Esta columna es muy
personal y obedece a que el aislamiento forzoso en nuestras casas motiva a la
reflexión en torno a temas que durante circunstancias normales no habríamos
contemplado.
Hace más de diez años vivo
solo y era algo que no incomodaba, porque la soledad nunca me ha significado
ausencia de compañía, sino todo lo contrario. No es por presumir si digo que disfruto
mi libertad, lo cual para el caso que nos ocupa tiene un sinónimo: soltería. En
alguna ocasión escribí una diatriba contra el matrimonio y en otra abogué por su abolición, considerando la carga tan pesada que para
muchos representa la convivencia conyugal.
En este terreno, sentía
legítima compasión por las parejas que dentro de sus corazones saben que no se
soportan pero callan, y si evitan separarse es en algunos casos “por los hijos”
y en otros porque presienten que les espera algo peor, llamado soledad, precisamente.
Lo cierto es que hasta hace
unos días me consideraba un privilegiado por pertenecer a dicho círculo
exclusivo, el de quienes les huyen a los compromisos de pareja aunque se
precian de estar siempre bien acompañados. Y aquí conviene aclarar que no se
trata de un club de dandis, sino de una filosofía de vida, que para más señas
se le empieza a conocer como el poliamor.
Poliamoroso es el hombre o
mujer que con base en su propia experiencia de vida descubre que la naturaleza
del ser humano no es la fidelidad sexual y afectiva, sino que esta ha sido
impuesta por motivos religiosos (“hasta que la muerte los separe”) o tribales,
y un buen día es consciente de que es posible enamorarse de más de una persona
a la vez, sin que pueda confundirse con promiscuidad, sino con honestidad
intelectual y emocional.
Ya entrados en materia, no
tendría dificultad en reconocer que estoy enamorado de tres mujeres: una que me
dejó pero la sigo amando; una segunda que no me ama pero yo sí (y es excelente
amiga); y una tercera que recién conocí y he comenzado a amar, y sospecho que le
gusto a ella, pero es casada. Las dos últimas son personas a las que veo y cuya
compañía disfruto con relativa frecuencia, la necesaria para escribir sin
molestas interrupciones, mientras aliento la esperanza de que la primera un día
regrese.
Ahora bien, todo este
“paraíso” se derrumba como un castillo de naipes cuando por una circunstancia del
azar llamada pandemia del coronavirus, te ves obligado a cambiar tu condición
de soltero privilegiado por la de reo en prisión domiciliaria, absolutamente
solo y por un tiempo que en principio se prevé de tres semanas pero que podría
prolongarse, dependiendo de cómo evolucione -o escale- la espiral del contagio.
Lo anterior se traduce en
que durante estos días de forzada prisión doméstica envidio a todo mortal que
vive con su pareja, así ya no la soporte, y lo que antes era el deleite de mi
soledad de soltero sin compromisos se ha convertido en una carga muy difícil de
sobrellevar….
Hablando de amor, pero
ahora entendido como amor al prójimo, los días de confinamiento forzado de la
población tienen que servir también para replantear aquello que Federico Engels
llamó “las relaciones de producción”. Siendo realistas, todos los países del
orbe están urgidos a adoptar un nuevo modelo económico, donde quede atrás la
ley capitalista del más rico y comience a primar la solidaridad humana, si no
queremos que el pandemónium del modelo impuesto por el aislamiento acabe con
unos y otros.
En este contexto resalto un
video de Nayib Bukele, presidente de El Salvador, donde comienza hablando de “los
empresarios que están preocupados porque van a ser un 10, un 15 o un 20 por
ciento menos ricos” y enseguida anuncia una serie de medidas que deberían ser
imitadas por el gobierno del subpresidente Duque, y que resumo así: “se suspende
por tres meses el pago de las cuotas de energía eléctrica, recibos de agua, TV
por cable, teléfono e internet. Se suspenden por el mismo periodo el pago de
los alquileres o arriendos y los créditos de las casas comerciales (si sacó un
televisor, una nevera…), así como los créditos de las ventas de carros o de
motos, y se congela el cobro de los créditos hipotecarios, de las tarjetas de
crédito, de trabajo y emprendimientos. Y lo que se va a hacer para que en el
cuarto mes no caigan los cuatro pagos, es que esos tres meses van a ser
diluidos en lo que resta del contrato, sin intereses de mora”. (Ver video).
En Colombia el gobierno actúa
a contracorriente de esta tendencia solidaria, y de ello da cuenta Ramiro Bejarano
en reciente columna: “No se atrevieron a decretar una moratoria que favoreciera
a millones de deudores, sino asegurarle al hambriento sector bancario que sus
arcas estarán a salvo”. (Ver columna). Lo mismo piensa la alcaldesa de Bogotá Claudia
López, cuando advierte como “¡Inaudito que el Gobierno Nacional se aproveche de
emergencia económica para autoprestarse recursos de los entes territoriales
para dárselos a bancos y empresas!”. (Ver trino).
Hoy no es posible salir a
las calles a exigir medidas para aliviar el hambre de los desposeídos, la
pérdida del poder adquisitivo y en general la cancelación de empleos o
contratos de trabajo, y al parecer tampoco se le podrá pedir al fiscal Francisco
Barbosa -amigo del subpresidente- que lleve a buen término las investigaciones
por la compra de votos ordenada por Álvaro Uribe, según se le escucha a la Caya
Daza en charla con el Ñeñe Hernández. Pero en consonancia con el aplazamiento
de las acciones a tomar, quedan advertidos Iván Duque y su jefe: su deuda aplazada
con el pueblo y con la justicia, algún día tendrán que pagarla.
DE REMATE: En consideración
a que el lanzamiento de lo que Julio Sánchez Cristo llamó “el libro del
momento” también debió ser aplazado, aprovecho para informar que Los
secretos del asesinato de Álvaro Gómez Hurtado puede ser adquirido desde
cualquier lugar de Colombia o del mundo haciendo clic en este enlace de Ícono Editorial.
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