Señor fiscal general de la Nación:
No es por faltarle al
respeto si comienzo diciéndole que en lugar de Aníbal Gaviria es usted quien
debería estar preso, por cometer el atropello de librar orden de captura en
plena pandemia contra un gobernador de la República de tendencia política
contraria a la del presidente Duque, por un proceso que dormía el sueño de los
anaqueles hace quince años.
Lo sorprendente, lo
asombroso, lo aberrante es que el día anterior usted mismo había emitido una
circular donde decía que las medidas de aseguramiento privativas de la libertad
solo debían hacerse efectivas “cuando las circunstancias probatorias lleven a
concluir que es necesaria para evitar la obstrucción de la administración de
justicia, el procesado represente un peligro para la víctima o la comunidad, o
cuando resulte probable que el imputado no comparezca al proceso”. (Ver circular)
¿Antes de expedir la orden
de captura contra Aníbal Gaviria este representaba un peligro para la
comunidad, o era previsible que obstruyera el proceso o que no compareciera al mismo?
Se trata además de una
decisión temeraria e irresponsable, pues descabeza a un departamento de su
autoridad central cuando la atención y los esfuerzos de las autoridades deben
estar orientados a frenar los contagios del coronavirus, no a mandar a la
cárcel al político que en la pasada campaña electoral se le atravesó en sus
aspiraciones al candidato del Centro Democrático, vaya coincidencia.
Póngase a pensar si no es
cosa de locos que mientras el liberal Aníbal Gaviria está en la cárcel, la
señora Caya Daza, escuchada in fraganti cuando cuadraba una compra de
votos (o sea cometiendo un delito) con el Ñeñe Hernández, está en la calle. Y
en una calle de otro país, por cierto.
Esto daría para colegir que
usted llegó a ese cargo a cumplir una agenda política al servicio genuflexo del
gobierno del que alcanzó a hacer parte, y de ello dan cuenta primero la
investigación que le abrió a Claudia López por una nimiedad (pillada con su
esposa en un supermercado) y luego el llamado a interrogatorio a Gustavo Petro
dizque porque -según sus propias palabras para RCN, señor Fiscal- “existe evidencia (…) de
una presunta financiación de empresas mineras a la campaña de Gustavo Petro”.
Eso se llama torcerle el cuello a la verdad, o sea mentir, porque el Ñeñe
Hernández habla ahí es de “los hijueputas mineros esos”, en evidente referencia
a los trabajadores sindicalizados de las empresas mineras cuyos dueños con toda
seguridad votaron por Duque.
Así las cosas, se percibe
‘mala leche’ en el uso de sus atribuciones legales, señor Fiscal. Estamos ante un palmario abuso de autoridad, usted está deshonrando su puesto y por tal razón, insisto,
eso también debería tener cárcel. Se lo digo con todo respeto, pero con igual
franqueza santandereana.
Ahora bien, no es este el
motivo central de mi columna, sino recordarle que el pasado 16 de marzo dirigí
a su Despacho un derecho de petición, hasta ahora sin respuesta, donde le
solicité informara -para un trabajo periodístico- si es cierto o no que usted
se reunió con familiares de Álvaro Gómez Hurtado, en particular con su sobrino
Enrique Gómez Martínez, el mismo que trató de tumbar el proceso contra el único condenado que hubo por
este crimen, Héctor Paul Flórez, mediante una solicitud de revisión del fallo que
la Corte Suprema le negó el 6 de febrero de 2019.
Gómez
Martínez reconoció en entrevista con Salud
Hernández para Semana TV haberse reunido con
usted y entregado las pruebas de quiénes fueron los autores del crimen, y al
final manifestó que espera que “cumpla con lo prometido en el sentido de
evaluar estas pruebas y acusar a alguien”. Es por ello pertinente mi solicitud,
pues si el representante legal del asesino de su tío afirma haber entregado las
pruebas sobre los autores del magnicidio, significaría que el proceso está a
punto de cerrarse. En tal caso lo conducente sería comprobar si esas “pruebas”
coinciden con los planteamientos que hago en el libro Los secretos del asesinato de Álvaro Gómez Hurtado, o si van por otra dirección, como lo sospecho.
Como usted recordará, en el derecho de petición
citado hice entrega oficial a la Fiscalía de un ejemplar de dicho libro, para
que sea incorporado a la investigación, con la plena seguridad de que si usted lo
leyera encontraría en él valiosos datos para entender que las mismas fuerzas de
extrema derecha que hoy actúan coordinadas para que nunca se sepa quiénes
fueron los verdaderos autores de tan execrable crimen, están tratando de
alinearlo a usted en la dirección equivocada.
Si le menciono el nombre del
santandereano Alejandro Ordóñez no es casualidad, considerando que la
planeación del magnicidio tuvo su punto de partida en Santander, como demuestro
en mi libro. No tengo duda alguna en que Ordóñez está a la cabeza en la tarea
de acomodar las cosas, y usó su poder para que usted nombrara como jefe de
Fiscales a Gabriel Ramón Jaimes, pupilo suyo, muy cercano a sus intereses de impunidad en dicho asunto.
Para no alargar esto, señor
Fiscal, en mi condición de periodista especializado en el tema (el libro en
mención es resultado de una investigación de diez años) públicamente le
solicito una entrevista en la que usted les informe a los lectores de El
Espectador sobre los lineamientos que ha trazado para cumplir con el
pedido que le hizo su amigo Iván Duque el día de su posesión, respecto a
esclarecer hasta las últimas consecuencias quiénes dieron la orden de asesinar
a Gómez Hurtado: “los crímenes de lesa humanidad no se pueden quedar en la
impunidad, esperamos que durante su fiscalía llegue a la verdad”, le dijo el
presidente. (Ver noticia).
Es esa precisamente la más
sagrada misión del periodismo, llegar a la verdad, y es el motivo por el cual
le solicito amablemente se me informe del día y hora adecuados para la
realización de la entrevista periodística que aquí le estoy solicitando.
DE REMATE: No sobra
reiterarle mi amable invitación a que antes de la entrevista pueda leer el libro
que envié a su oficina, esperanzado además en que tras su lectura quizás sea
usted quien tenga más de una pregunta para formularme.
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