Hay temas que uno cree haber abordado una sola vez para superar un trance vergonzoso
de la vida, pero hay seres despreciables que pretenden hundirnos hasta lo más
profundo de las entrañas un puñal untado de su propia infamia. Es cuando
comprendemos que no queda opción diferente a la de regresar al asunto, pues se
trata de salvar el bien más preciado que tenemos: la honra.
Vergonzoso no porque el suscrito haya actuado mal, sino por haber
contado con la mala fortuna de un pariente que anduvo en malos pasos, para más
señas un hermano conocido de autos como Francisco Javier Gómez Pinilla, médico
de profesión, a quien hace más de veinte años la justicia le probó haber sido
contratado por una red dedicada al narcotráfico mediante la modalidad de transporte
de su carga con ‘mulas’ humanas.
¿Y cómo operaba esa contratación? Consistía en que antes del viaje de
las ‘mulas’, en su condición de galeno vigilaba que la ingestión en sus
estómagos de cierta cantidad de cápsulas de cocaína recubiertas de látex se
hiciera sin ningún contratiempo para la salud de las portadoras de esa droga.
Por esa “asesoría médica” él se ganaba un dinero extra, y no fue una sino
varias veces, hasta que un seguimiento que hizo el DAS culminó con su captura y
la de los demás miembros de dicha banda.
Eso fue lo que ocurrió, muy diferente a la versión delirante que cada
ocho días suministra un sujeto sub judice conocido como Ernesto Yamhure,
-uribista para más señas- quien hasta agosto de 2011 se desempeñaba como
columnista de El Espectador y huyó del país después de que se
supo que sus columnas eran revisadas por el comandante de las AUC, Carlos
Castaño (Ver
noticia), de quien no ha negado jamás sus entrañables vínculos y por los
que sigue sin rendir cuentas a la justicia.
Este individuo falaz se identifica en sus comentarios como rdarioe54_21197
y ha venido ejerciendo contra mí una persecución obsesiva, que he puesto en conocimiento
de El Espectador a la espera de que se adopten medidas que
impidan que continúe con su “asesinato moral” hebdomadario.
En referencia a la vergonzosa situación que ya describí arriba y se
ciñe a la verdad procesal, esta es la versión que cada ocho días suministra dicho
sujeto: “el hermano del articulista (…) reclutaba mujeres que eran introducidas
a la fuerza en un quirófano en el que Gómez Pinilla las sometía a una brutal
cirugía para cargar distintas partes de su cuerpo con cocaína”.
Lo cierto es que, si lo descrito ahí fuera verdad, la captura de la
banda habría constituido noticia internacional, por las implicaciones que
tendría que luego de haber sido sometidas a tan salvaje procedimiento, o sea
durante el post operatorio, esas mujeres no dieran aviso a las autoridades pero
sí pasaran sin despertar sospecha los rigurosos control de inmigración, tanto
en Colombia como en Estados Unidos.
Es obvio que el propósito de Yamhure -de quien me declaro víctima y
reclamo de este diario medidas que protejan mi buen nombre- es lograr que los
lectores pongan en duda mi honestidad profesional.
La primera vez que me vi obligado a defenderme de este crápula fue en
columna titulada Línea directa con la infamia, donde brindé claridad en
que “no existe el delito de consanguinidad y Yamhure lo sabe, pero se le ha
ocurrido que en mi caso sí. Por tal motivo, es pertinente preguntarle si dicha
presunción de culpa cobija también al expresidente Álvaro Uribe por cuenta de
su hermano Santiago, hoy preso no por traficar con coca, sino por comandar un
grupo paramilitar autor de múltiples e inocultables homicidios”. (Ver
columna).
Trato aquí de nuevo el tema porque esa primera vez fue hace cuatro
años y la gente tiende a olvidar, y en tal medida podría entenderse como “el
que calla otorga”.
Lo llamativo del asunto es que el miércoles pasado cambió el objeto de
su persecución: a raíz del segundo despido de Daniel Coronell de Semana,
afirmó en comentario
a mi columna que “un día después de una publicación que yo provoqué en La
Otra Verdad, la revista de Pedro Juan Moreno que contaba cómo Coronell le
quería robar al Estado cerca de 20 mil millones de pesos, el columnista buscó a
Yamid Amat en su lecho de enfermo para que le hiciera una entrevista en la que
decía que se iba del país por amenazas”.
Es un hecho comprobable que Moreno y Yamhure eran amigos, incluso
escribió una columna donde lamentó su muerte y la atribuyó a un “error humano”.
Ahí cita al entonces director de la Aerocivil, Fernando Sanclemente (el mismo
al que le descubrieron un laboratorio de coca en su finca) quien “reveló que la
investigación sobre el accidente no ha sido objeto de cuestionamientos o
demandas, lo cual confirma la seriedad y veracidad de ésta”. (Ver
columna).
La importancia de esta confesión reside en que al haber dejado de
actuar desde el anonimato y revelar su verdadera identidad “quizá pudiera hacérsele
responsable del atentado sistemático que ha ejercido contra mí”, como dije en
comunicación que en días pasados le dirigí a don Fidel Cano, director de El
Espectador.
Ya en ocasión anterior le había preguntado si era posible que Yamhure
fuera bloqueado para que se le impidiera continuar sus ataques, y la respuesta
que recibí fue esta: “solo se puede borrar un usuario si este lo pide”. Pero
fue antes de que el perseguidor mostrara el que parece ser su verdadero rostro,
y en consecuencia pienso que tal vez ahora sí sea posible recibir de El
Espectador una respuesta que contribuya a que algún día por fin se acabe tan
infame y criminal acoso.
DE REMATE: Esta columna se tituló Mi hermano "el narco", no por
masoquista, sino porque soy consciente de que para zanjar tan enojoso asunto debo
actuar con la verdad por delante: el pariente en mención anduvo en tratos con
narcos y en consecuencia le cabría esa definición. Pero debe quedar claro que hace
muchos años pagó su deuda con la justicia. El que sí tiene pendiente dar
explicaciones sobre sus vínculos con Carlos Castaño (un asesino comparable con
Pablo Escobar), es Ernesto Yamhure. Qué curioso además que haya recrudecido sus
ataques viscerales contra mí, que no tengo ni una infracción de tránsito, justo tras
la publicación del libro Los
secretos del asesinato de Álvaro Gómez, donde doy una versión diferente
a la que ha querido hacer creer la extrema derecha…
2 comentarios:
Como Siempre Jorge, excelente columna. No sólo porque relata un episodio enojoso para usted, sino que pone en evidencia a la rata uribista de Enrnesto Yamhure, hoy prófugo de la justica.
Soy Ethelberto Z. G. y de verdad que no conocia este episodio.
Lamentable que conociendote tan bien como te conocemos, alguien ose involucrarte en asuntos de ese delito que nos prohibiste con pena de expulsión si como militantes del Moir alguna vez llegaramos a estar inmersos en tal acto que se tipifica altualmente como delito. Concientes de eso, a mi me salvó de ir por ese camino de peligros, a pesar que en la zona de Urabá donde me crié, no hubiera quien lo incitara a hacer ese acto que ellos, los narcos llaman trabajo. Pero me hago esta pregunta, quien no tiene un familiar metido en ese negocio que permeo la economia de este pais? Lo digo, porque conozco mas de un familiar que estuvo involucrado y un hermano que está en una fundación recuperandose como drogadicto de ese flagelo que nos deja el negocio de estupefacientes, donde el lavado de dólares permitió que el banco de la República habriera una sección para esa divisa que se llamó "la ventanilla siniestra", si mal no tecuerdo.
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