de Inteligencia del Ejército y “no actuaba como rueda suelta sino como vaso comunicante entre las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) y parte de la plana mayor del Ejército Nacional de esa época”. (Ver noticia).
REMATE 2: El descarado “préstamo” de un billón y
pico de pesos para Avianca demuestra que estamos ante un gobierno de corruptos
que les gusta jugar rudo, bajo sus propias leyes, como si fueran mafiosos. En
palabras de Félix
de Bedout, "saben que pueden hacer lo que les dé la gana, sin tener
que dar explicaciones ni responder ante nada, ni nadie". Es su modus
operandi.
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