Primero fue El
Espectador, que en conmovedora edición titulada No los olvidemos dedicó el 14 de junio su portada y tres
páginas adicionales a publicar una lista aterradora: los nombres de las 442
personas que lideraban procesos comunitarios o defendían los derechos humanos y
fueron asesinadas por fuerzas oscuras después del 24 de noviembre de 2016. (Ver edición).
Allí se leía: “No hay
futuro mientras estos casos sigan en la impunidad, mientras sus muertes sean al
mismo tiempo una advertencia para todos aquellos que les siguen los pasos. Una
Colombia sin líderes sociales no puede existir. Basta ya, en serio, basta ya”.
(Ver lista completa).
Este domingo 21 los tres
Danieles aportaron su grano de arena -sin techo- a tan noble causa, dedicando cada
uno su columna a diferentes líderes asesinados. (Ver columnas). El mismo día se conoció en Cuartodehora.com un
artículo firmado por Gustavo Petro, pero fácilmente atribuible al ex libretista
Gustavo Bolívar, al menos como editor, porque su redacción es impecable. En
todo caso, aparece como obra de “Los Gustavos”, en alusión irónica a los
Danieles. El artículo se titula La pandemia ha desnudado el Poder y se
deja consultar aquí.
Podría pensarse que lo de
los tres Danieles y los dos Gustavos son temas diferentes, pero la columna citada
da para pensar que los cinco miran para el mismo lado. La tesis central de los
Gustavos es que una mafia paramilitar se apoderó de la conducción del Estado. De
entrada el planteamiento luce delirante, pero el sentido común advierte que solo
el accionar sistemático de una organización oscura con mando centralizado explicaría
que ocurran tantas muertes de líderes sociales y reclamantes de tierras, en
racha genocida, y reine la más campante impunidad.
La susodicha columna hace
un recuento desde los años en que la influencia de la mafia sobre el Estado lo
ejercía el cartel de Cali y “no se investigaban los lazos políticos del
cartel de Pablo Escobar y los Ochoa” (parientes de Uribe, para más señas).
Es cierto que el cartel de Escobar se transformó en fuerza armada, y
esa mafia terminó convertida en un ejército, y los primeros cursos de
entrenamiento militar en el Magdalena Medio fueron financiados por Álvaro Uribe
y los dictó el mercenario israelí Yair Klein, si hemos de creerle a un video
publicado por La Silla Vacía donde a Klein se le escucha decir claramente:
“Él no me pagó a mí (Uribe), yo no le vi en mi vida. Él le pagó a la
organización y ellos me pagaron a mí”. (Ver
artículo).
También es cierto que ese
ejército paramilitar de origen mafioso quiso arrodillar al Estado o
suplantarlo por una patria refundada por paramilitares. Y según el artículo de Petro (o de Bolívar) “Duque
es el heredero de esa realidad. De la mano de su mentor mantiene las clavijas
de ese poder mafioso: la compra de votos con el narco dinero, la violencia
generalizada, la destrucción de la paz y de la organización comunitaria
mediante la muerte de sus líderes locales”.
Este último punto es nodal,
porque es aquí donde convergen los Danieles y los Gustavos, tanto en la
denuncia del exterminio como en la solidaridad y consecuente defensa de los
líderes sociales. Y es a partir de esta coincidencia que se debe buscar una
mayor convergencia, no solamente entre los Danieles y los Gustavos sino entre
todas las fuerzas conscientes de que, como dijo Humberto de la Calle en
entrevista para El Unicornio, “hay fuerzas muy oscuras, hay una mano
negra actuando en función de poner en riesgo todo lo que se consiguió en La
Habana”. (Ver entrevista).
Ya hubo un primer
acercamiento de los Danieles (Coronell y Samper Ospina) con Gustavo Petro,
cuando este fue invitado a conversar con ellos el 31 de mayo. Podría pensarse que la
invitación obedeció a que la apabullante realidad terminó por convencerlos del
error que cometieron cuando votaron en blanco, pero esto es interpretación
personal, y en últimas la mayor culpa recaería sobre el pusilánime Sergio Fajardo,
pues sus votos habrían podido evitar el regreso de la bestia pero de manera
irresponsable anunció su voto en blanco y se fue a ver ballenas al Pacífico.
En alguna columna anterior
dije que la derecha está tratando de crecer a Petro como elemento disociador, en
una esquina él y en la otra el resto de la centro-izquierda. Es la estrategia
del “divide y vencerás” que tan buenos réditos le ha arrojado a Álvaro Uribe, al
punto de haber puesto en la presidencia al inepto -pero obediente- Iván Duque.
Esto tiene que cambiar, y
el cambio pasa por reconocer que Petro se ciñe a la verdad en el demoledor artículo
aquí citado: el país está siendo gobernado desde la trastienda por una especie
de cúpula paramilitar, y desde que esa cúpula puso a Duque en el poder el
paramilitarismo resucitó y hoy actúa a sus anchas, sembrando violencia y terror
a diestra y siniestra.
A los líderes sociales no
los están matando las disidencias de las Farc ni el cartel de Sinaloa, es lo
que nos quieren hacer creer. A los líderes sociales los está matando este
gobierno y las Fuerzas Armadas parecen ser cómplices del exterminio, y si no es así que expliquen por qué el
mayor número de masacres y asesinatos se presenta en el Cauca, un departamento atestado
de bases militares.
¿Y por qué ahora -sin
cambiar de tema- nos quieren hacer creer que el que se reunía con Mancuso era
Petro y no Uribe? Porque están viendo que el enano se les creció más de lo que
esperaban, a la par que crece el desprestigio del gobierno, y en tal medida
necesitan sembrar confusión.
No podemos entonces seguir
sirviendo de idiotas útiles a las mismas fuerzas que necesitan preservar la
división de la centro-izquierda para mantenerse en el poder. El acercamiento entre
los Danieles y los Gustavos debería servir de lección para entender que se
trata de sumar -no de dividir ni de restar- en las tareas de resistencia que se
imponen para evitar que el monstruo siga creciendo y termine por devorarnos a
todos.
DE REMATE: Hablando de
lecciones, a Petro también le corresponde “empequeñecerse” en cuanto a tratar
de domeñar su soberbia, de aprender a trabajar en equipo y de otras cosas que
expliqué en columna titulada Petro debería reinventarse. Y sin cambiar de tema, no se debe
olvidar que de los dos Danieles Samper el papá votó por Petro y el hijo en
blanco. Ah, y no es al subpresidente Duque sino a su jefe a quien hay que
decirle “Basta ya, en serio, basta ya”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario