Creo tener el derecho de utilizar mi columna en El Espectador para hablar del libro que comienza a circular este lunes 9 de marzo, titulado Los secretos del asesinato de Álvaro Gómez Hurtado, bajo el sello Ícono Editorial, con prólogo de Ariel Ávila y reseña del cronista Alberto Salcedo Ramos.
El título que tenía cuando
lo terminé era otro, El rompecabezas de un asesinato. Pero el editor
Gustavo Mauricio García propuso cambiarlo, alegando que si el libro cuenta
importantes secretos de la investigación que hasta ahora el país va a conocer, esto
debía saberse desde el principio. Rompecabezas, porque se exponen las piezas de
la investigación que durante las fiscalías de Alfonso Valdivieso y Alfonso
Gómez Méndez se desplegaron para llegar a los autores del crimen, de modo que el
lector pueda sacar sus propias conclusiones.
El gran avance de Valdivieso
fue haber logrado la captura de Héctor Paul Flórez, uno de los tres sicarios
que dispararon y el único al que la justicia le probó que había sido aquel
cuyas balas acabaron con la vida del dirigente conservador -y por tal motivo lo
condenó a 40 años de cárcel-. La gran decepción fue que Valdivieso no tuvo el
coraje de proteger a su investigador estrella, el que más clara tenía la trama,
el que estaba tirando del hilo que habría de conducir hasta los culpables.
Acosado por fuerzas oscuras temerosas del camino que llevaban sus pesquisas, este
fiscal estrella se vio obligado a huir a Francia para salvar su vida.
El gran avance de Gómez
Méndez fue haber ordenado con sólidas pruebas la captura del coronel Bernardo
Ruiz Silva, subalterno del general Ricardo Emilio Cifuentes, de quien se habla copiosamente
en mi libro y cuyo vehículo de escoltas con placas LIW 033 fue avistado en la
escena del crimen por el conductor de un bus escolar que por ahí pasaba. En
este caso, fue grande la decepción que se llevó el investigador Pablo Elías
González cuando una jueza dejó libre al principal implicado: “Las pruebas eran
muy fuertes –dijo--. A los miembros del equipo investigador nos extrañó mucho
cuando lo absolvieron, fue algo muy frustrante”.
El libro remata con la
entrevista que le hice en Washington al exembajador de Estados Unidos en
Colombia, Myles Frechette, sin duda el hombre mejor informado que hubo sobre el
Proceso 8.000 y sobre el entonces presidente Ernesto Samper, del que fue un crítico
feroz, quizás hasta la intromisión. En mi libro Frechette dice que el crimen fue
obra de un grupo de golpistas de derecha aliados con militares, y señala con
nombre propio a una entidad que agrupa a reservistas.
Desde que se anunció la salida
del libro he sido víctima de una feroz arremetida por parte de quienes han
pretendido ahogar la investigación y aspiran a enfocarla hacia mafiosos ya
fallecidos, lo cual solo pretende dejar el crimen en la impunidad, para
favorecer así a los verdaderos culpables.
El mismo abogado de la
familia, Enrique Gómez Martínez, al ser entrevistado por Caracol Radio puso
el tema sobre la cresta de la ola cuando le dijo a Gustavo Gómez Córdoba que “Jorge
Gómez Pinilla, quien en alguna época tuvo acceso a Revista Semana, va a
sacar un libro la semana entrante. Esto es simplemente una campaña de
expectativa para que el sicario de Samper y Serpa pueda publicar su libro con
mayor notoriedad". (Escuchar entrevista).
Ante tan grave acusación
(“sicario”) acudí al derecho de réplica y al día siguiente, en entrevista con
Gustavo Gómez y Darcy Quinn, manifesté mi extrañeza no solo por el delirante
señalamiento sino porque, en insólita decisión que debe tener a Álvaro Gómez
revolcándose en su tumba, hoy es su propio sobrino el que defiende al sicario (ahí
sí “sicario”) que le quitó la vida al tío. Esto escandalizó incluso a la Corte
Suprema, y en mi libro explico los motivos -ante todo monetarios- que explican
semejante voltereta. Sumado a lo anterior, vamos a ver cómo explican ante el
Consejo de la Judicatura el conflicto de intereses implícito en defender al
asesino que la misma familia a través de la parte civil pidió -y consiguió- que
condenaran. (Escuchar réplica del suscrito).
Es claro que Gómez Martínez
y sus aliados gozan de abundantes conexiones con políticos y con medios para
hacer ruido, calumniar, insultar y tender cortinas de humo. Pero no tienen testimonios
de testigos vivos (alias ‘Rasguño’ se basa en lo que dice que le dijeron tres
personas muertas), ni pruebas, ni la menor coherencia en el relato de los
hechos. Mi libro carece de palancas y columnistas de apoyo, pero en cambio ofrece
algo imbatible: la verdad.
Y no se trata de
convertirme en spoiler de lo que allí dije, pero no puedo cerrar esta
columna sin hacer un último avance, como parte integral de la “campaña de
expectativa” que el propio Enrique Gómez se encargó de inaugurar. Hay un
capítulo dedicado a Los hombres que sabían demasiado, donde me refiero a
dos ilustres personajes que fueron asesinados por el mismo motivo que Gómez
Hurtado, porque necesitaban impedir que hablaran: el general Fernando
Landazábal y el entonces decano de Economía de la Universidad Nacional, Jesús
Antonio ‘Chucho’ Bejarano. A este último los militares golpistas que querían
tumbar a Samper le habían ofrecido el ministerio de Defensa.
Hay un tercer hombre que
también sabía demasiado, el comandante de las AUC, Carlos Castaño. Aunque a
este lo mataron para silenciar otras verdades, lo que alcanzó a saber sobre el
crimen de AGH lo dejó consignado en Mi confesión: “la verdad ya la
conocen los afectados (o sea los familiares). Por una extraña razón, entre
ellos y los victimarios parece que se hubiese pactado un armisticio sordo y
rencoroso”. (Pág. 234).
DE REMATE: A los
periodistas que por estos días entrevistan con tanta frecuencia a Enrique Gómez
o a su primo Mauricio, se les sugiere preguntar si es cierto o no que el
abogado José Ignacio Londoño Zabala (acusado de haber sido quien llevó el
mensaje a ‘Rasguño’ para que la mafia matara a AGH) entabló denuncia penal por
calumnia e injuria contra Enrique Gómez padre e hijo, luego de que este último
dijera en W Radio que “Nacho Londoño no puede seguir asesinando
impunemente”. Es sabido que Londoño no quiso conciliar, o sea que se daba por
inminente que los demandados se verían obligados a retractarse, pero estuvieron
tan de buenas que el hombre fue asesinado en la noche del lunes 20 de julio de
2015…
2 comentarios:
La mafia asesinó a Alvaro Gomez, una mafia impoluta de la cual forman parte izmierda y pseudo-derecha que en nuestro pais son lo mismo, en aliabza con militares. Solo las diferencia el show mediático
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